El objetivo de este documento es hacer una revisión sobre la psiquiatría y la biopolítica en el escenario de la guerra, considerando que es precisamente en el contexto de la guerra donde se genera el mayor número de alteraciones del comportamiento y conductas desviadas. Partiendo para ello, ya no de lo psicopatológico, sino del comportamiento mismo y de los planteamientos de Michel Foucault en lo que respecta a las relaciones de poder, de tal manera que permita introducir al lector en una nueva perspectiva de pensamiento y comprensión de los elementos que han llevado al mantenimiento de los patrones de comportamiento violento y de la guerra misma.
Se intenta hacer una aproximación diferente en la que se propone que la psiquiatría participe activamente en la comprensión y mitigación de los esquemas de violencia tan arraigados y que han contribuido a la perpetuación de la guerra en la sociedad moderna.
Considerando que los abordajes tradicionales que llevan a dejar el comportamiento humano y la enfermedad mental representada solo en un código de enfermedades (CIE/DSM) es insuficientes para comprender todos los factores que la influencian.
Se trata pues de inducir al lector a la reflexión a través de ejemplos que permiten visualizar en casos hipotéticos los elementos de la biopolítica que influyen en el comportamiento, y el papel de las relaciones de poder en la dinámica de las poblaciones, en especial aquellas que han crecido en circunstancias de vulnerabilidad y violencia. Evidenciando como la psiquiatría se enfrenta a los elementos planteados por la biopolítica, siendo necesario su comprensión para poder modificar los esquemas de comportamiento tan arraigados y que han contribuido a establecer los patrones de comportamiento que llevan al mantenimiento de la violencia y de la guerra misma.
Se trata de repensar el comportamiento humano como una consecuencia de un contexto cultural y biopolítico que determina en el individuo una forma de actuar, que sin importar el momento de la historia ni el lugar donde se encuentre, se establece como su forma habitual de comportarse en la lucha por la supervivencia.
The purpose of this document is to present a review on biopolitics and psychiatry in the context of war, considering that this is where the greatest number of altered and deviant behaviours is generated. Along this line, as it is not about the psychopathology, but of its behaviour, of the approaches of Michel Foucault as regards the relationships of power, as such that it allows introducing the reader to a new perspective of thinking and understanding of the elements that have given rise to the maintenance of violent behaviour patterns and of the war itself.
It tries to show the reader a different approach in which it is proposed that psychiatry can be actively involved in mitigation of all those schemes that ingrained the violence that have contributed to the perpetuation of war in modern society.
Considering traditional approaches created to define human behaviour and mental illness only represented by a Disease code (ICD/DSM) are not sufficient to understand them.
It induces the reader to reflect using practical examples that allows them to visualize, through a hypothetical scenario, elements of biopolitics that influence the behaviour, and the role of power relationships in the dynamics of population, particularly those who have grown up in circumstances of vulnerability and violence, and showing how psychiatry faces the points raised by biopolitics. That is why understanding this topic is necessary to help change behaviour and those patterns that help maintain behaviours that lead to violence and war itself.
It is about re-thinking human behaviour as a result of a cultural and bio-political context that determines in the individual a way of acting, that regardless of the point in history or the place where you are, it is established as their usually form of behaviour in the struggle to survival.
Este documento surge en un momento histórico de Colombia en el cual es necesario que la psiquiatría participe activamente en la comprensión y la contención de los patrones de comportamiento violentos que han trascendido por más de tres generaciones afectando la salud mental de los ciudadanos y construyendo una cultura de guerra. Patrones de comportamiento que han penetrado la sociedad de tal manera que en ocasiones parece imposible la existencia sin ellos1,2.
Se trata de un momento histórico coyuntural con eventos sociales y políticos de los que el común de la gente ha sido testigo3,4 y de tal magnitud que podrían afectar de manera definitiva el comportamiento de las futuras generaciones, un momento en el que tal vez la biopolítica y la psiquiatría deben unirse para entender el contexto en el cual ocurre el conflicto armado, y construir una estrategia que permita contribuir a la construcción de una cultura de paz1,2.
