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Vol. 9. Núm. 4.
Páginas 203-209 (octubre - diciembre 2017)
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Vol. 9. Núm. 4.
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Dostoyevski, mucho más allá de la epilepsia
Dostoyevsky, far beyond epilepsy
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Pablo Ioli
Servicio de Neurología, Hospital Privado de Comunidad, Mar del Plata, Argentina
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«Los médicos, toda esa chusma doctoral, individual y colectivamente. Detesto la medicina; no sirve para nada.»

Dostoyevski, Los Hermanos Karamazov

Introducción

La figura de Fiódor Mijailovich Dostoyevski (FMD) destaca en la historia de la neurología por haber sido una de las personalidades más famosas y distinguidas en padecer epilepsia. En sus cartas, y en muchos de sus personajes literarios, los relatos que describen sus crisis convulsivas poseen gran riqueza dramática y semiológica. Sin embargo, el vínculo del genial FMD con la patología neurológica, y en particular con la medicina como disciplina y con los médicos como actores de la misma, va mucho más allá y es inclusive mucho más rica que la relacionada con su epilepsia. Es a través de su literatura, y de su inestable vida, donde este paralelismo se hace evidente.

Este trabajo es una exploración y también el planteo de una hipótesis del porqué de la notable relación entre FMD y la enfermedad, incluyendo su epilepsia, y de su dialéctica con los médicos y con la medicina.

ComentariosDostoyevski y la epilepsia

Si bien existe evidencia indirecta de que FMD pudo haber tenido alguna crisis epiléptica en su infancia, está bien documentado el que se considera su primer ataque a los 17años, meses después de la trágica muerte de su padre.

En cualquier caso, y partir de entonces, la epilepsia acompañó a FMD el resto de su vida1,2. Su epilepsia representa el paradigma de la estrecha relación entre los sucesos de su vida y los sucesos en su literatura. Por ejemplo, la presencia de personajes con epilepsia es recurrente en su obra: Murin y Ordínov en La patrona (1847), Nelly y Natasha en Humillados y ofendidos (1861), el príncipe Myshkin en El idiota (1868), Kiríllov en Los poseídos (1872, también traducida como Los demonios o Los endemoniados) y el oscuro personaje de Smerdiakov en Los hermanos Karamázov (LHK), de 18803. Existen frecuentes registros del propio FMD sobre el comportamiento de su enfermedad. En su cuaderno de notas de 1870 escribe:

Ataque violento…

Ataque a las seis de la mañana […] sobre todo por la noche, a la luz de las velas, una tristeza enfermiza. Un reflejo rojo (no un color) sobre todos los objetos…

A las tres de la madrugada, ataque de una violencia terrible […] me he caído y me he arañado la frente. Sin recordar nada y sin comprender nada, he traído la vela intacta y encendida a la habitación, he cerrado la ventana y, solamente luego, he comprendido que acababa de tener un ataque. He despertado a Annushka y se lo he dicho; ha llorado mucho viéndome la cara […] he tratado de tranquilizarla y, de repente, tuve otro ataque […] cuando volví en mí, la cabeza me dolía terriblemente y no podía hablar correctamente. Annushka ha pasado la noche conmigo (intenso espanto místico).

Parece claro el impacto que la epilepsia tuvo en la vida diaria de FMD, pero sin duda, el hecho más significativo relacionado con su epilepsia no está vinculado con sus propias crisis sino con la muerte de su hijo Aleksey en 1878. Él tuvo su primera convulsión, que duró cuatro minutos, en abril de 1878, cuando tenía tres años. Un mes después tuvo otra crisis que duró 12horas y 40minutos en la que el pequeño muere4. Esta pérdida afectó profundamente a FMD, quien se sintió culpable por haberle dado a su hijo esta herencia.

El homenaje literario a su hijo fallecido está en el tierno personaje de Aliocha Karamázov, el menor de los hermanos Karamázov, quien era un personaje sensible, humilde, bondadoso, inteligente y religioso (es un seminarista), y que contrasta con el personaje grotesco de su padre, el viejo Karamázov. Dostoyevski no dejó de incluir en su obra las implicancias del status epiléptico. En LHK escribe:

—Un ataque de epilepsia tan violento y largo como este, que ya dura dos días, es sumamente raro a interesante desde el punto de vista científico —dijo a sus compañeros cuando los vio partir. Y todos lo felicitaron, entre risas, por la oportunidad que se le había presentado inesperadamente. El médico afirmó que Smerdiakov no llegaría con vida a la mañana siguiente.

