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Inicio Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos La imagen de la mujer en el discurso nacionalista paraguayo
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Vol. 2013. Núm. 57.
Páginas 43-75 (enero 2013)
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La imagen de la mujer en el discurso nacionalista paraguayo
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Gaya Makaran
* cialc-unam
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El objetivo de este artículo es analizar el discurso nacionalista paraguayo, conformado a lo largo de la vida republicana del país, para ver cómo representa y aprovecha la figura de la mujer: desde la guaraní conquistada hasta la actual paraguaya. Se presenta un corto esbozo del debate intelectual acerca del concepto de nación, destacando su relación con lo femenino. Dicho análisis descubre las similitudes con otros discursos nacionalistas, pero sobre todo muestra los rasgos originales del discurso paraguayo. Es nuestro propósito interrogar acerca de las verdades y mitos que esconde la imagen de la mujer paraguaya difundida por el nacionalismo, así como de las paradojas que refleja y las metas a las que sirve.

Palabras Clave:
Nacionalismo
Paraguay
Mujer
Residenta
Kuña guapa
Abstract

The following article’s object is to analyze the Paraguayan nationalist discourse made throughout its republican life how it represents and takes advantage of the woman figure: from the guaraní conquer throughout the contemporary Paraguayan women. We also present a short outline of intellectual debate on the concepts of nation, emphasizing its relation with the feminine theme. This analisis discovers similarities with the others nationalist discourses, however it shows, above all, the original features of the Paraguayan discourse. It’s ours purpose to interrogate about the myths and the truths hidden behind the image of the Paraguayan woman spread by the nationalism, also the paradoxes it reflects and objectives that it follows.

Keywords:
Nationalism
Paraguay
Woman
Residenta
Kuña guapa
Texto completo

La que ceñiste lauros de Cornelia Y amamantaste ínclitos leones Guerreros inmortales que lucharon En guerra desigual con tres naciones.1

El nacionalismo, entendido como una ideología y un movimiento político-social, aparece con el concepto moderno de la nación como respuesta a una necesidad urgente de legitimar el nuevo orden político-social republicano, en el que la “soberanía del pueblo” reemplazaba al “derecho divino” de los reyes. De esta manera, el nacionalismo se convierte en una especie de “religión secular” de la era industrial,2 cuyo objetivo es reforzar o muchas veces simplemente crear “lo nacional”, al ser la nación y la identidad nacional más bien un tipo de constructo nacionalista que una realidad atemporal y objetiva. En algunos casos, se podría incluso decir, recuperando los planteamientos de Ernest Gellner, que el nacionalismo no tanto “despierta” a las naciones hacia una conciencia propia, sino que simplemente las “inventa”. No cabe duda que las naciones son una construcción cultural, resultado de un cuidadoso trabajo de selección, reinterpretación o reinvención de la historia, costumbres y valores de una comunidad humana, a fin de crear una identidad firme y homogénea, capaz de justificar la existencia y las ambiciones políticas de los estados.

El nacionalismo paraguayo, creador de los mitos nacionales que han sobrevivido hasta nuestros días, aparece por primera vez durante la Guerra de la Triple Alianza,3 un acontecimiento traumático y crucial para la sociedad paraguaya, Es entonces cuando la comunidad paraguaya en sí, confrontada con el soldado enemigo y obligada a luchar por su existencia misma, empieza a convertirse en una comunidad “para sí”, cada vez más consciente de su particularidad y dispuesta a defenderla. Sin embargo, la ideología nacionalista no se desarrolló en su plenitud hasta la época del centenario, alrededor de los años 1900-1911. La generación de intelectuales, pensadores, literatos e historiadores llamada Generación 900,4 aunque no poseía rasgos totalmente comunes, empezó a preocuparse por “el ser nacional”, la refundación de la patria destruida por la guerra, la explicación de las causas de la decadencia nacional y la reescritura de la historia paraguaya. Frente a las teorías sobre un presunto salvajismo, cretinismo e incapacidad de los paraguayos por la vida democrática y moderna, frecuentemente promovidas desde afuera,5 surge el discurso de la grandeza y particularidad del pueblo paraguayo. Se busca descubrir la “naturaleza” específica de la nación, sus raíces, componentes, predisposiciones. Se inventan mitos nacionales, se escogen héroes oficiales y se exaltan rasgos considerados propios.

El siguiente paso en el desarrollo del nacionalismo paraguayo tiene lugar en el periodo de la posguerra, entre 1936 y 1947, después de la Guerra del Chaco con Bolivia,6 con la llegada al poder de los gobiernos militares que convierten el nacionalismo en ideología oficial del Estado. Al mismo tiempo, apuestan por la intervención estatal en la economía y las reformas sociales de corte nacional-popular vinculan la política exterior paraguaya con Estados Unidos y aplican su Doctrina de la Seguridad Nacional en la Guerra Fría. La cara militar y autoritaria del nacionalismo paraguayo fue desarrollada por Alfredo Stroessner Matiauda en los años de su larga y cruel dictadura (1954-1989), a través de la reproducción del discurso nacionalista de otras épocas y la instrumentalización de los mitos nacionales para legitimar su propio poder (la figura del “buen dictador” personificada por Dr. Francia y los López). Actualmente el discurso nacionalista no ha evolucionado mucho desde el siglo pasado y aunque ya no va acompañado por las políticas nacionalistas concretas, aprovecha los mismos tópicos de siempre para suscitar el sentimiento de cohesión y unidad social en el contexto de crisis política y económica.

El presente artículo ambiciona analizar el discurso nacionalista paraguayo actual, formado a lo largo de la vida republicana del país, cómo presenta y aprovecha la figura de la mujer: desde la guaraní conquistada hasta la actual paraguaya. Más que los discursos oficiales o los decretos gubernamentales, nos interesa estudiar los textos tanto de los pensadores y literatos paraguayos, como de la cultura cotidiana y coloquial visibles en la prensa o canción popular. El objetivo de dicho análisis será descubrir las similitudes con otros discursos nacionalistas, pero sobre todo mostrar los rasgos originales del discurso paraguayo y entender su fuente histórica. Es nuestro propósito interrogar acerca de las verdades y mitos que esconde la imagen de la mujer paraguaya difundida por el nacionalismo, acerca de las paradojas que refleja y metas a las que sirve.

Existen unos tópicos femeninos comunes para todos los discursos que el nacionalismo ha desarrollado acerca del papel de la mujer en la construcción y la reproducción nacional.7 Podemos distinguir las siguientes figuras estereotipadas, aunque seguramente se podrían encontrar algunas más:

  • a)

    La Madre: reproductora biológica de la comunidad, garante de su continuidad y perpetuación étnica. El nacionalismo subraya el papel reproductivo de la mujer definido como su deber patriótico.

  • b)

    La Educadora: mujer como transmisora de la cultura nacional y garante de la reproducción cultural. Se le atribuye un papel de socializadora de los niños que transmite la herencia histórica, costumbres y símbolos de un pueblo.

  • c)

    La Compañera: destaca el papel accesorio de la mujer como ayudante del hombre tanto en la vida cotidiana, como en los conflictos bélicos: es esposa, ama de casa, cocinera, enfermera, sirvienta, etcétera.

  • d)

    La Virgen y Esposa fiel: la mujer como garante de la pureza étnica. Se pone énfasis en su castidad y fidelidad a la raza-etnia-nación. Una de las imágenes relacionadas con esta figura es la de la mujer deshonrada, cuya violación por un otro étnico se convierte en la deshonra nacional y una amenaza para la existencia misma de la comunidad.

  • e)

    La Patria: encarnación de la patria y la nación como tales. En la mayoría de los casos se relaciona con la figura de la madre o la amante deshonrada, La sexualidad de la mujer sirve del vehículo para el lenguaje simbólico de lo nacional.