La biopolítica que en sus aspectos teóricos más sobresalientes y desde la perspectiva de Michel5,6 representa el poder como una forma de relacionarse que surge entre los individuos desde el momento mismo en que estos deciden vivir en comunidad5,7. Donde la agresión se convierte en parte habitual de su comportamiento un elemento que le da poder a quien lo posee, un elemento tan arraigado en el ser humano que ha acompañado al hombre desde la antigüedad y a pesar de las atrocidades que el ser humano es capaz de cometer, es evidente que este se ha atenuado con el tiempo como parte del proceso evolutivo3,7–9.
La psiquiatría por otro lado desde su origen ha sido parte activa de los conflictos armados, construyendo conocimiento alrededor de estos, y contribuyendo de manera directa e indirecta a la modificación y atenuación de los problemas que la guerra ha causado a la salud mental y a la sociedad moderna.
Dado que desde su inicio se le ha encomendado a la psiquiatría corregir la conducta desviada10, y considerando que la guerra misma puede ser interpretada como el escenario donde surgen gran número de conductas desviadas debería ser objeto de estudio de la psiquiatría.
La necesidad de una intervención se evidencia en los relatos de Springler, N.11 quien describe a través de testimonios la pérdida de vidas humanas, el empobrecimiento, el miedo y los hábitos negativos que ha dejado a las personas una serie de consecuencias negativas profundas, de trascendencia emocional, psíquica y física inevitable pero tal vez mitigable3,12,13.
En este contexto se plantea la necesidad de interpretar, reconocer, comprender y repensar las alteraciones comportamentales asociadas a la guerra no solo por el daño profundo que ha causado a los individuos y a su psiquis, sino porque esta ha llevado a modificar la conducta humana, su cultura, su forma de sobrevivir, interpretar y ver el mundo, alterando el equilibrio entre la población y su medio ambiente, pero a su vez permitiendo un cambio necesario para la evolución de las comunidades.
Hacer pues una reflexión sobre la guerra desde la psiquiatría y la biopolítica, aunque parezca una propuesta arriesgada y tal vez fuera de lugar es precisamente una necesidad ya que si hay un contexto donde se cometen más atrocidades y surgen nefastas consecuencias para la salud mental y el comportamiento del individuo es precisamente en el contexto de la guerra, la cultura de guerra, la violencia, el terror y el miedo, y es precisamente debido a la necesidad que el individuo tiene de sobrevivir frente a estos contextos que termina inducido a ejecutar actos impensados14,15.
Analizar y entender esa parte de la sociedad donde la guerra no se concibe como un elemento aislado sino como parte de la vida misma, que surge precisamente como estrategia de supervivencia, de la necesidad de ser escuchado, reconocido, y aceptado en su entorno es una necesidad7,16,17.
Son todos estos factores asociados que interactúan entre sí, los que deben ser estudiados y analizados para poder comprender al ser humano con todos sus componentes y todo su entorno de tal manera contribuir a la supervivencia como especie18–20.
El objetivo de este documento es pues abrir el debate en torno a las interacciones y las conductas violentas que surgen en medio del conflicto armado de tal manera que han llevado a la construcción de una cultura de guerra. Y no de resolver el problema, ni plantear soluciones, ya que será necesario una investigación más profunda y un estudio de campo concienzudo para lograr proponer estrategias de intervención y hacer un diagnóstico más preciso que el que la experiencia empírica profesional nos pueda proporcionar.
¿Por qué hablar de Biopolítica en el contexto de la psiquiatría?Para comprender la razón de incluir la biopolítica en el estudio de las alteraciones del comportamiento asociada a la guerra se debe entender que esta tiene implícito las relaciones de poder, pero no el poder del soberano sino las relaciones de poder que surgen entre los ciudadanos, todas aquellas estrategias relacionales que utilizan los ciudadanos para interactuar entre si y que implican necesariamente desde la perspectiva de Michel6 relaciones de poder21–23.