En cuanto al análisis de las crisis epilépticas de FMD, la mayoría de los autores las interpretan como de origen focal y con generalización secundaria5,6. Gastaut revisa su hipótesis original de una epilepsia generalizada idiopática y sugiere un origen mixto, lesional e idiopático, en las crisis del escritor7. Es probable que esta discusión nunca quede saldada, pero parece evidente que FMD tuvo crisis tónico-clónicas generalizadas precedidas por una forma poco habitual de auras, las auras extáticas (ecstatic aura). Nuevamente, la relación entre su literatura y su vida es estrecha. Escribe sobre el príncipe Myshkin en El idiota:

Pero en estos momentos radiantes solo eran preludio del segundo final, aquel al que sucedía inmediatamente el ataque. Esta segunda fase era, sin duda, indescriptible […] qué importa que sea una enfermedad si en ese minuto tengo una sensación, inaudita e insospechada hasta entonces, de plenitud, medida, apaciguamiento y fusión con el arranque de una oración, con la más elevada síntesis de la vida.

Y en una carta cuenta a sus amigos:

Durante algunos momentos conozco una felicidad imposible de concebir en estado normal, y que los demás no se imaginan siquiera. Experimento una armonía completa entre el mundo y yo, y esta sensación es tan fuerte, tan suave, que por algunos minutos de este gozo se podrían dar diez años y quizás incluso toda la vida.

Aunque este tipo de auras están relacionadas con un origen mesial temporal8, no puede establecerse si corresponden al 1% de las epilepsias generalizadas idiopáticas que tienen algún componente focal, o una propia esclerosis mesial temporal con generalización secundaria. Por otra parte, la mayoría de las crisis de FMD eran nocturnas, y existe evidencia de que el estrés, la deprivación de sueño y el consumo de alcohol tendían a desencadenar sus ataques. Teniendo en cuenta la rareza de este tipo de auras y la clara documentación de crisis generalizadas en FMD es que Gastaut afirmó: «Me parece razonable pasar de la duda a la certeza y afirmar que FMD nunca experimentó crisis extáticas».

No obstante, las crisis epilépticas no interrumpieron su trabajo. Entre los años 1862 y 1863 escribe: «Ataques epilépticos: 1 de abril –Violento; 1 de agosto –Débil; 7 de noviembre –Mediano; 7 de enero –Violento; 2 de marzo –Mediano». Estos ataques no le impidieron continuar con su obra. En este período escribe Humillados y ofendidos y termina Recuerdos de la casa de los muertos, el libro en el que refleja sus años en el presidio de Siberia.

Dormir o escribir

FMD solía escribir por la noche. Frecuentemente solo lo hacía a luz de las velas hasta las seis de la madrugada y dedicaba la mañana a dormir. Es por esto que una de las hipótesis es que FMD sufría un trastorno primario del ritmo circadiano del sueño. Sin embargo, es más probable que sufriera la llamada «enfermedad de la medianoche»: la hipergrafía.

Es cierto que considerar a la hipergrafía como una enfermedad en sí misma resulta un abuso nosológico (algo muy frecuente en esta época de las Mongering disease). Pero la hipergrafía aún como caracteropatía no es ajena a la epilepsia.

Genéricamente la hipergrafía se refiere a «una escritura extensa y en algunos casos compulsiva, con preocupación por los detalles y donde las palabras son definidas y redefinidas, subrayadas o resaltadas». El paciente con hipergrafía siente una urgencia abrumadora por escribir9 (fig. 1).

Figura 1.

A) Borrador de Los hermanos Karamázov’. B) Carta a su hermano Mijaíl del 9 de agosto de 1838. Nótese la tendencia a ocupar todo el espacio del papel y la escritura superpuesta, especialmente en la figura A.

(0.72MB).

