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Vol. 43. Núm. 3.
Páginas 124-133 (julio - septiembre 2014)
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Vol. 43. Núm. 3.
Páginas 124-133 (julio - septiembre 2014)
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Sentido atribuido por las familias a la muerte por suicidio en gestantes en Antioquia durante 2010-2011
The Meaning That Families Place on the Suicide of Pregnant Mothers in Antioquia, 2010-2011
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María Victoria Builes Correaa,
Autor para correspondencia
mbuilescorrea@gmail.com

Autor para correspondencia.
, Alexandra María Ramírez Zapatab, Beatriz Elena Arango Arbeláezc, María Teresa Anderson Gómezd
a Médica General y Especialista en Terapia Familiar, Magíster en Educación y Desarrollo Humano, Coordinadora de la Maestría en Terapia Familiar y de Pareja, Departamento de Psiquiatría, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia
b Psicóloga, Especialista en Terapia Familiar, Universidad de Antioquia, Investigadora del convenio Colciencias-Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia
c Médica General y Especialista en Terapia Familiar, Terapeuta privada, Medellín, Colombia
d Psicóloga, Especialista en Terapia Familiar, Terapeuta privada, Medellín, Colombia
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Resumen
Objetivo

Reconocer el sentido atribuido por las familias a la muerte por suicidio de dos mujeres gestantes en el Departamento de Antioquia durante 2010-2011.

Método

Investigación cualitativa con método fenomenológico-hermenéutico y específicamente estudio de casos. Se realizaron entrevistas que luego se analizaron con el software Atlas ti.

Resultados

En ambas familias emerge la categoría «La tarea de la familia: Tejer una historia que les ayude a comprender». En la familia de Bella se encontraron dos tendencias: «La tragedia: tensiones y escenarios» y «El vaivén: entre el miedo-culpa y el alivio». En la familia de Consentida aparecen tres tendencias: «Atrapada sin salida», «el suicidio y la orfandad: la comprensión de Juanita» y «Muerte es muerte».

Conclusiones

Para ambas familias, la condición de la gestación también incidió de manera importante en el evento de la muerte voluntaria. La construcción de significado en las dos familias deja ver dos rutas: la de la diferenciación y la de la muerte en sí, como formas resilientes de sobreponerse a dicha tragedia.

Palabras clave:
Familia
Suicidio
Embarazo
Abstract
Objective

To identify the meaning that the families of two pregnant women from Antioquia placed on their suicide in 2010-2011.

Methodology

A qualitative research using the phenomenological and hermeneutical approach, specifically a case study analysis.

Results

The category named “family task: weaving a history that helps them to understand” emerged in both families. Two trends were found in the family of Bella: “tragedy, tensions and scenarios” and “fluctuations: between fear-guilt and relief.” The family of Consentida showed three trends: “trapped with no escape”, “suicide and orphanhood: the understanding of Juanita” and “death is death.”

Conclusions

For both families, the fact that the women were pregnant had an important effect on the event of voluntary death. The construction of meaning that took place in both families followed two paths: differentiation and death itself; both can be resilient ways of coping with such a tragedy.

Keywords:
Family
Suicide
Pregnancy
Texto completo

«El mundo del hombre feliz es un mundo diferente que el del hombre infeliz. De la misma manera, en la muerte, el mundo no cambia, sino que acaba.» Wittgenstein

Introducción

La palabra suicidio es de origen latino, proviene de sui y occidere, que lo definen como el hecho de matarse a sí mismo. Su uso emerge en 1635 en la Religio Medici de Sir Thomas Broune1.

En el estudio clásico sobre el suicidio, el sociólogo francés Emile Durkheim2 lo define como toda muerte que resulta mediata o inmediatamente de un acto realizado por la víctima. Plantea una relación directa del suicidio con causas sociales.

El filósofo contemporáneo Jean Améry denomina, más que suicidio, muerte voluntaria a dicho acontecimiento. El suicidante va a expresar mediante la acción algo profundamente misterioso y lógicamente contradictorio, «la vida no es el bien supremo»3.

A lo largo de la historia su significado, según Álvarez1, ha sido diverso:

  • En la Atenas de Platón, el suicidante era enterrado fuera de la cuidad y lejos de los otros difuntos.

  • Para algunas culturas guerreras con dioses violentos como los vikingos, suicidarse era un acto de valor. También para los esquimales y los habitantes de las islas Marquesas.

  • En la Grecia clásica, el suicidio lo dictaminaba la cordura; los magistrados poseían la cicuta y la administraban oficialmente a quien deseaba morir4.

