Las residencias médicas son un sistema remunerado de capacitación de posgrado inmediato con dedicación exclusiva, caracterizado por la posibilidad de desarrollar actividades asistenciales programadas y supervisadas. Es prioritario recordar que la residencia médica constituye un sistema fundamentalmente educativo. Sin embargo, su objetivo último sólo puede alcanzarse mediante la ejecución directa y personal de tareas asistenciales, las cuales se beneficiarán por la asignación progresiva de responsabilidades crecientes bajo supervisión permanente y adecuada. Si bien el sistema de residencias médicas no tiene como objetivo prioritario una labor asistencial, la presencia de los médicos residentes en los sistemas hospitalarios contribuye de inmediato a mejorar el rendimiento asistencial, permitiendo brindar a los pacientes internados atención médica las veinticuatro horas del día.
Este sistema de formación de posgrado tal como lo conocemos en la actualidad se originó en Estados Unidos, en el hospital John Hopkins, en el año 1889, por iniciativa de William Osler. En nuestro país la primera institución que contó con médicos residentes fue la sala IV del Hospital de Clínicas, bajo la dirección del doctor Tiburcio Padilla, quien en el año 1944 introdujo los cargos de médicos residentes mayor y menor a los que podían acceder los ex practicantes internos del hospital una vez alcanzada la graduación. Lo que fue inicialmente un ensayo adoptó carácter definitivo en 1952, cuando el Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de Buenos Aires sancionó una ordenanza que finalmente fue aprobada el año siguiente por el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires.
La educación actual de los neurólogos atraviesa importantes cambios. Algunos de los hechos más relevantes merecen especial consideración:
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Los mayores conocimientos en neurociencias básicas y clínicas plantean nuevos desafíos en la educación de jóvenes profesionales. Los neurólogos debemos incorporar a diario conocimientos sobre nuevos genes o moléculas, nuevos y más sofisticados métodos de diagnóstico, y nuevas alternativas de tratamiento. Como resultado de esta expansión de conocimiento y posibilidades terapéuticas, paralelamente se han incrementado las subespecializaciones, particularmente en los grandes centros de formación. Esta tendencia ha determinado que la educación de algunos jóvenes neurólogos se aleje del acabado conocimiento de la medicina general, la neurología clínica y la psiquiatría, para concentrarse en áreas parciales de la neurología cada vez más específicas. Claramente ésta es una tendencia observada en todas las ramas de la medicina, pero sólo deberá ser estimulada sobre la base de una previa y profunda exposición a todos los campos de la neurología.
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La práctica y la educación actual de los jóvenes neurólogos con frecuencia se sustentan en una excesiva utilización de métodos diagnósticos sofisticados, en detrimento de una detallada historia clínica y examen neurológico que permitan una orientación clínica y el planteamiento de adecuados diagnósticos diferenciales. Estos hechos han determinado que de manera creciente los jóvenes médicos en formación hayan sido estimulados a aprender datos, en lugar de la aproximación metodológica a un problema determinado.
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Algunos programas de residencia han privilegiado la educación médica basada en pacientes críticamente enfermos e internados, limitando la exposición de los neurólogos en formación a pacientes ambulatorios, los cuales representarán en el futuro la mayor parte de su actividad diaria. Así, prolongadas rotaciones por áreas de pacientes internados probablemente no provean un entrenamiento adecuado para el tipo de neurología que la mayoría de los residentes practicarán en el futuro.
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Claramente puede existir el interés y la vocación por parte de algunos médicos residentes de privilegiar su formación como futuros investigadores. Este tipo de formación u orientación los colocará a la vanguardia de la medicina traslacional. Sin duda, esta particular formación exige adaptaciones sustanciales de los programas de residencia. Por un lado deberán brindarse al médico en formación las posibilidades de estar expuesto a un ambiente de investigación básica o clínica durante el período de su residencia. Por otra parte, durante el mismo período no podrá descuidarse su formación en la tarea asistencial, la cual le permitirá adquirir las habilidades clínicas suficientes para acreditar su competencia como neurólogo. Claramente, este tipo de programas exigen condiciones sustancialmente diferentes a los programas convencionales. En primer lugar la actividad de este grupo de residentes deberá ser guiada por mentores experimentados en esta particular modalidad de desarrollo de la medicina, no muy difundida en nuestro medio. En segundo lugar probablemente los programas de entrenamiento para estos médicos/científicos deberían ser más flexibles y probablemente más extendidos. Paralelamente, un entrenamiento en áreas no asistenciales obliga a la búsqueda de recursos económicos adicionales a través de subsidios de investigación particularmente diseñados para esta instancia.
