Uno de los propósitos fundamentales del Capítulo de Historia y Humanidades de la Sociedad Argentina de Radiología es poner en perspectiva histórica nuestra profesión y, al hacerlo, rendir homenaje a los logros de los pioneros.
Recientemente hemos publicado las contribuciones originales argentinas a la radiología mundial1. En efecto, dentro de nuestra especialidad, hay muchas innovaciones introducidas por médicos argentinos que han tenido una repercusión global (aceptando que los aportes originales son los que, en el momento de su aparición, implicaron un progreso clínico o técnico real). La importancia de una contribución original se mide en relación con el nivel de conocimiento alcanzado en un período determinado, aunque a veces el progreso de la medicina haya terminado invalidando o relegando esas conclusiones2.
Humberto Horacio Carelli, en este sentido, fue un pionero. Según indica la definición de la palabra, un pionero es alguien que incursiona por primera vez en alguna actividad humana, que abre nuevas áreas de pensamiento, investigación o desarrollo; o bien que es el primero o se encuentra entre los primeros en cualquier campo del progreso. También puede ser la primera persona en conocer una región, la responsable de abrir algo para que los demás lo ocupen y desarrollen. Sin embargo, el origen de la palabra pionero se remonta a 1523 y deriva de la palabra francesa pionnier, que significaba «soldado de a pie que prepara el camino para el ejército». Esta, a su vez, proviene de un vocablo del francés antiguo: paonier («soldado de a pie»), el cual se origina, a la vez, en el término peón, que remite a una «persona utilizada por otros para sus propios fines»3–6.
El sentido figurado de «una persona que va primero o hace algo primero» es de 1605, pero lo que queremos resaltar es la otra parte del concepto: además de ser el primero, un pionero prepara el camino para otra persona. Y esta es una tarea activa, no pasiva. Es decir, un pionero lleva a cabo una acción pensando en sus continuadores, porque tiene en cuenta que alguien va a seguir la obra. Por ello, trata de allanar el camino, al mismo tiempo que lo crea. Desde esta perspectiva, el origen etimológico de la palabra resulta revelador, ya que designa a alguien que es utilizado por otros para sus propios fines. Como dijo Isaac Newton en una carta a Robert Hooke: «Si he podido ver más lejos, fue solo porque me paré en los hombros de un gigante»7. Ciertamente, un pionero es un gigante.
Humberto Horacio Carelli nació el 11 de noviembre de 1882 en Mercedes, una localidad ubicada cien kilómetros al oeste de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, realizó sus primeros estudios en una escuela rural8.
Sus padres, ambos inmigrantes italianos, se casaron en la Argentina y fundaron una familia numerosa. Su padre fue cónsul de Italia en Mercedes hasta 1889, cuando el matrimonio decidió mudarse a Buenos Aires para que sus hijos recibieran educación. Por ese entonces, Carelli tenía 7 años8.
En 1901 ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Muy pronto, ya como estudiante de primer año, mostró interés en la radiología y fue nombrado asistente de la cátedra de Física Médica, a cargo de otro presursor, el Dr. Jaime Costa (fig. 1). Allí, trabajó hasta 19049,10.
Costa comenzó a enseñar radiología en la cátedra de Física en 1897 y Carelli fue uno de sus colaboradores docentes. Juntos trataron exitosamente tumores de piel con los nuevos rayos9,11. Además, en ese momento, Carelli tenía un pequeño consultorio privado, donde ponía en práctica sus conocimientos sobre fisioterapia. A pesar de ser todavía un estudiante universitario, el famoso cirujano Ricardo Finochietto escribió al respecto: «Aquellos años de práctica privada no deben considerarse como el ejercicio ilegal de la medicina, ya que no había otras personas en la ciudad que supiesen cómo utilizar estos importantes recursos terapéuticos »12.
En 1903 la Facultad de Medicina creó el Instituto de Fisioterapia en el Hospital de Clínicas. Esta institución se convirtió en el entorno adecuado para llevar a cabo ciertas investigaciones que, si bien en un inicio fueron recibidas con sorpresa, terminaron desarrollándose a un alto nivel debido a su propio éxito. Jaime Costa fue el director y Carelli, de nuevo, uno de sus colaboradores11.