En todos estos casos el papel de la mujer está determinado por su sexualidad, marcado por el sacrificio y subordinado al hombre, el supuesto líder y depositario del destino nacional. La mujer es una figura crucial para la nación, sin embargo, se le atribuye un papel pasivo, reducido a sus funciones biológicas y domésticas, interpretado y legitimado por el discurso masculino, depositario del poder. Según estos planteamientos, si la mujer hace posible la comunidad en sí, es el hombre quien la conduce a una comunidad “para sí”. ¿Comparte el discurso nacionalista paraguayo estos rasgos o muestra características originales? Podemos observar que la importancia simbólica de la mujer para el nacionalismo en Paraguay es considerablemente mayor, por no decir vital, que en otros países del continente, puesto que fueron precisamente las mujeres, obligadas por circunstancias históricas, las que no sólo sirvieron a la patria, sino que determinaron su existencia misma.

La conquista amorosa. Madre guaraní

Los orígenes de la nación son la preocupación principal de cualquier discurso nacionalista que los “inventa” más que descubre, a fin de legitimar la existencia de la comunidad nacional presente, de darle su raison d’être, fomentar el sentimiento de orgullo nacional de ser excepcionales, y no pocas veces justificar un proyecto político de expansión étnica. En Paraguay, el discurso nacionalista sitúa los orígenes de la nación en la conquista española, en la mezcla de sangres europea y guaraní, que dio como resultado al mestizo, símbolo de lo paraguayo, Un mestizo único en su especie que, al dejar de ser “indio”, seguía siendo guaraní: conservó su espíritu original, arraigado en la realidad americana, integrando al mismo tiempo todas las “ventajas” de la civilización europea. La prueba de ello sería el uso mayoritario de la lengua indígena acompañado por la permanencia de los elementos culturales guaraníes en la cultura nacional esencialmente occidental. Según estos planteamientos, sería la utopía del mestizaje hecha realidad, al haber suprimido y superado el antagonismo de amo y esclavo, de dominante y dominado. En este mito de origen se subraya el carácter pacífico de la conquista que más que una hazaña bélica fue un encuentro primero amistoso entre los españoles y los varones guaraníes que pronto establecieron alianzas políticas signadas por las relaciones de parentesco, y luego amoroso con las mujeres indígenas que se entregaron voluntariamente a los valientes europeos para sellar la alianza política con la de sangre. El paraguayo sería entonces el fruto de esta historia de amor interracial y relaciones complementarias de colaboración y confianza mutua, tan diferentes al genocidio y saqueo conocidos de otras partes de la América conquistada.8

El papel de la mujer guaraní destaca en este mito de manera particular, fue ella la madre de la nación, la que, entregando su cuerpo al guerrero español, hizo posible el surgimiento de una nueva raza. Esta entrega amorosa no tiene nada que ver con la violación, deshonra o tración de su pueblo, como en el caso mexicano de la “Malinche chingada” presentada tan sugestivamente por Octavio Paz en su Laberinto de la soledad. Este encuentro amoroso y pacífico entre la mujer guaraní y el hombre español fue ilustrado en el poema La mujer paraguaya (1899) del reconocido trovador paraguayo Ignacio Pane:

Y cuando el eco del cañón hispano

rugió en el monte y resonó en el valle,

a la sombra del árbol más lozano

lució su esbelto, su flexible talle.

(…)

Paloma de Noé, nuncio de vida,

mensajera gentil de la natura,

hada bella y sin par, diosa caída,

por primer vez vio el godo su hermosura.

Y el altivo león de glorias tantas,

honor de la nación de los Pelayos,

doblegó la cerviz, ¡le vio a sus plantas

la reina de los bosques paraguayos!

(…)

Y el ósculo de amor que en su mejilla

puso el bravo guerrero castellano,

el monte repitió…, en su fresca orilla

apareció el atleta americano.

(…)

Por ella, en fin, del bosque en la espesura,

al paraguayo, orgullo de la historia,

la sangre de Guaran le dio bravura,

la sangre de Pelayo le dio gloria.9

Esta expresión poética de un discurso nacionalista en auge, a finales del siglo xix, nos revela varios tópicos que a partir de entonces circularán en la sociedad paraguaya y no serán desmentidos ni siquiera hoy en día. La mujer guaraní, bella y seductora, encarnación de la naturaleza americana misma, exuberante, exótica, sensual y al mismo tiempo ingenua, logra desarmar al guerrillero español, quien cae humillado a sus pies, vencido por su encanto. En el poema de Pane, es más bien la guaraní la que conquista al europeo y no al revés. Su encuentro amoroso se desarrolla en medio de un paisaje paradisiaco que parece copia viva de la novela sentimental rousseauniana, y tiene como consecuencia el nacimiento del ”atleta americano”, el mestizo paraguayo, “orgullo de la historia”, portador de los rasgos más gloriosos de ambas sangres.

Si vemos la prosa surgida después de la Guerra del Chaco, periodo del otro auge nacionalista, encontraremos el mismo mito de origen, donde la mujer guaraní se convierte en la madre legendaria del paraguayo, la que le dio su lengua, sus costumbres y el corazón guaraní. Su importancia se reduce, sin embargo, por el papel del padre español, del cual el mestizo hereda la cultura y lengua “civilizada”, las leyes y la racionalidad occidental. Uno de los libros que más impacto tuvo en aquella época, El Paraguay eterno (1935) de Natalicio González10 se dedica a “descubrir” la naturaleza del mestizo y por ende de la nación paraguaya, y describe los inicios míticos de su patria en términos del paraíso terrenal, más musulmán que cristiano (Paraíso de Mahoma), donde los españoles y sus aliados indios (tobayás, cuñados) viven en mutuo respeto, disfrutando de una poligamia ilimitada. El mestizo, llamado “mancebo de la tierra”, se convierte en el símbolo vivo de la alianza de razas, crece con la cultura de su madre guaraní; sin embargo, se hace hombre eligiendo la cultura del padre. El mismo autor en su posterior libro Proceso y formación de la cultura paraguaya (1948). destaca la importancia del hogar guaraní dominado por la mujer, en la formación del mestizo, su lengua y valores: “Ella educa, gobierna, esculpe el alma de la prole, y el dulce imperio maternal se hace sentir sobre el mestizo… “11 Es la imagen de la mujer indígena, madre de la raza, depositaría y difusora del elemento guaraní en la cultura nacional paraguaya, ama indiscutible del hogar y fuente de identidades más íntimas de los paraguayos, la imagen producida y reproducida por el discurso nacionalista prácticamente sin cambios hasta nuestros días.

El mito de origen, como todos los mitos, contiene cierta dosis de verdad histórica, sin embargo, se transforma, se esencializa y finalmente se reduce, conforme su rol de brindar respuestas deseables a las incógnitas nacionales. Si analizamos los trabajos de la corriente revisionista de la historiografía para guaya, 12 en todos se rechaza la imagen de la conquista pacífica y la alianza amorosa hispano-guaraní. Si bien es cierto que al inicio de la conquista los guaraníes, al ver la superioridad militar de los invasores, decidieron recurrir a la alianza estratégica basada supuestamente en igualdad y reciprocidad y sellada con lazos de parentesco, pronto resultó que los españoles más que alianzas buscaban el sometimiento y la explotación de la población nativa. El carácter específico del territorio ocupado: el aislamiento geográfico-administrativo y poca o ninguna importancia económica para la Corona (falta de minas de metales preciosos y acceso al mar), condicionaron los rasgos de la colonización española en Paraguay, Podemos destacar la impregnación del europeo por el estilo de vida guaraní (poligamia, actividad agrícola, comida, vestimenta, etc.), a la par con el mestizaje generalizado ante la escasez dramática de las mujeres blancas.

