Las recientes intoxicaciones por estramonio (Datura stramonium) en Getafe y en Badajoz, que se han saldado con el desgraciado balance de la muerte de 2 jóvenes y la situación crítica de otro1,2, han llevado de nuevo a las primeras páginas de la actualidad un tema tan universal como antiguo y recurrente y que los profesionales de la salud conocemos bien.
En efecto, las plantas de la familia de las Solanáceas con alcaloides tropánicos (Hyosciamus albus o beleño blanco; Hyosciamus niger o beleño negro; Atropa belladona o belladona; Mandragora sp. pl. o mandrágora, y Datura sp. pl. o estramonio) son conocidas y usadas desde hace más de 2.500 años, ya sea clínicamente (como anestésicos, antiespasmódicos o antiasmáticos), en rituales relacionados con prácticas de brujería y chamanismo (beleño, mandrágora, estramonio) y más recientemente como sustancias recreativas3. Algunas plantas ornamentales que se pueden adquirir en cualquier vivero comparten actividad farmacológica y tóxica con las descritas, como es el caso de Brugmansia spp., en realidad un estramonio con flores de diferente color.
Se trata en general de plantas de distribución extensa en zonas templadas o cálidas del Globo, muy conocidas popularmente en todas las culturas con nombres siempre alusivos a sus propiedades4. Como ejemplo, en algún pueblo del interior de la provincia de Valencia el beleño blanco (Hyosciamus albus) es conocido como «planta de los caballitos» por las visiones que puede inducir, y las personas mayores advierten a los niños acerca de su peligrosidad.
El contenido en alcaloides tropánicos activos de estas plantas (fundamentalmente atropina y escopolamina) es muy variable5, por lo que los efectos son impredecibles. Probablemente por su vistosidad o por su difusión en Internet, el estramonio es el más usado y, en consecuencia, el que más intoxicaciones que requieren atención acarrea6 y el que más muertes causa7.
El cuadro clínico, bien conocido por los profesionales, es denominado toxidrome anticolinérgico, y puede verse agravado en su contexto de utilización como sustancia recreativa en fiestas y rave parties por la ingesta conjunta de alcohol, que potenciaría la depresión del sistema nervioso central, y de otros fármacos que provoquen hipertermia, como los derivados del 3,4-metilendioximetanfetamina (MDMA), en cuyo caso la muerte se produciría probablemente por golpe de calor8.
Llevados de su mejor voluntad, y sin duda bajo la presión popular y de los medios de comunicación, los poderes públicos han reaccionado arrancando las plantas de estramonio allá donde las han localizado, lo que parece una medida desproporcionada y además inútil. Como se ha apuntado, se trata de plantas ubicuas, que crecen en numerosos solares de las poblaciones, en casi todos los muros viejos de España y en numerosos bosques. Si llevados de este afán purificador, que recuerda un poco el donoso escrutinio llevado a cabo por el cura y el barbero en El Quijote, se decide eliminar todas las plantas tóxicas, ¿se van a arrancar todas las adelfas (Nerium oleander) de barrancos, jardines, carreteras y medianas de autopista, los tejos (Taxus baccata) de parques y bosques, las dedaleras (Digitalis purpurea) de arriates y prados de montaña, las glorias de la mañana (Ipomoea purpurea) de cañares y herbazales, la ruda borde (Peganum harmala) de las estepas semiáridas?
Las estrategias deben, en nuestra opinión, ir más hacia la educación y la información veraz, contrastada y desapasionada: en los colegios, en facultades, en los centros de ocio, en centros públicos, etc. Los profesionales sabemos por experiencia que esta es el arma más efectiva para luchar contra la amenaza para la salud que representan no solo este tipo de sustancias, sobradamente conocidas, sino también otras emergentes y menos estudiadas. Parafraseando el eslogan que adoptó la campaña de la Dirección General de Drogodependencias en la Comunidad Valenciana, «si sabes, no te metes»9.