  • Para el cristianismo, cuanto más inoculaba la Iglesia la idea de que el mundo era un valle de lágrimas, pecado y tentación, más irresistible se hacía el deseo de suicidarse. Los donatistas eran lujuriosos martirólogos de la Iglesia que florecieron en los siglos ivy v. Como consecuencia, San Agustín hizo que en 533 el concilio de Orleans les negara los ritos funerarios.

  • En la Edad Media, sus cadáveres eran enterrados en las encrucijadas de los caminos. En Francia hacia el año 1670, el Rey Sol, como se llamaba a Luis XIV, ordenó que se les retiraran los títulos y los bienes.

Como se evidencia en los párrafos anteriores, los sentidos atribuidos al suicidio en el interior de las culturas han sido de diversa índole, unas lo apoyan y vanaglorian, otras en cambio lo condenan. En la actualidad aún prevalecen ambas posturas.

Así como el suicidio se enmarca en un contexto cultural y social, la gestación, que es la condición que se anuda al acontecimiento del suicidio en la presente investigación, no se escapa a esta condición. Elizabeth Badinter5 ha planteado que en 1700, ante las altas tasas de mortalidad infantil, se creó la noción de instinto materno como mito que obliga el amor maternal y favorece la crianza a cargo de la madre. La autora discute que el instinto materno sea una conducta universal, sino un sentimiento humano y —como tal— incierto, frágil e imperfecto, que no está inscrito en la naturaleza femenina. La vivencia de la maternidad desde este lugar de contingencia humana puede llevar a veces a la muerte por suicidio, lo cual rompe el mito de la maternidad como fuente de sentido6.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año, en el mundo mueren a consecuencia del suicidio cerca de un millón de personas. En los últimos 45 años, este fenómeno se ha incrementado en un 60% en todo el mundo7.

En Colombia, para el año 2005, la tercera y la cuarta causas de muerte de mujeres en gestación, parto y puerperio en Colombia fueron el homicidio y el suicidio8.

En torno a la conexión entre la muerte por suicidio y la gestación, los resultados de los estudios revisados9–12 describen que están relacionados con problemas de pobreza, confusos vínculos afectivos y enfermedad mental. En Colombia solo se encontró una investigación realizada en el Departamento de Antioquia13, en la cual las mujeres tenían en común la forma de suicidio, tener un hijo y mayor frecuencia de suicidio en el segundo trimestre de gestación; además, se relacionaban con situaciones afectivas.

En otra investigación en Antioquia sobre suicidio y sexo14, se encontró que las mujeres tenían más intentos de suicidio y mayor probabilidad de suicidio en casa y la mitad de ellas eran menores de 21 años. Se las diagnosticó más a menudo de trastorno adaptativo y conflictos de pareja.

Los estudios encontrados sobre el suicidio de mujeres gestantes y sobre sus familias dan cuenta de la escasez en investigación y conocimiento de este fenómeno tanto en Antioquia como en general Colombia, Latinoamérica y el mundo.

Métodos

La metodología que guió el estudio es cualitativa. Este enfoque se ocupa de indagar cómo los sujetos atribuyen significado a sus vivencias15. El método empleado fue el fenomenológico-hermenéutico, que pretende lograr lo que Gadamer16 expone como la posibilidad de introducción de la ciencia en la vida cotidiana. El estudio de caso, según Galeano17, se centra en la individualidad y pretende construir un saber en torno a ella, se centra en las prácticas y acciones humanas, procurando unificar experiencia y realidad.

La muestra inicial era de 5 familias; en dos de ellas, la familiar había muerto en 2010, y en las tres restantes, en 2011. Al iniciar la recolección de la información, 2 mujeres no se encontraban en gestación en el momento de la muerte, según reporte de la secretaria de salud del respectivo Municipio. De las 3 restantes, no fue posible contactar a una, por eso la investigación se realizó con dos familias. Ambas residentes en el Urabá Antioqueño.

Con cada una se realizaron entre tres y cuatro entrevistas semiestructuradas. Las entrevistas se trascribieron y se utilizó el software de investigación cualitativa Altas ti, versión 6. Durante el proceso de análisis, se realizó la codificación de cada una de las entrevistas, se procedió a categorizar y construir tendencias y luego se extrajeron los textos de las entrevistas, que se anudaron con el proceso de descripción, interpretación y análisis de las respectivas categorías.

Al iniciar el trabajo de campo, se presentó a las familias el consentimiento informado. Ambas familias lo aprobaron y firmaron. El consentimiento fue aprobado por el Comité de Ética de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Al finalizar el proceso de investigación, las familias conocieron los resultados con el fin de validar la construcción realizada por las investigadoras.

