Queremos felicitar a Marín, Ferreiro, Tejera y Roca por su excelente artículo publicado en esta revista bajo el título «Trombosis venosa profunda primaria del miembro superior». A pesar de todo nos gustaría hacer algunas matizaciones diagnósticas y terapéuticas. En general, los pacientes con esta entidad, en comparación con la trombosis de una extremidad inferior, suelen ser más jóvenes, más delgados, tienen más probabilidades de tener un diagnóstico de neoplasia1 y menos probabilidades de padecer trombofilia hereditaria2. La sintomatología de la trombosis venosa profunda de la extremidad superior incluye malestar, dolor, parestesias y debilidad en el brazo. Un grupo de investigadores3 estudió el uso de una puntuación de predicción clínica pretest, en donde la existencia de catéter, marcapasos, dolor y edema sumaban 1 punto, mientras que la probabilidad de un diagnóstico alternativo restaba un punto. Se observó que la enfermedad aparecía en el 13% de los pacientes con una puntuación de 0 o menos, en el 38% de los pacientes con una puntuación de 1, y en el 69% de los pacientes con una puntuación de 2 o más. Así mismo, un resultado negativo en la prueba del dímero-D descartaba la enfermedad cuando la probabilidad pretest clínica era baja o intermedia. Sin embargo, no se recomienda realizar la determinación del dímero-D en la detección de la trombosis de la extremidad superior, puesto que muchos pacientes tienen otras enfermedades concomitantes que se asocian con un dímero-D elevado.
En cuanto al tratamiento se recomienda la administración de antagonistas de vitamina K durante un periodo de 3 a 6 meses (incluyendo aquellos pacientes en los que un catéter venoso se ha eliminado4), reservándose el tratamiento con heparina de bajo peso molecular en los pacientes con neoplasias5.