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Inicio Revista Colombiana de Psiquiatría El trauma pasivo
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Vol. 52. Núm. 4.
Páginas 362-371 (octubre - diciembre 2023)
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Vol. 52. Núm. 4.
Páginas 362-371 (octubre - diciembre 2023)
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El trauma pasivo
Passive Trauma
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88
José Antonio Garciandía Imaza,
Autor para correspondencia
jose_garciandia@hotmail.com

Autor para correspondencia.
, Jeannette Samper Alumb
a Departamento de Psiquiatría y Salud Mental, Facultad de Medicina, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia
b TAOS Institute, Instituto de la Familia, Universidad de la Sabana, Bogotá, Colombia
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Resumen
Introducción

Las esposas de militares en acción, que vivían en cuarteles ubicados en zonas de conflicto armado en Colombia antes de las negociaciones de paz con las FARC, vivieron como observadoras de la guerra, de primera mano, la participación de sus esposos y las consecuencias y los efectos de los combates que otros vivieron.

Objetivo

Plantear una hipótesis sobre el tipo de experiencia traumática vivida por ellas y caracterizar las diferentes dimensiones de la experiencia de observar el sufrimiento de otros.

Métodos

Investigación cualitativa y análisis secundario de discurso en una muestra intencional en bola de nieve de esposas de militares (oficiales y jefes) con quienes se habían realizado entrevistas semiestructuradas.

Conclusiones

No solo el trauma directo vivido en primera persona genera consecuencias psicopatológicas y psicosomáticas, sino que también las experiencias vividas al observar el sufrimiento y la muerte de otros de manera constante generan una experiencia acumulativa que puede afectar a la salud física y mental. A esta experiencia se la denomina trauma pasivo.

Palabras clave:
Trauma pasivo
Familia
Conflicto armado
Abstract
Introduction

Wives of military personnel in action living on bases located in areas of armed conflict in Colombia before the peace negotiations with the Revolutionary Armed Forces of Colombia (FARC), were first-hand observers of the war, their husbands’ participation in the war and the consequences and effects of the combat in which others participated.

Objective

To offer a hypothesis regarding these women's experience of direct trauma and characterise the dimensions of their experience as observers of the suffering of others.

Methods

Qualitative study and secondary discourse analysis in intentional snowball sampling of wives of military personnel (officers and chiefs) with whom semi-structured interviews were conducted.

Conclusions

Direct trauma is not the sole cause of psychosomatic and psychopathological consequences; the experience of constantly observing the suffering and deaths of others also generates a cumulative effect that can affect physical and mental health. This experience is called passive trauma.

Keywords:
Passive trauma
Family
Armed conflict
Texto completo
Introducción

Las experiencias humanas en su variedad infinita suscitan el interés para entender, comprender y dar a conocer más allá de los lugares donde estas se desarrollan. El trabajo para el cual estaban destinadas las historias de estas entrevistas era inicialmente una investigación de una dramaturga y directora de teatro como insumo que posteriormente produciría una obra creativa de teatro. Para la dramaturga y las mujeres entrevistadas, el propósito era hacer visibles sus historias vividas para transformarlas en historias contadas. Ante el conocimiento de esta información, solicitamos a la directora-investigadora la posibilidad de acceder a las entrevistas para llevar a cabo una investigación cualitativa de análisis secundario de datos desde una perspectiva clínica y psicoterapéutica familiar y de pareja. Después de obtener el consentimiento de las personas entrevistadas y el consentimiento de la directora, se procedió a visualizar todas las entrevistas y realizar el trabajo de investigación que es la base para el presente artículo.

Este trabajo pretende hacer oír la voz de personas que convivieron con militares durante el conflicto armado con las guerrillas en Colombia. Estas personas vivieron como observadoras directas del conflicto acompañando a quienes combatían directamente. Como muestran Gómez-Restrepo et al.1 a raíz del Estudio Nacional de Salud Mental, los efectos de la violencia por conflicto armado afectan no solo a los combatientes, sino también a otros sectores de la población no visibilizados suficientemente. Vivieron experiencias de naturaleza muy impactante que afectaron a sus vidas de manera trascendental. Hacer audibles esas voces es una forma de reinvindicar a otras víctimas del conflicto que no han tenido presencia en la literatura médica y psicológica del país.

Métodos

Este artículo se basa en el análisis análisis secundario de datos sobre las narraciones de esposas de militares en zona de combate en Colombia. La información se obtuvo a través de entrevistas semiestructuradas y videograbadas con esposas de militares colombianos con rango de oficiales y jefes que durante el conflicto armado vivían en cuarteles en zonas de combate. Originalmente la investigación fue llevada a cabo por una directora de teatro y dramaturga cuyo interés era hacer audibles las voces de las mujeres de militares que vivían en cuarteles en zonas de combate durante el conflicto colombiano con las guerrillas. Para este estudio, la investigadora original utilizó una muestra de esposas de militares a las que invitó a participar en entrevistas individuales, tras obtener el consentimiento informado para videograbarlas, con la intención de escribir una obra de teatro y realizar un documental de cine y televisión. La muestra original constaba de 20 personas. Con el insumo citado y el debido consentimiento informado de la investigadora original y las participantes, los autores de este artículo decidieron llevar a cabo una segunda fase, que consistió en una investigación cualitativa con análisis secundario de discurso2, que utiliza como insumo la información de entrevistas videograbadas. La muestra es intencional por conveniencia en bola de nieve e incluyó a 20 personas. El instrumento con que se hizo el análisis secundario fue la entrevista semiestructurada con cada una de las participantes videograbada y observada por los investigadores en su totalidad. Los autores no tenían conocimiento de los nombres de las mujeres ni de sus esposos militares.

Para el análisis de la información obtenida de las entrevistas, los investigadores establecieron varias categorías para clasificar la información. El proceso para definirlas fue el siguiente: en un principio ambos investigadores observaron la primera entrevista elegida aleatoriamente. Una vez terminada la observación, en la cual cada uno de los investigadores fue generando una serie de categorías, se llevó a cabo una reunión en la cual, tras un proceso de análisis, reflexión y discusión teórico-conceptual, se llegó al consenso de realizar la observación de todas las entrevistas con un esquema en el que las categorías elegidas y consensuadas fueron: experiencias, emociones, sentimientos, familia y simbología. Una vez visualizadas las primeras 10 entrevistas, los investigadores, al comprobar que había un grado de saturación en relación con las categorías establecidas, establecieron unas nuevas categorías para las siguientes 10 entrevistas que, consensuadas con el mismo procedimiento que las primeras categorías, fueron: moralidad, límites, self, propósito al contar las historias y ausencia del padre.