Esas primeras generaciones de mestizos fueron incluso reconocidos por sus padres españoles como legítimos (el gobernador Domingo Martínez de Irala reconoció nueve hijos suyos de madres indígenas), aunque con el tiempo se apostó por el “blanqueamiento” de la élite a través de la “importación” de mujeres europeas, propósito que nunca dio mayores resultados. El mestizo, sin embargo, en la mayoría de los casos no fue el fruto de un encuentro amoroso y voluntario entre la “diosa guaraní” y el “guerrero español”, ni resultado de una alianza militar-sanguínea entre las dos razas. Una vez roto el efímero pacto inicial, los guaraníes fueron sometidos y sus mujeres raptadas, violadas y obligadas a la fuerza a permanecer en los aposentos de su nuevo amo. El secuestro de las guaraníes durante las así llamadas rancheadas, es decir, asaltos a las aldeas indígenas con el objetivo de conseguir violentamente alas mujeres, era una práctica común y legal. Entre sus obligaciones, además del servicio sexual, se encontraba la manutención económica del hogar puesto que eran ellas las encargadas de la agricultura y la producción artesanal de ropa y alimentos. De hecho, en la cultura guaraní eran tradicionalmente las mujeres las que sembraban y efectuaban el trabajo agrícola, elaboraban alimentos, artesanías, telas y mantenían los hogares, costumbre rápidamente adoptada por los españoles. Otra práctica social guaraní asimilada fácilmente por los peninsulares fue la poligamia, la cual tenía también un objetivo económico importante, puesto que ayudaba a tener más ;’esclavas” trabajando al establecer las mal llamadas alianzas familiares que permitían conseguir mayor número de trabajadores gratuitos vinculados por este peculiar “servicio de parentesco”.13

Al mismo tiempo que los historiadores actuales se esfuerzan por desmentir el mito de la conquista amorosa, avalan la figura de la mujer guaraní como madre de la nación y subrayan su importancia esencial en la formación de la sociedad mestiza. Así, por ejemplo, la historiadora Bárbara Potthast confirma: “Las mujeres indígenas fueron las agentes más importantes del desarrollo sociocul-tural de la sociedad paraguaya temprano-colonial. […] Este mestizaje biológico llevó a una transculturación muy fuerte de la sociedad y la cultura paraguayas […]”.14 Las agentes del proceso de transculturación paraguaya, es decir, de penetración mutua de las culturas española y guaraní, eran las mujeres guaraníes, puesto que ellas educaban a los hijos mestizos, preparaban sus comidas, contaban leyendas y mitos de su pueblo conquistado. Esta tendencia estaba presente incluso entre la élite, supuestamente española, que entregaba el cuidado de sus hijos a las nanas guaraníes.

El reconocimiento nacionalista de la madre guaraní forjadora de la raza paraguaya ha sido, sin embargo, bastante paradójico. Si bien es cierto que el mestizo crecía en un hogar guaraní impregnado por la cultura de la madre, al mismo tiempo padecía el síndrome del hijo ilegítimo que ante la ausencia del padre empieza a añorar el legado paterno, en este caso europeo, y despreciar “el dulce imperio maternal”. El “mancebo de la tierra” no puede rechazar o romper por completo su vínculo con el mundo de la madre, puesto que significaría borrarse a sí mismo (la penetración cultural es demasiado profunda), sin embargo, hace todo lo posible para lograrlo y alcanzar la cultura de su padre, sinónimo de lo superior, civilizado, moderno, oficial, etc. De ahí que la madre guaraní, más que una diosa seductora, creadora de una nueva raza mestiza orgullosa de sus raíces. y madre respetada de los paraguayos, parece ser en realidad una madre soltera, violada y esclavizada, rechazada por sus propios hijos que cuando llegan los invitados la esconden con vergüenza en la cocina. La imagen ambigua de la mujer/madre guaraní y su papel complejo en la formación de la cultura nacional: entre amor y odio, reflejan simbólicamente la relación entre la cultura guaraní y la paraguaya, donde esta última en teoría se enorgullece de su legado indígena, mientras que hace todo lo posible para marginar y al final desaparecer al guaraní vivo.

La Guerra de la Triple Alianza. Madre de los Leones y Residenta

El momento clave en la historia paraguaya que puso en jaque la existencia misma de la nación, fue sin duda la Guerra de la Triple Alianza. Aquella hecatombe que en cinco años del conflicto (1864-1870) arrasó con la población paraguaya y la redujo a un cuarto, la gran mayoría mujeres, niños y ancianos, marcó un antes y un después en el proceso de construcción nacional paraguaya. No es de extrañar que el discurso nacionalista le diera a aquel acontecimiento histórico una importancia especial, convirtiéndolo en un nuevo inicio mítico de la nación, sacrificada y purificada por el fuego del combate y resucitada de las cenizas por sus mujeres. Es allá donde se enraizan las principales figuras simbólicas de la mujer paraguaya: la Madre de los Leones y la Residenta, presentes y vivas en el imaginario colectivo a tal grado que siguen determinando la imagen actual de la paraguaya. Estas nuevas figuras, levantadas y difundidas por el nacionalismo, cumplen con el objetivo de definir el papel y el lugar de la mujer en la sociedad republicana (la imagen de la madre guaraní resultaba insuficiente) y crear su perfil de ciudadana deseable.

La primera de las imágenes femeninas, la de la madre de los soldados,15 hijos de la patria que iban a sacrificar su vida en defensa de la nación, subraya la función reproductiva de la mujer que, como en el mito de origen, entrega su cuerpo en servicio del país. Su misión patriótica consiste en parir, criar y enviar a la guerra a sus hijos varones, como también en asegurar la reproducción biológica de la nación desangrada por el conflicto. Veamos el siguiente fragmento del poema A la mujer paraguaya de Enriqueta Gómez Sánchez:

La que ceñiste lauros de Cornelia

Y amamantaste ínclitos leones

Guerreros inmortales que lucharon

En guerra desigual con tres naciones.

Madre que ante el dolor no retrocedes…

La sombra de tus bosques de azahares,

Sólo cubrió tu rostro en el desierto.

Te vio llorar bajo la noche impía,

Besando en Rubio Nú tus niños muertos.16

Tenemos aquí la imagen de la madre paraguaya, comparada con la matrona romana Cornelia Scipio, esposa fiel y madre de doce hijos dedicada plenamente a su familia y a los valores tradicionales, que da vida a los “guerreros inmortales”, mártires en una guerra desigual y condenada a la derrota. La Madre de los Leones es la madre dolorosa, sacrificada y de alguna manera frustrada en su maternidad, puesto que crea la vida con un solo objetivo: entregarla a una muerte precoz.

La Residenta, otro de los tópicos femeninos enraizados en la Guerra de la Triple Alianza, rebasa la función netamente reproductiva de la mujer en el conflicto y apunta en sus características como ciudadana. El término hace referencia a las mujeres que tras la Asamblea de Mujeres Americanas del 24 de febrero de 1867 contribuyeron con sus joyas y otros objetos de valor a la causa bélica y expresaron su apoyo al liderazgo del dictador Francisco Solano López. Posteriormente, aquellas mujeres acompañaron al ejército paraguayo en la trágica re tirada de la capitalina Asunción y en su larga y penosa trayectoria bélica, trabajando como enfermeras, cocineras, lavanderas, conocedoras de plantas medicinales, transportistas del material pesado, etc. Con el tiempo, el término Residenta se extendió a todas las mujeres paraguayas que contribuyeron al esfuerzo de guerra, convirtiéndose en el símbolo de sacrificio, abnegación y entrega incondicional a la patria. De ahí que, la Residenta es la compañera del soldado que lo alienta, cura y alimenta, que sufre con él las penurias del camino y muere junto a él en el campo de la batalla. La Residenta se convierte a veces en la guerrera, la imagen difundida sobre todo por el discurso propagandístico de Francisco López. Es la mujer que no sólo acompaña a su hombre, sino que combate al enemigo con el fusil en la mano. Estas dos caras de la Residenta: la compañera y la guerrera, están presentes en los siguientes versos respectivamente de Ignacio Pane y Enriqueta Gómez Sánchez.