Entre 1906 y 1907 Carelli viajó a Europa para acompañar a un íntimo amigo gravemente enfermo que buscaba una última esperanza. Estando en París, asistió al servicio de Antoine Béclère y, en Burdeos, aprendió electroterapia con Jean Alban Bergonié12.
Ya de vuelta en la Argentina, terminó su carrera de medicina en 1909 y, dos años más tarde, recibió su diploma de Doctor con la tesis «El tratamiento de la leucemia con rayos Roentgen»13 (fig. 2). Al igual que en muchos otros lugares, en esa época era más sencillo introducir los rayos X en la terapia que en el diagnóstico. Al respecto Carelli escribió: «Es fácil mostrarse escéptico e incrédulo. Con esta actitud nadie está obligado a demostrar conocimientos en la materia, por lo que puede esconderse detrás de una cómoda máscara de ignorancia e indiferencia»12.
Tesis «El tratamiento de la leucemia con rayos Roentgen»13.
Tras finalizar el doctorado, continuó su carrera académica en la Universidad de Buenos Aires: se convirtió en Profesor de Radiología en la Facultad de Odontología y Profesor Honorario de Radiología en la Facultad de Medicina9. Sin embargo, Carelli aseguraba: «El radiólogo no recibe su formación en la Universidad. Él tiene que estar preparado tanto en la práctica como en la formación teórica. Solo con una sólida formación médica y radiológica es posible ser un radiólogo, y no solo mediante la adquisición de una máquina de rayos X»14.
Bajo esta perspectiva, se unió a un grupo de radiólogos jóvenes y en 1917 fundó la Sociedad Argentina de Radiología. Al comienzo ocupó el cargo de vicepresidente y luego, durante dos períodos, fue su presidente15.
Su carrera hospitalaria fue importante, pero corta (1911–1925), ya que su trabajo principal lo ejercía en su consultorio privado. Tal es así que este se convirtió en uno de los mejor equipados de toda América del Sur16 (figs. 3 y 4).
Nadie aplicó como lo hizo Carelli el método terapéutico de Bergonié17 (esto es, los ejercicios musculares provocados eléctricamente) (fig. 5), ni tampoco ningún radiólogo logró curar como él epiteliomas cutáneos, bocios, hiperhidrosis, lumbalgias, neuritis, adenitis, etc.9,12,18,19 (fig. 6). Además, la calidad de sus radiografías era insuperable y, de hecho, todos los casos radiológicos difíciles eran derivados a su consultorio porque él era capaz de obtener todas las incidencias necesarias para el diagnóstico12 (figs. 7 y 8). Sin embargo, Carelli enviaba sus informes, pero nunca las películas14 (quedaban en sus archivos). Debido a esta actitud y a su poca afición por la fluoroscopia (fig. 9), recibía críticas de muchos colegas. De todos modos, ante el reproche por su poco trabajo fluoroscópico, él solía responder: «Yo no me voy a vender en pedacitos »14. Ciertamente, una de las preocupaciones centrales de este precursor fue la protección radiológica (en 1926 escribió un informe completo sobre el tema).
En 1920 la importancia del neumoperitoneo en la exploración radiológica del abdomen se puso en relieve. Después de las primeras obras de Kelling, Jacobaeus, Lorey, Weber, Rautemberg, Goetze, Stein y Stewart, Carelli fue uno de los primeros en todo el mundo en utilizarlo y es posible que haya sido el único en obtener su máximo beneficio científio20. Por esa ápoca, en su primera publicación, «El neumoperitoneo en la exploración radiológica del abdomen», describió 83 casos con 250 radiografías21 (todas realizadas en su práctica privada) (figs. 10–13).
Neumoperitoneo diagnóstico normal. Se muestran los órganos abdominales delineados por aire21.
Neumoperitoneo diagnóstico de un caso de hidatidosis abdominal21.
Neumoperitoneo diagnóstico mostrando patología renal. A la izquierda se observa un carcinoma renal y a la derecha, un quiste hidatídico renal21.
Neumoperitoneo diagnóstico pelviano21.