Análisis de las categoríasPrimera faseExperiencias

En cuanto a la categoría de las experiencias, en el discurso de las personas entrevistadas puede observarse la constante vivencia de la soledad por la ausencia prolongada del esposo. Expresiones como «no poder ver a mi pareja, tener un tiempo recortado con mi pareja, vivir sola por 16 años, 2 años en los que solo vi a mi marido 15 días, hasta 7 meses sin vernos, ser madre sola, ser madre y padre al tiempo» ilustran una realidad anómala del sentido de ser pareja con un aporte constante en la cotidianidad que está limitada y cercenada por las ausencias prolongadas y frecuentes de la pareja. El sentido de ser pareja invita a un imaginario de pareja en que la presencia, la compañía y la cotidianidad son el eje central de la construcción de la relación, imaginario que en la vida de estas mujeres no se consolida en la realidad. La pregunta clave para estas mujeres es: «¿cómo ser pareja con una persona que no está aquí?».

Otra experiencia tiene que ver con los traslados constantes y la necesidad de estar adaptándose a cambios permanentes, la vivencia de lo difícil que es vivir siempre en bases militares y tener que dejar las mascotas en cada traslado. Esta experiencia de movilidad permanente y de inestabilidad se traduce en las dificultades que muestran las personas entrevistadas para establecer relaciones de amistad duradera que se manifiesta en la gran fragilidad que existe en las relaciones con otros.

La guerra organiza las relaciones y la vida. Esta frase esconde una multitud de acciones y omisiones en la vida familiar. Por ejemplo, la mayoría coincide en que el padre llega a la casa a malcriar porque se siente culpable de ver muy poco a sus hijos. Por lo tanto, la madre es quien tiene que asumir las responsabilidades que deberían ser compartidas en la dirección de la educación de los hijos. La ausencia por la vida militar de los padres dificulta el desarrollo de la construcción en la pareja de esa unión de ellos como padres y cabezas constructoras de familia y hogar.

Esta distorsión de la vida familiar generaba una experiencia emocional de «vivir en un cuartel directamente en conexión con la guerra, como si fuéramos una gran familia. Todos éramos familia». Al estar la familia nuclear cercenada en algún sentido, se congregaban en torno a formar una gran familia con los soldados, «considerándolos como si fueran nuestros propios hijos». Como mujeres, eran conscientes de que sus hijos vivían la ausencia de sus padres y comprendían que estos soldados, al ser hijos, esposos o padres, tambien generaban vacíos en sus familias fuera del cuartel. De manera que la conjunción de ausencias vividas y ausencias generadas convocaba a las personas en el cuartel en torno a una gran solidaridad de construcción de lazos de cuidados que evocan la vida familiar.

La inseguridad permanente, la incertidumbre constante, «el riesgo continuo, no poder salir a la ciudad o al pueblo libremente por temor a ataques o secuestros, estar siempre cuidándose en la calle, siempre estar preparada con el morral por si había un ataque, aprender a usar armas, el entrenamiento para combate en caso necesario de defenderse, acostumbrarse a los disparos y tiroteos, los ataques con bombas, los acuartelamientos estrictos ante las amenazas» es, como dice una de las mujeres, «vivir con el corazón en la mano». O como dice otra, «convivir constantemente con el miedo es aprender a tener miedo». Todo esto genera un profundo sentimiento de fragilidad y vulnerabilidad: vivir con temor continuo.

Como consecuencia de ello, la vida se reduce y se restringe al cuartel, que varias de las mujeres describen como «vivir en una burbuja». De tal manera que «una hacía negación del mundo externo», que además se agudizaba cuando en un ataque había que salir de la casa no para salir del cuartel, sino para introducirse en un búnker dentro del cuartel, que es una forma de aislamiento más profundo.

La presencia permanente de la muerte de amigos militares hace que los muertos y heridos se vuelvan familiares: «¿será que mi esposo llegará vivo?», «¿será que mi esposo llegará herido, sin piernas, muerto, destrozado, etc.?». Vivencias como la de una de las mujeres cuando llegó un ataúd con el nombre de su esposo por error, cuando su esposo en realidad no había muerto. En síntesis, la observación permanente de los hechos de guerra, una vivencia marcada por acciones bélicas y los miedos de los niños al ver muertos y heridos llegando constantemente en los helicópteros obligan a estas personas, como dice una de las mujeres, a «aprender a ser valiente».

Varias de las mujeres tambien coinciden en la necesidad del «voto de silencio» que deben mantener porque no pueden contar muchas cosas de las que sienten, viven y observan. Viven la ignorancia sobre la guerra directamente y, sin embargo, observan las consecuencias de la guerra. Esto hace que en relación con los hijos y a fin de crear una más o menos lograda vida familiar sana, los padres se acostumbran a filtrar la información para que sus esposas y sus hijos no las conozcan.

En este contexto de experiencias de tensión, inseguridad, miedo, temor, ausencia y soledad, surgen respuestas psicológicas que van desde síntomas ansiosos, abortos espontáneos por estrés y depresiones clínicas a hospitalizaciones por episodios psicóticos agudos.

En medio de todo esto, surgen actos extraordinarios que muestran cómo estas mujeres logran en medio de la guerra construir voluntariados con la finalidad de ayudar a otras personas en busca de una compensación, que se manifiesta en expresiones como «sentir que hago algo útil por otros» y por aquello que ellas denominan su familia extensa militar.

