Según estudios internacionales las estimaciones de prevalencia del abuso sexual en la infancia indican un promedio del 10% en varones y del 20% en mujeres, si bien estos porcentajes están sujetos a variabilidad. En España, en una muestra de 2.000 personas entrevistadas, encontraron una prevalencia de abuso sexual en la población general del 19% (23% mujeres y 15% hombres).
La Asociación Americana de Medicina Reproductiva recomienda la relativa exclusión de aquellos donantes de gametos con historia de abuso sexual no tratado por un profesional. El objetivo del estudio es valorar la idoneidad del proceso de donación en candidatos11 A lo largo de todo este artículo se emplea el masculino plural para designar los 2 géneros, femenino y masculino.
El estudio se realiza en un centro de reproducción español durante los años 2014-2015, con un total de 170 candidatos evaluados (90% mujeres/10% hombres). El protocolo de evaluación de donantes consiste en una evaluación médica seguida por una evaluación psicológica elaborada por el psicólogo22 A lo largo de todo este artículo se emplea el masculino para designar a un profesional, quedando englobados los 2 géneros, femenino y masculino.
Todos los candidatos respondieron a la pregunta sobre abuso sexual. Un 8% de la muestra (100% mujeres, 85% españolas, 92% solteras, 39% con estudios secundarios, 38% universitarios, 69% con trabajo remunerado y 69% con motivación altruista de la donación) confirmó ser víctima de alguna forma de abuso. Tras una evaluación psicológica más específica en abuso sexual y trauma, todas ellas fueron aceptadas en el programa de donación.
ConclusionesSe considera necesaria la detección del abuso sexual en donantes de gametos en todas sus variantes, desde tocamientos involuntarios hasta la violación. El objetivo es proporcionar cuidado emocional a los donantes y garantizar su idoneidad en este proceso.
According to international research, estimates of prevalence of sexual abuse during childhood indicate an average of 10% in men and 20% in women, although these percentages are subject to variability. In Spain, through a sample of 2,000 respondents, they found a prevalence of sexual abuse in 19% (23% women and 15% men) within the general population.
The American Society for Reproductive Medicine recommends the relative exclusion of those gamete donors with a history of sexual abuse whom has not been treated by a professional. The aim of the study is to assess the suitability of the process of donation by candidates identified as victims of sexual abuse.
Material and methodThe study was performed in a Spanish assisted reproduction hospital during the years 2014-2015, with a total of 170 candidates evaluated (90% female/10% male). The assessment protocol is that the donor medical evaluation is followed by a psychological evaluation prepared by psychologists of the recommended unit by the Group of Psychology of the Spanish Fertility Society. A semi-structured clinical interview was used and a specific question for detection of sexual abuse was added.
ResultsAll candidates responded to the question about sexual abuse. A total of 8% of the sample (100% female, 85% Spanish, 92% single, 39% with secondary education, 38% college, 69% gainfully employed and 69% with altruistic motivation for the donation) confirmed being a victim of some form of abuse. After a more specific psychological assessment in sexual abuse and trauma, all donors were accepted in the donation program.
ConclusionsThe detection of sexual abuse in all its variations, from inadvertent touching to rape, is considered necessary in gamete donors. The aim is to provide emotional care to donors and ensure their suitability in the process.
Existen diferentes definiciones de abuso y/o violencia sexual, en función de los distintos marcos de referencia (judicial, protección infantil o clínico) pasando a citar solo aquellas relevantes para este estudio desde el ámbito de la protección infantil y clínico general.
Según la Organizacion Mundial de la Salud y las Naciones Unidas la violencia y/o abuso sexual comprende una amplia gama de actos, incluidos el coito sexual intentado o forzado, contacto sexual no deseado, obligar a un adulto o menor a participar en un acto sexual sin su consentimiento, comentarios sexuales no deseados, abuso sexual de menores, mutilación genital, acoso sexual, iniciación sexual forzada, prostitución forzada y la trata con fines sexuales, entre otros (Secretario General de la O.N.U., 2006).
Por su parte, la Asociación Americana de Psiquiatría, en su manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5, 2014) define el abuso sexual infantil (ASI) como cualquier tipo de actividad sexual con un niño, que esté destinada a proporcionar una satisfacción sexual a uno de los padres, un cuidador o cualquier otro individuo que tenga alguna responsabilidad sobre el niño. Los abusos sexuales incluyen actividades tales como caricias en los genitales del niño, penetración, incesto, violación, sodomización y exhibicionismo indecente. También se incluye como abuso sexual cualquier explotación del niño, sin necesidad de contacto, por parte de un progenitor o cuidador, como por ejemplo, obligando, engañando, atrayendo, amenazando o presionando al niño para que participe en actos de satisfacción sexual a terceros, sin contacto físico directo entre el niño y su agresor.
En cuanto a la violencia sexual adulta por parte del cónyuge o pareja, en el DSM-5 se define como aquella violencia sexual ejercida con el uso de la fuerza física o la presión psicológica para obligar a la pareja a participar en un acto sexual en contra de su voluntad, tanto si el acto llega a realizarse como si no. El abuso sexual ejercido por parte de una persona distinta al cónyuge o pareja queda definido como aquel maltrato de tipo físico, sexual o emocional, con actos no accidentales que pueden generar daño o miedo significativos, actos sexuales forzados o bajo coacción y actos verbales o simbólicos que pudieran provocar daños psicológicos como por ejemplo acecharla, aislarla de su familia, humillarla, etc.