Es precisamente cuando Michel6 acuña el termino biopolítica y lo describe como un campo de la política que busca estudiar las relaciones de poder y el comportamiento político de las comunidades, que surgen elementos en el discurso que permiten entrelazar la psiquiatría con la biopolítica como un campo de estudio necesario para comprender problemas complejos que implican relaciones de poder como es el contexto de la guerra y que generan comportamientos desviados en ocasiones inimaginables6,21.
Las relaciones de poder que determinan el comportamiento del individuo en el contexto de la guerra, pueden ser incluso consideradas el eje en el que gira la Guerra, pero también el eje en el que gira la población, las instituciones y los gobernantes, todos de una manera similar, pero con objetivos distintos. Para6 las relaciones de poder se encontraban a todo nivel, incluso en los hospitales, las consideraba especialmente evidentes en las clínicas psiquiátricas, siendo incluso necesarias en el proceso de curación del enfermo mental. Desde esta perspectiva la relación de poder en la psiquiatría se convierte en una herramienta de control necesaria para lograr incluso una mejoría en el individuo trastornado mentalmente21,24,25.
El poder que emana la psiquiatría y que le fue dado por el Estado mismo, es una herramienta de control que esta implícito incluso por encima del poder que le da el conocimiento médico, esto lo evidencio y lo describió claramente6 en sus cursos basado en los textos de Fodere, Haslam, Esquirol y Pinel. Concluyo que es un poder necesario para lograr un orden necesario, un poder que inicia desde el momento en que es seleccionado por su físico y su morfología el futuro psiquiatra y que este cumple con ciertas características que lo hacen apto o no apto para ejercer el poder y que finalmente se instaura intuitivamente en el individuo6,21.
Un modelo de las relaciones de poder descritas por Michel21 en el contexto de la psiquiatría se ve claramente en este ejemplo planteado por el mismo: “suponga que hay un paciente hospitalizado en una clínica psiquiátrica y este corre incansable de un lado a otro, cuando uno de los miembros del staff le pregunta acerca de por qué corre responde que la voz de su entrenador personal le impone un programa de ejercicios que debe cumplir. En esta situación su psiquiatra tiene dos alternativas hacer que el enfermo olvide la voz para lo cual puede apoyarse en la medicación o tener una terapia para tres y buscar la mejor solución para el trio, porque en algún momento uno de los tres tiene que mandar sobre el otro. En este contexto por ejemplo preguntar quién tiene el poder no es tan sencillo, un observador común podría decir que el psiquiatra quien es el terapeuta y por tanto debería tener el poder, pero si tenemos en cuenta la voz de su entrenador personal, podríamos decir que esta tiene el poder por que es quien le ordena al paciente lo que debe hacer constantemente, pero también existen otros miembros del staff y los miembros de la parte administrativa de la institución lo que lleva a concluir que existe una pluralidad de relaciones en las que el poder está implícito” (Foucault21, pg278).
Dado que las relaciones de poder han estado presentes desde siempre en la historia de la humanidad, tal vez desde que esta se constituyó en un ser sociable, que requiere de vivir en comunidades para garantizar su supervivencia, se deduce que de alguna manera las relaciones de poder se constituyen en una herramienta necesaria para la supervivencia de la especie humana, y que en el caso del ser humano contribuye a moldear y determinar la forma de comportarse del individuo12,13,16,26,.
Sin embargo, las relaciones de poder en sí mismas pueden representar todo lo amado, pero también todo lo odiado. Es una palabra que implica una acción contradictoria dado que hace al ser humano bueno en la medida que le da la posibilidad de ayudar y servir, pero también lo hace malo en la medida que puede a través de las relaciones de poder, reprimir y castigar. Y de esta manera contribuye a enviar un mensaje ambiguo a la comunidad en donde la lectura de lo socialmente aceptado y lo socialmente no aceptado se vuelve confusa27-29.
En este sentido la confluencia de la psiquiatría y la biopolítica se vuelven evidentes y se hacen sustanciales en tanto es el escenario del ejercicio y control de las relaciones de poder que garantiza el acceso efectivo a la salud mental por parte de la población vulnerable, que es sobre quienes recae de forma más dura el ejercicio de las diferentes formas de violencia.