Emociones y sentimientos

En la categoría de emociones, expresiones como «lo difícil que es vivir con un héroe, es muy duro» o «un estrés brutal» son el prolegómeno de la instauración de un miedo profundo contenido en frases como «miedo constante a los ataques, miedo a salir de la burbuja de la base, miedo permanente por la seguridad, miedo al mundo externo, encerrarme en mi miedo, miedo a que digan que tu esposo cayó o está herido, miedo a ser secuestrada, miedo a la guerra que está siempre presente». Todos estos sentimientos de miedo se acompañan tambien de sentimientos de susto y temor al ver a los amputados y lesionados de guerra; se sienten afectadas por los muertos, la zozobra en todo momento acompañada de la incertidumbre de si van a llegar vivos. Este conjunto de emociones y sentimientos impulsa a «aprender a ser valiente y tener miedo simultáneamente». El hecho de saber que «una los puede perder» mantiene a estas mujeres y sus familias en una prevención constante, por el temor de las frecuentes movilizaciones y a estar siempre apartadas de la civilización.

Los maridos están en el monte, lo cual hace que la experiencia de «ni siquiera poder vivir con él», como concuerdan todas estas mujeres, les genera un sentimiento profundo de soledad y una dicotomía permanente entre la unión y la muerte que hace que la intimidad «esté siempre entorpecida por la distancia». El sentimiento de pasar del espectáculo de la televisión a ver de inmediato soldados muertos descargados del helicóptero genera sentimientos de gran confusión, difíciles de describir; como dice alguna de las mujeres, «deberían hacer un documental sobre el sentir de nosotras».

Por otra parte, tambien afloran sentimientos como el de admiración por el esposo, amor por el país y por las fuerzas armadas, orgullo del poder del esposo y del padre, sentimientos de solidaridad profunda que se expresan en voluntariados para ayudar a heridos, amputados y familias de soldados, y «el no miedo a la muerte» que es algo cotidiano en el cuartel. Todos estos sentimientos difíciles de metabolizar se convierten, como dice una de las mujeres, en enfermedades que los médicos no descifran: dolores indefinidos.

Familia

En cuanto al aspecto de familia, hay un índice de saturación en las respuestas de las entrevistadas en torno a la idea de que la guerra organiza la vida y la familia debido a que los constantes traslados del esposo militar implican un traslado de la familia al escenario de la guerra; esto hace que en la mayoría de estas familias «la adaptación al cambio sea fácil porque estás mudándote constantemente». Como dice una de las entrevistadas, todas las relaciones están sometidas al nomadismo del estilo de vida del militar, de tal manera que otra entrevistada expresa: «no hemos vivido una vida normal». Para estas familias es una constante que identifican como «familia militar» que está al servicio de la patria, no solamente el miembro militar de la familia, sino toda la familia. Es tan fuerte este mandato tácito que una mujer relata: «adquirimos la vocación de ser parte de ellos, y las que no la adquieren se divorcian». Lo cual se traduce en una idealización de la familia militar. La mujer o esposa se constituye en el centro de la cotidianidad familiar y se erige en organizadora de la vida. La ausencia permanente del padre es un hecho que impulsa a la esposa a ser el apoyo del marido y la cuidadora de los hijos. Una doble función que alguna identifica: «hay que ser muy estricta como madre porque hay que servir a Dios y a la patria». Así se idealiza la ausencia: «la ausencia es un honor».

El sentimiento de soledad está muy arraigado en estas mujeres y sus familias; una de ellas con dolor dice: «en tantas ausencias de mi esposo, era yo sola con mi niña». Pero lo más dramático de la soledad de estas mujeres es lo expresado por varias de ellas: «ser esposa de militar es guardar silencio». Como consecuencia de toda esta ausencia y esta soledad, la base militar se transforma en una gran familia extensa, que una mujer resume: «todos en la base funcionábamos como si fuéramos todos hermanos». La forma en que estas madres lograban justificar la ausencia del padre ante los hijos era «aculturar a los hijos con cuentos de honor» que ensalzaban la ausencia del padre como un sacrificio y acto de generosidad extremo al exponer su vida para salvar la patria.

Los niños y sus madres viven en una dicotomía extrema en la que fluctúan entre la curiosidad del día observando las consecuencias de la guerra cuando llegan los helicópteros con muertos y heridos y el miedo en la noche cuando tienen que metabolizar todo lo que han observado para poder descansar y dormir.

La versión más dramática de la experiencia es observar a los soldados discapacitados, producto de la guerra. La mayoría de las mujeres trabajan como voluntarias en ayuda a estos soldados y comentan que les llama la atención, en palabras de una de ellas, «cómo alejan a sus familias y prefieren aislarse de ellas».

Desde una perspectiva estructural3, se trata de familias amalgamadas con límites difusos en la pareja (la esposa va adonde va el marido) y con límites jerárquicos claros entre los miembros de los subsistemas parental y filial. Las mujeres y los hijos, al estar sometidos a las exigencias profesionales del padre con una idealización de su quehacer, ven de alguna manera entorpecido su proceso de individuación4. Todos los miembros de la familia son servidores del estado. Asimismo el sentido de sobreprotección de los hijos se exacerba, dados los riesgos que se corren constantemente. El rol de la mujer es doble, debe ejercer como madre pero, debido a las largas ausencias del hombre, debe asumir funciones del rol del padre. Sin embargo, el rol masculino es vivido como lejano, idealizado, ausente por un bien superior que es el bien de la patria.

Además estas mujeres viven estoicamente el mito de Penélope, que pasa por la idealización extrema del marido como un héroe con el cual se identifica. Y se exacerba lo que Borzsomenyi-Nagy5 llamaría lealtades invisibles, lo cual estas mujeres viven en ser leales al esposo y en la identificación con la ideología del esposo. «¿Por qué me casé con un militar? Uno es la fuerza de ellos. Vivir en guerra es vivir con el corazón en la mano. Ellos le dan al país todo: ¡a ellos mismos y a sus familias! Somos militares no remuneradas.»

El subsistema de la pareja se vive de una manera idealizada, compuesta por un héroe, el marido, y la esposa, que es una princesa que se encuentra con él después de largas ausencias que son compensadas con la eliminación de todo conflicto durante las cortas convivencias. Así se niegan todas las tensiones que implica la vida en pareja. Una idealización que se sostiene con la negación de las mujeres y el ocultamiento de los maridos. Las tensiones del entorno llevan a estas parejas a fusionarse por medio del ocultamiento o la negación de sentimientos y eventos que puedan generar tensión o angustia en su intercambio íntimo. Los esfuerzos personales de cada uno los llevan cuando están juntos a hacer esfuerzos por mantener una conexión afectiva e íntima libre de temas y sentimientos que puedan alterar la armonía afectiva y erótica.