Rygaard (2012) utiliza diversos factores para definir el abuso sexual que al mismo tiempo sirven para valorar el grado de impacto en la víctima: a) en función de la edad de la víctima en el momento del abuso, ya que cuanto más baja es la edad de la víctima más graves son las consecuencias sobre su desarrollo psicosocial y físico; b) en función del grado de abuso y de intimidación física, aunque la intimidación puede ser solo verbal o visual, o más grave como roces en la piel, boca y órganos genitales. La penetración por la boca, la vagina o el ano son el grado más grave; c) en cuanto al número de incidentes el abuso repetido probablemente tendrá efectos más globales en el desarrollo del abusado; d) el grado de proximidad entre la víctima y el abusador generará diferentes niveles de apego paradójico, siendo el abuso parental el que mayor grado genere, seguido del abuso ejercido por personas próximas a la víctima y menor grado cuando son abusadores desconocidos; e) en cuanto al grado de negación, de disimulación y de estigmatización puede generar mayor sufrimiento si se presenta una negativa, en la familia o en el entorno próximo, a negar o a hacer a la víctima responsable, como por ejemplo las adolescentes violadas, generando una revictimización. No hay que olvidar que cuanto mayor es la diferencia de edad y de poder entre el abusador y la víctima, más grave es el abuso. Rind et al. (1998) observaron la gran variabilidad respecto al ajuste psicológico de las víctimas de ASI, de forma que no en todas ellas se desarrollarían dificultades a largo plazo.
Consecuencias psicológicas del abuso y violencia sexualSegún Cantón-Cortés et al. (2011) en las 3 últimas décadas los estudios han sugerido de forma consistente que el ASI se asocia a consecuencias psicológicas negativas en poblaciones adultas, variando desde la depresión y los problemas de autoestima hasta los trastornos sexuales y de la personalidad, siendo una de sus consecuencias más frecuentes el trastorno de estrés postraumático (TEPT) (Kingston y Raghavan, 2009).
Fleming et al. (1999), en estudios a largo plazo sobre los efectos del ASI, encontraron asociaciones significativas entre este y la experiencia de violencia doméstica, violación, problemas sexuales, problemas de salud mental, baja autoestima y problemas con las relaciones ı¿ntimas. Las mujeres que habı¿an tenido la experiencia de abuso, incluyendo el coito, eran las más vulnerables a estos resultados negativos.
La evidencia indica que las consecuencias para la salud reproductiva, sexual, física y psicosocial de las víctimas de la violencia sexual pueden ser severas y duraderas (Jewkes et al., 2003) y la prevalencia de síntomas o signos que hacen pensar en trastornos psiquiátricos ha sido del 33% para las mujeres con antecedentes de abuso sexual durante la edad adulta y del 15% para las que tenían antecedentes de violencia física por parte de su pareja (Mullen et al., 1988). La violencia sexual perpetrada por la pareja, según Jewkes et al. (2003), agrava los efectos de la violencia física sobre la salud mental.
Choquet et al. (1997) encontraron en una muestra de adolescentes en Francia relación entre haber sido víctima de una violación y las dificultades actuales para dormir, síntomas depresivos, afecciones somáticas, consumo de tabaco y problemas conductuales de tipo huida, comportamiento agresivo, robo y ausentismo escolar. Diversos estudios señalan que aunque se reciba tratamiento postraumático, hasta el 50% de las mujeres conservan ciertos síntomas de estrés (Foa et al., 1999; Tarrier et al., 1999).
Relación entre el abuso-violencia sexual y los donantes de gametosLa American Society for Reproductive Medicine (2013), la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología (Beatens, 2002) y el Grupo de Interés de Psicología de la Sociedad Española de Fertilidad (Roca et al., 2016) recomiendan la relativa exclusión de aquellos donantes de gametos con historia de abuso sexual no tratado por un profesional, siendo responsabilidad de los centros garantizar la seguridad y calidad de los programas de donación de gametos. La Directiva Europea 2006/17/C.E., Real Decreto 1301/2006, refiere que en la evaluación se tendrán en cuenta los factores que ayuden a identificar y descartar a las personas cuya donación pudiera constituir un riesgo para la salud de terceros o un riesgo para ellas mismas (Lasheras y Clúa, 2012) y la Ley de Reproducción Humana Asistida en España (Ley 14/2006), en su artículo 5, apartado 6, refiere que los donantes deberán tener buen estado de salud psicofísico y plena capacidad de obrar.
Tras una revisión exhaustiva, son muy pocos los estudios internacionales hallados y, ninguno nacional encontrado, que citen la detección y/o evaluación del abuso-violencia sexual en muestras de donantes de gametos. Purewal y Van den Akker (2009) llevaron a cabo una revisión bibliográfica en inglés de los estudios existentes sobre factores psicosociales que determinan la donación de ovocitos. En ella se hallaron 64 publicaciones de las cuales solo algunas relacionaban abuso sexual con donantes de gametos. Schover et al. (1990) evaluaron 26 candidatas a donación de ovocitos y encontraron que estas eran significativamente más propensas que las controles a haber experimentado al menos un trauma emocional y, entre ellos, figuraba el abuso sexual. Lindheim et al. (1998), en una muestra de 166 candidatas a donación de ovocitos, hallaron entre las razones de exclusión 13 casos de psicopatología, entre ellos 3 con abuso sexual pasado no resuelto.