Cuando cundió en dominios paraguayos

la furia del cañón y la metralla;

cuando seguida de mortales rayos

sonó doquier la voz de la batalla:

Ella fue la vestal que el patriotismo

siempre encendió con su palabra ardiente,

faro de intensa luz que al heroísmo

condujo al paraguayo combatiente.

Ella impulsó a su hermano a la pelea

ella siguió a sus hijos al combate.

Dijo a su amante: “La victoria sea

arra de amor del que mi amor acate”.17

***

Se armó también tus manos con la lanza,

Defendiendo la patria en la pelea.

Infundiste valor del espartano

A cada corazón con fe bravía.

Coronada de gloria y de martirio

Al lado de tu amor también morías.

Y al tronar del cañón y la metralla,

Cubrió tu cabellera enmarañada

El cuerpo de tu amor ensangrentado,

Cual mortaja en la trágica jornada.

Sin pan y sin abrigo en el boscaje,

Harapienta y doliente vas marchando.

Y tu pecho oprimido de dolores,

Tu vida desolada vas llorando.

Sumida en el espanto de la muerte

Cubrió tu pie los descarnados trazos,

Mas, tu boca mugiente en su plegaria

Musitaba la Patria en cada paso.18

La historiografía actual, aunque no niega la importancia y la participación de la mujer en la guerra, suele complejizarlas, al destacar más que el heroísmo de las Residentas, la tragedia que les tocó vivir y el carácter muchas veces forzado de su “sacrificio incondicional” por la patria. Para evidenciar el ambiente opresivo del inicio de la guerra, se recupera la figura de la Destinada, opuesto simbólico de la Residenta, mujer caída en desgracia y enviada al campo de concentración por el gobierno de Francisco López. Las mujeres declaradas trádoras por ser parientes de enemigos políticos de la dictadura o las acusadas de no apoyar lo suficiente la causa bélica, fueron condenadas a torturas, hambre y no pocas veces a la muerte. Eran un ejemplo vivo de que la participación femenina en la guerra no fue del todo espontánea ni voluntaria. Es cierto que las mujeres organizaban colectas de bienes para el ejército, convocaban asambleas controladas y dirigidas por el gobierno, donde pronunciaban apasionados discursos a favor del presidente. y posteriormente siguieron a los soldados en su retirada, sin embargo, no hay que olvidar que dichos actos eran necesarios para evitar la represión y la amenaza de convertirse en las Destinadas. No queremos decir con eso que la participación femenina en la guerra fuera totalmente involuntaria y forzada por la dictadura, no obstante hay que tener claro que no sólo fue el fervor patriótico el que empujaba a las mujeres al sacrificio, sino sobre todo los factores como la falta de alternativas, el peligro político y la necesidad vital de sobrevivencia. También la imagen de la mujer guerrera, tan enraizado en el imaginario colectivo de los paraguayos, ha sido desmentido últimamente por los historiadores. Si bien es cierto que durante la guerra fue creado el famoso Batallón de Mujeres de Areguá, en realidad éste no combatió y sólo fue utilizado como propaganda nacional e internacional para dar una imagen del Paraguay heroico que se defiende con todas sus fuerzas y con el sacrificio de todos sus miembros. Los periódicos de la trinchera difundían la imagen de la mujer combatiente, sin embargo, la contribución femenina era más bien en la agricultura, la producción de los artículos de subsistencia y tareas auxiliares para la tropa.19 Sin duda, su aporte durante la guerra fue decisivo para la subsistencia del país y del ejército, puesto que fue gracias a su trabajo que el pequeño Paraguay fue capaz de resistir a las potencias vecinas durante tanto tiempo y sin graves problemas de hambre y desabastecimiento.

El matriarcado. Kuña guapa, reconstructora de la patria

La Guerra de la Triple Alianza dejó al país desierto: la mayoría de la población aniquilada, la agricultura arrasada, ciudades y aldeas quemadas, las antiguas estructuras políticas borradas. Con razón, el discurso nacionalista alude a aquel momento histórico como un nuevo inicio nacional, un verdadero resucitar de las cenizas. Frente a la escasez de hombres, fueron las mujeres las que tuvieron que asumir el protagonismo de la reconstrucción nacional. Es entonces cuando Paraguay gana su fama internacional como el “país de mujeres”, lo que da inicio al otro mito nacional sobre el supuesto matriarcado paraguayo.

Muchos historiadores de la escuela nacionalista, entre ellos José Luis Mora Métida,20 indican la existencia de un sistema matriarcal tanto en la posguerra, como en toda la historia de Paraguay, empezando por el hogar guaraní precolombino. Suelen subrayar la posición destacada de la mujer/madre paraguaya que es la que manda en casa y la que saca adelante a la familia y al país, frente a la ausencia, voluntaria o no, del hombre. Así, aparece otra figura femenina importante, la kuña guapa, en guaraní “mujer hacendosa”, que no teme ningún trabajo, nunca rehuye el sacrificio y siempre hace frente a las exigencias de la supervivencia cotidiana. La acompaña la kuña valé, “mujer valiente”, otro adjetivo de la mujer paraguaya, una mujer autosuficiente que se entrega a la lucha diaria por su hogar, su familia y, en consecuencia, a la reconstrucción de su país, sin contar ni desear el apoyo de nadie. Como veremos más adelante, es la figura de la mujer que más ha penetrado el imaginario nacional y que más peso tiene sobre la situación actual de la mujer paraguaya. Aquí algunos fragmentos de los ya citados poemas de Enriqueta Gómez Sánchez e Ignacio Pane que visualizan la penosa situación de la mujer en la posguerra y su esfuerzo sobrehumano para levantar la patria:

Estoica… polvorosa… y jadeante

Tu misma mano fecundó la tierra,

Levantando otro altar más soberano

Sobre las ruinas que dejó la guerra.

Con el arado fecundaste tierra.21

***

También cuando ya el joven y el anciano,

el hijo y el hermano y el esposo,

cayeron para siempre y en el llano

reinó de los sepulcros el reposo,

ella emprendió la vuelta, con el pecho por

las patrias nostalgias oprimido,

y en vano escudriñó en su hogar deshecho

el antiguo lugar del ser querido.22

El mito nacional sobre el matriarcado paraguayo es muy fácil de cuestionar, Por supuesto, nadie niega el hecho de una catástrofe demográfica que convirtió a Paraguay en un “país de mujeres”, ni el papel de la mujer en la reconstrucción social y económica de la patria, no obstante se trata aquí más de hechos cuantitativos que cualitativos. De ahí que, las referencias a Paraguay como un “país de mujeres” aluden más bien a la cantidad de éstas y no a su posición social, ni mucho menos a un dominio político femenino. De igual manera, la palabra “matriarcado” no corresponde al verdadero significado del término: poder, gobierno de las mujeres, sino que se refiere más bien a una ventaja demográfica y como consecuencia a la omnipresencia femenina. Al evocar el mito del matriarcado, el discurso nacionalista encubre el triste hecho de que las mujeres fueron reconstructoras sin poder, monopolizado éste por los hombres. La imagen de la kuña guapa valé en realidad esconde historias horríficas de mujeres que al ver sus hogares destruidos, los campos devastados, sin herramientas y sin posibilidades de cultivar, migraban a las ciudades donde se convertían en mendigas, prostitutas o proletarias mal pagadas. El único papel que tenía reservado para ellas el país de posguerra, o ironía profundamente patriarcal, era el de las ciudadanas de segunda sin derechos políticos,23 de sirvientas de la patria y familia que con su sacrificio y abnegación levantan el país dirigido por hombres. Mientras cumplen con este papel pueden contar con el reconocimiento y gratitud oficial como “mujeres valientes”, si intentan salirse de este molde ceñido son juzgadas y rechazadas como las que traicionan su naturaleza misma.