Simbología

De la simbología de la vida cotidiana de estas familias, se puede enunciar en primer lugar la experiencia de vivir en la familia de un «héroe», un «héroe de Colombia» que se sacrifica y da la vida por los demás y se constituye en un «salvador». Esto hace que se sientan como familia, orgullosos por el sacrificio del padre, un sacrificio impulsado por el «amor a la patria», que es el cimiento de una idealización del sacrificio del padre militar que cumple una misión en beneficio de todo el país. Esto alimenta una visión dicotomizada y maniquea de buenos (los que defienden al Estado) y malos (los que atacan al Estado). Esta dicotomización genera a su vez la idea de un país escindido, de 2 patrias, una que es la buena, la que defienden los militares, y otra que es la mala, la que combate al Estado. Con esta perspectiva emerge el espíritu del amor a las fuerzas militares y a la patria como depositario de todas las implicaciones relacionadas con esfuerzos individuales y familiares que hace la familia de un militar en territorio de guerra.

La precariedad de medios, agua, luz, etc., se convierten en banales ante la idealización del militar, de su honestidad, del valor de su palabra (palabra de soldado), la fe del soldado; en definitiva, la magnificación del padre. La muerte, la guerra, los heridos y los amputados se convierten en parte de la cotidianidad, al punto que la llegada del helicóptero de las zonas de combate con su carga de heridos y muertos se convierte en un ritual cotidiano en el cuartel. Incluso en algún cuartel el helicóptero tenía un apodo, «el ruso», que representa la vida del soldado y la muerte del guerrillero. Esta experiencia de contacto cotidiano con la muerte se expresa con contundencia en el enunciado de una de las mujeres: «una se hace amiga de la muerte para poder soportar el miedo a que le pasara algo a mi marido». Es decir, en la cotidianidad era imprescindible la negación maniaca para sobrevivir a la ansiedad y la angustia de lo que pudiera suceder: «existe un manto invisible que lo acompaña siempre a uno y lo protege». Es la fantasía omnipotente de que, a pesar de todos los riesgos, ningún peligro lo puede tocar a uno.

De estas simbologías de la vida militar en zona de guerra, el hogar emerge como el destino del esposo, pero él está constantemente ausente, lo cual se convierte en una gran paradoja. El cuartel, a través de las ceremonias y protocolos militares con sus desfiles y parafernalia vistosa y pomposa de los rituales, es el lugar de las emociones.

De día la vida y las emociones de los niños se centraban en correr al lugar donde llegaba el helicóptero con los heridos y muertos. Los estruendos del helicóptero, despejar el lugar, los soldados que corrían hacia el helicóptero, llenaban de emoción y expectativa a los menores. Horas más tarde esa emoción se transformaba en miedo, dolor y tener que acompañar a amigos y conocidos en el dolor de los velorios.

Es importante resaltar la labor de las madres en sus esfuerzos por tratar de elaborar todas estas tensiones de sus hijos con diferentes recursos. En uno de los casos, como recurso para los temores y miedos ante la ausencia del padre, una madre construyó una historia del padre como un ser mágico que aparece y desaparece de la vida de los hijos fantásticamente a través de diferentes cosas que les deja mediadas por la madre. Es así como dulces y otros regalos aparecían sorpresivamente como un mensaje de amor y de la presencia del padre con un halo fantástico.

Segunda fase de análisis

Una vez terminada la primera fase de análisis con las categorías definidas para la observación de las entrevistas, se constató que en las primeras 10 la repetición de contenidos observados había saturado todas las categorías. Como consecuencia de ello, los investigadores tomaron la decisión de crear unas nuevas categorías para la observación de las 10 entrevistas que aún quedaban por visualizar. Estas nuevas categorías acordadas son moralidad, límites, self, propósito al contar las historias y ausencia del padre.

Moralidad

En este aspecto que surge de estas experiencias de la guerra, emergen expresiones como: «tener miedo es una forma de violencia psicológica», «aprender a dar el mensaje de “no tengo susto” es vital para el bienestar de los hijos», «la necesidad de mantener la unión familiar como un propósito de sobrevivencia y de paréntesis ante el impacto de todas las experiencias difíciles y dolorosas que ocurren en el entorno» y «la normalización de lo malo y los riesgos para poder dar calma a los hijos y al marido». Todas son expresiones de necesidad de contener experiencias muy tensionantes bajo una apariencia de normalidad, pero que para estas mujeres implica un esfuerzo psicológico muy intenso para no desbordarse emocionalmente. Esto tiene un costo psicológico y somático muy alto, dado que no tienen posibilidad de elaborar todo el estrés originado por las situaciones de riesgo que contaminan permanentemente el entorno.

La dificultad es «no alcanzar a dimensionar la realidad; los papás hacían para ocultar la realidad de los riesgos a que estábamos sometidos», «decir que todo está bien para dar valor al marido y a los hijos», «el amor de mamá y el amor a la familia era una fuerza de supervivencia». Estas expresiones muestran cómo estas mujeres hacen un enorme esfuerzo por normalizar la vida cotidiana de la familia.

Un componente moral importante de las esposas de estos militares era su necesidad de actos solidarios con los soldados heridos, que «… surgió como un acompañamiento maternal a estos muchachos que llegaban heridos»; «eso le nace a una del instinto maternal de ser mujer, y estos muchachos eran como de la familia»; «pensar en el sufrimiento de las madres de los soldados alimentaba el instinto maternal para dar atención y consuelo a los heridos»; «ellos le dejaban a uno una lección»; «siempre estaban sonrientes a pesar de lo que había pasado. Y una recibe más de lo que una les da»; «la presencia de los heridos, sin piernas, sin brazos, desfigurados, es un dolor muy grande que uno no alcanza a comprender». Por último, «Dios nos daba el valor para tener fuerza para manejar todo y dar fuerza a nuestros maridos». Con estos comentarios estas mujeres muestran el lado complementario a la función de sus esposos. Recordando a Gregory Bateson6 y la descripción del fenómeno Naven en una comunidad de la Melanesia que menciona en su libro Pasos hacia una Ecología de la Mente, ahonda en el concepto del fenómeno social de las complementariedades y los roles de las personas que forman parte de una comunidad. En este caso, mientras los esposos, militares de alta graduación, se dedican a operaciones militares de combate donde se generan muertos y heridos como consecuencia, las esposas se dedican a cuidar y rehabilitar a los sobrevivientes. En este nuevo rol que adquieren estas mujeres, se potencia el rol materno cuidador, protector y contenedor.

