Sr. Director: La reciente publicación del artículo: "Razones para investigar en Atención Primaria" (SEMERGEN. 2007;33:111-2) invita a la reflexión sobre el espíritu investigador de los profesionales sanitarios frente a las prioridades del Sistema de Salud. Innegable es la escasa presencia de profesionales investigadores y concretamente en el ámbito de Atención Primaria. La polémica se reaviva una y otra vez ante varios motivos, uno de ellos la importancia otorgada en los baremos para las contrataciones temporales en el Servicio de Salud.
¿Cómo podemos conseguir que la investigación sea como deseamos si el Sistema Nacional de Salud prima así la investigación? ¿Qué tendencia se puede anticipar para los próximos años? ¿Cómo podemos contribuir cada uno de nosotros a crear lo que muchos queremos?
Cierto que hay profesionales preocupados; cuestión de cultura. Hasta finales de los años ochenta los programas de formación se centraban en memorizar conocimientos. Así se entendía que el que sabía mucho podía rellenar los exámenes y llegar a ser un buen médico. A finales de los ochenta y a lo largo de los noventa ganó peso la formación especializada, se entendía que además de poseer el conocimiento había que ponerlo en práctica de forma tutelada. Pues bien, este mérito ha sido reconocido con 16 puntos en la última OPE, lo cual supuso el desplazamiento de gran número de médicos generalistas. Hasta aquí legalmente correcto. Sin embargo, en Atención Primaria falta algo más: la cultura de investigación. Problema. Los clínicos terminan desistiendo porque quieren hacer trabajos de investigación rápidos, escribir artículos fantásticos y hacerse investigadores en 5 minutos, cuando en realidad están aleccionados para trabajar a destajo en un entorno de gran presión asistencial. El choque cultural es enorme cuando aparecen estos profesionales en laboratorios plagados de científicos, donde plantearse interrogantes es tan importante como la metodología para obtener las respuestas.
Primera cuestión: ¿qué es investigar? Investigar es, ni más ni menos que aplicar el método científico a la actividad diaria; es un planteamiento ordenado y crítico de los problemas cotidianos y de sus posibles soluciones con explicaciones respaldadas por cifras; es la forma de potenciar la efectividad, el cambio y la innovación; es la forma de medir, y por tanto comprender y mejorar lo que se hace; es la capacidad de razonamiento, de trabajo en equipo, de detectar áreas deficientes, de manejar la ambigüedad y la incertidumbre, de impactar con los resultados para que se produzca un cambio, una mejora, un progreso; es ofrecer una asistencia acorde a los tiempos que corren.
Segunda cuestión: ¿la difusión de resultados? ¡Es un acto moral de generosidad, se mire por donde se mire! la difusión en publicaciones, ediciones, congresos, sesiones clínicas, etc. es el esfuerzo de poner a disposición de todos, no sólo de los amigos, aquello que enriquece.
Y... ¿El Sistema Público de Salud, qué valora? Tomando como referencia algunos datos objetivos, tal como el número de doctores en el ámbito de Atención Primaria y el peso que se confiere a un cum laude en las listas actuales de contrataciones, se pone de manifiesto la escasa motivación de los profesionales para la realización y defensa de su tesis doctoral, trabajo de investigación por excelencia, así como el escaso reconocimiento de ese mérito por parte de la empresa contratadora.
Nos parece que este hecho pone de manifiesto el tipo de perfil de las personas influyentes que forman parte de las comisiones evaluadoras y que están decidiendo nuestro futuro. Y peor aún, es un mal ejemplo para los profesionales que aspiran a formar parte de la plantilla del personal activo del Servicio de Salud, ¿cómo se les va a transmitir el entusiasmo por la investigación, si los que deciden los requisitos para cubrir plazas vacantes dan tan poca importancia a este aspecto? Ante esta evidencia, unos se plantearán: "¿Merece la pena tanto esfuerzo?" Y la mayoría dirán: "¡Que investigue otro!"
A pesar de ello, creemos que todo profesional debe compartir en equipo la experiencia investigadora, cada uno a su nivel. Estamos de acuerdo en que el aprendizaje del método científico puede ser arduo, pero también es muy gratificante.
¿Soluciones? ¡Sin el compromiso de los que ocupan puestos de poder no hay nada que hacer! ¡Sin la sinergia Universidad/Sistema de Salud es difícil! Habría que empezar el cambio de mentalidad por ahí, desde arriba, como líderes que son. Son ellos los que forman personas y gestionan recursos, y desde su posición fomentar los trabajos en equipo y estimular la expresión del potencial investigador que reside en cada profesional. Cualquier directivo sabe que la actualización del ambiente de trabajo requiere rodearse de equipos de trabajo cohesionados, ilusionados, validados, reconocidos y con mentalidad científica, sea cual sea su contrato y nivel. Optar por lo contrario entra dentro de la mediocridad, con una repercusión directa en el beneficio del paciente que, a la postre, es nuestra razón de existir.
En definitiva, si queremos dar como profesionales sanitarios lo que perseguimos como pacientes, primero, potenciar la investigación es una necesidad del sistema; segundo, investigar es una opción personal entusiasta y voluntaria, y tercero, pertenecer o ayudar a un equipo investigador es buscar un sentido a la tarea diaria. ¡Todos somos responsables! ¡Todos podemos aportar! ¿Qué futuro queremos?