Sr. Editor:
Hemos leído con sumo interés la carta publicada en el número anterior de su revista de Pato Pato et al1, en la que presentan un caso de características similares al nuestro. La publicación del citado caso nos lleva a comentar la posibilidad de la existencia de un infradiagnóstico de esta enfermedad, que podría ser más prevalente en la población general y pasar inadvertida por el conjunto de la población médica.
Varón de 20 años de edad, sano, sin antecedentes médicos de interés, hijo de padres no consanguíneos que, en 1994, tras un accidente de tráfico leve sin traumatismo craneoencefálico y en el que los demás ocupantes del vehículo resultaron ilesos, presentó un cuadro de agitación psicomotriz. En la tomografía computarizada (TC) se apreció una hipodensidad de sustancia blanca bilateral, que se interpretó inicialmente como edema cerebral que requirió ventilación mecánica e ingreso en la unidad de cuidados intensivos. Tras la extubación 9 días después, el paciente presentaba episodios de agitación con eco y palilalia alternando con periodos en los cuales era capaz de mantener conversaciones simples, además de ocasionales crisis comiciales y una hemiparesia derecha espástica. La resonancia magnética (RM) cerebral mostró una afección prácticamente total de sustancia blanca bilateral.
Los estudios realizados para descartar etiologías habituales de leucoencefalopatía fueron normales: creatincinasa, lactato, proteinograma e inmunoglobulinas, análisis de líquido cefalorraquídeo, incluido índice IgG, autoinmunidad, serologías (sífilis, VIH, Salmonella, virus herpes), cortisol basal, corticotropina, aminoácidos en orina, ácidos grasos de cadena muy larga, análisis del cultivo de fibroblastos, arilsulfatasa A urinaria, ácido fitánico, cobre y ceruloplasmina, biopsia muscular y de nervio sural.
Progresivamente el paciente experimentó una mejora que se afianzó en los meses siguientes; llegó a caminar sin ayuda y desaparecieron las crisis comiciales.
A lo largo de los años de seguimiento, ha presentado un empeoramiento progresivo tanto motor como de funciones cognitivas, coincidiendo con episodios febriles o espontáneamente, por lo que requirió hospitalización en algunos de ellos.
El estudio genético identificó una mutación homocigota G338A en el gen EIFGB5. Ambos padres eran portadores de dicha mutación.
Actualmente, tras 14 años es totalmente dependiente en su vida diaria: presenta un marcado deterioro cognitivo, severa espasticidad y posturas distónicas. La RM reciente (fig. 1) muestra una importante progresión de la leucoencefalopatía con imágenes de degeneración quística asociada.
La leucoencefalopatía con sustancia blanca evanescente, inicialmente denominada CACH (childhood ataxia with diffuse central nervous system hypomyelination) o MCD (myelinopathia centralis difusa) fue definida como tal mediante unos criterios diagnósticos y radiológicos por Van der Knaap et al2 en 1997, aunque ya habían sido publicadas en la literatura varias descripciones de la enfermedad.
En 1998, Van der Knaap describió formas más leves y de inicio tardío como variantes de la misma enfermedad, lo que llevó a excluir la edad de inicio de los criterios diagnósticos3.
Desde entonces, se han descrito 263 casos hasta el momento y el número de mutaciones asciende a 1.214.
Actualmente se sabe que la ovario-leucodistrofia y la enfermedad de sustancia blanca evanescente forman parte del espectro de una misma enfermedad, por lo que se prefiere hablar de "trastornos relacionados con el gen eIF2B".
Aproximadamente el 75% de los pacientes tienen una mutación en el gen eIF2B55, de las cuales la más frecuente es la G338A, como ocurre en nuestro paciente y el presentado anteriormente en esta publicación. Ésta se asocia, sobre todo, a formas de inicio en la edad adulta, aunque también se han descrito casos de la forma clásica. Existe una correlación fenotipo-genotipo, ya que algunas mutaciones se asocian a formas más leves de la enfermedad y otras, en cambio, a variantes severas4.
A pesar de no haber un tratamiento específico, un diagnóstico precoz es fundamental para evitar infecciones, fiebre y pequeños traumatismos, que son factores agravantes, así como para realizar un adecuado consejo genético.
Cabe destacar que pueda tratarse de una entidad infradiagnosticada y hay pacientes presintomáticos (como se evidenciaba en la TC de nuestro paciente) en los que cualquier situación banal puede desencadenar la enfermedad, por lo que nos parece importante resaltar que, para tratarse de una enfermedad "rara", es curiosa la cercanía geográfica de ambos casos.