Límites

La experiencia de vivir en un cuartel en zona de guerra tiene implicaciones en cuanto a la movilidad en el espacio físico y el entorno del cuartel. Por ello son frecuentes expresiones como «no poder salir», «no poder salir a caminar por los riesgos de secuestro», «salir era peligroso» o «vivíamos en un gueto». Límites tambien en cuanto a la informacion: «no sabíamos ni el 20% de las cosas y las operaciones»; «había que enseñar a los hijos sobre “qué pueden decir y qué no: por ejemplo, no podían decir que su papá es militar». Todas estas expresiones muestran el grado de constreñimiento en el que vivían estas mujeres y sus familias en medio de un contexto externo de riesgo y amenaza del cual se defendían con el encerramiento tras los muros del cuartel. Su vida en el cuartel se convierte en poner límites permanentes a sus acciones y palabras como medio de supervivencia y protección.

Límites en las emociones, porque «una trata de no transmitirles a los hijos el estrés y la zozobra«; «había que mantener a los hijos muy ocupados con el deporte»; «también los límites afectan a los roles de los miembros de la familia y, sobre todo, al del esposo»; «había que darle un lugar al esposo a pesar de la ausencia y apoyarlo»; «le toca a una entender el trabajo del esposo». Con estas frases, las mujeres ponen en evidencia no solo las restricciones de límites físicos, sino tambien de límites existenciales en la medida que el mundo se tornaba inaccesible en ciertos aspectos básicos, como caminar por la calle a solas, ir a comer un helado al pueblo, etc.: «familias cerradas, creamos un límite fuerte entre adentro y afuera, inclusive con el mundo externo», «vivíamos en un mundo idealizado de seguridad», «construcción de seguridades de manera permanente». Desde una perspectiva estructural de Salvador Minuchin, esto contribuía a la conformación de un estilo familiar amalgamado, con límites externos muy rígidos.

Self

La violencia y el peligro determinan el self: «transformar miedos en fortalezas para poder visitar a papá», «la adaptación es un problema», «aprender de otras culturas y experiencias por los traslados», «una se acostumbra a los cambios frecuentes con los traslados», «una desarrolla esa capacidad para el trabajo social», «hay mucha negación: todo es políticamente correcto», «teníamos que cuidarnos por fuera de la casa, una desarrolla otras identidades para protegerse», «por ejemplo, no decir quién es el esposo, por ser militar», «la soledad en el ejercito era terrible», «mucha negación», «ser esposa de militar es dar un pedacito de mí al país», «una cosa es lo que una piensa sobre la vida militar y otra es lo que se vive», «mucho miedo, muchos sustos por el esposo», «mi identidad es permeada por temas de guerra», «una se vuelve madre y padre». Todas ellas son expresiones del impacto en sí mismo de la experiencia de vivir en un cuartel en zona de combate. Cada una de estas expresiones revela el continuo proceso de transformación personal que estas mujeres viven como observadoras-participantes de la labor de sus maridos y de un proceso sociopolítico mucho más amplio que las incluye como protagonistas de segunda línea y como reserva permanente afectiva y emocional de los combatientes. Quizás uno de los desarrollos más extraordinarios de estas mujeres es que en su función congregan habilidades psicológicas en las que ponen en acción lo que Bion7 llama la funcion alfa de resignificación y de simbolización de situaciones muy difíciles de elaborar, funcionan como madres suficientemente buenas, que diría Winicott8, mostrando una capacidad de retención útil para sus esposos, sus familias y los soldados, además de mostrar un constante apego seguro, que diría Bowlby9.

Propósito al contar

El propósito al contar en sus entrevistas sobre su vida en los cuarteles es resaltar que sus esposos tenían una labor y resaltar esa misión: «nosotros cuidamos a los hijos y el padre cuida al batallón«, «es contar una historia desde las sombras, desde el acompañamiento, la voz de los heridos, de los desamparados». Como narra una de las esposas, «le decía a mi hijo: la vida hay que valorarla», «es contar una experiencia de vida, haber podido estar ahí». Estas mujeres son la voz de los sin voz. «Es contar la necesidad de reintegrar a los soldados a la vida civil», «es contar cómo a muchos soldados los remataban a sangre fría», «ser una mujer a toda prueba, crear una profesión útil para mí y para los militares». Estas mujeres evidencian con sus relatos que las personas no están solas, que todos los militares hacen parte de una red familiar que los apoyó permanentemente y que el valor de ellos se sostiene sobre el amor de sus familiares. Además ellas han querido hacer audibles sus voces y experiencias de afecto, sostén y contención como un aporte constructivo de vida en medio de la guerra.

Ausencia del padre y vida familiar

«La preocupación constante por el padre», «nunca estábamos con él, poca convivencia», «la experiencia de ausencia del padre, a veces 6 meses por fuera por 3 días en la casa», «una se convierte en padre y madre al mismo tiempo», «una mantiene al padre presente por medio de cartas», «él casi no dormía, no sé cuándo descansaba, me preocupaba que se enfermara». Vemos en estas frases que estas mujeres, al asumir el doble rol de padre y madre ante la inevitable ausencia de aquél, mantenían toda la estructura de límites y jeraquías familiares, que diría Minuchin3, y además lograban que los procesos cotidianos de la vida familiar no sufrieran perturbaciones de la organización familiar, lo que no era fácil teniendo que mantener la familia con un miembro ausente. «La ausencia crea desconocimientos permanentes», «la estructura y relaciones familiares generan fortalezas y compromisos» ante los cuales algunas mencionan que se esforzaban por «crear narrativas de supervivencia».