El objetivo de nuestro estudio es detectar y evaluar la presencia de abuso-violencia sexual en una muestra de candidatos a donación de gametos en España y valorar su idoneidad psicológica, según los criterios establecidos en la Ley 14/2006, artículo 5, para llevar a cabo el proceso de donación, así como para evitar una posible revictimización.
Material y métodoEl estudio se realiza con una muestra local de donantes de un hospital privado durante el periodo comprendido de enero de 2014 a diciembre de 2015. Durante ese periodo de tiempo acudieron al centro un total de 170 candidatos que fueron evaluados. La muestra corresponde a un 90% de mujeres y un 10% de hombres. Con los datos obtenidos se lleva a cabo un análisis descriptivo.
Todos los candidatos a donación de gametos que acuden al hospital son primeramente informados respecto al proceso de selección y evaluación (aspectos legales, médicos y psicológicos) por parte del personal médico y/o biólogo del laboratorio de la unidad de reproducción asistida (URA).
Aquellos candidatos que inicialmente cumplen los prerrequisitos para ser donantes de gametos (ejemplo, edad comprendida entre 18 y 35 años), firman un consentimiento informado para iniciar el proceso de evaluación, garantizando veracidad sobre la información proporcionada. El protocolo de evaluación de donantes comprende 2 partes. La primera es una evaluación médica, y una vez superada esta los candidatos a donantes inician la evaluación psicológica. La evaluación médica comprende una exhaustiva anamnesis clínica, además de otras pruebas médicas y biológicas establecidas en la Ley 14/2006 sobre reproducción humana asistida. Antes de llevar a cabo la evaluación psicológica todos los candidatos son informados de nuevo por el profesional de psicología sobre los aspectos legales del procedimiento y firman una hoja de consentimiento informado.
La evaluación psicológica comprende 2 partes:
- 1)
Una evaluación psicométrica, con el Inventario de evaluación de la personalidad (PAI). Este cuestionario proporciona una evaluación global de la psicopatología en adultos, con escalas clínicas centradas en los trastornos más relevantes en la práctica clínica de tipo quejas somáticas, ansiedad, depresión, manía, paranoia, esquizofrenia, rasgos límites y problemas con el alcohol y las drogas, así como apoyo social. Se emplea su versión abreviada informatizada.
- 2)
Una entrevista clínica semiestructurada, elaborada por el Grupo de interés de psicología de la Sociedad Española de Fertilidad a la que se añade, en la sección de sexualidad, una pregunta específica sobre abuso-violencia sexual. Antes de realizar esta pregunta se anuncia al entrevistado la vinculación con su propia intimidad sexual. El candidato no estaría obligado a proporcionar más detalles de los que esté dispuesto a dar (para evitar una «revictimización», es decir, que pueda revivir sus vivencias de víctima), siendo «sí» o «no», una respuesta por sí misma válida para el objetivo del estudio, y precisando máxima sinceridad en su respuesta. La pregunta sería: «¿Alguna vez te ha ocurrido que alguien te haya incomodado dentro del ámbito de la sexualidad…» (esperar a que el donante conteste y valorar el grado de congruencia entre la comunicación verbal y no verbal de su respuesta) «… te ha acosado verbalmente… (pausa) …te ha tocado sin tu consentimiento… (pausa)…, te ha forzado u obligado a mantener algún tipo de actividad sexual que tú no querías?». Si el candidato responde afirmativamente se le dará la oportunidad de añadir más información. Si no lo desea se continúa con la entrevista y al finalizar la evaluación se valorará su idoneidad en este proceso. El tiempo transcurrido desde el abuso y la dificultad o facilidad para hablar sobre ello son un indicativo del grado de impacto psicológico y posible presencia de TEPT. Habrá que valorar hasta qué punto la exposición reiterada ante el ginecólogo puede ser perjudicial emocionalmente para la posible donante. Si el candidato rechaza contestar la pregunta o presenta incongruencia en su respuesta, se continúa con la entrevista y al finalizar el proceso de evaluación se indica lo ocurrido con el objetivo de poder obtener más información y valorar su grado de idoneidad.
Esta entrevista, a su vez, complementa la evaluación psicométrica previa, evaluando indirectamente las consecuencias negativas del abuso o violencia sexual en aquellos candidatos que responden afirmativamente a la pregunta sobre abuso, prestando especial atención en detectar síntomas de ansiedad, depresión, trastornos sexuales, TEPT y trastornos de la personalidad, siguiendo criterios del DSM-5.
Para valorar el grado de abuso se tienen en cuenta 3 niveles: nivel 1, acoso verbal, hostigamiento y exposición de genitales; nivel 2, contacto físico no intrusivo como caricias, tocamientos, frotación y masturbación; nivel 3, contacto físico intrusivo con presencia de genitalidad oral, violación genital o anal. Asimismo, se evalúan los factores de abuso descritos anteriormente por Rygaard y el DSM-5, así como el impacto de las consecuencias del abuso (sin remisión, en remisión parcial, en remisión total), si se dio credibilidad o no al abuso, si la víctima fue protegida, si la víctima recibió tratamiento psicológico y si el abuso fue cometido hace más de 6 meses (para valorar presencia de posible TEPT). En la tabla 1 se expone un resumen de los criterios utilizados para valorar el impacto psicológico del abuso sexual.