Carelli no solo fue de los primeros en el mundo en emplear el neumoperitoneo diagnóstico, sino que también fue el que sacó el mayor provecho científico22. Además, hay que destacar que fue el primero en combinar el neumoperitoneo diagnóstico con la histerosalpingografía23 (para 1925 publicó un trabajo con Roberto Gandulfo y Alberto Ocampo). Esta técnica se denominó más adelante «ginecografía» (fig. 14). Stein y Arens hicieron lo mismo en 192620.
Ginecografía. La histerosalpingografía muestra la cavidad uterina normal completa con lipiodol, así como la trompa de Falopio derecha. El tubo de la izquierda se alarga, mientras el neumoperitoneo muestra el contorno del útero ligeramente agrandado y una masa redonda en el ovario izquierdo23.
A su vez, Carelli diseñó un dispositivo para evitar el reflujo del medio de contraste y fijar el cuello uterino (fig. 15), y creó una mesa radiológica específica para estos procedimientos que permitía obtener radiografías en cualquier posición (fig. 16). A pesar de que esta mesa no se utilizó mucho (dado que el neumoperitoneo no era muy popular por su incomodidad e incluso por su peligro), en Argentina fue muy útil para el estudio de la hidatidosis abdominal12 (fig. 17).
En 1921 publicó un artículo sobre neumopielografía con introducción de una sonda uretral hasta la pelvis renal24 (fig. 18). Este método había sido sugerido por Burkhard y Polano en 1907 y en 1910 Albers Schonberg había reportado un intento sin éxito, pero el único antecedente eran tres casos presentados por Lichtenberg y Dietlen en 191125.
Neumopielografía. Un caso con dos cálculos en la pelvis renal25.
Ese mismo año, Carelli anunció su contribución más importante a la radiología diagnóstica: un nuevo procedimiento para el estudio de los riñones26. En contra de su propia opinión, el neumoretroperitoneo diagnóstico fue llamado «neumo-riñón». Este fue el método radiológico de elección para la exploración de los riñones y el retroperitoneo durante más de 40 años (fig. 19).
Neumoretroperitoneo diagnóstico. A la izquierda se observa un estudio normal y a la derecha, un quiste renal26.
Si bien el urólogo alemán Paul Rosenstein, de forma independiente y simultánea, publicó también en 1921 un artículo en el que describía un procedimiento similar de retroneumoperitoneo27, las técnicas diferían en algunos puntos: Rosenstein utilizaba oxígeno, mientras que Carelli empleaba dióxido de carbono, inyectando la mitad del volumen utilizado por el urólogo. Él había observado que el dióxido de carbono se absorbía más rápido que el oxígeno y, por ello, se generaban menos molestias en los pacientes. Además, el oxígeno que usaba Rosenstein provocaba muertes por embolia gaseosa. En lo que respecta al abordaje del espacio perirrenal, este también era diferente25.
Carelli dio una serie de conferencias y demostraciones prácticas en universidades, sociedades científicas y congresos, tanto en la Argentina como en el extranjero. Entre 1921 y 1922 viajó a Estados Unidos, Francia, Alemania y el Reino Unido, donde su método y su mesa fueron elogiados por los científicos de más alto nivel.
Parece que 1921 fue un año muy importante en la vida de Carelli, ya que, además del perfeccionamiento del neumo peritoneo, el desarrollo de la neumopielografía y la introducción de retroneumoperitoneo, se casó. Su esposa, Violeta Warwick Skelton, era una joven artista de la comunidad británica en Buenos Aires. En una de sus pinturas muestra la obra de su marido (fig. 20).
La opera magna de Carelli en el servicio público fue el diseño y la creación del Instituto Municipal de Radiología y Fisioterapia (hoy, Hospital Municipal de Oncología «Maria Curie»). El proyecto comenzó en la sesión del Concejo Deliberante del 19 de diciembre de 1924, cuando los concejales Carlos Manacorda y Ángel Giménez presentaron un proyecto de ordenanza en el que se estudiaba la creación de un Instituto de Radiología y Fisioterapia dotado de los elementos científicos y técnicos más modernos. Para ello, se organizó una comisión constituida por los Dres. Humberto Carelli, Alfredo Lanari, Antonio Denucci y Octavio Fernández, y presidida por el Director de la Administración Sanitaria y Asistencia Pública, Dr. Abel Zubizarreta. La creación del instituto fue aprobada por el Concejo Deliberante el 25 de noviembre de 192528.