La Actualidad. Paraguaya, especie única

En el Paraguay actual, país de joven democracia, donde el peso de su difícil historia todavía impregna el imaginario colectivo, la mujer parece gozar en igualdad de todos los derechos ciudadanos y ser una figura respetable y respetada, La nieta de la Residenta que sacrificó su vida por la patria en la Guerra de la Triple Alianza, la Kuña guapa de la posguerra que con sangre y sudor reconstruyó el país destrozado, sin reclamar nada para sí misma, hija de las mujeres feministas que luchaban por los derechos civiles durante la dictadura de Stroessner, la paraguaya actual vive en los tiempos de paz y democracia, a salvo de desastres sociales y económicos parecidos a los del pasado, ejerciendo su derecho al voto e igualdad jurídica,24 protegida por el Código Laboral y Civil que reconocen la igualdad jurídica entre los sexos y la protegen en contra de la violencia. En el discurso oficial, impregnado por las imágenes forjadas por el viejo nacionalismo, la mujer paraguaya aparece como una de las figuras más importantes elogiadas y glorificadas como icono del patriotismo y dedicación a la patria. En esta tarea, se recurre a todas las creaciones míticas sobre la mujer que el discurso nacionalista ha elaborado a lo largo de la vida republicana: la madre guaraní: fundadora de la raza, amorosa y dedicada a su esposo español, fuente de la lengua y cultura nacional, la reina incuestionable del hogar; la Residenta: heroína y guerrera sacrificada que no duda en entregar su vida y la de sus hijos por la patria. Kuña guapa, kuña valé: refundadora abnegada del país, trabajadora incansable, sustento de la sociedad desde el hogar. Todas ellas se conjugan para crear la imagen actual de la paraguaya, difundida por los discursos altisonantes en ocasión del Día de la Mujer, enseñada en las escuelas y asumida por la sociedad, tanto por su parte masculina como la femenina. ¿Cómo es esta imagen? Veamos los siguientes fragmentos del poema A la mujer paraguaya:

¡Mujer excelsa de la Patria Mía!

¡Orgullo de la América grandiosa!

De todas las mujeres de la tierra

Por tu rara virtud, la más gloriosa.

Comunera gentil de blanco lirio

Armada de ternura y de nobleza,

Aureolando tu frente regia palma,

Nadie ostenta tan inclita realeza.25

Estos versos muestran a la mujer paraguaya glorificada y santificada (“aureolando tu frente”’), única a escala global y noble portadora de virtudes poco comunes entre las mujeres de otras naciones. Dicha imagen se sustenta en su papel histórico, relatado por el poema, lleno de sacrificio, heroísmo y amor por la patria. Según estos planteamientos, enteramente adoptados por el discurso nacionalista actual, la paraguaya sería la portadora de una excepcionalidad positiva, proyectada al mismo tiempo a toda la nación paraguaya, una excepcionalidad que podía recompensarle las penurias de su pasado y las carencias del presente.

Esta naturaleza extraordinaria de la mujer paraguaya justificaría también el establecimiento de una fecha especial para la celebración de su día que en Paraguay es el 24 de febrero en recuerdo de la Asamblea de Mujeres Americanas de 1867 cuando las Residentas entregaron sus joyas en defensa de la patria.26 El Día de la Mujer Paraguaya se impone a las celebraciones mundiales del Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, primero como un intento de subrayar el carácter único e irrepetible de la mujer paraguaya que nada o poco tiene que ver con las demás mujeres, y segundo, como un esfuerzo nacionalista de inscribir la problemática de la mujer en el discurso de la patria, alejándola de las “arenas movedizas” del feminismo internacional. Veamos las siguientes notas de prensa que aparecieron en los últimos años en ocasión del Día de la Mujer Paraguaya, Según el sitio web Tribuna Abierta,27 el 24 de febrero de 2011 fueron redactadas las siguientes líneas de reconocimiento a la mujer paraguaya en su día:

Alguien dijo una vez, que el amor tenía cara de mujer. ¡Cuánta verdad! El amor fluye en el corazón de la mujer madre, esposa, amiga, compañera, profesional, luchadora incansable para sacar adelante a la familia. Mujer y madre que no conoce del cansancio, aun después de 10 horas de trabajo. Sacando fuerza de flaquezas, llega a la casa, y retoma su jornada con los hijos, la familia. La mujer paraguaya es un ejemplo de trabajo, dedicación a la familia, amor a Dios y a su patria. Luchadora ante las adversidades, que cualquier otra, se dejaría vencer. Mas, la paraguaya, con fe en Dios, y amor a los suyos, lucha hasta la última fuerza de su ser, ¡Felicidades Mujer Paraguaya en tu día!

Encontramos aquí un claro reflejo de todos los mitos nacionales acerca de la mujer, más el convencimiento de su excepcionalidad basado en estos estereotipos. Así, la mujer paraguaya es amor: madre, esposa, amiga y compañera del hombre; es lucha y trabajo incesante: por su familia, de doble jornada, incansable; es dedicación: a la familia, a Dios y a la patria. Esta imagen, que mezcla la figura de kuña guapa y la esposa cristiana, refleja una ideología profundamente conservadora que, con ayuda del falso alago y el reconocimiento a través de la atribución de valores aparentemente positivos, en realidad reproduce el modelo femenino definido por el famoso Kinder, Küche, Kirche28 del conservadurismo alemán.

Otro sitio web del periódico de cobertura nacional abc Color, así reconoce la importancia de la mujer como “protagonista de su tiempo”:

Reconocidas por su abnegación, fortaleza, talento y belleza, este viernes la mujer paraguaya celebra su día. Forjadoras de la historia, y aún en lucha por sus reivindicaciones, hoy son reconocidas como verdaderas constructoras de la Patria. En el campo o la ciudad, en tiempos de la Guerra Grande o en la actualidad, la mujer paraguaya siempre fue protagonista de su tiempo. […] Mujeres casadas, madres solteras, empresarias, obreras, inmigrantes, amas de casa, todas constructoras del hogar y del pais a través de su participación activa en cada ámbito de la sociedad. Hoy, y más que nunca, la figura de la mujer paraguaya representa la lucha, el talento y la abnegación en un país que hoy, 24 de febrero, celebra su protagonismo.29

Aunque el texto parece ser mucho menos conservador que el anterior, puesto que reconoce la “participación activa [de la mujer] en cada ámbito de la sociedad”, como también la lucha por sus derechos: “aún en lucha por sus reivindicaciones” y su papel decisivo en la historia y actualidad nacional, tampoco logra huir de los estereotipos. Así, la mujer paraguaya, cualquiera que sea su estatus y ocupación, es la constructora natural del hogar, dominio exclusivamente femenino, y al mismo tiempo es reconocida por su “abnegación”. Si tenemos en cuenta el significado de la palabra: sacrificio, renuncia a pasiones, deseos o intereses propios a favor del prójimo,30 nos damos cuenta de la perversidad de este tipo de “reconocimientos”. De hecho, aunque no hay nada de malo en demostrar gratitud por el trabajo y sacrificios diarios de la mujer, obligarla a éstos, al naturalizar su papel de sirvienta y convertir la abnegación, docilidad y renuncia de sí misma en atributos indispensables de la feminidad, eso sí es sumamente nocivo. ¿Es la mujer paraguaya la kuña guapa por naturaleza o voluntad propia, o es el sistema patriarcal y sus discursos aparentemente halagadores los que le imponen este papel a la par que encubren el machismo y legitiman la ausencia del hombre y su falta de compromiso con asuntos familiares?