En 1974 Waxman y Geschwind publican una serie de siete casos de asociación entre hipergrafía y epilepsia del lóbulo temporal10. A partir de allí, una serie de trabajos del propio Geschwind se centraron específicamente en los cambios de conducta relacionados con la epilepsia del lóbulo temporal. Sus descripciones comenzaron a conocerse como «síndrome de Geschwind» (también conocido como Geschwind-Gastaut o Geschwind-Waxman): un cuadro asociado a epilepsia del lóbulo temporal, de aparición interictal y caracterizado por manifestaciones de trastornos de la función sexual, hiperreligiosidad, hipergrafía, preocupaciones filosóficas exageradas e irritabilidad11. Pero que también incluye una constelación de síntomas y signos como emocionalidad, tendencias maniacas, depresión, carencia del sentido del humor, ira, hostilidad, agresión, sentido del destino personal aumentado, dependencia, pasividad, paranoia, moralismo, culpa, obsesión, circunstancialidad y viscosidad. Es probable que el preconcepto de «personalidad epiléptica» ya existiera previamente, pero pueden atribuirse a estas descripciones el origen indeseado y colateral del término. Las descripciones fenomenológicas de Geschwind estaban centradas exclusivamente en la epilepsia temporal, por lo que su extensión a la epilepsia como entidad genérica es exagerada y completamente alejada de la caracterización original.

Otro de sus biógrafos, A. Yarmolinsky, ha descripto a FMD como «supersensible, misántropo, de disposición inestable, marcado por la hipocondría, una fuerte religiosidad con Dios como obsesión central y una tendencia a tomar refugio de la realidad en un mundo imaginario» y también con «marcada irritabilidad, con ataques de ira, una gran capacidad de odio, todos rasgos de una disposición agresiva y autodestructiva»4. No es extraño entonces que los rasgos psicopatológicos alcancen una extensión sin precedentes en la obra del escritor. Se estima que en más de 100 de sus personajes se representa alguna enfermedad mental y que al menos un 25% poseían claros rasgos psicopatológicos12. Sin duda FMD tenía como artista la sensibilidad suficiente para percibir los giros más sutiles del comportamiento humano, pero tiene más sentido asumir que una parte considerable de sus agudas descripciones provienen de su propio padecer. Según su amigo, el Dr. Yanovski, «Fiódor ha experimentado precisamente en su infancia esos sentimientos sombríos y penosos que no se borran con el tiempo, y que despiertan en un hombre la propensión a las enfermedades nerviosas y, por consiguiente, a la epilepsia, a la hipocondría, a la desconfianza». Además de la hipergrafía, rasgos como la irritabilidad y cambios en la conducta sexual fueron parte real de la vida de FMD. La historia de la sexualidad de FMD posee grandes contrastes; mientras que por un lado muchos lo consideran un «mujeriego», su vida sexual antes de su primer matrimonio, a los 36años, sugiere lo opuesto. Nuevamente, citando a su amigo el Dr. Yanovski: «Nunca le oí decir que estuviera apasionadamente enamorado de alguien, ni siquiera que amase a una mujer». Y según Riesenkampf, amigo de su hermano Mijaíl, a FMD «le eran indiferentes las mujeres, casi sentía antipatía por ellas», y según otro de sus biógrafos, Henry Troyat, «no se le ha conocido ninguna relación con mujeres antes de su matrimonio». Esta conducta pareció haber cambiado a partir de su insatisfactorio primer matrimonio con María Dimitrievna Isaeva, ya que a partir de allí se le conocen varios amoríos.

Uno de sus enemigos intelectuales, el escritor Turgueniev, se encargó de divulgar un supuesto episodio en el que FMD habría cometido un abuso con una niña en su juventud. Este episodio, nunca documentado, podría no ser completamente ficticio. De hecho, destacan en su obra literaria ciertas evidencias de que la sexualidad infantil y la adolescente no le eran indiferentes. En la novela Niétochka Nezvánova, la pequeña Niétochka mantiene un amor particular con Catalina, la hija del príncipe, donde Niétochka relata: «Nos besábamos, llorábamos, reíamos. Nuestros labios se habían hinchado con los besos». Esta novela es además una descripción extraordinaria del Edipo femenino, mucho antes que Freud lo propusiera. También en LHK: «Tiene dieciséis años y se ofrece», respecto de Lise dice Iván Karamázov. «¿Cómo que se ofrece?», dice Aliocha, su hermano menor. «¿Cómo? Pues como las mujeres pervertidas…». Y el personaje Svidrigailov en Crimen y castigo (CyC), o Stavrogin en Los poseídos, sueñan que han abusado de una niña que luego se suicida.