Carelli (fig. 21) fue el encargado de viajar a Europa, en representación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, para seleccionar el instrumental y los aparatos para el Instituto. En ese tiempo, visitó muchas fábricas y servicios radiológicos de Estocolmo, Copenhague, Berlín, Hamburgo, Dresde, Erlanger, Rudolstadt, Viena, París y Londres12, y compró gran parte del equipamiento12 (fue un caso único, ya que no solo adquirió más de lo planeado, sino que devolvió parte del dinero que no fue necesario invertir).
La confección de los planos del Instituto estuvo a cargo del arquitecto Ernesto Vautier y la construcción fue completada por el arquitecto Emilio O'Seeger. Algunas de sus salas son copias del Instituto Finsen de Copenhague (fig. 22).
La construcción comenzó en 1926 (fig. 23) y se inauguró en 19318 (fig. 24). En su momento, la institución se convirtió en el establecimiento fisioterapéutico más importante del mundo. Carelli fue su director desde la apertura hasta 1938, cuando presentó su renuncia (figs. 25 y 26). En 1955, el Gobierno Nacional autorizó a ponerle al Instituto el nombre de Carelli, pero unos meses más tarde el Gobierno de la Ciudad decidió crear en ese edificio el Instituto Municipal de Oncología. Carelli se opuso al cambio, tanto del nombre como de las funciones, ya que de esta forma se anulaban los propósitos originales (de hecho, la oncología se incluía entre ellos).
Al final de su carrera fue muy famoso y recibió muchos honores (figs. 27 y 28). Sin embargo, como radiólogo se le reprochó su trabajo aislado, sin una conexión regular con un hospital. Al respecto, el famoso cirujano argentino Ricardo Finochietto defendió la actitud de Carelli argumentando que cualquier otra opción habría sido contraproducente. Según su punto de vista, un médico dedicado solamente al ámbito privado era necesario, ya que los pacientes particulares también tenían derecho a ser tratados con dedicación exclusiva12.
Carelli murió el 30 de enero de 1962, víctima de un epitelioma cutáneo8,12. De acuerdo a su voluntad, sus restos fueron cremados. Durante un homenaje, su amigo Alejandro Ceballos lo describió con estas palabras: «De joven era ágil y fuerte. Como hombre se acentuaron sus características físicas. Tenía el tipo del sur de Europa, de estatura regular, erecto, bronceado, con una frente alta y ancha, acentuada por una calvicie prematura (fig. 29)…Su ligero exoftalmos daba fuerza a su mirada, sin eliminar su dulzura. Tenía una vehemencia en el discurso (fig. 30) que le confería poder de convicción. Era firme y decidido, pero modesto. Poseía el culto a la amistad, a pesar de una cierta timidez que podría mostrarlo lejano» (Ceballos A. Discurso de homenaje a Humberto Carelli, enero 1962). Fue un hombre dotado de una inteligencia singular y un escritor prolífico de estilo claro y conciso. Su dedicación a la labor profesional, a las mejoras técnicas, al estudio e investigación lo puso en la primera línea de las jerarquías médicas. La fundación de la Sociedad Argentina de Radiología, el refinamiento del neumoperitoneo, el desarrollo de la neumopielografía, la introducción del retroneumoperitoneo, la combinación de neumoperitoneo e histerosalpingografía («ginecografía»), la concepción del Instituto de Radiología y Fisioterapia, y el diseño de instrumentos y las mesas radiológicas especiales (todo en menos de 10 años) lo convirtieron en un pionero de la radiología. Además, ha sido el primero en utilizar con éxito todos los recursos fisioterapéuticos de su época y en obtener radiografías de buena calidad en Buenos Aires.
Con Carelli y algunos más, nació la Radiología en la República Argentina. Sin embargo, como explica la nota necrológica en el diario, fue una «persona modesta, recatada y silenciosa». Una prueba de ello es la cláusula de su testamento en la que disponía no informar sobre su muerte hasta que hubiesen pasado ocho días. Guido Gotta, Jefe de Radiodiagnóstico del Instituto que él fundó, aseguró: «Murió como le gustaba vivir: en silencio».