Los dos homenajes a la mujer citados, a pesar de sus diferencias, comparten el mismo tono rimbombante, propio más bien de discursos oficiales que de los medios de comunicación masiva. A esa tendencia no se le escapan ni siquiera campañas publicitarias de productos destinados al mercado femenino. Veamos el siguiente anuncio de una marca de toallas femeninas publicado con ocasión del Día de la Mujer Paraguaya: “La mujer paraguaya es un símbolo nacional, una heroína en nuestra historia y el pilar de cada hogar de nuestro país. Es por eso que Day’s celebró con mucha alegría este día.”31 En reconocimiento de sus sacrificios por el hogar y la patria, las “heroínas” tenían la oportunidad de ser obsequiadas con un paquete de higiene íntima. Podríamos reírnos o sospechar alguna “provocación artística” al tener en cuenta lo absurdo y ridículo del hecho, si no fuera por la total seriedad con la que la acción fue anunciada y llevada a cabo. ¿De dónde viene esta necesidad social de adoptar discursos altisonantes sobre la mujer? ¿Por qué la mitología nacionalista ha penetrado tanto el imaginario colectivo en Paraguay? ¿Será que hablar de “heroínas” nos libra de un debate serio sobre la situación real de la mujer paraguaya e intenta paliar su descontento y evitar posibles reivindicaciones? La experiencia muestra que cuanto más alto el discurso y más fuertes las vivas, más profundo trauma esconden y más grave es el problema que pretenden silenciar.

En Paraguay cada día hay más voces que critican tanto el discurso sobre la mujer como sobre todo el trato que ésta recibe diariamente, más allá de afirmaciones oficialistas que pintan su realidad color rosa. Tanto los intelectuales de ambos sexos que intentan desmentir los mitos nacionales acerca de la mujer como el movimiento feminista que lucha por el cumplimiento de los derechos garantizados y la conquista de otros, están indicando que la situación actual de la mujer paraguaya deja mucho que desear y exige serios cambios en todos los ámbitos sociales. Se recuerda que la mayoría de las mujeres rurales, incluidas las indígenas, vive en condiciones de pobreza extrema a causa de la concentración de la tierra y la extensión de la agroindustria,32 muchas de ellas están obligadas a emigrar a las ciudades o al extranjero. De hecho, la emigración paraguaya a Argentina y España está fuertemente feminizada y son las remesas de las emigrantes las que mantienen muchos de los hogares paraguayos. Se destaca la discriminación de la mujer en cuanto al acceso a la educación, salud, derechos políticos, trabajo digno, la falta de ayuda gubernamental, la violencia de género, etc., asuntos que no cambian a pesar de la existencia de leyes y convenios pro mujer. Podemos ver que, a pesar de los esfuerzos del gobierno de Fernando Lugo, autodenominado “progresista”, por mostrar su cara “feminista” y promover los programas de igualdad política y económica, en contra de la violencia de género y discriminación simbólica, el mismo ex presidente, ex obispo católico, seductor de muchachas del obispado y padre de múltiples hijos no reconocidos, no fue el mejor ejemplo del respeto hacia la mujer y la paternidad responsable.33 Con el ejemplo de Lugo, los críticos denuncian el carácter profundamente ma-chista de la sociedad paraguaya, donde el hombre está exento de obligaciones domésticas y familiares, incluso de mantener económicamente a la familia, reducido su papel a un simple semental. De hecho, se considera normal que el hombre no trabaje y sea la mujer la que mantenga la familia (kuña guapa, madre guaraní), que tenga muchas mujeres (Paraíso de Mahoma), lo que conlleva el fenómeno de la maternidad solitaria. Uno de los literatos paraguayos Helio Vera en su libro El país de la sopa dura. Tratado de paraguayología 11, descubre con un estilo irónico el presunto carácter y los vicios nacionales de los paraguayos, con estas palabras describe el fenómeno del machismo:

Este rasgo, que privilegia el papel del varón en el grupo familiar, se delata en una serie de actos que parecen triviales: el hombre tiende a adelantarse a la mujer cuando caminan juntos; cuando se toma mate en grupo, la función de cebarlo recae en la mujer. La cocina, la administración del hogar y la educación de los hijos forman parte también del conjunto de responsabilidades que limitan y confinan a la mujer dentro de un espacio reducido. Al machismo se le debe la paternidad irresponsable, fenómeno que hasta ahora no ha merecido una atención preferente de ninguna política de Estado. […] El alto número de hijos es considerado un valor positivo, un motivo de orgullo para el hombre. Se alimenta de la creencia de que constituye una prueba de la virilidad y, por eso, un motivo de prestigio.34

Por si alguien tuviera dudas en cuanto a la veracidad del fragmento citado, veamos la letra de una de las canciones paraguayas más populares Kuña guapa. un clásico musical de Clementino Ocampos, poeta popular, en honor a la mujer paraguaya, que nos muestra un ideal femenino, más escalofriante aun si tenemos en cuenta que fue concebido con todo el amor del sujeto lírico hacia su amada.

Kuna guapa (hacendosa mujer)

Ya los gallos cantarinos

llaman al amanecer,

levantándote mujer

quiero verte trajinar

Movimiento sin cesar

que engalane tu existir,

una escoba danzarina

que anteceda al cocinar.

Que el mate mañanero

haga galas de sabor

para luego preparar,

desayuno por doquier.

Que las aves de corral

se alboroten como ayer,

y que todo se renueve

hasta el agua de tu amor.

Llamaradas del fogón

la cocina avivarán

y un montón de ropa al fin

al remojo lo pondrás.

De la alcoba nuestro ajuar

su blancura exhibirá,

exquisito en su sabor

tu manjar me ofrecerás.

Olorosas, perfumadas,

mis camisas lucirán,

laboriosas manos tuyas

con amor me ofrendarán.

Muy juntitos en nuestro hogar

nuestros días pasarán,

cuidaré de ti mi bien

y mi amor florecerá.

Tu fatiga y aflicción

por las nubes volarán,

y de nuevo empezarás

hacendosa tu labor.

Tu belleza cuidarás

y tu boca dulce miel

me darás siempre al pasar

remozando mi existir.

Y la tarde al concluir

tu misión has de cumplir

de tus manos beberé

delicioso tereré.

Hacendosa como eres

mis tesoros cuidarás,

y mañana frente a Dios

nuestras vidas se unirán.35

Tenemos aquí la peor pesadilla feminista hecha realidad y ademas presentada como un idilio deseable y recomendable a cualquier pareja. Así la vida de la “mujer hacendosa” se desarrolla entre la cocina, el lavadero y la alcoba, su “misión” es mantenerse arreglada, atractiva (“tu belleza cuidaras”), servirle bien a su esposo y complacer todos sus reclamos desde las camisas “olorosas perfumadas”, “desayuno por doquier” y “delicioso tereré” (bebida de yerba mate), hasta ofrecerle su “manjar” y “la boca dulce miel”. Es evidente que el hombre disfruta observando el “movimiento sin cesar” de la mujer, sin que se le ocurriera ayudarle en algo, puesto que tal trabajo junto con el sacrificio y abnegación, además de natural, es considerado parte inseparable de la feminidad como tal.

La misma imagen de la mujer hacendosa, aunque creada con objetivos muy diferentes, la encontramos en el poema Kuña guapa de Andrés Colmán Gutiérrez. Mientras que la canción de Clementino Ocampos ponía a la mujer hacendosa como un modelo deseable de la mujer, el poema de Colmán evoca la misma figura para evidenciar el abuso y compadecer a la kuña paraguaya.

KUNA GUAPA

Te levantarás temprano como siempre, a pesar de ser un día domingo.

Seguramente barrerás el patio.

Limpiarás la cocina.

Prepararás el desayuno.

Bañarás a los niños.

O emprenderás un largo y cansado viaje hasta el mercado, con una bolsa o un canasto cargados con el peso de la vida misma a tus espaldas, a buscar el afanoso sustento de cada día.

Es probable que ni llegues a enterarte de que mañana se recuerda el Día Internacional de la Mujer.

O quizás sí.

Si por allí alguien enciende cerca de ti una radio o una tele, quizás te llegue un eco lejano de mensajes y discursos:

Nde ningo kuña guapa. [Usted es diferente mujer hacendosa]

Kuña mbarete. [Mujer fuerte]

Kuña Paraguay bekopete. [Mujer paraguaya digna]

Ndereikuaáiva kane’o. [No conoce usted el cansancio]

Mujer paraguaya.

