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Problemas del Desarrollo. Revista Latinoamericana de Economía
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Vol. 44. Núm. 174.
Páginas 220-223 (julio - septiembre 2013)
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Morales Josefina
Instituto de Investigaciones Económicas-unam
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Uno de los procesos más importantes de la mundialización en las últimas dos décadas es, precisamente, el tema de este libro de Samuel Lichtensztejn: los flujos de inversión extranjera directa (ied), en un análisis concreto de dicho fenómeno en nuestro país, con referencias a la dinámica en América Latina. Proceso que es una de las características de la acumulación de capital, de la concentración y centralización manifiestos en las fusiones y adqusiciones que absorben más de las dos terceras partes de los flujos internacionales.

Para el examen de la ied en México hay que recordar su presencia histórica y la política económica respecto a ella. El cardenismo realiza la expropiación petrolera, la nacionalización de los ferrocarriles y la creación de la empresa estatal de electricidad, actividades todas en manos del capital extranjero; política que fue concretando la soberanía nacional sobre los recursos nacionales establecida en el artículo 27 constitucional. Durante la sustitución de importaciones se establecieron las actividades reservadas al capital privado mexicano y la participación limitada del extranjero; hacia el final de ese periodo se impulsó el proceso de “mexicanización” que buscaba una mayor participación del capital mexicano en actividades dominadas por el extranjero.

Y así empieza el trabajo de Samuel Lichtensztejn, con una cuidadosa revisión de la legislación de 1973 y los cambios durante el neoliberalismo que llevaron en primer lugar al reglamento de la ley en 1989, 16 años después de su promulgación; asimismo se registraron cambios en la legislación minera y se aprobó una nueva Ley de Inversión Extranjera en la antesala del TLCAN, el 27 de diciembre de 1993.

La nueva Ley eliminó requisitos a la ied, como incorporación de insumos o partes nacionales, transferencia de tecnología, creación de empleos o balanza comercial positiva y abrió sectores reservados al Estado o al capital nacional. Después del tlcan y la crisis de 1995, se fueron imponiendo nuevas modificaciones, siete hasta 2011, “operando siempre a favor de una mayor apertura de la economía mexicana a la ied”. El autor sintetiza que “la legislación pasó de buscar la regulación de la ied a su promoción”.

En el primer cuadro del libro se presenta una síntesis cualitativa de los cambios en las legislaciones, precisando las actividades que se fueron abriendo, de las reservadas al Estado, a la participación mayoritaria, absoluta o minoritaria del capital extranjero.

El autor realiza una reconstrucción cuantitativa de la llegada de la ied, flujos, sectores y entidades adonde llega. Dinámica que en nuestro país exhibe que ésta no sólo crece y se dispersa en función de la reestructuración productiva trasnacional, sino también como partícipe del proceso que va de la apertura y la privatización a la desnacionalización.

Este proceso no es sólo nacional, es el recurso mundial del capital. Es por ello por lo que hay indicadores internacionales que ilustran los procesos de apertura, el grado de restricción existente por países, respecto a la ied. El autor nos muestra así que a nuestro país, según el indicador de la ocde le faltan medidas de apertura (ahí está a la vuelta la energética) para tener un indicador similar al promedio de ese conjunto de países.

En el libro se estiman los flujos anuales de la ied como porcentaje del pib, siendo mayor el de 2001, cuando se registra uno de los montos más altos de su historia, hasta ese momento, por la venta de Banamex a Citibank (una de las primeras significativas venta de empresas nacionales privadas al capital extranjero), por 12 000 millones de dólares. Venta que, realizada por medio del mercado de valores, no pagó un solo dólar de impuesto.

En promedio, la ied en la primera década de este siglo, representó entre 2 y 3% del pib. Por lo que en términos de la formación bruta de capital, que representa alrededor de la cuarta parte de éste, la ied sería equivalente entre 10 y 12% de la inversión total, y si la comparamos con la pública y la privada, podríamos estimar que en el año 2000, registró un flujo equivalente a 2.9% del pib, fue a la vez cercana a la inversión pública (3.3% del pib), y 15% de la privada (17.5% del pib); y en 2011 fue equivalente a la tercera parte de la pública y a la décima de la privada.

Es necesario este tipo de relación porque una de las grandes interrogantes que se presenta al analizar la ied, y que no está tocada en este libro, es el por qué a pesar de todo el apoyo público que ha tenido, ésta no ha impulsado el crecimiento de la economía nacional. Sí, desde luego, ha impulsado un crecimiento desigual, sectorial y regional.

El libro presenta una recopilación estadística ordenada de los sectores adonde se ha dirigido la ied y también su localización territorial. Se concentra en la manufactura y ha sido determinante en el nuevo patrón de acumulación manufacturero-exportador, que convirtió a México en un país exportador de manufacturas (80% del total de exportaciones); es determinante en la reinserción dependiente de nuestra industria en las cadenas globales de producción; pues la mayor parte de las exportaciones manufactureras las realizan las empresas trasnacionales y son en gran parte comercio intrafirma.

Estas exportaciones registran un crecimiento superior a la economía y tampoco, a pesar de los estímulos de la política pública, como las exenciones a la industria maquiladora, han contribuido a un mayor dinamismo de la economía mexicana que ha presentado en la última década uno de los más bajos crecimientos de América Latina.

La liberalización no obliga ya al capital extranjero a la transferencia de tecnología y el autor muestra que en el caso de México, a pesar de tener un grado de apertura mayor como Brasil y China, es escasa su incidencia en la innovación.

Después de un análisis econométrico el autor concluye que no fueron significativos para la ied los costos laborales unitarios, resultado que deja dudas, dado que los sectores donde se ubica, como la industria automotriz exhiben un gran diferencial salarial entre México y Estados Unidos, y también porque la maquila, adonde se ha dirigido una parte de la ied y ha contribuido con más de la mitad de las exportaciones manufactureras, tienen como una de sus principales razones para establecerse el bajo costo laboral.

También examina las actividades en donde invierte el capital extranjero por su grado de contenido tecnológico, según las clasificaciones internacionales, alto, medio y bajo; y muestra cómo en general, 34% está en las actividades de alta y media alta intensidad tecnológica, y 66% en las de baja intensidad, si bien superior a los datos promedios de América Latina, son en cierto sentido similares. En comparación con las actividades manufactureras en donde en México más de la mitad de la ied está en el trabajo de alta y media intensidad tecnológica.

En el análisis más cualitativo el autor recoge cómo se dividen los flujos de la inversión extranjera directa en nueva inversión, cuenta entre compañías y reinversión de utilidades. Y nos señala que este capital, si bien tiene una balanza de renta positiva no es tan grande como la comercial. También nos habla de la comparación de esos flujos con las remesas que sobrepasan los 20 000 millones de dólares anuales en los últimos 10 años.

Finalmente, los flujos de inversión extranjera no sólo llegan, también se van. Y salen no sólo éstos de la misma ied, sino también lo han hecho crecientemente los grandes capitales mexicanos. Tema al que se asoma el autor en su último apartado.

En síntesis, los cuantiosos flujos de la ied han incidido en la recomposición del capital en México, en la reestructuración industrial, y tienen una creciente participación en el sector financiero y en el energético, a pesar de ser anticonstitucional en México.

El mayor dinamismo de los flujos financieros extranjeros y la financiarización misma de la ied, nos hace esperar un nuevo libro del autor, uno de los mejores especialistas de nuestra América en el tema, así como conocer la publicación de una obra colectiva mayor sobre la ied en América Latina, de la que este libro forma parte.

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