¿Por qué hablar de biopolítica en el contexto de la guerra?
En una comunidad donde las oportunidades son pocas, los sueños cumplidos pocos, donde se prohíbe ser un niño porque esto es debilidad y por qué en la casa se necesitan son hombres. La cultura de guerra se convierte en una herramienta transmitida de generación en generación para sobrevivir30. El hombre por instinto busca sobrevivir, el llamado instinto de supervivencia, pero también constantemente está en la búsqueda del placer y para lograrlo está dispuesto en la mayoría de los casos a lo que sea necesario lo cual acentúa sus conductas instintivas31.
Consecuencia del conflicto ha surgido una sociedad multicultural fruto de los desplazamientos forzosos, las migraciones, la búsqueda de oportunidades y las guerras, estos jóvenes que crecen en medio de una comunidad multicultural pero sin una cultura propia que le permita identificarse, terminan por aferrarse a la única cultura que le permite sobrevivir, en este caso la cultura de la guerra, la única cultura que los acompaña desde antes de su nacimiento y que gracias a su prueba de realidad terminan por aceptar, por identificarse con ella y aferrarse a ella en su afán de tener una identidad y la posibilidad de sobrevivir11,31,32.
El hecho de que estos patrones heredados de violencia se hayan incorporado a la cultura hace que sean más difíciles de corregir. Y por otro lado permite que se perpetúen durante mucho más tiempo sin control, sin que el individuo se percate de que se enfrenta con su propia historia, sus propios patrones de comportamiento culturalmente aprendidos y transmitidos de generación en generación por los padres a sus hijos, a sus nietos y por la misma comunidad a sus miembros. Incluso tal vez influenciado por lo que33 describió como la herencia psíquica de su pueblo, cuyo fundamento está en la experiencia de los antepasados, experiencia que se transmiten de generación en generación.
La sociedad moderna se ha construido en medio del conflicto armado, pero también en medio del conflicto social que surge entre el común de la gente, y que es propio de las comunidades más desfavorecidas. El conflicto que ha llevado a la guerra asociada a la competencia desleal, la guerra entre partidos políticos, la guerra entre ciudadanos urbanos y rurales, la guerra inducida por la necesidad de sobrevivir y la lucha por tener una mejor posicion en medio de las relaciones de poder. Pero no las relaciones de poder que emanan del estado sino las que surgen entre los ciudadanos entre los pobladores de las zonas mas marginadas de la sociedad, la que surge de la respuesta neurobiológica instintiva de todo ser humano y que a pesar de que el ser humano ha evolucionada continúa teniendo un papel muy importante ya que a lo largo de la evolución es la que ha permitido al hombre sobrevivir a las adversidades del medio ambiente hostil34,35.
Las relaciones de poder que se ilustran en el siguiente ejemplo hipotético de una manera sencilla y que refleja la dinámica de las poblaciones mas marginadas y las relaciones de poder que surgen en medio de actores directos e indirectos del conflicto armado y que terminaran por influenciar el comportamiento de las generaciones más jóvenes así: ingresaron a una clínica varios miembros de diferentes comunas de una ciudad, cada uno de los individuos no tenia mas de 14 años y sin embargo tenían historias de vidas que sorprenderían a cualquiera de los observadores comunes de una sociedad, las estrategias de interacción entre los jóvenes pronto se dejo ver, la ley del terror y el miedo, cada uno deseaba dominar al otro a través de sus historias de delitos y faltas contra la ley, tener el poder, y control sobre el otro era su objetivo. Los más tranquilos terminaban por someterse ante el régimen del terror de los más agresivos o quienes lograban imponer su ley a través del miedo y el terror. En este pequeño grupo de adolescentes sobresalía su espíritu guerrero que llevaba a unos a dominar a los otros a toda costa.