La investigación la realizó la línea de Familia y Salud Mental del Grupo de investigación de Psiquiatría (GIPSI) de la Universidad de Antioquia.

ResultadosLa historia de Bella: por lo bonita y alegre que era

Bella era una mujer de 15 años, ocupaba el cuarto lugar en una familia conformada por siete hijos, cinco mujeres y dos varones. Nació y vivió en el Urabá Antioqueño. Su familia era monoparental en cabeza de la madre, dado que su padre había fallecido de forma inesperada en enero de 2010. Bella tuvo una muerte voluntaria por envenenamiento en enero de 2011.

La familia la describe como una mujer muy bonita, alegre, graciosa, experta en poner apodos a todos: «Le gustaba mucho poner apodos: A mí me decía Olafo. A ella le decía la cucaracha. Que por negrita, a la abuelita le decía Bocachico» (Madre, E1, F1).

Bella salió de su casa unos meses atrás para conformar su nueva familia con su pareja, con quien concibió un hijo. Para el momento de su muerte contaba 3 meses de gestación. Un mes antes de su muerte había regresado por Navidad a su familia de origen.

La madre, los hermanos y la abuela coinciden en que le afectó mucho la muerte del padre; al respecto, dice su madre: «La expresión de ella era ‘ah, qué pereza vivir’, y entonces a veces me decía ‘ma, yo me quiero ir como a acompañar a mi papá, si yo supiera que en verdad lo voy a acompañar y que en verdad voy a hablar con él, yo me mataría…’» (Madre, E1, F1).

Esta muerte inesperada conmovió y cambió profundamente la vida de toda la familia.

La tarea de la familia: tejer una historia que les ayude a comprender

Esta categoría hace referencia a los significados que la familia de Bella ha ido tejiendo alrededor de su muerte. En ella se encontraron dos tendencias:

  • La tragedia: tensiones y escenarios.

  • El vaivén: entre el miedo-culpa y el alivio.

La tragedia: tensiones y escenarios

En los relatos familiares se evidencia que el significado atribuido a la muerte de Bella ha implicado profundo dolor para sus sobrevivientes: ellos lo nombran como la tragedia. En la Poética de Aristóteles, la tragedia es una imitación de acciones de vida, de felicidad y de miseria; esta se caracteriza por su importante carga de tensiones y contradicciones. Para Simmel, la tragedia, como «tragedia de la cultura», se basa en el recurrente conflicto entre la espontaneidad del individuo que tiende a traspasar las barreras y las fijaciones culturales que establecen límites4.

Para la familia de Bella, esta tragedia culminó con la muerte de su protagonista, suscitó en ellos profundas contradicciones, conflictos, reflexiones, movimientos, de tal manera que la tragedia puede aproximarse muy pertinentemente al sentido familiar experimentado.

En la narración familiar, el significado de la tragedia va fluctuando en consonancia con el momento vital de cada uno de los miembros. Al hermano menor, que tiene 9 años, la muerte de su padre y posteriormente de su hermana lo llevan a realizar repetidamente diversos actos: «… después de la muerte del papá y de la muerte de la hermana, él quedó muy afectado; él, por ejemplo, hace un dibujo, hace un velorio, hace un carro con un muerto a enterrar. Él aquí tenía un cementerio, porque acá atrás, él hace velorios, coge arena y pone así como ponen allá unas bolas, entonces él contaba historias y decía ‘a este lo mató un carro, a este lo mataron a plomo, este se tomó un veneno’, todos los muertos tenían historia…» (Madre, E1, F1).

A través del juego, el niño procura dar un sentido a estas dos muertes; él va configurando significado a partir de lo simbólico: el cementerio, el entierro, las causas atribuidas a las muertes, de tal manera que él le va tejiendo a cada difunto su propia historia.

Jugar y contar historias en torno a la muerte, introducir lo simbólico, va a permitir que él logre configurar la muerte como parte de la vida, de la vida de su familia, y que al mismo tiempo pueda manifestar su dolor, hacerlo público y elaborarlo.

Cuando se pregunta al niño «¿Y vos que sabés, ¿qué fue lo que le pasó a la hermana?», él responde: «Ella se tomó un veneno… Ella se lo compró y lo echó en un vaso con un poquitico de agua y se lo tomó». «¿Vos qué has pensado? ¿Por qué lo hacen las personas?» «Porque no se quieren.» (Hermano, E2, F1.)