La religiosidad atraviesa toda su obra y llega al máximo (como toda su literatura) en el famoso capítulo de LHK, El gran inquisidor, donde Iván Karamázov plantea que «si Dios no existe todo está permitido». Efectivamente, para FMD la existencia de Dios es ordenadora en sí misma y su ausencia, el caos. Para FMD, Dios es imprescindible, y Dios da sentido verdadero. Es la contracara del «Dios ha muerto» de Nietzsche, para quien la necesidad de la existencia de Dios es una forma de negación de la condición humana (es de destacar que Friedrich Nietzsche tenía admiración por el escritor y dijo que «Dostoyevski, el único psicólogo, por cierto, del cual se podía aprender algo, es uno de los accidentes más felices de mi vida»). En LHK, los personajes del starets Zózimo y del seminarista Aliocha muestran hasta qué punto FMD conocía la vida religiosa.

Finalmente, el personaje literario en el que se conjugan la epilepsia con los rasgos del síndrome de Geschwind es en el príncipe Myshkin, el protagonista del El idiota. En Myshkin pueden reconocerse la hiposexualidad, la hipergrafía, la melancolía, cierto carácter antisocial, baja autoestima, culpa excesiva, hiperreligiosidad y viscosidad13.

Dostoyevski jugador

El juego patológico atormentó a FMD durante al menos diez años de su vida. Sus problemas con el juego comenzaron en su primer viaje a Alemania en 1863, y se reflejan en la novela El jugador (1866). El protagonista Alekséi Ivánovich es un ludópata, un hombre enamorado patológicamente de Polina (inspirada en su apasionado amor real por Apolinaria Suslova). En el protagonista están las confesiones de FMD:

Y ese era el momento de retirarme, pero en mí surgió una extraña sensación, un deseo inexplicable de retar a la suerte, incluso de burlarme de ella. Aposté el montón más grande permitido […] lo aposté al mismo número y volví a perder. Me aparté de la mesa, como aturdido. Ni siquiera entendía lo que me había pasado y no expliqué mis pérdidas…

Y en otro tramo escribe:

Entre las diez y las once se encuentran junto a las mesas de juego los jugadores auténticos, los desesperados, los individuos para quienes el balneario existe solo por la ruleta, que han venido solo por ella, los que apenas se dan cuenta de lo que sucede en torno suyo y ni por nada se interesan durante toda la temporada sino por jugar de la mañana a la noche y quizá jugarían de buena gana toda la noche, hasta el amanecer si fuera posible.

Las dramáticas cartas a su segunda esposa Anna Grigorievna Snitkina en el primer semestre de 1867 muestran el correlato con el personaje del libro y lo compulsivo de su conducta:

El día de ayer ha sido completamente nefasto. He perdido más de lo que mis medios me permitían. Cuando se tienen nervios como los míos, ángel mío, no se debe jugar. Estuve jugando aproximadamente diez horas, y terminé perdiendo […] hoy quiero hacer la última tentativa con lo que me queda: una gota de agua…

El 20 de mayo escribe: «No salgo de esto; estoy en un círculo vicioso, y no he conseguido ningún resultado, de manera que no me voy aún. ¿Qué me traerá el día de mañana?». Y luego, la carta con un contenido desesperado:

Anna, amiga mía, esposa mía, perdóname, no me trates de canalla. He cometido un crimen, he perdido todo lo que me has enviado, todo hasta el último céntimo. Ayer recibí el dinero, y ayer mismo lo perdí. Annushka, ¿cómo podré mirarte ahora, qué pensarás de mí?

¡Oh!, amiga mía ¡no me acuses irrevocablemente! […] odio el juego, y no solamente hoy, sino ayer, anteayer yo lo maldecía. En cuanto hayas recibido mi carta, envíame diez imperiales.