Al escuchar la historia de sus padres y abuelos se evidenciaba como las historias de los padres se repetía en sus hijos y en los nietos de manera similar. La mayoría de los jóvenes no contaban con una única identidad habían vivido con apodos y se auto denominaban de diferente manera de acuerdo al contexto en el que se encontraran y de lo que necesitaran obtener de dicho contexto.
Era llamativa la forma en que ningún joven se acercaba a uno en especial. Todos le tenían miedo, el mismo se había encargado de sembrar el terror entre sus pares y divulgar su fama de peligroso y poderoso, se había encargado de que todos entendieran que si no estaban con el finalmente debían atenerse a las consecuencias. A su vez este no perdía oportunidad a pesar de las cámaras y el personal que laboraba en este lugar de hacer daño al que se le acercara, a través de señas, gesticulaciones, amenazas verbales e incluso físicas lograba su cometido. De manera selectiva cambiaba su comportamiento ante las diferentes figuras de autoridad que conformaban el equipo terapéutico, pudiendo en algunos momentos una postura hostil y amenazante, en otras incluso de minusvalía y desvalimiento, el mas ingenuo podría simplemente cumplir los deseos del menor por compasión y solidaridad.
Las relaciones de poder aquí son evidentes están dispersas, pero a su vez centradas en un pequeño que había crecido en un medio tan hostil que lo lleva a sembrar el terror como estrategia de supervivencia y protección. En este joven el espíritu de la guerra es su esencia, no conoce otra forma de relacionarse o comportarse y no parece considerar siquiera la existencia de un camino diferente a este para lograr su supervivencia19.
El denominador común en este ejemplo eran las familias uniparentales donde la ausencia del padre quien habia muerto a causa de la violencia era el factor desencadenante y la presencia de diferentes padrastros violentos de turno era el factor agravante, habitualmente una madre permisiva que no representaba figura de autoridad para el menor y que en medio de su depresión y autocompasión había inducido a su hijo a la lucha instintiva y primitiva por la supervivencia. Entre mas agresivo se tornaba el menor, mayor temor sentían quienes lo rodeaban y esto era interpretado por el menor como respeto y poder, una cualidad para el importante en su lucha por la supervivencia en un mundo en el que su vida esta en constante riesgo.
En este caso en particular lo que induce la conducta de los menores es la lucha por la supervivencia a través de una conducta instintiva que surge ante la hostilidad del medio ambiente en el que vive, que a su vez esta de alguna manera determinado por funcionamiento biopolítico de estas comunidades donde las relaciones de poder entre los ciudadanos inducen el comportamiento hostil en el individuo de la misma comunidad.
Entonces nos enfrentamos a este patrón de comportamiento disfuncional o desviado, y pensamos en la mejor alternativa para estos pacientes. Diseñar una estrategia que le permita al menor afrontar el mundo de una manera diferente, lo mejor para este, en cumplimiento de la declaración de ginebra “velar solícitamente y ante todo por la salud de su paciente” y el código internacional de ética médica “el médico debe considerar lo mejor para el paciente cuando preste la atención médica”25,36.
Sera entonces posible crear una estrategia para mitigar las consecuencias sobre el comportamiento y la salud mental generados por el despojo cultural, el desarraigo y la cultura de guerra que se observa en la sociedad moderna, de tal manera que se pueda construir un camino que permíta un abordaje multidisciplinario de la problemática que se plantea en esta reflexión37.
¿Por qué hablar del comportamiento en el contexto de la guerra?Comprender los comportamientos que han sido inducidos por la guerra es necesario en el camino para construir un post conflicto, y para explicarlo se recurre a los estudios sobre la banalidad del mal en los textos de Hannah38, su definición de lo que representaba Eichmann: “un nuevo tipo de criminal que actúa bajo circunstancias que le hacen casi imposible saber que está obrando mal”. “Al hablar de la banalidad del mal, Hannah38 se refiere a la irreflexión de quien comete crímenes actuando bajo órdenes, lo cual no lo libera de culpa, pero sí lo hace sujeto de una nueva forma de juicio”4,38.