Ante la pregunta sobre lo ocurrido, el niño inicialmente hace una descripción exacta de los sucesos, donde la hermana es la protagonista, la que compra, prepara y finalmente se toma el veneno. Es como si el niño lograra aceptar que es su hermana quien elige morir de esta manera. Cuando se interroga sobre la interpretación que él le da a esta decisión, él la atribuye a una vivencia íntima de quien decide morir, por eso dice: no se quiere.

Él logra construir a partir de esta experiencia cómo la muerte elegida puede vincularse con no quererse, y esto puede tener relación con el discurso social de la vida como valor supremo, que es justamente uno de los elementos que se pone en duda ante el suicidio; en relación con lo anterior, Améry dirá que los suicidantes expresan mediante la acción algo profundamente misterioso y lógicamente contradictorio: «la vida no es el bien supremo»3.

Otros miembros de la familia han ido describiendo distintas explicaciones de la muerte de Bella. Por ejemplo, sus hermanas de 13 y 15 años y su hermano de 22 relatan cuando se les indaga acerca de la elección de la hermana: «Yo digo que por el muchacho, porque él la acosaba. Él le decía ‘Mi vida’, que dejara al novio… y ella no sabía qué hacer, si con él o con este, estaba enredada, se enredó» (Hermana, E2, F1). «Porque se quería morir» (Hermana, E2, F1). «… Eso es en tiempos de desesperación, cuando uno está solo, aburrido, sin nada que hacer; ya falta mi papá, entonces uno también desea morirse…» (Hermano, E2, F2).

Para la hermana de 13 años, la muerte de Bella puede estar vinculada con un enredo amoroso, ella estaba, desde su punto de vista, entre dos amores; ese lugar la confundió, la enredó, y el suicidio pudo emerger como una forma de desenredarse. Para la otra hermana de 15 años, lo que ocurrió fue una decisión que ella tomó porque quería, su explicación se vincula con el deseo de dejar de vivir. Para el hermano, elegir morir pudo haberse relacionado con un tiempo particular que su hermana estaba viviendo; este tiempo estaba caracterizado por la desesperación que se produce ante vivencias de sentirse sola, aburrida y con la ausencia del padre, ecuación que para él termina con el resultado de la muerte voluntaria.

De lo anterior podría concluirse que, para comprender esta tragedia, los hermanos, sus pares, procuran buscar significados que les permitan ponerse en un lugar compasivo, intentando esclarecer lo que ella pudo haber estado viviendo y lo que ellos tenían como referentes, su relación de pareja, su enredo, la ausencia del padre, de la cual también ellos eran partícipes, el momento vital que compartían como jóvenes y su deseo de morir, que se manifestó en ideación e intento de suicidio de dos de ellos. Ser habitado por momentos de desesperación, de enredos, de deseos de no vida hace posible comprender, librarse de juicios morales en torno a la muerte voluntaria de Bella.

Las posibles interpretaciones y significados que dan a su muerte explican una realidad que han vivido a través del tiempo, de su propio tiempo subjetivo (kairos) de jóvenes. En ese devenir se han ido transformando y han ido encontrando un sentido a la vida a pesar del dolor. Ellos lo narran en una de las entrevistas: «¿Vos que pensás de que uno se suicide, o intente suicidarse?». «Está mal, porque uno se arrepiente. Porque se pierde todo, las fiestas, la mamá y mis sobrinos» (Hermanas, E1, F1).

Ellos han ido siendo protagonistas de sus propios dolores y alegrías, testigos de los dolores y alegrías de Bella, de sus decisiones, a partir de esos escenarios han ido haciendo resignificaciones del sentido de la vida, en tanto valorar lo que se pierde si se adelanta la muerte. Esta resignificación les permite elegir vivir, elaborar y superar el dolor, valorando las innumerables experiencias no dolorosas que también habitan la propia existencia.

Para la madre, que cuenta 46 años, el acontecimiento de la muerte por suicidio de su hija es una tragedia: «… yo pensé de todo porque dije, una tragedia de esta magnitud…» (Madre, E3, F1). Al igual que en la tragedia, en la trayectoria de vida de Bella, la madre evidencia una suerte de tensiones: «Yo pienso que ella no aceptó eso; ella, después de un mes de embarazo, ella no quiso aceptar eso, y de pronto ella, no sé, pensaría o… no sé, de pronto le daría miedo deshacerse del bebé, le dio miedo pedirme ayuda también, entonces yo digo que sí, que eso le ayudó bastante» (Madre, E3, F1).

