Sr. Director: Define el diccionario "ciencia" como conocimiento cierto de las cosas1. Es curioso que otras materias del conocimiento, con mayor seguridad en sus dominios, no presuman de ello en su denominación; habría que decir quimiciencia o fisiciencia. Queda algo ridículo y resulta innecesario, además.
Desde luego no tiene nada que ver el grado de certeza en estas materias con el grado de certeza en la Neurología. No obstante podemos disculpar este alarde si lo interpretamos como una llamada de atención al aumento de datos, y al grado de certeza de estos hallazgos, que se está produciendo en el campo de la Neurología. Pero nadie debe pensar que cien mil millones de neuronas2 (otros añaden otro cero) con diez mil a veinte mil sinapsis por neurona3 (las serotoninérgicas hasta 500.0004) se pueden "conocer con certeza", por mucho que queramos rebajar a relativo este término.
Si lo ponemos en número resulta más divertido: 100.000.000.000 de neuronas. Yo desde que las pesetas pasaron a euros he perdido el hábito de manejar estas cifras. Así pues he intentado buscar un ejemplo para intentar meter el concepto en alguna de mis neuronas: 6.500.000.000 personas en el planeta tierra ... ¡unas quince veces más neuronas dentro de la cabeza que personas en el planeta! Y con una interacción continua con otras diez a veinte mil, ¡y a mí me cuesta atender a mi mujer cuando veo la TV, o atender a la vez tres problemas que me consulta un paciente! Y encima, las neuronas no se pelean, se entienden, colaboran y funciona... ¡lo que tendrían que aprender los políticos de este sistema! Claro, que para eso tendrían que funcionarles a ellos sus neuronas, y eso es mucho suponer con demasiada frecuencia. Bromas aparte, las empresas privadas, que se preocupan mucho por la eficacia y eficiencia, han desarrollado un nuevo campo del saber: neurodirectivos5, tratando de emular este maravilloso sistema de organización y funcionamiento.
Sin duda alguna han sido las nuevas técnicas las que han permitido el exponencial desarrollo de la Neurología en nuestros días. Cada vez se habla más de Neurobiología, Psicofarmacología, Neurodidáctica, Neuropsicología, Psiquiatría Biológica, Psiconeuroinmunología, etc. Hablamos de técnicas de neuroimagen:
1) RM o IRM: imagen de resonancia magnética. Tras alinear los átomos de H en un campo magnético, se les excita. Al volver a su estado liberan energía, que es recogida por los detectores. Se puede ver, por ejemplo, cómo el porcentaje de pérdida neuronal es mucho mayor en jóvenes epilépticos que en sanos6.
2) RME: espectroscópica. Permite detectar otras sustancias con número de protones impar.
3) IRMf: funcional. La liberación de energía aumenta en presencia de HbO2, que en las zonas activas, dado el mayor flujo, está en más cantidad. Muestra, por ejemplo, actividad en corteza prefrontal izquierda y cíngulo anterior al mentir7.
4) TEP: tomografía de emisión de positrones. Usa isótopos. Resolución próxima al mínimo teórico de 3 mm. Precisa ciclotrón. Ventaja sobre la SPECT: permite valorar utilización de O2, metabolismo de glucosa, incorporación de aminoácidos y actividad enzimática. Más caro.
5) SPECT: tomografía computarizada emisora de fotón simple, más económica y menos precisa. Marcadores radiactivos de receptores D2, D1, 5HT, Bz, muscarínicos, opioides, etc. Resolución 6-8 mm. En pacientes con enfermedad neurológica aguda la correlación entre flujo y metabolismo resulta impredecible.
Los registros eléctricos dan mejor resolución temporal que las técnicas de imagen (hablamos de milisegundos), pero muy pobre resolución espacial: EEG (electroencefalograma), PE (potenciales evocados), PER o PRA (potenciales relacionados con acontecimientos). La resolución espacial mejora si se usan electrodos intracavitarios: son muy curiosos los experimentos que se realizan aprovechando intervenciones cerebrales y que el cerebro está al descubierto y accesible. Por ejemplo las diferencias de actividad eléctrica, en hipocampo y córtex rinal, a las décimas de segundo de oír palabras, según vayan a ser luego recordadas o no8.
Pero la técnica puntera en investigación, que combina buena resolución espacial y temporal, es la EGM (electrografía magnética)9. Para evitar las interferencias que se producen en los registros eléctricos por la presencia de solutos en sangre y líquido cefalorraquídeo (LCR), se registran los flujos magnéticos que estas corrientes eléctricas generan. Estos flujos son mínimos, y para detectarlos hay que alcanzar el estado de superconducción a temperaturas de 265º. Aun así el aparato resulta mucho menos impresionante para el paciente que "la lavadora" de la TAC o la RM. Las imágenes muestran cómo se activa, de atrás hacia delante en milisegundos, la corteza cingular durante un estímulo doloroso. Esta activación se bloquea con morfina, aunque se sigue activando la corteza sensitiva de la zona correspondiente. Persiste la sensibilidad pero desaparece la sensación de dolor, de sufrimiento.
Las imágenes son impresionantes, nítidas, pero dan la sensación de irreales. Las zonas activas en las pruebas de imagen aparecen como "pintadas", resaltando sobre un fondo más difuso. Y eso es lo que son: un dibujo, no una foto. Los investigadores que usan estas técnicas lo saben, pero los menos entendidos tendemos a dar una certeza absoluta a estas representaciones. Para comprenderlo mejor veamos cómo se obtienen10.
En primer lugar hay que hacer la prueba al individuo con el cerebro "en reposo", o mejor en condiciones basales, para descartar el ruido de fondo de la actividad cerebral incesante. Se repite con otros individuos para anular singularidades específicas de la persona. Luego se repite la prueba con el estímulo en varios individuos. Tras los cálculos estadísticos (con toda la incertidumbre de este proceso) se resta al promedio de registros del cerebro activo el promedio del registro basal y nos quedan esas zonas tan precisas y llamativas. Evidentemente existe cierta variabilidad de resultados según los cálculos que hagamos con los registros obtenidos.
La elección del estímulo también tiene su gracia, y puede ser distinto para los distintos investigadores. Para ver las zonas que se activan con las emociones amorosas unos usan recuerdos personales, otros la visualización de fotos, películas, etc. Evidentemente los resultados no son totalmente coincidentes aunque, por supuesto, los dibujos se parecen bastante. Pero no nos olvidemos de que por muy moderna que sea la técnica usada en el estudio funcional del cerebro, seguimos viendo un dibujo, un punto de vista del investigador.