¿De qué te sirve tanta alabarza romántica cantada en polcas y guarañas, cuando te han dejado sola en el mundo y no tenés qué darle de comer a tus hijos?

¿De qué te sirve ser la gloriosa heredera de las Residentas, cuando tu hombre llega borracho a casa y te insulta o te golpea por el motivo más absurdo?

¿De qué te sirve que te levanten estatuas o monumentos, o que te dibujen irreal y eterna en el reverso de un billete con largas trenzas morenas, blusa de typói y un kambuchi de barro acunado entre los brazos, cuando tenés que guardar los pedazos de tus sueños en una cajita, junto a un clavel marchito o un corazón de papel amarillento?

¿De qué te sirve…?36

Encontramos aquí una crítica de discursos rimbombantes y los mitos nacionales que poco o nada tienen que ver con la cotidianidad penosa de las mujeres: madres abandonadas con hijos hambrientos, esposas golpeadas, seres abnegados que dejaron sus sueños para servir a la familia, a Dios, a la patria. El poema es un llamado a la conciencia de la sociedad paraguaya por el reconocimiento e igualdad verdadera de la mujer más allá de las declaraciones altisonantes. Sin embargo, el mismo autor no escapa de algunas asociaciones automáticas que surgen a la hora de pensar en la mujer y que aluden a sus roles tradicionales de madre, esposa y amante:

Sos la cuna. La ternura. La piel. El beso. El abrazo. El calor de la noche. El frío de la soledad. El nombre pronunciado con amor o con rabia. El misterio. El abismo La presencia que ilumina. La ausencia que duele. La calma del cariño. El vértigo del deseo. El motivo de un poema.37

Son palabras que con exactitud reproducen la imagen femenina enraizada profundamente en los corazones y mentes de los hombres paraguayos, sin importar su signo político ni “progresismo” declarado, que con tanta ternura reflejó hace dos siglos Ignacio Pane en los siguientes versos:

Dulce canción que del hogar emana,

aura vital que mece nuestra cuna,

es ella nuestra madre o nuestra hermana,

es ella nuestro amor, nuestra fortuna.38

¿Están las mujeres paraguayas de acuerdo con la imagen de ellas difundida en la sociedad? Podemos sospechar que existe un gran consenso social acerca de los mitos nacionales y el papel de la mujer en la historia de Paraguay, mayor aún si tomamos en cuenta la apariencia positiva y halagadora de éstos que a primera vista parecen reconocer y respetar a la paraguaya. Sin embargo, cada vez son más las mujeres39 que subrayan el carácter perverso del discurso nacionalista y cuestionan los roles y modelos de feminidad asignados por los varones, estas categorías estereotipadas que encierran el abuso, la discriminación y la opresión de la mujer. Las paraguayas se están buscando a sí mismas en un intento de reinterpretar su propia historia y su papel en la sociedad, guiadas por una pregunta que hoy en día parece ineludible: “¿Ser kuña guapa o ser kuña feliz?”40

Conclusiones

Paraguay es uno de los países latinoamericanos que más atención ha prestado al papel de las mujeres en su historia, cuyo discurso nacionalista se ha articulado alrededor de las figuras femeninas hasta el punto de convertir a la actual paraguaya en conducto simbólico de la nacionalidad como tal. Los mitos nacionales, comúnmente aceptados, resaltan el aporte de las mujeres en la creación y la conservación física y espiritual de la nación, gracias a los rasgos como el sacrificio, abnegación, laboriosidad y humildad, proyectados como atributos inseparables de la feminidad. Tanto el discurso oficial, como la literatura y prensa nacionales difunden la misma imagen de la mujer paraguaya con el mismo tono altisonante, en el cual destacan su excepcionalidad y su valiosa contribución a la patria. El reconocimiento simbólico no va, sin embargo, acompañado del reconocimiento fáctico, la sociedad paraguaya es profundamente machista y paternalista. Aunque en apariencia esta situación podría parecer paradójica, en realidad existe una fuerte conexión lógica entre la imagen nacionalista de la mujer y su papel social subordinado. Así, los mitos nacionales legitiman la subal-ternidad de la mujer y delimitan el área de su actividad patriótica: reproducción biológica, hogar, familia, trabajo de manutención, etc., a la par, mantienen lejos las áreas reservadas para hombres: poder político y económico, liderazgo, funciones públicas, etc. Los supuestos atributos de la feminidad, difundidos por el discurso nacionalista, tienen un claro objetivo de reforzar la distribución desigual de papeles sociales, donde la mujer por “naturaleza” sería predestinada a servirle al hombre o concentrarse en su función biológica. Con cierta perversidad se suele poner énfasis en los principios de la complementariedad de los sexos, donde cada uno tiene su lugar bien establecido, fijo y justificado por supuestas inclinaciones naturales. Al mismo tiempo se calla el hecho de que esta “complementariedad armónica y natural” por un raro truco de magia le entrega al hombre el papel privilegiado en la sociedad, condenando a la mujer a ser paria de la historia.

Los mitos nacionales paraguayos tienen, sin embargo, un gran potencial emancipador: de igual modo que sirven para justificar y profundizar la discriminación hacia la mujer, pueden ser interpretados a su favor y convertirse en una herramienta de emancipación. En vez de rechazarlos, conviene aprovechar el arraigo que tienen en la sociedad, sólo que primero se debe resignificar su contenido simbólico. De esta manera, la posición actual de la mujer paraguaya debería corresponder con su papel decisivo en la historia de su patria: si Paraguay ha sido un “país de mujeres”, si ellas solas lo han levantado del desastre de la guerra, si han sido siempre ellas las encargadas del mantenimiento material de sus hogares, hechos fuertemente subrayados por el discurso nacionalista, entonces ¿por qué son los hombres quienes concentran el poder? ¿Cuál es la contribución masculina en Paraguay, justifica realmente su posición privilegiada? De igual manera, la revisión de los tópicos femeninos como la kuña guapa y kuña valé, podría contribuir a la liberación de la mujer y proporcionarle herramientas en su lucha por el lugar que le corresponde. Así, la figura de la “mujer valiente y trabajadora”, en vez de predicar sumisión y servidumbre, podría resaltar la autonomía y autosuficiencia de la mujer independiente del varón, su capacidad de superación y realización fuera del hogar, su fuerza y ambición por alcanzar sus metas, etc. Por supuesto, todos estos cuestionamientos y replanteamientos para ser válidos exigen necesariamente una revisión profunda del papel de un gran ausente, el hombre paraguayo. Si la mujer paraguaya ambiciona ganar la igualdad en el ámbito público es indispensable ganarla también en el hogar, una tarea difícil y de largo recorrido, que ninguno de los países del mundo ha alcanzado en su plenitud. Si la mujer hoy en día está logrando entrar al mundo tradicio-nalmente masculino y es cada vez más bienvenida, el hombre todavía suele negarse a participar en el mundo “femenino”. Las hurras nacionales en honor a la mujer suelen silenciar las dudas que surgen al confrontar el discurso con la realidad y sobre todo, intentan disuadir a los posibles inconformes de interrogar al kuimba’e (varón) paraguayo.

Fuentes

Enriqueta Gómez Sánchez, “A la mujer paraguaya”, enEnríqueta Gómez Sánchez Caballero, la dama de oro y acero, alas de águila y corazón de paloma -Biografía- Adherida a la Historia; aderezada con poemarío contemporáneo, Asunción, Enriqueta Gómez Sánchez, 2011, pp. 192-195.

Véase Hagen Schulze, Estado y nación en Europa, Barcelona, Crítica, 1997, p. 136.