Su esposa tenía claro que la única solución económica posible para las inagotables y recurrentes deudas era la literatura. Por el juego, FMD lo había empeñado y perdido todo. Anna Grigorievna Snitkina sabía que su esposo hallaba inspiración en el sufrimiento y la desesperación. Es probable que por eso ella viera en el juego un mal necesario. No sería en una vida ordinaria, estable y burguesa donde FMD pudiera ejercer su arte (fig. 2).

Figura 2.

Imagen de Dostoyevski en 1880, poco antes de su fallecimiento.

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Dostoyevski, los médicos y la medicina

La obra de FMD es extensa, rica en personajes, historias, profundidad psicológica y contenido político y religioso. Abundan los burócratas, los pobres y marginales, personajes de la nobleza venidos a menos, borrachos, delincuentes, policías y militares, y mujeres tanto sensuales y ricas, como con desdichas de todo tipo. Entre esa variedad de caracteres, y de manera sutil, inconstante y con roles absolutamente secundarios, FMD describe a personajes médicos sobre los que mantiene una caracterización consistente. A través de ellos, además, se pueden vislumbrar sus pensamientos sobre algunos aspectos de la medicina. Si bien hay apuntes sobre los médicos y la medicina en novelas como El doble, El idiota, El jugador, Memorias del subsuelo o Recuerdos de la casa de los muertos, me centraré en sus dos obras más célebres.

Crimen y castigo (1866)

Como toda gran novela, CyC tiene múltiples aristas; es una historia policial, es una novela psicológica, es un drama familiar, una historia de amor y un análisis de la conciencia moral. Pero desde un punto de vista médico CyC es también el relato de un proceso que oscila entre la enfermedad mental y las variaciones extremas de la normalidad.

Es imposible pensar que la concienzuda descripción que hace FMD de los delirios de Raskólnikov, su protagonista, pudieran provenir tan solo de su imaginación o de algún que otro caso conocido por él. Parece más verosímil que el propio FMD haya experimentado estos estados, lo que, relacionándolo con su epilepsia, remite al concepto debatido de «normalización forzada». Este término fue introducido por Landolt en 1953, y se define como «el fenómeno caracterizado por la ocurrencia de estados psicóticos con un electroencefalograma normal o con mejoría, comparándolo con hallazgos previos o subsecuentes».

En CyC, todos los comentarios médicos se relacionan con el personaje del Dr. Zozimov. Él es un médico joven, amigo de Raskólnikov, probablemente inspirado en el Dr. Yanovski, amigo personal de FMD. En cierto momento del tormento de Raskólnikov, FMD pone en boca del Dr. Zozimov una observación fundamental de la medicina: el concepto de normalidad. Zozimov dice:

La observación es muy justa —respondió el médico—. En este aspecto, todos solemos parecernos a los alienados. La única diferencia es que los verdaderos enfermos están un poco más enfermos que nosotros. Solo sobre esta base podemos establecer distinciones. Hombres perfectamente sanos, perfectamente equilibrados, si usted prefiere llamarlos así, la verdad es que casi no existen: no se podría encontrar más de uno entre centenares de miles de individuos, e incluso este uno resultaría un modelo bastante imperfecto.

Por otro lado, FMD adorna a Zozimov con una descripción particular del personaje médico:

—Escucha —dijo a Zozimov—, tú no eres una mala persona, pero tienes una hermosa colección de defectos. Estás corrompido. Eres débil, sensual, comodón, y no sabes privarte de nada. Es un camino lamentable que conduce al cieno. Eres tan blando, tan afeminado, que no comprendo cómo has podido llegar a ser médico y, sobre todo, un médico que cumple con su deber. ¡Un doctor que duerme en lecho de plumas y se levanta por la noche para ir a visitar a un enfermo…! Dentro de dos o tres años no harás tales sacrificios…

Y más adelante agrega otros comentarios que muestran que de alguna manera FMD conocía desde muy adentro aspectos sutiles del quehacer médico:

—No se preocupe usted —repuso Zozimov sonriendo afectuosamente—. Imagínese que es mi primer paciente. Los médicos que empiezan sienten por sus primeros enfermos tanto afecto como si fuesen sus propios hijos. Algunos incluso los adoran. Y yo no tengo todavía una clientela abundante.