La primera de ellas es la gestación; Bella, recuerda la madre, sufría por no aceptarla, se debatía entre mantener y no mantener esa nueva vida, esa tensión, en opinión de la madre, le ayudó bastante a tomar la decisión. Pero no solo incidió esta nueva condición, antes lo había manifestado y lo cuenta la madre en su relato: «… ella varias veces sí me lo manifestó. Yo siempre lo tomé en charla porque, de pronto, así hablando, resultaba con una bobada de esas…» (Madre, E3, F1).

La segunda es el deseo de morir que se iba cultivando en el interior de Bella; eso se hace visible en el relato de la madre —«varias veces me lo manifestó»—; sin embargo, para la madre, quizá lo reiterado del discurso frente a los problemas o lo inconcebible de adelantar por mano propia la muerte o lo incuestionable de la vida como valor supremo hacían impensable tomar este comentario como cierto, como factible; por eso ella no le daba importancia, le sonaba a charla. Sin embargo en la conversación, ella fue anudando otras tensiones que podían influir en sus hijos para que no pudieran tomar con libertad elección frente a la adversidad: «… se sintieran de pronto acosados con las cosas que vivían en este tiempo, o por otros problemas de pronto familiares; a ellos en la vida les ha tocado solos. Pues sí, entonces les tocó quedarse solitos, no en las mejores condiciones, entonces, no sé, de pronto eso también ayudaba mucho a que… o sea, como que no tuvo la libertad de pensar, ver, pues, pensar abiertamente» (Madre, E1, F1).

La tercera es el acoso del dolor del presente, sumado a otros problemas, la soledad en malas condiciones, todo eso ayuda a restar libertad, a disminuir movimiento, en último término, a comprimir la capacidad de decisión del sujeto, y por eso quizá su hija «no tuvo la libertad de pensar, de pensar abiertamente», es así como quizá la sumatoria de tensiones puede clausurar el pensamiento. Emerge entonces la idea de que, si se cuenta con la posibilidad de pensar con libertad y apertura, quizá la elección no sea levantar la propia mano sobre sí.

A esta suerte de tensiones que se van anudando y llevan a Bella a elegir la muerte voluntaria se la denomina en la presente investigación los hilos de la tragedia. Ellos dan cuenta de cómo en esta historia quizá la muerte elegida no sea algo que llega súbitamente a la vida de Bella; se requiere de una serie de eventos que van desgastando el deseo de vida y que en un momento determinado se tornan asfixiantes.

La abuela de Bella, que está en otro momento vital, teje otras historias alrededor de la muerte de su nieta: «… una imaginación que me da, es que ella se tomó eso como por llamar la atención, me imagino yo, porque ella después que ya vio que la estaba cogiendo el veneno que llamaba a los muchachos, llamaba a los tíos…» (Abuela, E4, F1).

Las historias que ella teje son, como dice, «imaginación»; ella no puede aseverar lo que ocurría en el interior de su nieta; para ella, por cómo fueron desenvolviéndose los acontecimientos, su nieta quería llamar la atención, porque «cuando se vio que la estaba cogiendo el veneno» llamaba a los tíos y a la madre para que vinieran por ella. Es como si la decisión de la propia muerte se hubiera revertido, como si ella no hubiera considerado que era algo serio, definitivo, sino que era una decisión mediada por la tristeza y la aburrición: «Yo creo que ella decidió eso aburrida por el papá, todo el tiempo hablaba del papá, lo recordaba. Yo digo que ella pensó asustarnos, llamar la atención, y eso le salió caro porque se quedó ahí. Ella decía que la vida no tenía importancia, que ella vivía por el bebé, que la vida de ella era el papá» (Abuela, E4, F1).

El significado que da la abuela deja ver, igual que el hermano de 22 años, que en un momento de aburrición se puede desear la muerte, pero que en un segundo momento ese deseo se puede desvanecer. En el relato de la abuela emergen también sentidos de vida que la nieta tejía alrededor del bebé y el padre, pero esos hilos no lograron aferrarla a la vida.

La abuela no solo significa el evento como una forma de llamar la atención y de visibilizar las pérdidas y sinsentidos de la vida, la muerte voluntaria cuando toma la vida de varias personas puede tener otras explicaciones: «Allá en la invasión donde vivía ella, las muchachas toman mucho veneno, yo no sé por qué, tal vez un espíritu malo que hay allá. La muchacha que era amiga de ella también se intentó suicidar después de la muerte de ella, pero le corrieron a tiempo, a ella no le corrieron» (Abuela, E4, F1).

Estas hacen referencia a lo mágico: ¿cómo explicar que mueran en un mismo territorio de muerte voluntaria varias muchachas? Esta abuela no sabe, y por eso, ante el desconocimiento, la respuesta sea un espíritu malo. A lo largo de la historia de la humanidad, esta ha sido una manera de explicar lo que no se alcanza a comprender.