Criterios de evaluación del impacto psicológico del abuso sexual e idoneidad psicológica de los donantes de gametos
Criterios | ||
Trastornos de personalidad | ||
Trastornos y síntomas clínicos | ||
Quejas somáticas | ||
Trastorno estrés postraumático | ||
Trastornos adaptativos | ||
Depresión | ||
Ansiedad y fobias | ||
Adicciones | ||
Trastornos sexuales | ||
Otros | ||
Dificultades psicosociales/ambientales | Escala de evaluación de la actividad global (DSM-IV, 1995)* | |
Criterios específicos del abuso | Nivel de abuso* | |
Nivel 1 | ||
Nivel 2 | ||
Nivel 3 | ||
Tipo episodio | ||
Único | ||
Recurrente | ||
Victimización | ||
Sí se da credibilidad a la víctima | ||
Sí hay protección víctima | ||
Recibe tratamiento psicológico | ||
Perfil del abusador | ||
Conocido o no | ||
Relación con la víctima | ||
Edad en abuso |
La decisión final sobre el grado de idoneidad del candidato en el proceso de donación, y en el supuesto que nos ocupa de abuso-violencia sexual, responde a 3 cuestiones básicas: 1) ¿es negativo el proceso de donación para el candidato? El proceso de donación en sí mismo ha de evitar revictimizar al candidato, así como reactivar síntomas de TEPT, prestando especial atención a la fecha en que ocurrió el abuso, los síntomas que presentó y la evolución; 2) ¿está capacitado el donante en su estilo de vida para llevar a cabo el proceso de donación? Las víctimas de ASI presentan mayor incidencia de trastornos de la personalidad en la vida adulta, por lo que ante trastornos de la personalidad los candidatos no serán aceptados, al ser, presumiblemente, su estilo de vida no compatible con realizar el proceso de donación; y 3) ¿se puede garantizar salud psicofísica del candidato ante los receptores? Los síntomas de abuso-violencia sexual han de presentar franca remisión total, garantizando su buena salud psicofísica actual. En general, si alguna de estas 3 preguntas es negativa, el candidato es rechazado.
Todos los candidatos aceptados, y en particular aquellos con historia de abuso sexual, han de presentar niveles por encima de 80 en la Escala de Evaluación de la Actividad global del DSM-IV (rango de 0-inadecuación a 100-actividad satisfactoria sin síntomas), en un continuum de salud-enfermedad, donde se evalúa la actividad psicológica, social y laboral. En la actualidad esta escala no está presente en el DSM-5, si bien presenta un mayor ajuste para el objetivo de evaluación de este estudio.
ResultadosDescripción de la muestraLa edad media de los candidatos estudiados es de 22,5 años. La media de edad de las mujeres es de 22,7 años, mientras que la de los hombres es de 20,8 años. Siguiendo los datos expuestos en la tabla 2 la muestra se caracteriza por un elevado porcentaje de candidatos sin pareja (86%), españoles (83%) y con estudios secundarios (50%) y universitarios (38%). Casi la mitad de los evaluados (49%) señaló tener trabajo remunerado en la actualidad y un 58% indicó desarrollar un tipo de motivación altruista para la donación.
Características de la muestra
% Total | % Mujeres | % Hombres | % Abusadas | |
---|---|---|---|---|
N=170 | N=153 | N=17 | N=13 | |
Estado civil | ||||
Soltero | 86 | 85 | 100 | 92 |
Casado/convive pareja | 12 | 13 | - | 8 |
Divorciado/separado | 2 | 2 | - | - |
Nacionalidad | ||||
Español | 83 | 81 | 100 | 85 |
Extranjero | 17 | 19 | - | 15 |
Estudios | ||||
Primarios | 12 | 14 | - | 23 |
Secundarios | 50 | 53 | 23,5 | 39 |
Universitarios | 38 | 33 | 76,5 | 38 |
Trabajo actual | ||||
Sí | 49 | 53 | 12 | 69 |
No | 51 | 47 | 88 | 31 |
Motivación para donar | ||||
Altruista | 58 | 57 | 65 | 69 |
Económica | 42 | 43 | 35 | 31 |
A diferencia de la muestra femenina, que no difiere significativamente de los datos de la muestra total, la muestra masculina en su totalidad se compone por hombres solteros o sin pareja, todos ellos españoles, y un 76% con estudios universitarios, porcentaje superior al de las mujeres, con un 33% de universitarias. El 88% de los candidatos señaló no estar trabajando, frente al 47% de las mujeres candidatas. En cuanto al grado de motivación se midió con una escala de 0 a 10, siendo 0 ninguna motivación y 10 el máximo de motivación. El 65% de los hombres indicó una motivación altruista para la donación, con un nivel entre el 7 (29%), 8 (23%) y 9 (23%), sin diferencias significativas.
Entre las escalas de medida de validez del test PAI, es significativa la interpretación del perfil denominado «impresión positiva». Puntuaciones altas en esta escala (PT>55) sugieren que el candidato ha intentado mostrarse libre de los defectos comunes que la mayoría de las personas están dispuestas a admitir, por lo que cabe la posibilidad de que no estén siendo sinceros e intenten falsear los resultados para mostrarse ante el evaluador con características más positivas de las que realmente tienen. Se considera puntuación muy alta PT≥60. En la muestra evaluada encontramos un 50,6% de PT>55, no presentando diferencias entre sexos (mujeres=51%; hombres: 47,1%) y un 30,6% en PT≥60 (mujeres=31,4%; hombres=23,5%).