Y luego el mismo Zozimov, algo hastiado del anárquico comportamiento de Raskólnikov, dice a los que le rodean: «¡Demonio de hombre! ¡Un paciente que no obedece al médico! ¡Estudie usted una carrera para esto!». ¿Qué médico no ha pensado esto más de una vez con sus pacientes?

Los hermanos Karamázov (1880)

LHK, su último libro, es la historia de un parricidio. Los hijos del viejo Karamázov, Dimitri, Iván, Aliocha y el hijo bastardo, el epiléptico Smerdiakov, se entrelazan en conflictos de dinero, amor, religión y política. Los personajes son profundos, contradictorios y pasionales. El conflicto edípico atraviesa en forma latente toda la novela, más allá de la trama policial, el núcleo amoroso y la reflexión filosófica y política. En esta obra las referencias a los médicos y a la medicina tienen más presencia que nunca.

Dimitri (coloquialmente llamado Mitia), el hijo mayor del viejo Karamázov, es una persona impetuosa e irascible, pero sensato y noble cuando se detiene a reflexionar. En el medio de su desesperación por la pelea por la herencia de su padre, Dimitri tiene un diálogo con la Sra. Khokhlakova, quien interviene ante el comentario metafórico de este sobre que «la fiebre (de la desesperación) me abrasa»; ella le dice: «Soy una experimentada doctora en medicina, créame». «No lo dudo, señora —dijo Mitia, esforzándose en ser amable—. En cambio, yo soy un enfermo experimentado…» (No en vano Thomas Mann dijo que, ante todo, FMD era un gran humorista).

En otro apartado, Catalina Ivanovna, una de las protagonistas femeninas centrales de la novela, mantiene un diálogo con su hija Lise, quien «ha estado enferma toda la noche… Fiebre, gemidos y… ¡qué sé yo! ¡Con qué impaciencia he esperado que se hiciera de día y viniese el doctor Herzenstube! El doctor ha dicho que no sabe lo que tiene y que hay que esperar. Siempre dice lo mismo». Y luego Lise le replica: «¿Para qué quieres que venga el doctor? ¿Para que diga que no comprende nada? ¡El agua, mamá; el agua, por el amor de Dios!». Finalmente su madre, con la paciencia colmada, le increpa: «Me están matando tus caprichos, tu inconstancia, tu enfermedad, tus horribles noches de fiebre, ese espantoso doctor Herzenstube que siempre dice lo mismo…».

El Dr. Herzenstube aparece aquí como aparente mero adorno de una situación que, por descontado, no va controlar. No se espera que su visita agregue una solución, ya que «siempre dice lo mismo». El comentario no solo parece estar caracterizando al personaje médico sino que también, nuevamente, hace alusión a la futilidad del acto médico.

El pequeño Iliucha. La historia del pequeño Iliucha es la subhistoria más importante dentro del libro. Iliucha es el hijo de un capitán empobrecido (Snieguiriov) quien había sido humillado públicamente por el vehemente Dimitri. Iliucha está gravemente enfermo de tuberculosis y alrededor de su lecho de enfermo se dan una serie de diálogos relacionados con la visita del Dr. Herzenstube. Los diálogos involucran al médico, al padre del niño, y principalmente a los comentarios del pequeño Kolia, amigo de Iliucha, un personaje sin pelos en lengua que solo opina para decir cosas contundentes.

Diálogo entre Kolia y Smurov (ambos amigos de Iliucha):

—Iliucha está muy mal. No saldrá de esta.

—¡Es horrible! —exclamó Kolia indignado—. No me negarás que la medicina es una ciencia infame.

… No creo que viva toda esta semana. Herzenstube lo visita. Vuelven a tener dinero en abundancia.

—¡Los muy canallas! [Kolia]

—¿Quiénes?

—Los médicos, toda esa chusma doctoral, individual y colectivamente. Detesto la medicina; no sirve para nada. [Kolia]

Y a continuación el relato de la visita del médico.