El vaivén: entre el miedo-culpa y el alivio

El significado que la familia va configurando alrededor de la muerte voluntaria de Bella gira de un lugar a otro, en vaivén, especialmente para la madre, que ha caminado por diversos senderos: ha pasado por el miedo, la culpa, la rabia, hasta ir explorando el alivio.

Para la madre esta experiencia se mueve en un vaivén entre el temor de que alguno repita la experiencia y saber que, por más cercana que esté a ellos, no puede incidir totalmente en sus decisiones; ella lo expresa así: «Pues, mucho miedo, de parte mía, miedo que de pronto ellos… fueran a pensar igual, y miedo que de pronto fueran a hacer, así, exactamente lo mismo que ella hizo. Me da miedo que de pronto tomaran la misma decisión, que de pronto se sintieran, se sintieran de pronto acosados con las cosas que vivían en este tiempo, o por otros problemas de pronto familiares» (Madre, E2, F1).

Y más adelante ella misma manifiesta, probablemente tratando de comprender y de tranquilizarse: «Pues que sea lo que Dios quiera. O sea, es como algo que se le mete a una persona en el corazón, cambiar eso… Yo no sé si se puede cambiar algo así, como que la persona cambie el pensamiento» (Madre, E2, F1).

En la construcción de sentidos que esta madre va haciendo, se percibe el vaivén entre el dolor que se expresa como miedo a que repitan la elección del suicidio y la necesidad de saber que ella no es omnipotente para cambiar las elecciones de su hija, sus pensamientos; a esta capacidad de la madre de tomar distancia de su hija las investigadoras le dan el nombre de ruta de la diferenciación. Esta ruta le produce un viraje en su devenir, moviéndola de la culpa y el miedo al alivio, dado que le permite separarse de la decisión de Bella de adelantar su muerte o de desgastarse buscando culpables en el interior o el exterior de la familia. Los vaivenes que dan cuenta del movimiento se reflejan también cuando la madre expresa: «La niña mía, la que se murió, ella hizo una carta culpándome a mí de la muerte de ella, entonces yo, cuando hablo con mis amigas, por ejemplo, yo les digo, porque ellas me dicen eso es injusto, pues las vecinas, las que me conocen y mi familia, esto es injusto, yo les digo no, no es injusto, ella tenía la razón, porque yo no puedo aceptar cosas ni puedo aceptar cosas que sucedan que están por fuera de lo normal, entonces, de pronto ella se sintió enfrascada porque ella nunca tuvo la corrección de un papá, y al enfrentarse conmigo…» (Madre, E1, F1).

Ella conversa con sus vecinas sobre la carta de la culpa, ellas procuran desculpabilizarla diciéndole «es injusto»; sin embargo, ella no acoge la desculpabilización, dado que reconoce que quizá poner límites a Bella al no aceptar ciertas conductas suyas, dirá la madre, derivaron en que la hija se sintiera enfrascada; aquí no hay negación de los argumentos de la carta, de los sentimientos que su hija tenía en ese momento, lo que quizá emerge es un sentido alterno, una nueva narrativa de la madre, que logra tomar distancia de la culpa y ubicarla quizá en el lugar de la responsabilidad.

El alivio no solo surge de los nuevos relatos que van emergiendo en las conversaciones, sino que además la madre encuentra en las prácticas religiosas una fuente de consuelo y fortaleza, un refugio para aceptar la muerte de su hija y desculpabilizarse frente a la decisión que ella tomó, además de recuperarse de sus otros dolores: «Yo soy cristiana, yo me congrego en la Iglesia Pentecostal, y al congregarme allá estoy donde estoy, he recobrado fuerzas, fortaleza, encontré un refugio, el Señor me ha ayudado a mí mucho a recobrar fuerzas, si no, yo no estaría aquí, yo he vivido situaciones horribles con mis hijos, pero uno confía en Dios y él le ayuda a uno, y a pesar que hubo un cambio, poquito pero lo ha habido, yo tengo fe de lo que va mejorando…» (Madre, E1, F1).

En la confianza que ella pone en Dios, en el meterse en él, en hacerlo su refugio encuentra alegría, esperanza y fuerza para vivir la vida, una vida que ha tenido también dolor pero que puede ir mejorando, que se puede seguir trabajando, porque aún hay mucho por hacer. Sus creencias religiosas le ayudan a sobrellevar el presente porque hay un cambio y a lanzarse al futuro con la certeza de que hay mucho por hacer. Sus creencias le van dando un amarre para la vida.