Donantes y abuso sexualTodos los candidatos respondieron a la pregunta sobre abuso sexual, reportando un 8% de la muestra ser víctima de alguna forma de abuso. El 100% de la muestra abusada estaba comprendida por mujeres, dentro de las cuales el 85% eran españolas, el 92% solteras, el 38% con estudios universitarios y el 39% con estudios secundarios o de tercer grado. El 69% de las mujeres informó de un trabajo remunerado y también un 69% presentaba como primera motivación para la donación la altruista, aunque consideraba que la compensación económica establecida en la ley, favorecía el proceso de donación.
Un nivel 9 de motivación para la donación fue señalado por un mayor porcentaje de la muestra abusada (46%), mientras que el porcentaje mayor de la muestra no abusada (39%) indicó un nivel 8.
Característica de los abusos sexualesComo se muestra en la tabla 3, la edad media actual de las mujeres abusadas es de 24,4 años, si bien la edad media en la que sufrieron los abusos disminuye a 17,9 años. Es decir, un 54% de ellas sufrió el abuso siendo una menor de 18 años, siendo a los 10 años la edad mínima hallada en este estudio. Todas las víctimas señalaron conocer al abusador. Si bien no todas especificaron el autor del abuso, un 31% indicó ser abusada por su pareja actual o expareja, un 18% por un familiar (padrastro, primo) y un 38% por otras personas conocidas (un compañero de piso, un amigo de la pandilla, el médico, el conductor del autobús escolar o un compañero de instituto).
Características de los abusos sexuales
N=13 | % de la muestra | |
Edad media muestra | 24,4 años | |
Edad media sucede abuso | 17,9 años | |
<18 años | 54 | |
Perfil abusador | ||
Conocido | 100 | |
Pareja/expareja | 31 | |
Familiar | 18 | |
Otros | 38 | |
Nivel de abuso* | ||
Nivel 1 | 31 | |
Nivel 2 | 31 | |
Nivel 3 | 38 | |
Tipo episodio | ||
Único | 46 | |
Recurrente | 54 | |
Victimización | ||
Sí se da credibilidad a la víctima | 31 | |
Sí hay protección víctima | 23 | |
Recibe tratamiento psicológico | 23 |
En cuanto a los niveles de abuso un 31% de la muestra se corresponde al nivel 1, otro 31% al nivel 2 y el 38% restante al nivel 3. El 54% de las mujeres indicó abusos recurrentes y solamente una de las mujeres, que señaló sufrir un abuso de alta intrusividad, recibe tratamiento psicológico. Todas las víctimas de abuso sexual que recibieron tratamiento psicológico (23%) contaron el episodio y se sintieron protegidas, frente al 77% que no recibió tratamiento, de las cuales solo una indicó haberlo contado y ninguna se sintió protegida. Menos de un tercio de la muestra abusada indicó sentirse creída en su relato o haberlo contado (31%) y sentirse protegidas de sus agresores (23%).
Evaluación del impacto psicológico del abuso sexual e idoneidad psicológica de las candidatas a donantes a gametosEl 8% de la muestra abusada corresponde a un total de 13 mujeres. En adelante, para facilitar la comprensión de los resultados, asignamos a cada una de las mujeres un número de perfil entre el 1 y 13, como se muestra en la tabla 4.
Características de los abusos e impacto
N.° perfil candidata abusada | Edad actual | Edad sucedió abuso | Abusador conocido | Nivel de abuso | Episodio único vs recurrente | ¿Se dio credibilidad al abuso, lo contó? | ¿La víctima fue protegida? | ¿Recibió tratamiento psicológico? Síntomas desarrollados tras abusos |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
1 | 28 | 10 | Sí | 2 | Recurrente | Sí | Sí | Sí |
Primo y conductor de autobús | Masturbación compulsiva a los 13 años | |||||||
2 | 25 | 18 | Sí | 3 | Único | Sí | Sí | Sí |
Compañero de piso | Síntomas obsesivos tras violación | |||||||
Trastorno alimentario | ||||||||
3 | 23 | 23 | Sí Incómoda en situaciones sexuales | 1 | Recurrente | No | No | No Dificultades para decir no y para relacionarse con chicos y en su sexualidad |
4 | 19 | 17 | Sí Incomodidad con un médico | 1 | Único | No | No | No |
5 | 19 | 16 | Sí | 3 | Único | No | No | No |
Expareja | Anorexia | |||||||
Maltrato psicológico | ||||||||
6 | 27 | 15 | Sí | 2 | Único | Sí | No | No |
Chicos/compañeros adolescentes | ||||||||
7 | 31 | 28 | Sí Expareja | 3 | Único | No | No | No |
8 | 28 | 20 | Sí | 1 | Recurrente | No | No | No |
«Baboso de bares» | ||||||||
9 | 18 | 14 | Sí | 2 | Recurrente | No | No | No |
Padrastro | Anorexia y bulimia | |||||||
Trastorno obsesivo compulsivo | ||||||||
10 | 19 | 18 | Sí | 3 | Único | No | No | No |
Expareja | Bulimia | |||||||
11 | 28 | 16 | Sí | 2 | Recurrente | No | No | No |
Amigo de la pandilla | Sentimientos de culpa | |||||||
12 | 26 | 22 | Sí Pareja | 3 | Recurrente | No | No | No Hipocondría |
13 | 27 | 15 | Sí | 1 | Recurrente | Sí | Sí | Sí |
Compañero de instituto |
El 23% de la muestra abusada presentó PT≥60 en la escala de impresión positiva (perfiles 2, 5 y 9).