Entró el médico. Su aspecto era el de un hombre importante. Abrigo de pieles, largas patillas y mentón perfectamente rasurado. Después de haber franqueado el umbral, se detuvo de pronto, desconcertado. ¿Se habría equivocado de casa? «¿Dónde estoy?», preguntó sin quitarse el abrigo ni el gorro de piel. El aspecto de los habitantes de la casa, la pobreza de la habitación, la ropa tendida en una cuerda lo sorprendieron desagradablemente. El capitán le hizo una profunda reverencia.

—No se ha equivocado, señor —le dijo con obsequiosa humildad—. Yo soy la persona a quien usted busca.

—Entonces ¿usted es Snieguiriov, el señor Snieguiriov? —preguntó con grave acento.

—Sí, señor.

—¡Ah!

El doctor paseó una nueva mirada de desagrado por la habitación y se quitó el abrigo.

El distintivo de un cuerpo oficial brillaba en su pecho. El capitán cargó con el abrigo. El médico se quitó también el gorro.

—¿Dónde está el paciente? —preguntó como quien da una orden.

Nuevamente aparece Kolia.

—¿Qué dirá el doctor? —preguntó Kolia—. Tiene una cara repelente, ¿verdad? La medicina es algo que no puedo sufrir.

—Iliucha no tiene salvación: esto es lo que estoy temiendo que diga el doctor —repuso Aliocha con profunda tristeza.

—Los médicos son unos charlatanes…

En ningún texto como en LHK es más evidente que FMD estaba lejos de caracterizar a los médicos en un lugar sacralizado y de saber natural superior; es más, juega con cierto sentido de lo ridículo respecto de los galardones médicos y de un status autoimpuesto, y realza la naturaleza de la incertidumbre y desconfianza en su accionar. No es arriesgado decir que FMD destroza, en pleno sigloxix, el paternalismo médico.

Freud y Dostoyevski

Sigmund Freud escribió en su artículo «Dostoyevski y el parricidio», de 1928, que «Los hermanos Karamázov es la novela más acabada que jamás se haya escrito, y el episodio del gran inquisidor es una de las cimas de la literatura mundial» (fig. 3).

Figura 3.

Primera página de la versión original en alemán de «Dostoyevski y el parricidio». Foto tomada por el autor. Museo de Freud, Viena.

(0.25MB).

Para Freud, el paralelismo entre LHK y la vida personal de FMD, particularmente en la relación con su padre, es indudable. Freud atribuye a la primera convulsión de FMD, poco después de la muerte de su progenitor, un significado particular14.

Pero ¿quién era en realidad el padre de FMD? En 1821 Mijaíl Andrievich Dostoyevski fue nombrado médico titular del Hospital María (el hospital de pobres). Tuvo una carrera marcada por mediocres distinciones. Sus descripciones sugieren que era un hombre avaro, y que su pobre economía se relaciona con la lentitud con que ascendía. La madre de FMD, María Fiodorovna Dostoyevskaya, falleció cuando FMD tenía 16años. Esta fue una pérdida profunda para el escritor. Poco antes de morir muchos médicos visitaron a su madre para ayudar a su padre en su atención. Cuando María Fiodorovna murió (1837), hubo una conmoción familiar y aparentemente su esposo, en un ataque de nervios, se golpeaba la cabeza contra las paredes. Algunas descripciones de los ataques de ira de Dostoyevski padre sugieren que él también pudo haber padecido de epilepsia; sin embargo, parecen haber estado más relacionados con su personalidad y con su afición al alcohol.

En Moscú, los Dostoyevski vivían en un pabellón del hospital. A pesar de la prohibición de su padre, el pequeño FMD gustaba de charlar con los enfermos que salían a tomar aire en bata. Según su padre, «Ese niño es de fuego», y era reprendido cuando hacía esto. Es probable que en la convivencia familiar y en el diálogo espontáneo con los enfermos FMD aprendiera los condimentos que luego agregó a su literatura.