La historia de Consentida: por lo querida que era en su casa

Consentida era una mujer de 30 años, la menor de doce hijos, llegó después de 7 años cuando su madre tenía ya 50. Su llegada fue motivo de gran alegría para toda la familia especialmente para su padre, más aún cuando fue una niña después del nacimiento consecutivo de siete varones: «Ella era la consentida de la casa, porque era la niña de la casa, la hija más querida de mi papá era ella» (Hermano 1, E1, F2).

Nació y vivió en el Urabá Antioqueño, perteneció a una familia nuclear de la que se fueron desgranando uno a uno sus hijos a medida que fueron conformando sus propias familias, y al momento de su muerte, era una familia extensa, pues ella había retornado a la casa de los padres después de su ruptura de pareja y en compañía de su primera hija, allí empezó a ser cuidadora de varios de sus sobrinos que estudiaban en el pueblo.

Tuvo una muerte voluntaria por envenenamiento en octubre de 2010 cuando llevaba 7 meses de gestación de la segunda hija.

La familia de Consentida la describe como una mujer de contextura gruesa, juguetona, con un carácter fuerte; una mujer que no tenía sueños y muy apegada a sus padres: «Ella era gordota… Decía que estaba aburrida» (Madre, E1, F2). «Ella jugaba mucho conmigo… Ella me correteaba…» (Sobrino 2, E2, F2).

La tarea de la familia: tejer una historia que los ayude a comprender

Esta categoría hace referencia a los entramados de significado que los integrantes de la familia de Consentida han ido tejiendo a raíz de su muerte; estos significados están influidos por el lugar que ocupan en la familia, por las formas sociales de ver el mundo y por las condiciones emocionales de cada uno de ellos. En esta se encontraron tres tendencias:

  • Atrapada sin salida.

  • El suicidio y la orfandad: la comprensión de Juanita.

  • Muerte es muerte.

Atrapada sin salida

La familia de Consentida ha ido tejiendo una historia sobre su ausencia, ello ha permitido a cada persona y a la familia resignificar y compartir una narrativa sobre lo sucedido que facilite su comprensión, proteja su autoestima y ayude en el proceso de encontrar significado y respuesta a los cuestionamientos que surgen.

Dentro de los relatos de la madre y los hermanos puede identificarse cómo la familia ha venido construyendo una historia en términos de que Consentida se sentía atrapada, sin salida, y que su muerte por suicidio emerge como la posibilidad que ella encuentra ante las adversidades. Alrededor de este relato se tejen algunas comprensiones:

  • El suicidio como acto de fuga que responde a la pena de una gestación sin pareja, expuesta por la madre de Consentida.

  • El suicidio como salida cuando se está acorralado por un problema sin solución, expuesta por los hermanos de Consentida.

La diversidad de significados atribuidos pone de relieve lo complejo del fenómeno del suicidio y la influencia de lo subjetivo e intersubjetivo en la elaboración de sentido.

El suicidio de Consentida desde el punto de vista de su madre es significado como una pena que tenía la hija ante el conocimiento de su gestación: «Yo me tomo esto y no tengo que ver con que hablen de mí… Usted sabe que la gente siempre… todas las mujeres a veces la hacemos y cuando hace uno una cosa que todo el mundo no, todo el mundo dice ‘mira que fulano de tal’. Ella pensó que ella iba a pasar pena, eso me imagino yo, ella pensó ‘voy a pasar pena y van a hablar de mí, que yo tengo una hija que no saben quién es el pae’, de pronto ella tenía que saber quién era el pae, pero ella nunca me pudo decir quién era el pae» (Madre, E3, F2).

Las reflexiones de la madre dejan ver claramente que el hecho de ser madre soltera, e incluso concebir un hijo de padre desconocido, es una situación común en el entorno social; pero quizá Consentida no pensaba en las demás mujeres que compartían su historia, solo pensaba en su propia historia invisibilizando los referentes sociales y convirtiéndose en la única que tendría que afrontar esta situación, a lo mejor su pena no la dejaba ver otras cosas, como el hecho de que no todo el mundo juzga. Para la madre, pensar que tendría que aguantar los comentarios y juzgamientos de la comunidad la llevaron a encontrar en el suicidio la única manera de liberarse. La madre de Consentida logra ir configurando la pena de su hija con otra pena, no tener marido, estar sola, ese es otro dolor además de que su hija no tenga padre: «Yo digo que sería la pena; después de no tener marido la pena de tener ese hijo. Si ella no era la primera ni la última que iba a tener ese hijo. Hay mujeres que tienen los hijos y no se sabe ni de quién es…» (Madre, E1, F2). «Muchas tienen sus hijos y no tiene marido. Nadie dice nada, pero ella creía que todo el mundo hubiera hablado de ella, eso fue lo que yo pensé» (Madre E3, F2).

