La importancia que reviste la determinación de la carga de siniestralidad producida por dispositivos cortopunzantes entre los profesionales sanitarios está suficientemente probada1,2.
En la Unión Europea se estima que se producen más de un millón de accidentes biológicos causados por instrumental cortopunzante en el sector sanitario3, y además se cree que la tasa de incidencia puede ser mayor, puesto que existe una infranotificación de casos, por lo que podría aumentar entre un 29-61%4.
En mayo de 2010 se adoptó en la legislación europea la Directiva 2010/32/UE sobre prevención de lesiones por objetos punzantes que preveía la eliminación del riesgo hasta el máximo grado posible. Conscientes de ello, nuestro grupo ha realizado un estudio retrospectivo del quinquenio 2012-2016 en el que se han revisado 371 exposiciones percutáneas en un hospital de nivel terciario con más de 3.500 trabajadores.
La media anual que presentamos en nuestra serie es de 74,2 accidentes, con una desviación estándar de 11,33 accidentes percutáneos y una mediana de 70 accidentes con instrumentos cortantes y punzantes. En mujeres resultó mayor que en hombres, con una razón hombre/mujer de 0,20. La media de edad de los profesionales que comunicaron el suceso al Servicio de Prevención de Riesgos Laborales se situó en 39,7 años, con una desviación estándar de 12,8 años. Las categorías profesionales más afectadas por esta incidencia fueron enfermeras (44,4%), médicos y enfermeras internos residentes (17,7%), médicos (13,2%), técnicos auxiliares de Enfermería (12,4%) y estudiantes de Enfermería (8,6%).
El promedio registrado de 77,5 accidentes biológicos percutáneos durante los años 2014, 2015 y 2016, posteriores a la entrada en vigor de la Orden ESS/1451/2013, por la que se establecen disposiciones para la prevención de lesiones causadas por instrumentos cortantes y punzantes en el sector sanitario y hospitalario, que transpone al ordenamiento jurídico español la Directiva del Consejo, no ha supuesto una mejora en la reducción de la siniestralidad por accidentes de trabajo por exposición percutánea, puesto que el promedio anual de eventos registrados previo a la entrada de la Orden era de 72 accidentes. Esta disquisición señala también que el coste unitario de adquisición de los dispositivos de bioseguridad es mayor que el de los instrumentos cortantes y punzantes adquiridos con anterioridad a la Orden, y considerando el coste del accidente biológico en 747 dólares americanos5 para poder conocer la ratio incremental coste-efectividad, grosso modo, podríamos erróneamente afirmar que ha sido una medida inefectiva e ineficiente.
Esta monitorización de los registros obvia los costes indirectos, como la pérdida de productividad debida a la mortalidad prematura o a la incapacidad laboral atribuible a la enfermedad, que siempre deberían ser incluidos en los análisis de coste-efectividad. Asimismo, debería determinarse el impacto que supone una pérdida de bienestar para la sociedad, como los costes psicosociales6 de los profesionales o los efectos sobre el deterioro de la calidad de vida de los enfermos, que habitualmente no son estimados, puesto que no se aborda el análisis desde una perspectiva social7.
Estudios recientes evidencian que una legislación adecuada y una aplicación efectiva8 contribuyen a la disminución de las lesiones percutáneas entre los trabajadores de los hospitales, si bien este tipo de dispositivos no son coste-efectivos9,10.
Nuestra contribución pretende señalar la necesidad de realizar evaluaciones económicas de tecnologías sanitarias, como son los equipos con dispositivos de bioseguridad, con método y rigor, evitando sesgos, así como la omisión de costes y beneficios relevantes.