Guerra de la Triple Alianza, llamada también Guerra de Paraguay o la Guerra Grande, fue un conflicto bélico entre Paraguay y la coalición de Brasil, Uruguay y Argentina en los años 1864-1870, durante los gobiernos del mariscal Francisco Solano López. La guerra terminó con la derrota de Paraguay pérdidas territoriales, desastre económico y genocidio de sus habitantes: murió más de 60% de la población paraguaya. De los sobrevivientes sólo 37% eran habitantes de sexo masculino, en su mayoría niños y ancianos. Luc Capdevila, Una guerra total: Paraguay, 1864-1870, Asunción/Buenos Aires, ceaduc/sb, 2010.

Los más representativos de la Generación 900 son: Arsenio López Decoud, Ignacio Pane, Manuel Domínguez, Manuel Gondra, Fulgencio Moreno, Blas Garay Juan O’Leary, Alejandro Guanes, Eloy Fariña, en cierto sentido Cecilio Báez y la abogada y feminista Serafina Dávalos.

Véase Cecilio Báez, “Optimismo y pobreza”, en El Paraguay, Asunción, 1902.

La Guerra del Chaco fue conflicto armado entre Paraguay y Bolivia por las tierras del Chaco Boreal, donde presuntamente se encontraban ricos yacimientos petroleros, entre los años 1932-1935, Terminó con la derrota de Bolivia.

Véase “Nacionalismo y relaciones de género: Emakume Abertzale Batza”. En http://historia-doreshistericos.wordpress.com/2012/03/l4/nacionalismo-y-relaciones-de-genero-emakume-abertzale-batza/ (fecha de consulta: 14 de marzo, 2012).

La crítica de estos planteamientos la encontramos en Bartomeu Meliá, Una nación, dos culturas, Asunción, cepag, 1997, pp. 40 y 41.

Ignacio Pane, “La mujer paraguaya”, en Antología, Asunción, El Lector, 1996 (Colección Literaria). Las cursivas son mías.

Natalicio González, El Paraguay eterno, Asunción, Guarania, 1935.

Natalicio González, Proceso y formación de la cultura paraguaya, Buenos Aires, Guarania, 1948, p. 297.

Por ejemplo Bartolomeu Meliá, Ignacio Telesca, Liliana Brezzo, Bárbara Potthast, Luis Galeano. Clyde Soto y muchos más.

Véase Bartomeu Meliá, op. cít.

Bárbara Potthast, “La mujer en la historia del Paraguay”, en Ignacio Telesca [coord.], Historia del Paraguay, Asunción, Taurus, 2010, p. 320.

Los Leones es el nombre atribuido a los soldados paraguayos en alusión al escudo nacional representado por un león, símbolo de nobleza y valentía. Durante la Guerra de la Triple Alianza era usado por la propaganda paraguaya en contraste a los soldados brasileños, en su mayoría negros, apodados despectivamente “macacos”.

Gómez Sánchez, op. cít. Las cursivas son mías.

Ignacio Pane, La mujer paraguaya, op. cít. Las cursivas son mías.

Gómez Sánchez, op. cít. Las cursivas son mías.

Véase Potthast, op. cit.

José Luis Mérida Mora, Paraguay y Uruguay contemporáneos, Sevilla, e.e.ha, 1981.

Gómez Sánchez, op. cít. Las cursivas son mías.

Pane, op. cít. Las cursivas son mías,

La Constitución de 1870 no reconoce derechos políticos de la mujer. De hecho, Paraguay fue el último país latinoamericano que concedió el derecho al voto a las mujeres (1961).

Paraguay ratificó en 1951 el convenio sobre la igualdad jurídica entre hombres y mujeres de los países latinoamericanos, ese mismo año se fundó la Liga Paraguaya Pro Derechos de la Mujer que exigió su cumplimiento. En 1993 un nuevo Código Laboral reconoció la igualdad jurídica entre los sexos, en 1995 el Código Civil por su parte, reconoció los derechos de la concubina y el delito del acoso sexual.

Gómez Sánchez, op. cít. Las cursivas son mías.

Fue la historiadora Idalia Flores de Zarza quien propuso en 1974 que el día 24 de febrero sea recordado como el Día de la Mujer Paraguaya.

En http://www.tribunaabierta.com/v2/index.phpFoption=com_content&view=article&id=6932:felicidades-mujer-paraguaya&catid=2:internacionales&Itemid=3 (fecha de consulta: 24 de febrero, 2011).

Kinder, Küche, Kírche [en alemán: niño, cocina e iglesia], conocido también como die dreí K [tres K], un popular lema alemán, cuyo autor fue probablemente el último emperador, Guillermo II, que hace referencia al papel tradicional de la mujer en la sociedad y la familia. Fue adoptado con ciertas modificaciones (el lugar de la “iglesia” lo ocupó la “patria” o el Fübrer) por el social nacionalismo nazi.

abcColor, “Mujeres paraguayas celebran su día”. En http://www.abc.com.py/nota/mujeres-paraguayas-celebran-su-dia/ (fecha de consulta: 24 de febrero, 2012). Las cursivas son mías.

En http://www.wordreference.com/definicion/abnegacion.

Diario digital La Nación, “Day’s celebró el Día de la Mujer Paraguaya junto a todas ellas”. En http://www.lanacion.com.py/articulo/60121-days-celebro-el-dia-de-la-mujer-paraguaya-junto-a-todas-ellas.html (fecha de consulta: 24 de febrero, 2012).

Paraguay es uno de los países latinoamericanos con mayor extensión del latifundio. Cerca de 1% de los propietarios concentra 77% de las tierras, 40% de los/las agricultores/as, que poseen de 0 a 5 ha, dispone sólo de 1% de las tierras agrícolas. El 36.6% de la población rural vive en situación de pobreza. Cerca de 120 mil familias (29.7% de la población rural) no poseen tierra propia; alrededor de 300 mil familias se consideran sin tierra o con tierra insuficiente. Sobre todo a las mujeres se les niega el acceso a la tierra: de los propietarios de tierra, sólo 9.4% son mujeres. Fuente: Documento del FIAN “Reforma agraria en Paraguay”. En http://www.flan.org/recursos/publicaciones/documentos/reforma-agraria-en-paraguay/pdf.

“Los casos de Viviana Carrillo, con quien Lugo reconoció una relación que se inició siendo ella menor de edad y encontrándose en una situación de dependencia laboral, Benigna Leguizamón, la limpiadora del obispado a la que acosó cuando trabajaba para él, u Hortensia Morán, quien denuncia que hasta en Internet siguen hostigándola los esbirros del régimen arzobispal, son un claro ejemplo de lo mucho que las mujeres del gobierno arzobispal son capaces de olvidar y hacer callar.” Luis Agüero Wagner, “Fernando Lugo humilló a la mujer paraguaya”. En http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/80321/fernando-lugo-humillo-a-la-mujer-paragua-ya (fecha de consulta: 2 de febrero, 2012).

Helio Vera, El país de la sopa dura. Tratado de paraguayología 11, Asunción, Servilibro, 2010, En http://www.portalguarani.com/obras_autores_detalles.php?id_obras=11174 (fecha de consulta: 15 de febrero, 2012).

Teresa Méndez-Faith, Poesía paraguaya de ayer y hoy, t. II, Asunción, Intercontinental Editora, 1997. Música de Francisco F. Larrosa, traducción del guaraní por Lino Trinidad Sanabria.

Andrés Coimán Gutiérrez, Kuña guapa, publicado el 7 de marzo, 2009. En http://blogs.ulti-mahora.com/post/l629/18/index.html. La traducción de fragmentos en guaraní es mía.

Ibid.

Pane, op. cít

Entre ellas las más conocidas: las historiadoras Ana Bareto y Mary Monte, junto con la poeta Lourdes Espinola.

Véase Rosalinn Gallagher, “¿Kuña Guapa o Kuña Feliz?”. En http://rosalinngallagher.blog-spot.mx/2012/02/kuna-guapa-o-kuna-feliz.html (fecha de consulta: 24 de febrero, 2012).

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