José Ignacio Peralta Labrador, Nacho, falleció el día 3 de marzo de 2019 en el Hospital Universitario Torrecárdenas de Almería, su centro de trabajo hasta unos meses antes.(fig. 1)
Nacho era básicamente un neurólogo clínico al que su vocación neurológica le llevó a cruzar toda la Península, desde su Santander natal hasta Almería. Su senda neurológica la inició como estudiante de Medicina en el Hospital Marqués de Valdecilla, y tras realizar la residencia en el Doce de Octubre de Madrid trabajó unos años en el Hospital Virgen de las Nieves de Granada hasta recalar definitivamente en Almería. Sin embargo, Nacho añoraba, a veces, «las nubes del Cantábrico», y volvió provisionalmente un par de años a Asturias ya bien entrado el siglo XXI.
De vuelta a Almería y sus sierras, que frecuentaba en cuanto podía, compaginó su actividad profesional con sus otras 2 pasiones: la cetrería y la música. Se convirtió en un experto «neuro-cetrero», con múltiples anécdotas relacionadas con esta actividad, que trascendían a veces a la labor hospitalaria. Nacho desconectaba por las tardes con su música, y fue miembro de varios grupos que actuaban esporádicamente cuando alguien requería sus servicios; en los últimos años, tras una exhaustiva búsqueda de su instrumento musical ideal se especializó en la mandolina. En la Navidad de 2018 conseguimos, por fin, que tocara acompañado de un residente, en una comida de todo el servicio. Todos disfrutamos de esta actuación semi-improvisada y el momento quedó inmortalizado en múltiples videos y fotografías.
Nacho era poco amigo de protocolos y actuaciones encorsetadas, pero se adaptaba sin dificultades a todas las actividades que le encomendaban. En los últimos años se centró en la atención a las cefaleas y tratamientos con toxina botulínica. Muy apreciado por sus pacientes, no pasaba desapercibido por su personalidad, y con frecuencia preguntaban por el «neurólogo del pendiente» con los que mantenía largas conversaciones. Pasando la consulta de cefaleas se detectó su enfermedad, aunque Nacho había pasado por otras vicisitudes que había superado. Trasplantado de páncreas y riñón por una diabetes intratable, no tuvo que tomar ningún antidiabético más, había superado una grave insuficiencia renal que no le impidió seguir su vida casi con normalidad. En una ocasión nos contaba como tuvo que buscar un centro de diálisis en Holanda para acudir a un congreso de neurología. Un grave accidente de tráfico en la carretera costera del «Cañarete» casi le costó también la vida, recuperándose con mínimas secuelas, aunque agotó una de sus 7 vidas que con frecuencia le decíamos que tenía.
Pero indudablemente lo mejor de Nacho era su faceta humana, apreciado y querido por todos, por allí donde pasó dejó un reguero de amigos, admiradores y admiradoras. Su relación con todos los compañeros era excelente y era casi imposible rectificarle en algo. Su fallecimiento ha sido una gran pérdida para sus pacientes, pero especialmente para su familia y amigos.