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Inicio Journal of Healthcare Quality Research ¿Otorga la nueva ley la autonomía deseada para nuestros pacientes?
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Vol. 34. Núm. 3.
Páginas 154-155 (mayo - junio 2019)
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CARTA AL DIRECTOR
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¿Otorga la nueva ley la autonomía deseada para nuestros pacientes?
Does the new law grant the desired autonomy for our patients?
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P. Escudero-Achaa,
Autor para correspondencia
patricia.escudero.acha@gmail.com

Autor para correspondencia.
, A. González-Castroa,b
a Servicio de Medicina Intensiva, Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, Santander, España
b Presidente del Comité de Ética Asistencial, Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, Santander, España
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Sra. Directora:

Nuestra biografía nos recuerda que circunstancias difíciles o experiencias familiares desagradables provocadas por algunas enfermedades pueden ser el origen de una posición personal sesgada, y en ocasiones extrema, en ulteriores decisiones respecto a la salud. La promoción de la eutanasia, tan vehemente en algunos ámbitos1, se suele basar en la consideración de situaciones límite muy concretas. Sin embargo, los casos extremos no suelen forjar leyes socialmente justas, por las dificultades que estos mismos conllevan2.

Conviene separar lo que puede ser el análisis de casos específicos de lo que debe ser un principio inamovible: nadie debiera tener derecho a inducir la muerte de un semejante gravemente enfermo. Una sociedad que acepta terminar con la vida de personas, por la precariedad de su salud y mediante la actuación de terceros, se infringe a sí misma el agravio de asumir como indigna la vida de algunas personas enfermas o disminuidas3. Las situaciones extremas, y con frecuencia más mediáticas, son utilizadas y presentadas como irresolubles, por lo que, si aceptamos acabar expresamente con un paciente como solución para un problema, en el futuro podremos encontrar un centenar de problemas para los cuales matar sea la solución4.

La eutanasia es un acto social, una actividad que requiere la actuación de otros, dirigida a dar fin a la vida de una persona deliberadamente5. Son muchos los interrogantes que se abren sobre su alcance y sus límites. Por muy estricta que sea la regulación, será inevitable el temor a una aplicación no deseada.

La sociedad espera que la legalización del suicidio asistido y la eutanasia proporcione una mayor autonomía a nuestros pacientes. Pero si la experiencia enseña algo6, es justamente lo contrario: la posibilidad de deslizarnos desde el suicidio asistido hasta la eutanasia, de la eutanasia para los enfermos terminales a la eutanasia para los enfermos crónicos, de la eutanasia por enfermedad física a la eutanasia por malestar psicológico, y desde la eutanasia voluntaria hasta la eutanasia no voluntaria y la involuntaria7.

El suicidio asistido y la eutanasia serán normalmente el resultado de una interacción en la que las necesidades y el carácter de los familiares, de los amigos y del médico jugarán un papel tan importante o más que los del mismo paciente. Es una clara manipulación ideológica el que este poder se amplíe, precisamente en nombre de los derechos subjetivos de aquel de quien se considera, con parámetros de calidad, que está en una condición indigna. Clásicamente se ha señalado que la eutanasia suele reclamarse por unos sujetos que se consideran autónomos en sentido filosófico, para otros que se encuentran en condiciones objetivas de vulnerabilidad.

De hecho, en pocos años, la reiteración de casos irá privando a la eutanasia de su carácter excepcional. Esta habituación tendrá su origen en la creencia de que es una intervención terapéutica aceptable, e incluso ventajosa. Se convertirá para el enfermo en un derecho exigible; para los allegados, en una salida más cómoda; para algunos médicos, en un recurso sencillo que ahorra tiempo y esfuerzos, y para las administraciones sanitarias, en una intervención de óptimo cociente coste/eficacia. La eutanasia ganará la batalla a los cuidados paliativos8. Se ha demostrado que la mayor parte de los médicos que más a favor están de la legalización del suicidio asistido y de la eutanasia son quienes menos conocimientos poseen sobre los cuidados paliativos.

Un paciente que solicita la eutanasia pide de la forma más dramática posible que se proporcione un remedio a su sufrimiento físico y psicológico. Nuestro deber es llevar ese conocimiento y esos cuidados a todos los enfermos terminales.

La autonomía personal no es un absoluto. Uno no puede querer la libertad solo para sí mismo, ya que no hay ser humano sin los demás. Nuestra libertad personal queda siempre conectada a la responsabilidad de todos aquellos que nos rodean. La convivencia democrática nos obliga a someternos y a aceptar normas y leyes que en ningún momento son cuestionados como límites de la libertad personal. Aplicar la empatía y nunca la ideología con nuestros enfermos conseguirá que realmente aceptemos la voluntad de los mismos9.

Debemos huir de todo aquello que pueda suponer una manipulación ideológica a medio-largo plazo, porque la sociedad acaba aceptando con el tiempo que aquello que está legislado no es tan negativo10. Por tanto, es obligación de defensores y detractores de la legalización de la eutanasia promover un debate social y fomentar el espíritu crítico de las generaciones venideras.

Bibliografía
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La eutanasia: un derecho del siglo xxi.
Gac Sanit, 32 (2018), pp. 381-382
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P. Simón Lorda, I.M. Barrio Cantalejo, F.J. Alarcos Martínez, J. Barbero Gutiérrez, A. Couceiro, P. Hernando Robles.
Ética y muerte digna: propuesta de consenso sobre un uso correcto de las palabras.
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9 Notre Dame J.L. Ethics & Pub Pol’y, 407 (1995), pp. 407-448
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La hipertrofia del principio de autonomía en el debate bioético.
Cuadernos de Bioética, 28 (2017), pp. 329-340
[10]
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Ars Medica, 5 (2001), pp. 115-118
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