DiscusiónAnálisis reflexivo

En la clínica de la terapia familiar sistémica está ampliamente aceptada la existencia de una traumatización secundaria en los miembros de la familia del militar activo10. En nuestra investigación, nuestro interés se centra no en toda la familia, sino en un miembro en particular, la esposa del militar, en relación con el impacto, la influencia y la transformación que puede generar la observación de las experiencias traumáticas en su entorno. Los relatos que se analizan desde una mirada sistémica evidencian que en el trasfondo de sus vidas y sus historias están presentes discursos del contexto militar y de guerra que incluyen acciones, interacciones, valores, creencias, sentimientos y los símbolos no linguísticos de la corporalidad, el vestir, los objetos, las herramientas, las tecnologías, los tiempos y los lugares de la vida en los cuarteles. En la escucha de estas mujeres se evidencia que hay 3 narrativas diferentes que habitan dentro de ellas. Una corresponde al discurso formal de los esposos, que responde a su pertenencia a una estructura institucional que los educa y forma para un estilo de vida y para un compromiso que supone acciones, pensamientos, sentimientos y sacrificios que pueden llegar hasta la pérdida de la vida11. Otra corresponde al discurso de vivir la experiencia de ser parte de la vida del militar, lo que implica la absorción de eventos, episodios y circunstancias que las llevan en su propio lenguaje a dar sentido a su realidad. La tercera, propia de toda pareja, es la narrativa del amor, el apego, la idealización del otro, que muy rápidamente se desvirtúa con los hechos cotidianos de la ausencia inevitable del estilo de trabajo del marido. Como esposas, estas mujeres hacen una interpretación idiosincrásica de lo que es el mundo de la guerra que ha permanecido invisible e inaudible para la sociedad.

Creemos que, cuando estas mujeres aceptaron hablar con la dramaturga y la autorizaron a escribir una obra de teatro con sus historias vividas y contadas, han encontrado un lugar y el medio adecuado y seguro para dar a conocer su voz silenciada. Gee12 describe este uso de lenguaje invisible como un discurso con «de minúscula», que corresponde al «lenguaje en uso personal que se comparte en conversaciones o historias», el cual contrasta con el discurso con «de mayúscula», que hace parte de los discursos propios de instituciones sociales e incluye otros elementos que identifican al hablante como perteneciente a un grupo, asociación o grupo social significativo, que en este caso sería la institución militar. Estas mujeres no son militares, son observadoras de primera mano de la vida del militar y al tiempo participan en la vida del militar, que acaban introyectando: «… nosotras somos militares sin uniforme». Estas palabras connotan la influencia del Discurso, con mayúscula, de la institución militar sobre el discurso con minúscula de estas esposas. En el trasfondo de sus vidas, el discurso con de minúscula está cobijado por el paraguas del Discurso, que incluye la narrativa del ejército, la narrativa de la guerra, la narrativa de la política nacional.

Es importante para el lector entender que estas historias se compartieron con la dramaturga en un momento histórico particular: durante las negociaciones de paz entre el Gobierno y la guerrilla. Teniendo en cuenta esta coyuntura, tomamos nuevamente palabras de Gee12, quien dice que la clave de los Discursos es el reconocimiento. Cuando una persona usa lenguaje, acción, interacción, valores, creencias, símbolos, objetos, herramientas y lugares de tal manera que otros le reconocen una identidad particular involucrada en una actividad particular aquí y ahora, se ha emitido un Discurso. Los Discursos están siempre incrustados en una mezcolanza de instituciones sociales, que con frecuencia involucran apoyos de estas instituciones (culturales, sociales, políticas, etc.), de tal manera que las personas no solo están hablando e interactuando entre sí, sino que en su vivir y actuar son los transmisores y dan vida a estos Discursos.

En cada relato como investigadores fuimos extrayendo, en un ejercicio de desconstrucción, las diferentes categorías que, mimetizadas en las narrativas, permiten comprender los sentidos y significados profundos que están implícitos en la experiencia de sus vidas en los cuarteles en zona de guerra. Las categorías utilizadas en el análisis no provienen del interés de los investigadores, sino que fueron destiladas por el discurso mismo de estas mujeres.

En la historia contada por cada una de estas mujeres, ellas elaboran un discurso y una narrativa que, si bien responde a su experiencia vivida y observada, se reelabora con los condicionamientos, las restricciones y las filtraciones que provienen de la cultura militar y de guerra que incorporan a través de su relación con sus esposos. Cuando ellas aceptan ser entrevistadas por la investigadora primaria, esperan que su voz transmita su historia vivida, de la cual quieren enfatizar aspectos de su experiencia a los cuales quieren dar una voz que sea escuchada y reconocida en el mundo que existe más allá de la institución.

El Discurso institucional con la determinación que ejerce sobre las vidas particulares de estas mujeres modela sus vidas de manera que atraviesa las dimensiones individuales, de pareja y de familia. En el ámbito individual, la vida cotidiana está salpicada por experiencias que generan miedos y temores, como el miedo a salir del cuartel, el temor al secuestro, las restricciones de movilidad, los frecuentes cambios de lugar, el cambio de su identidad fuera del cuartel para evitar identificaciones riesgosas o el sometimiento a la protección de seguridad, todas ellas experiencias que generan un tono sutil pero contundente de ansiedades persecutorias y paranoides que con el tiempo generan un estrés acumulativo, adaptativo y social.

En cuanto a la experiencia de pareja, las ausencias prolongadas del esposo inciden en la vivencia de la soledad, la distancia, las carencias afectivas, las limitaciones de la vida erótica y un prolongado diálogo interno en el que ellas se interpelan a sí mismas con las dudas y los temores inevitables de si pueden o deben compartir sus reflexiones internas con sus maridos, su familia y sus compañeras de cuartel. En la relación de pareja se visibiliza la influencia de la institución militar con sus exigencias ineludibles en el curso de la construcción de la relación como un tercero que matiza todo el tiempo la autonomía de la pareja.