Sin duda los programas de residencia deben ajustarse a las necesidades médicas del país o la región, tanto en lo profesional como en lo sanitario. Las necesidades de las grandes ciudades son sustancialmente diferentes a las de ciudades de menor envergadura en donde los neurólogos locales deben cubrir todas las patologías neurológicas, siendo poco probables o sustentables las subespecialidades, como sucede en centros ubicados en ciudades con gran número de habitantes. Así, los directores de programas de residencias de grandes centros deberán también pensar en la importante función que significa la formación de recurso humano. Con frecuencia, polos de formación neurológica reciben becarios de diferentes puntos del país que realizan su entrenamiento por 4–5 años para luego retornar a sus ciudades de origen y desarrollar en ellas su actividad. Sin duda estos médicos deberán ser educados con la mirada dirigida hacia este tipo de desarrollo profesional, recibiendo los elementos educativos que les permitan una reinserción laboral adecuada conforme a los recursos locales.
En el año 2006 el grupo de trabajo de neurólogos en formación de la Sociedad Neurológica Argentina realizó un relevamiento de los programas de residencia en neurología disponibles en el país. Para esa fecha en Argentina existían 16 residencias oficiales de neurología, que formaban aproximadamente a 28 neurólogos por año. Este número representa aproximadamente el 20-25% de los postulantes. Vale decir que el 75-80% de los médicos recién egresados que desean entrenarse en Neurología no pueden acceder a un programa de residencia. Ésta es una realidad que se repite en la mayoría de las especialidades médicas en nuestro país. Sólo como comparación, en Estados Unidos, según la base de datos FREIDAS 2009/2010, existen 126 programas acreditados con 325 residentes al año. Al mismo tiempo, es frecuente que en Estados Unidos el número de vacantes para los programas de residencia supere a los postulantes en una proporción de 1,2–1,5 vacantes por cada postulante, con lo cual todos los egresados de las escuelas de medicina que lo deseen tienen la posibilidad de acceder a un programa de residencia. Debe recordarse que, para la obtención del título de especialista en Estados Unidos, un requisito obligatorio es haber completado una residencia de Neurología en el país.
A nivel mundial y después de más de un siglo de experiencia continuada, ningún otro sistema de formación de posgrado ha demostrado tener alguna ventaja sobre las residencias médicas. En nuestro país, y tras casi 50 años de aplicación en hospitales y centros privados, la impresión es similar. Es por ello que, en el último quinquenio, en la Sociedad Neurológica Argentina hemos decidido estimular este sistema de educación de posgrado. Tras un período de baja actividad, este año el grupo de trabajo de neurólogos en formación de nuestra Sociedad será reencausado por colegas que participaron en su desarrollo inicial y que hoy cuentan con suficiente capacidad de liderazgo para revitalizarlo. La generación inicial del grupo de trabajo de neurólogos en formación dentro de la Sociedad Neurológica Argentina motivó también la creación de una categoría especial de socios, a fin de facilitar el acercamiento de jóvenes profesionales a nuestra Sociedad. Producto de esa iniciativa, nuestra Sociedad cuenta hoy con 135 asociados dentro de esa categoría, la cual contempla no sólo residentes, sino también médicos concurrentes o becarios que no han podido acceder a una sistema formal de residencia, pero que desarrollan una actividad educativa y asistencial similar. Asimismo, a partir de este año la Sociedad Neurológica Argentina ha sido nombrada por el Ministerio de Salud de la Nación como evaluadora oficial de los programas de residencia que soliciten su acreditación en la especialidad ante este organismo.
El sistema de residencias médicas es sin duda el mejor sistema de educación de posgrado. Claramente se necesitan más programas de residencias que permitan una sólida formación del recurso humano que cubra las verdaderas necesidades sanitarias del país, las cuales son diferentes en cada región. Es nuestro compromiso trabajar en esa dirección y contribuir a dicho desarrollo.