Los resultados obtenidos en los perfiles 3, 9 y 13 fueron significativos al puntuar por encima del punto de corte, sugerente de diversa sintomatología que se detalla a continuación:
- -
Perfil candidata 3: paranoia. PT=66; estrés: PT=62. Tras la exploración en la entrevista clínica se observan síntomas compatibles con su preocupación ante la ausencia de trabajo.
- -
Perfil candidata 9: estrés. PT=66. La exploración en la entrevista sugiere síntomas de estrés asociados a los cambios recurrentes de turno del horario laboral.
- -
Perfil candidata 13: trastorno relacionado con la ansiedad. PT=63; rasgos antisociales: PT=63; estrés: PT=62. La exploración en la entrevista clínica muestra síntomas compatibles con el trastorno disfórico premenstrual al referir la candidata sentirse más nerviosa, irritable y con ganas de discutir y regañar en los días previos a la menstruación.
Ninguna de las candidatas presenta sintomatología compatible con un trastorno de personalidad.
Resultados de la entrevista semiestructurada con los resultados de la pregunta de abusoUn 31% de la muestra sufre un nivel 1 de abuso sexual correspondiente, principalmente, a acoso verbal y hostigamiento por parte de hombres conocidos, pero de baja familiaridad en diversas situaciones y contextos como el instituto, bares y la consulta del médico. Dentro de este grupo hallamos un mayor impacto psicológico en una de las candidatas (perfil 13) en la que el abuso se da a los 15 años de forma recurrente. Esta señala haber informado del abuso, sentirse protegida y recibir tratamiento psicológico. En la actualidad, presenta remisión completa de los síntomas.
El nivel 2 de abuso sexual, descrito como contacto físico de baja intrusividad (caricias, tocamientos, frotación y masturbación) se da en otro 31% de la muestra, todas ellas menores de edad. Es el grupo que más sintomatología clínica ha desarrollado en el pasado tras los episodios de abuso, principalmente síntomas compulsivos (perfil 1 y 9) y anorexia y bulimia (perfil 9). Ambos perfiles pertenecientes a las mujeres de menor edad en el momento del abuso (10 y 14 años) y con abusadores dentro del ámbito familiar cercano (primo y padrastro). Solo una de las mujeres de este grupo, de nuevo la de menor edad (10 años en el momento del abuso), indicó haber informado, sentirse protegida y recibir tratamiento psicológico tras el mismo. En la actualidad todas ellas están en remisión completa de los síntomas.
Un 38% de la muestra sufre un nivel 3 de abuso, es decir, exposición de alta intrusividad física (contacto genital oral, violación genital y/o anal). A diferencia del nivel 2, donde todas las víctimas son menores, en el nivel 3 el 80% de ellas son mayores de edad. Excepto una de las víctimas, que es abusada por un compañero de piso (perfil 2), el resto son abusos cometidos por parte de exparejas y manifestados como un episodio único en su mayoría. Es significativa la presencia, posterior al episodio, de sintomatología obsesiva (perfil 2 y 12) y trastornos de la conducta alimentaria (perfil 2, 5, 10) tipo anorexia (perfil 5) y bulimia (perfil 10). Solo una de ellas (perfil 2) indica recibir tratamiento psicológico, informar del suceso y sentirse protegida. El perfil 5 señala recibir tratamiento psicológico asociado a los síntomas de anorexia. En la actualidad todas ellas están en remisión completa de los síntomas.
Resultados de la escala de evaluación de la actividad globalComo se muestra en la tabla 5 todas las candidatas evaluadas de la muestra abusada obtuvieron una puntuación superior a 80, sugerente de ausencia de sintomatología, buena actividad en todas las áreas, con interés e implicación en una amplia gama de actividades, socialmente eficaz, generalmente con satisfacción en su vida y sin más preocupaciones o problemas que los cotidianos.
Tras una evaluación más específica de los criterios utilizados para valorar el impacto psicológico del abuso sexual expuestos en la tabla 1, todas las candidatas de la muestra víctimas de abuso sexual fueron aceptadas en el programa de donación de óvulos. En la tabla 4 se muestra un resumen de los datos obtenidos por medio de la entrevista clínica de los 13 perfiles correspondientes a las mujeres que refieren haber sido abusadas sexualmente.
DiscusiónEl problema de los abusos sexuales conmueve tanto a la sociedad y crea tanta agresividad y vergüenza que apenas se estudia, y raramente se comprende dentro de su contexto adecuado. Uno de ellos, aunque parezca extraño, es que los autores de abusos sexuales suelen negar que lo que están haciendo es algo incorrecto y tienen muy poca idea de los efectos devastadores de su comportamiento sobre sus víctimas. La proximidad del abusador ampliará aún más la confusión de la víctima, al ser el 80% de los abusos cometidos por alguien de su entorno, a quien la víctima ya conoce como parientes, amigos de la familia, entrenador deportivo, etc. (Rygaard, 2012). Los resultados hallados en este estudio confirman los datos de Rygaard, donde el 100% de los abusadores se corresponden con personas cercanas o conocidas a la víctima.
