En los últimos meses, millones de personas han sido infectadas por el virus SARS-CoV-2. Diversos estudios han mostrado como la fiebre, la tos, la fatiga o la disnea son los síntomas más frecuentes en estos enfermos pudiendo persistir durante varios meses tras la resolución del proceso agudo, lo que se ha denominado síndrome post-COVID. Un estudio publicado por Goërtz et al. muestra como a los 3 meses de la infección por SARS-CoV-2 más del 90% de los pacientes aún referían sintomatología, siendo la fatiga y la disnea los síntomas más reportados1. Dicha clínica se podrá solapar a la propia de los pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC); este hecho condicionará el manejo ambulatorio de los mismos y dificultará el poder discernir si los síntomas son propios de un síndrome post-COVID o si existe algún otro factor que esté agravando la enfermedad.
Somani et al. determinaron que el principal motivo de visitar el servicio de urgencias en los primeros 14 días tras el alta hospitalaria por COVID-19 era la dificultad respiratoria, siendo los pacientes con EPOC, junto a los hipertensos, los enfermos que más solicitaban asistencia2. Diversos artículos han mostrado como hasta el 50% de los pacientes con EPOC tras una exacerbación grave presentan un flujo inspiratorio pico reducido (<60 l/min), lo cual afectará a un correcto uso de los dispositivos inhalatorios de polvo seco, pudiéndose agravar los síntomas del enfermo e incrementar el riesgo de reingreso en caso de prescribirse3. Este razonamiento es aplicable a los pacientes con EPOC que han requerido ingreso hospitalario por COVID-19, cuya evolución de la enfermedad suele ser tórpida y con un elevado componente sistémico, propiciando el desarrollo de debilidad muscular y de fatigabilidad. Además, en caso de agudización infecciosa, los síntomas pueden verse enmascarados por las secuelas de la COVID-19, lo que puede retrasar el instaurar un correcto tratamiento y propiciar la necesidad de asistencia hospitalaria.
Por otro lado, en un reciente estudio de Puntmann et al. en donde se realizó resonancia magnética cardiovascular a 100 pacientes recuperados de una infección por SARS-CoV-2 que requirieron ingreso hospitalario, se objetivó como en el 78% de los casos existía afectación cardiaca independientemente de la gravedad del proceso, siendo la inflamación miocárdica el hallazgo más frecuente4. Desconocemos si los enfermos que padecen dichos hallazgos desarrollarán algún tipo de insuficiencia cardiaca o arritmia a medio-largo plazo, aunque dicha posibilidad debería mantenernos en alerta ya que influirá en la sintomatología de nuestros pacientes. En consonancia con este planteamiento, sabemos que en los pacientes con EPOC que han presentado una exacerbación se incrementa el riesgo de desarrollar un evento cardiovascular en los meses posteriores, especialmente si han requerido ingreso hospitalario5.
En conclusión, el síndrome post-COVID se puede comportar como un caballo de Troya ocultando en el paciente con EPOC una técnica inhalatoria ineficaz, una agudización infecciosa o un evento cardiovascular, que deberemos tener presentes e investigar. Un retraso en su diagnóstico podría ensombrecer el pronóstico del enfermo.