Frente a esta afirmación aparece una nueva reflexión, acaso estos jóvenes a causa de su misma lucha por la supervivencia, de su proceso de aculturación y falta de una base moral, se tornan irreflexivos, incapaces de saber que están obrando mal o siquiera saber que existe otra forma de obrar8,38.
Frente a estos cuestionamientos en la mayoría de las entrevistas se podía escuchar a jóvenes afirmar “no estaba haciendo nada malo”. Hannah9,38 trata de resaltar como en la mayoría de los casos personas que aparentemente son malas y cometen atrocidades como parte de un trabajo o como parte de su estrategia de supervivencia terminan siendo solo personas normales que creían estar haciendo lo correcto en su momento39,40.
Al observar estos jóvenes y aunque su conducta es disruptiva y oposicional, son seres humanos normales, con sentimientos, preocupaciones, temores y sueños, pero con una gran desesperanza frente a las expectativas para su futuro, las pocas oportunidades que tienen y la facilidad con que presentan dificultades con la ley a causa de su necesidad de reconocimiento y aceptación por el grupo social al que pertenece le pone frente a sus ojos un futuro oscuro y poco alentador.
Al explorar mas a fondo las conductas y analizar diferentes aspectos se evidencia una reacción instintiva de lucha por la supervivencia que inicia desde edades muy tempranas, 8 años en la mayoría de los casos. Tan temprano que adicionalmente su cerebro queda neurobiológicamente programado con un funcionamiento más instintivo e impulsivo destinado a proteger al individuo y contribuir a su supervivencia31,32.
Entonces no pueden ser juzgados como seres malos30, he aquí precisamente lo que trato de dar a entender Hannah30,38 al hablar de la banalidad del mal.
Al igual que Hannah38 notamos que solo se trata de seres humanos normales sin intención de hacer daño, pero con un claro deseo de sobrevivir. Y aunque tal vez estos jóvenes no deseen hacer mal a otros, en su afán por sobrevivir y ser reconocidos y aceptados por la comunidad a la que pertenecen ejecutan todo tipo de acto inimaginado en su afan por recibir un reconocimiento de su comunidad y de su nucleo familiar, todo esto reforzado por un lóbulo frontal probablemnte hiperfuncionante, instintivo e impulsivo que le favorece para ejecutar acciones que el común de los observadores calificaría como atrocidades36,38,41.
Hannah38 finalmente concluye que “el individuo se vuelve irreflexivo frente al mal, el mal se corresponde solo a una herramienta que cada individuo toma en su momento como parte de su estrategia de supervivencia o simplemente como parte de un trabajo o un estilo de vida, que le vuelve irreflexivo ante las situaciones de su entorno, casi impermeable al malestar del otro, pero que finalmente no esta movido por la intensión de hacer el mal sino por su deseo de cumplir con unos ideales, cumplir con el deber, e incluso cumplir con unos sueños, con un programa mental que lo lleva al necesario cumplimiento del deber sin importar el costo o las vidas que deban sacrificarse para lograrlo”.
Todo esto evidencia la necesidad de contextualizar, debatir y extrapolar las enseñanzas de las guerras pasadas en las guerras modernas, las alteraciones del comportamiento asociados a los contextos de guerra y conflicto e incluso sobre la cultura de guerra que ha invadido la sociedad moderna, con el fin de poder proponer estrategias de mitigación desde la psiquiatría, a fin de favorecer la supervivencia de la especie humana, ya que como lo resalta Uldrich20 en su texto “si hay algo que puede acabar con la especie humana es el terrorismo”20.
ConclusiónEs necesario continuar el debate multidisciplinario entorno a los patrones de comportamiento inducidos por el conflcito armado y por la guerra misma.
La psiquiatría y la biopolítica deben enriquecer el debate en torno a los patrones de comportamiento que surgen en el escenario de la guerra.
Es necesario plantear nuevas estrategias en relación al comportamiento y la salud mental que lleven a mitigar la cultura de guerra y favorezcan el nacimiento de una cultura de paz.
Dado que la sociedad esta en constante evolución es necesario que la forma de entenderla y analizarla también evolucione.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.