En cuanto a la vida en familia, está afectada por las ausencias constantes del padre, que se constituye en una figura contradictoria. Es una figura de autoridad, pero gran parte de su ejercicio está delegado en la madre, la cual asume un doble rol de padre y madre. Como la ausencia del militar impacta en el equilibrio familiar, la esposa reconstruye de manera idealizada la imagen del padre compensatoriamente, como la figura del héroe, para llenar las carencias del ejercicio del padre ausente con la presencia omnímoda del hombre heroico, cuyo rol es una carga sobrenatural de protección no solo de la familia, sino del país. Dadas la trascendencia de su rol, la confidencialidad de sus actos y la perturbadora naturaleza de la guerra misma, incorporan en la vida familiar un silencio significativo; hay cosas de las que no se puede hablar, no se puede decir y no se puede nombrar.

Vivir en los cuarteles en zona de guerra genera diferentes experiencias emocionales, como las que describen estas mujeres: ansiedad, miedos y temores desde una perspectiva negativa y amenazante. Sin embargo, superpuestas a estos aspectos, llama la atención que, frente a las experiencias difíciles que viven como observadoras de la guerra en primera línea, surjan emociones y sentimientos que exacerban la sensibilidad humana y la orientan a la solidaridad con los soldados y sus familias. Este compartir el sufrimiento de quienes combaten y sus familias borra las distancias sociales y genera una cercanía afectiva que impulsa acciones concretas como la participación en fundaciones de ayuda al soldado y su familia como voluntarias. Lo cual se convierte para ellas en un elemento de gran importancia para otorgar sentido a sus propias vidas.

Finalmente, la vida en estas circunstancias genera unas consecuencias como la reformulación de la concepción misma de mujer y de pareja y de la cotidianidad familiar, el sentido de la vida, la religiosidad y el valor de acompañar a otro y encontrar sentido en ese acompañar aun a costa de sus propias renuncias. Un aspecto importante es que, en medio de la destrucción que implica la guerra, logran construir emprendimientos como jardines infantiles, escuelas, centros de salud y fundaciones de apoyo en el entorno de los soldados.

La idea de un trauma pasivo

Cuando se habla de trauma, se remite al origen etimológico del término, que en griego significa «herida». Es una lesión física generada por un agente externo o también un golpe emocional que produce un perjuicio persistente en el inconsciente. Por lo general, el trauma no supone un riesgo de vida, pero puede suscitar algún tipo de discapacidad en la persona y que altera o pone en riesgo su bienestar. Lo que hace un trauma es producir un desequilibrio en el sistema mental de una persona y en el ámbito de sus emociones, que perturba de alguna manera su existencia. El término pasivo en su origen latino significa capaz de padecer, sensible, derivado del término latino pati, que significa sufrir y aguantar. El concepto de pasivo tiene la significación de permanecer inactivo y dejar que las cosas ocurran sin su intervención, es decir, la persona afectada recibe pero no actúa en determinado sentido.

Cuando se habla del concepto de trauma pasivo, elaborado a partir de nuestro análisis y la experiencia de esta muestra de mujeres esposas de militares, se refiere a la experiencia emocional inevitable y permanente que se impone y se vive como parte de la cotidianidad y afecta a la existencia, el sí mismo y la capacidad de mantener un ámbito de normalidad para su entorno primario con un costo psicológico difícil de precisar, que puede manifestarse con limitaciones o sobrecompensaciones. Las personas que experimentan el trauma pasivo viven en un contexto de estrés y amenaza que constituye un trasfondo existencial en el que la atención se mimetiza pero está presente de forma tácita y actúa insidiosamente en el tiempo. El trauma pasivo es la experiencia de vivir en una atmósfera de incertidumbre, tensión y amenazas constantes que no pueden evitarse y generan limitaciones y constreñimientos por una parte, además de una reacción compensatoria que intenta neutralizar dicha atmosfera con idealizaciones como la heroicidad y actos como el sacrificio y la generosidad para obtener un bien superior para otros.

Se trata de una experiencia emocional resultado de la convivencia del que está expuesto a traumas directos con quien es simplemente un observador indirecto. Las personas viven en una atmósfera de acumulación de experiencias difíciles, dolorosas, que generan un ambiente de limitaciones en la vida cotidiana que afecta a los movimientos, la vida afectiva, erótica y social y constituye un contexto de reclusión estoica que además está envuelta en amenazas ficticias o reales.

Como consecuencia de esta carga tensional alostérica, las personas intentan sobrecompensar la carga de estrés con idealizaciones, generosidad, identificaciones que se transforman en apoyos a los soldados como madres sustitutas, el desarrollo de una espiritualidad que da seguridades y sentido a lo catastrófico y una actividad permanente educativa, en salud y social.

Los mecanismos de defensa característicos del trauma pasivo son: la negación, mediante la cual los acontecimientos se ven a través de la burbuja protectora del cuartel o la institución militar. Tambien puede incluirse en esta negación el sufrimiento de los enemigos. Un segundo mecanismo de defensa es la idealización de los militares combatientes, a los que se ve como héroes. La omnipotencia impulsa una actividad frenética de ayuda en fundaciones, escuelas, instituciones de rehabilitación, etc. La escisión de la realidad maniqueamente entre buenos y malos. La proyección mediante la cual los enemigos son unos otros en los que pueden proyectarse todos los defectos o aspectos negativos. La regresión se expresa en la experiencia de vivir en el cuartel como una especie de burbuja o un útero protector que protege del mundo exterior amenazante.

Estas familias viven sumergidas en el secreto. Parte del trabajo del marido es secreto, todas las vicisitudes traumáticas y violentas del ejercicio de la guerra se convierten en un secreto negado por la naturaleza del trabajo. Como ocurre con todos los secretos, se convierten en cosas indecibles y otras impensables13. Varios teóricos y terapeutas de la terapia familiar han trabajado sobre el poder que tiene lo conocido pero silenciado en las dinámicas de familia13-15. Creemos que una motivación al contar las historias vividas por estas mujeres tiene mucho que ver con lo que Penn15 resalta sobre el efecto que la «doble descripción» de Bateson6 tiene en la comprensión de la complejidad de las experiencias humanas. Bateson diría que el testimonio de las esposas de militares al hablar amplía y enriquece nuestra comprensión del contexto militar, porque la posibilidad de analizar una situación desde varios puntos de vista nos lleva a un nivel superior de comprensión, a un entendimiento más grueso y más complejo de la realidad vivida.