En 1994 Finkelhor realiza un estudio sobre epidemiología internacional del ASI en 21 países, entre ellos Estados Unidos, Canadá y España (Finkelhor, 1994). Encontró unas tasas de prevalencia que varían entre el 7% y el 36% en mujeres y entre el 3% y el 29% en hombres, si bien existían diferencias metodológicas entre los distintos estudios. Los resultados mostraban una mayor frecuencia del abuso sexual en mujeres, así como un mayor porcentaje de abuso sexual en el ámbito intrafamiliar. Estos datos son similares a los obtenidos en nuestro estudio, donde el 8% de la muestra es abusada, todas ellas mujeres y víctimas de un abusador de su ámbito cercano-familiar.
En 2009 Pereda et al. realizan un metaanálisis a nivel internacional y encuentran que el porcentaje de personas que informan haber sido víctimas de alguna forma de abuso sexual antes de los 18 años de edad oscila entre el 7,4% de los varones y el 19,2% de las mujeres. Los hallazgos obtenidos en nuestro estudio presentan un 4,1% de ASI, todas ellas mujeres y porcentaje considerablemente inferior al reportado por Pereda et al.
López et al. (1995), en una muestra de 2.000 personas entrevistadas, encontraron una prevalencia de abuso sexual en la población general española del 19% (22,5% mujeres y un 15% hombres) porcentajes, de nuevo, considerablemente superiores a los reflejados en nuestra muestra de un 8%, todas ellas mujeres.
Basándonos en estos resultados se establecen diferentes hipótesis que pudiesen explicar esta diferencia en los porcentajes hallados. Una de ellas relaciona el hecho de haber sufrido algún tipo de abuso-violencia sexual con la «autoexclusión» del candidato a un programa de donación, es decir, estas personas no acuden y no desean exponer su genitalidad a terceros por la probable presencia de TEPT y otros síntomas asociados. Se recomienda investigar este supuesto en futuros estudios.
Otra hipótesis podría resultar de la vergüenza o negación del posible abuso sufrido, con una tendencia a la minimización del hecho ocurrido y una tendencia de los candidatos a mostrarse de forma favorable, o con una personalidad atrayente al formar parte de un proceso de selección. La mayoría de las puntuaciones de corte de los índices de deseabilidad social que se derivan de los estudios clínicos indentifican entre el 30-40% de la población normal como «fingiendo positivamente» (Morey, 2011). Estos datos son similares a los obtenidos en la muestra total de este estudio con un 50,6% de impresión positiva elevada en el PAI. Sin embargo, difieren considerablemente de las puntuaciones obtenidas en el rango muy elevado (PT≥60), donde según reporta Morey (2011) solo un 6,4% de casos no clínicos obtienen puntuaciones en este rango, y aún menor porcentaje (1,8%) en casos clínicos. En nuestra muestra, considerada no clínica, hemos obtenido en el rango muy elevado un 30,58% (mujeres=31,4%; hombres=23,5%; muestra abusada=23%). Por tanto, la validez de los resultados del test son discutibles, y es recomendable extremar las precauciones en su interpretación, no teniendo valor diagnóstico por sí mismo y precisando complementarse con la entrevista semiestructurada del Grupo de interés de psicología de la Sociedad Española de Fertilidad. En esta dirección, Giménez y Valladolid (2016) hallaron en una muestra española de 213 candidatos donantes evaluados que un 78% de los no aptos y el 68% de los aceptados puntuaron en la escala deseabilidad del Inventario Clínico Multiaxial de Millon II por encima de TB75, mostrando tendencia a exponerse favorablemente. Asimismo, recomendamos futuras líneas de investigación en esta dirección.
Consideramos que requiere una especial atención el perfil masculino. Según Jewkes et al. (2003), siguiendo los estudios realizados principalmente en los países desarrollados, indican que entre el 5% y el 10% de los hombres han declarado haber sido objeto de ASI. La mayoría de los expertos considera que las estadísticas oficiales subestiman considerablemente la cantidad de hombres víctimas de violación, al disminuir la probabilidad de que los hombres denuncien una agresión sexual a las autoridades, en comparación con las mujeres. Existen diversas razones por las cuales se denuncian menos episodios de violación masculina de los que realmente suceden, entre ellas la vergüenza, la culpa o el miedo a no ser creído, los mitos y la existencia de prejuicios arraigados sobre la sexualidad masculina son un obstáculo para que los hombres presenten una denuncia. En este estudio la muestra masculina, considerablemente inferior a la femenina, no reporta ningún caso de abuso sexual. Consideramos que no es representativa de población masculina y se recomienda explorar esta variable en una muestra mayor de varones candidatos a donantes de gametos.
Siguiendo a Jewkes et al. (2003) en muchos países una proporción significativa de las mujeres víctimas de violencia física también sufren abuso sexual. En México (Granados, 1996) y en los Estados Unidos (Campbell y Soeken, 1999), reportan entre un 40% a 52% de violencia física en las mujeres, ejercida por su compañero íntimo, siendo obligadas por este a tener relaciones sexuales. En nuestro estudio figura un 31% de mujeres abusadas por su pareja o expareja, todas ellas enmarcadas en el nivel 3 de abuso. Tan solo hay presencia de abuso físico en el perfil 5, aunque no fue objeto de nuestro estudio hallar correlación con violencia física.