En cuanto a la relación con su padre, sus biógrafos acuerdan que Fiodor «le temía; a veces, hasta le detestaba», y que «la muerte le apenó más, precisamente por no estar seguro de haberle querido». Entre las versiones sobre la muerte de su padre está la de que tuvo un episodio cerebrovascular, pero una denuncia a los pocos días de fallecimiento da cuenta de que fue víctima de una golpiza por parte de los peones de su campo, cansados por los malos tratos de este. Y se atribuye al FMD la expresión «Un perro debe tener una muerte de perro» al enterarse de la muerte de su padre.

En LHK, las sentencias son reiteradas: «¿Quién de nosotros no ha deseado la muerte de su padre?», dice Iván Karamázov. Y también Dimitri dice refiriéndose a su padre: «No sé, quizá le mate, quizá no le mate. Temo que no pueda soportar su rostro en ese momento. Odio la nuez de su garganta, su nariz, sus ojos, y su sonrisa descarada. Me asquea. Esto es lo que me aterra…». Y hacia el final del libro es claro que Smerdiakov ha matado al viejo Karamázov (es el autor material), pero no es menos culpable de ese asesinato que el hijo mayor, Iván, que lo soñó sin cometerlo: «El asesino principal es usted y no yo, aunque yo haya matado», le dice Smerdiakov a Iván. «¿Deseaba yo hasta ese punto la muerte de mi padre?», se pregunta Iván Karamázov.

Según su hija, Aimée Dostoyevski: «Siempre he creído que FMD pensaba en su propio padre al trazar la figura del viejo Karamazov»15.

Para Freud, la muerte del padre de FMD representó el inicio de lo que él denominó la «histeroepilepsia» del escritor. Atribuye el origen de su epilepsia a la culpa que sintió el escritor por la muerte de su progenitor. La culpa es el efecto del Superyó sobre los deseos de muerte del Ello, como parte de su resolución edípica. Y por lo tanto, la novela LHK constituye la sublimación en FMD de sus propios impulsos parricidas.

Sin duda, Freud estaba equivocado en el origen histérico de las crisis de FMD. El escritor padecía realmente una epilepsia, muy probablemente hereditaria. Sin embargo, el aspecto más saliente del escrito de Freud se relaciona con el análisis del alcance psicológico de LHK. En este sentido Freud dice: «El parricida es, en efecto, otro hermano, al que Dostoyevski atribuye singularmente su propia enfermedad [refiriéndose a Smerdiakov], la pretendida epilepsia, como si quisiera confesar que el neurótico y epiléptico que en él había era un parricida…», y agrega: «Es indiferente quién haya cometido el crimen; para la Psicología, lo único que importa es quién lo ha deseado en su fuero interno y ha acogido gustoso su realización, y por eso son igualmente culpables todos los hermanos —con la sola excepción de Aliocha—».

El drama del parricidio en LHK no es un asunto aislado en la literatura de FMD. El trasfondo del padre vencido por sus hijos aparece con los personajes de Marmeladov en CyC, del general Ivolguin en El idiota, o en la propia historia del pequeño Iliucha, quien se apena de la indignidad de su padre, el capitán Sneguiriov en LHK.

Conclusión

Los médicos y la medicina como disciplina están presentes en la obra de FMD solo de manera marginal. Sin embargo, a pesar de ser sutiles y secundarias, las referencias a estos asuntos están presentes a lo largo de toda su obra. Al mismo tiempo, todas las menciones indican el fino parecer que FMD tenía sobre los médicos y la medicina.

Aunque FMD no haya escrito ningún libro con un abordaje directo sobre los médicos y la medicina, el análisis de Freud en «Dostoyevski y el parricidio» pone en el centro de la escena a la figura de su padre médico, su trágica muerte temprana, así como la de su madre por tuberculosis cuando FMD tenía 16años, como ejes de una sublimación acerca de su visión de los médicos y de su conflicto edípico. La relación entre la vida de FMD y su literatura es muy estrecha, y ambas son extremas y apasionantes. Él mismo escribe, en Memorias del subsuelo, que «En cuanto a mí, me he pasado la vida llevando al extremo lo que ustedes solo se atreverían a llevar hasta la mitad». No es arriesgado afirmar que la literatura salvó a Dostoyevski. Lo salvó de la locura en CyC y sublimó su Edipo en LHK.

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