Diagnóstico diferencial

Una vez elaborada nuestra conceptualización sobre el trauma pasivo, se definen otros tipos de traumas psicológicos para facilitar el diagnóstico diferencial.

Trastorno por estrés postraumático. Es un estado mental desencadenado por un evento aterrador, bien experimentado, bien presenciado, que se expresa en síntomas como revivencias, pesadillas, angustia grave y pensamientos incontrolables sobre el evento.

Trastorno por trauma colectivo16. «El trauma colectivo se define como una ruptura en el tejido social, así como un incidente que, retrospectivamente, corta con las prácticas mnemónicas usuales y que no puede ser transferido en una narración aceptada por todos los miembros del grupo.»

Trauma histórico. Es un trauma infligido a un grupo de personas que comparten una identidad o afiliación (etnia, nacionalidad, religión, etc.) que se caracteriza por el legado transgeneracional de los eventos traumáticos experimentados y se expresa a través de respuestas psicológicas y sociales17.

Trauma secundario. El estrés traumático es un proceso por el cual un individuo que observa el sufrimiento de otro experimenta paralelamente las mismas respuestas emocionales a las emociones reales o esperadas de la otra persona18.

Triangulación

Como parte del proceso de investigación y antes de terminar, se invitó a las esposas entrevistadas por la dramaturga a una reunión con el objetivo de poner en su conocimiento el proceso que habíamos seguido con sus entrevistas y leer el contenido íntegro del artículo escrito a raíz de la investigación.

Uno de los investigadores daba lectura al artículo y los presentes podían interrumpir para pedir aclaraciones, ampliar explicaciones y expresar, si era el caso, opiniones, reflexiones y comprensiones que suscitaba el contenido de la lectura. Una vez finalizada esta, la retroalimentación que dieron las mujeres incluyó varios aspectos. Un primer aporte consistió en que el contenido del artículo representaba con un alto grado de fidelidad las experiencias psicológicas que ellas vivieron en el pasado que relataron. En un segundo aporte expresaron que las categorías que los investigadores utilizaron para el análisis y las reflexiones sobre sus experiencias las hacían conscientes de una nueva manera de visualizarse a sí mismas y a ampliar el espectro de reflexiones sobre sus experiencias.

Uno de los aspectos enfatizados por las mujeres que no se había considerado en las anteriores categorías provenientes de las entrevistas es los celos, aspecto que no aparece en ninguna parte en las entrevistas. Sin embargo, durante esta reunión de encuentro resaltaron la importancia de este sentimiento durante sus vidas como esposas de militares en zonas de conflicto. Expresaron que las largas ausencias, las distancias, los largos periodos de incomunicación y el desconocimiento de en qué lugar se encontraban sus maridos durante las operaciones militares hacían que la relación de pareja se resintiera en su cotidianidad, sus conversaciones, la ternura, el erotismo y la sexualidad. En estas circunstancias, estas mujeres referían que la desconfianza, la inseguridad y finalmente los celos adquirían un poder grande en su pensamiento y sus emociones.

Así, llama la atención que en ninguna de las entrevistas haya ni una sola alusión a los celos, cosa que también sorprendió a las mujeres que asistieron a la reunión. Ninguna de ellas mencionó el tema. En el intento de comprender esta circunstancia, que omite un asunto tan intenso psicológicamente, las mujeres explicaron que la razón de esa omisión puede estar en que las entrevistas enfatizaban el tema de la familia y de su posición como cabezas de hogar en ausencia del esposo, lo cual hacía que el tema de pareja hubiera quedado en un segundo plano y al contrastar la lectura del artículo emergiera como una omisión obvia. Consolidaban con sus comentarios una idea latente en las entrevistas, la ausencia del esposo ya no como héroe, sino como alguien que representa también el conflicto de pareja. Conversando con estas mujeres, se hace evidente que las idealizaciones del esposo militar como padre y miembro de familia se resquebrajan al observarlo como pareja. Al profundizar en la conversación, las mujeres coincidían en que la vida de pareja con un esposo militar no es fácil y está llena de muchos momentos de soledad y, sobre todo, una gran incertidumbre personal y afectiva19.

Otro de los aspectos que aparece insinuado con timidez en las entrevistas son algunos síntomas psicosomáticos20 que relatan algunas mujeres. Sin embargo, en esta nueva conversación y después de escuchar los contenidos del artículo, las mujeres resaltaron la importancia de hacer constar las consecuencias en su salud mental a lo largo de esta experiencia de años. Son explícitas en que no han sido ajenas a padecimientos mentales que desembocaron en diagnósticos psiquiátricos que requirieron tratamientos farmacológicos y en algunas ocasiones hospitalizaciones psiquiátricas. Estos aspectos se mencionan con cierto recelo debido a que exponen una realidad poco idealizable y con claros acentos en el costo que esta forma de vida ha representado para estas mujeres, lo cual no se ha visibilizado y nadie ha tenido en cuenta.

Conclusiones

Con este estudio queremos hacer énfasis en visibilizar y externalizar el discurso existencial de un grupo de personas que, viviendo con un trasfondo tensional cotidiano en situación de conflicto armado y de guerra, no como actores directos, sino como observadores del sufrimiento de otros, son depositarias de un amplio espectro de experiencias que impactan en sus vidas. Estas experiencias afectan a su salud tanto física como mental, pero se ven desde una perspectiva individual, y no como un colectivo de mujeres que, invisibilizadas por las instituciones, al exponer su voz muestran que el silencio en el que viven y el ruido que surge de víctimas de uno y otro lado del conflicto las convierten en una sutil forma de victimización: la desconfirmación como sujetos de sufrimiento y padecimientos. Al compartir sus experiencias, tanto las personales como las obras realizadas por ellas para dar apoyo y atender al sufrimiento vivido por los soldados en los batallones, ellas visibilizan otro aspecto del conflicto en el que sorprendentemente la solidaridad y las acciones en favor de la dignidad humana son su contraparte a la violencia.

Las guerras y los militares no van a desaparecer. Nuestro aporte está dirigido a reconocer que estas mujeres son actrices silenciosas y sin voz que requieren una mayor atención.

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

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