Foa et al. (1999) y Tarrier et al. (1999) refieren que hasta el 50% de las mujeres abusadas, aun recibiendo tratamiento postraumático, presentan síntomas de estrés. En la muestra estudiada el 23% de las candidatas refieren síntomas de estrés, aunque asociado a problemas de ámbito laboral y enmarcados en los niveles 1 y 2 de abuso.
Refieren Kingston y Raghavan (2009) el TEPT como una de las consecuencias más frecuentes del ASI. En la muestra abusada, tanto en la infancia como en la edad adulta, son los trastornos de la conducta alimentaria y trastornos obsesivos los síntomas de mayor presencia, principalmente, en niveles de mayor abuso, siguiendo la línea de los criterios de Rygaard (2012). La relación entre trastornos alimentarios y abuso sexual fue reportada por Behar (2000) y el DSM-5, que establece entre los factores de riesgo ambientales para desarrollar bulimia nerviosa el haber sufrido abusos de carácter físico o sexual en la infancia. Asimismo, el DSM-5 indica que el desarrollo de síntomas de anorexia y/o restricción alimentaria quedarían relacionados con la presencia de trastornos de ansiedad y la presencia de rasgos obsesivos en la infancia.
Cantón-Cortés et al. (2011) y Fleming et al. (1999) encontraron asociación significativa entre ASI y problemas sexuales a largo plazo. En nuestro estudio figura la presencia de masturbación compulsiva 3 años después del primer episodio de abuso, coincidiendo con un segundo episodio de abuso (perfil 1).
El perfil 9, siguiendo a Rigaard, cumple criterios de riesgo de un mayor sufrimiento y riesgo de desarrollo posterior de trastorno de personalidad ante un posible abandono emocional y/o desprotección en la infancia. Sin embargo, presenta un buen ajuste psicológico, vive actualmente en pareja de forma satisfactoria y refiere estrés por motivos laborales. Este dato confirma los reportados por Rind et al. (1998), que observaron que no todas las víctimas de ASI desarrollarían dificultades a largo plazo.
Comparando con otro estudio español de Lucía y Núñez (2015) encontramos semejanzas en el perfil demográfico de la muestra. Estas autoras reportaron datos de una muestra local de donantes de gametos similares a los hallados en este estudio. Se puede observar concordancia en relación con la edad media para donar y la motivación mixta para la donación (altruista y económica). Asimismo, coinciden los datos en que la mayoría de las mujeres son trabajadoras en activo frente a un mayor porcentaje de hombres estudiantes. Destacar que en nuestra muestra el mayor porcentaje de motivación altruista lo posee la muestra abusada, con trabajo remunerado, nacionalidad española y solteras, aunque algunas tienen pareja, pero aún no conviven.
Para finalizar, recuperamos las 3 cuestiones básicas sobre el grado de idoniedad en el proceso de donación. En la muestra estudiada no se encuentran indicios que sugieran revictimización o reactivación de síntomas en las abusadas asociado a un proceso de donación de gametos. El estilo de vida de estas mujeres es compatible con el proceso de donación, y no se hallan datos sugerentes de trastornos de la personalidad. Todas las mujeres abusadas presentan remisión total de la sintomatología relacionada con los episodios de abuso, y se garantiza la buena salud psicofísica actual de las mismas. Por tanto, tras una evaluación psicológica más específica en abuso sexual y trauma, todas las candidatas víctimas de abuso sexual fueron aceptadas en el programa de donación de gametos. En contraste con otro estudio, Lindheim et al. (1998) excluyeron 3 donantes con abuso sexual pasado no resuelto.
Aunque las sociedades científicas (American Society for Reproductive Medicine, European Society of Human Reproduction and Embriology, Sociedad Española de Fertilidad) recomiendan la relativa exclusión de aquellos donantes de gametos con historia de abuso sexual no tratado por un profesional; tras los resultados obtenidos en este estudio se recomienda realizar una exhaustiva evaluación del candidato identificado como víctima de abuso (desde hostigamiento verbal hasta la violación). En la muestra abusada investigada solo un tercio había recibido tratamiento psicológico, sin embargo, toda la muestra presentaba remisión total de su sintomatología y criterios de idoneidad para llevar a cabo el proceso de donación de gametos.
En conclusión, se considera necesaria la detección del abuso sexual en candidatos a donantes de gametos e incorporar evaluaciones exhaustivas sobre abuso sexual y trauma, con el objetivo último de proporcionar cuidado emocional a los candidatos, garantizar su idoneidad en todo el proceso, evitar su revictimización y asegurar a los receptores de gametos el buen estado de salud psicológica de sus donantes.
Responsabilidades éticasProtección de personas y animalesLos autores declaran que para esta investigación no se han realizado experimentos en seres humanos ni en animales.
Confidencialidad de los datosLos autores declaran que han seguido los protocolos de su centro de trabajo sobre la publicación de datos de pacientes.
Derecho a la privacidad y consentimiento informadoLos autores han obtenido el consentimiento informado de los pacientes y/o sujetos referidos en el artículo. Este documento obra en poder del autor de correspondencia.
Conflicto de interesesLas autoras declaran no tener ningún conflicto de intereses.
A todo el personal de la URA del Hospital de Día Quirónsalud San Sebastián, por su inestimable contribución en este trabajo y, especialmente, a la Dra. Miren Mandiola (Jefa del Laboratorio URA) y al Dr. Koldo Carbonero (Jefe de la URA y equipo médico).