Hemos leído con interés el artículo de Balsa JA acerca de los riesgos para la salud derivados del consumo de productos que contienen grasas trans. Según los resultados de este trabajo, inicialmente se creyó que estas grasas aportarían efectos saludables, ya que sustituían a la mantequilla y otras grasas animales con elevado contenido de colesterol y ácidos grasos saturados. Sin embargo, en los últimos años hay una creciente evidencia de los efectos desfavorables que los ácidos grasos trans (AGT) tienen para la salud humana1. Aprovechando la difusión de este artículo, pretendemos identificar estrategias e intervenciones en promoción de salud para reducir el consumo de AGT en los productos alimentarios y advertir de la desinformación respecto al contenido de AGT en los alimentos en España.
Se han llevado a cabo diversas estrategias para reducir el consumo de las grasas trans en varios países industrializados o en vías de desarrollo, a través de organizaciones públicas y gubernamentales, mediante el consejo dietético sobre los AGT, programas de concienciación acerca de sus efectos adversos, etiquetado voluntario u obligatorio del contenido de AGT en los alimentos, programas para estimular o forzar a la industria a reformular sus productos quitando los AGT, políticas agrícolas que promuevan la producción de alternativas saludables a los AGT y regulaciones obligatorias alimentarias para reducir o quitar los AGT de los productos alimenticios2. Actualmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la ingesta diaria de grasas trans se limite al 1% del total de calorías, lo que equivale, en una dieta media de 2.000 a 2.500 calorías, a un consumo de 2 a 2,5 gramos por día.
En España no hay una normativa específica. No obstante, desde la estrategia NAOS (Nutrición, Actividad Física y prevención de la Obesidad), impulsada por el Ministerio de Sanidad y Consumo en 2005, se alude a la industria alimentaria y a las empresas de restauración para que disminuyan de forma progresiva los niveles de AGT en sus productos. Por su parte, varias empresas han comenzado a publicar voluntariamente el contenido de grasas trans en sus etiquetas nutricionales y otras tienen previsto modificar los procesos en los que los alimentos se enriquezcan con estas sustancias y/o eliminar el contenido de los aceites parcialmente hidrogenados de sus productos3.
En septiembre de 2010, el gobierno aprobó el proyecto de Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición y en lo que respecta a las grasas trans, establece la obligación de las industrias de utilizar tecnologías e ingredientes que minimicen el contenido de dichas sustancias en la cadena alimentaria4.
En otros estudios consultados, en los que los AGT eran reemplazados por otros ácidos grasos, se observa una disminución en el riesgo de cardiopatía coronaria de hasta el 19,8%5. El punto de partida para cualquier regulación que dé respuesta a esta recomendación es el de evaluar la magnitud del problema, determinando el lugar de donde procede el suministro de alimentos con AGT y las cantidades consumidas en la población. Esta es una tarea particularmente difícil utilizando los tradicionales métodos de evaluación de la dieta en base a los datos de composición de AGT de los alimentos, ya que los datos o no existen o están incompletos en la mayoría de los países. La evidencia disponible sobre las estimaciones de la incorporación de dichos datos, sugiere que existe alta variabilidad entre países en las incorporaciones y fuentes de AGT6. Los consumidores deben tener claro que cuando un fabricante no identifica la grasa que usa (aceite de oliva, girasol, soja, mantequilla,…), lo habitual es que ésta sea poco saludable, como la grasa saturada (aceite de palma o coco) o grasas hidrogenadas.
Para concluir, en 10 años las grasas vegetales parcialmente hidrogenadas han pasado de ser una opción saludable a estar consideradas una «bomba de relojería», se ha constatado que los AGT tienen efectos perjudiciales en el metabolismo lipídico y el desarrollo de ateroesclerosis, enfermedad cardiovascular y probablemente, diabetes mellitus tipo 2. Es importante revisar la etiqueta de los productos y elegir, siempre que sea posible, aquellos que especifiquen el tipo de aceite utilizado (oliva, girasol, soja,..).