En el presente número de la revista, Emilio Blanco Tarrio nos ilustra en una carta clínica, de la relevancia del médico de familia en la atención a los pacientes y su entorno en situaciones límite. En esta carta clínica confluyen situaciones extremas que llevan al médico de familia a participar, de manera activa, en la toma de decisiones complejas y arriesgadas, en un entorno de gran incertidumbre: ingreso hospitalario involuntario y valoración, traslado y asistencia a una paciente con diagnóstico de sensibilidad química múltiple (SQM). Se trata también de un caso con evidentes repercusiones éticas sobre la prescripción de tratamientos y cuidados a pacientes que sufren enfermedades de complejo diagnóstico y sin tratamientos con demostrada evidencia científica sobre su eficacia. También de la relación y actitud del médico de familia ante tratamientos y cuidados recibidos por sus pacientes y prescritos e incluso suministrados por otros profesionales sin la necesaria relación y comunicación entre ambos. Se trata, en síntesis, de cómo un médico de atención primaria enfrenta un problema grave que afecta a su paciente y que requiere de muy diversas y complejas acciones.
En primer lugar destacar la necesaria formación y conocimiento del problema por parte del médico de familia, en este caso una enfermedad emergente y compleja como es la SQM. Ya nos advertía Regal Ramós, en esta misma revista, de la dificultad del abordaje y tratamiento de estos pacientes en nuestro Sistema de Salud y de cómo los protocolos y tratamientos actualmente recomendados, sin evidencia científica, no solo no mejoran si no que pueden empeorar la calidad de vida del paciente así como su estatus socio-económico. En este sentido la carta clínica publicada viene a abundar en ese resultado. Especialmente destacable es la situación de osteoporosis y osteopenia generalizada probablemente secundarias a la inmovilización y desnutrición proteico – calórica en la que la paciente se encontraba en el momento del ingreso hospitalario.
Otra de las cuestiones relevantes que aporta Blanco Tarrio es la cautela a la hora de actuar en el traslado de la paciente de la situación de “aislamiento ambiental” al ingreso hospitalario. Ante la ausencia de protocolos específicos en su comunidad autónoma, se pone en marcha, en coordinación con los servicios hospitalarios, el protocolo vigente en la Comunidad de Madrid con un principio de prudencia siempre recomendable a pesar de lo aparatoso y farragoso que pudieran ser los procedimientos a llevar a cabo.
Nos debe de servir también este caso clínico para reflexionar sobre el necesario seguimiento y valoración de nuestros pacientes y el no mantenimiento de tratamientos, cuidados y recomendaciones que no solo no mejoran el estado del paciente si no que lo empeoran. Desde el diagnóstico en el año 2011 hasta la crisis en 2018, a pesar de no observarse mejoría en la paciente, si no más bien al contrario, se mantuvieron los tratamientos y las recomendaciones de “aislamiento ambiental” en una actitud tal vez no acorde con una buena práctica médica. Se ha venido a demostrar, en este caso, la necesidad de llevar a cabo diagnósticos diferenciales, pensar en otras posibles enfermedades o causas, cuando el seguimiento del paciente nos pone de manifiesto la mala evolución.
Casos como el que nos ocupa viene a alertar sobre lo ya conocido y obvio, la importancia del médico de familia que conoce al paciente, a la familia, al entorno en la toma de decisiones que afectan a la salud y el bienestar de los ciudadanos a su cargo. Denis Pereira Gray, en un artículo reciente, ya puso de manifiesto como la continuidad de la asistencia es un importante determinante de la mortalidad tanto en la atención primaria como en la especializada, esta carta clínica nos viene también a recordar como el médico de atención primaria es capaz de mejorar la calidad de vida del paciente y la familia aun en situaciones de extrema dificultad y complejidad.