A partir del relato de la madre, podría plantearse que la hija no se sintió capaz de afrontar un doble fracaso, verse sola sin pareja y saberse gestando una hija de un padre del cual ella no quería hablar; eso se proyecta hacia los otros del mundo social como un estigma doloroso del cual es preferible huir. A esta situación del doble duelo por no tener pareja y no tener padre para la hija se la llama dolor del doble fracaso. A partir de este, la muerte por suicidio emerge entonces como posibilidad de ahorrarse penas.

Desde la perspectiva de sus hermanos, el acto tiene que ver más con sentirse acorralada, confundida. Las causas de la confusión tienen que ver con otra gestación, una gestación de la cual hay que hacerse responsable, reconocerlo ante su familia, pasar este trance en soledad, porque no era con la pareja con la que iba a enfrentar su condición: «Al verse que ella negaba que estaba en embarazo, y ya estaba en los días, ella no encontró una solución mejor que matarse y no asumir la responsabilidad; lo que comenté con los otros hermanos fue que ella a veces se acorralaba, no quería que nadie se diera cuenta de lo que le estaba pasando, ya tenía una hija y estaba sola y otra vez en embarazo sola, entonces ella se llenó de confusión y no encontró por dónde salir» (Hermano 1, E1, F2).

El suicidio queda planteado por el hermano no solo como acorralamiento, sino como una salida, y en un momento de soledad y confusión se puede leer esta como la mejor alternativa; eso libra —o al menos a su hermana— de asumir la responsabilidad de los actos y elecciones. La experiencia de acorralamiento de Consentida no era nueva; entre los hermanos habían visto que a veces a ella le ocurría eso; quizá la suma de su subjetividad y el acontecimiento de su nueva gestación en solitario la hacían pensar que no había por dónde salir y que la muerte elegida era una posible ruta de evacuación.

En el caso de Consentida, podría plantearse que su muerte voluntaria no llega en paracaídas, está precedida por unas formas propias de interpretar los acontecimientos, de vivir la vida; ellos la leen como que no luchaba en la vida, o que no deseaba asumir la responsabilidad ante lo ocurrido. Para los hermanos, la lucha por el hijo que se gesta puede ser una forma de resistencia que quizá la hermana en ese momento no consideró: «Se debía de pronto por no asumir el embarazo, usted sabe que habemos personas que unos pensamos de una manera y otros pensamos de otra manera, ahí caímos en cuenta que sería que ella de pronto, por no asumir al embarazo o algo, qué sé yo, ya se quitó la vida» (Hermano 2, E1, F2). «Ella no luchaba en la vida, porque cuando es una mujer que lucha la vida, el hijo, está luchando por el hijo, trabaja. Ella nunca trabajó, el trabajo de ella eran mi papá y mi mamá. Hay veces que yo veo mujeres que son luchadoras de la vida, que tienen hijos y están buscando» (Hermano 2, E3, F2).

En el proceso de reflexión que va llevando a cabo la familia, van atando cabos; ellos lo nombran como «caímos en cuenta»; ese caer en cuenta les ayuda a mirar en contexto la elección que Consentida tomó. A este proceso de caer en cuenta se lo denomina también hilos de la tragedia; ellos van haciendo posible que, al ir recorriendo la biografía de su hermana, vayan atando los cabos que culminan con su suicidio. Este proceso de reflexión de anudar acontecimientos hace posible que puedan decir «unos pensamos de una manera y otros de otra manera», lo que podría interpretarse como una forma de tomar distancia de la elección de la hermana; aquí se evidencia nuevamente que la ruta de la diferenciación que se nombraba en páginas anteriores vuelve a emerger, en tanto pueden verse como diferentes, dado que sujetos diferentes eligen diferente, y por eso de las motivaciones más íntimas de la hermana ellos no pueden dar cuenta, no pueden tener acceso a ellas. Esta distancia emocional que hacen los hermanos al reconocer que se puede pensar diferente podría frenar el juicio y, finalmente, diferenciándose, afectarse menos por esta elección.

Ellos van cayendo en cuenta de qué pudo haber pasado, pero finalmente dicen «qué sé yo»; al no ser unidad simbiótica con la hermana, no puede saber con certeza lo que la habitaba para decidir quitarse la vida por su propia mano. Es ahí donde cae sobre la familia, como plantea Amery18, un velo, una suerte de misterio ante la elección.

En las narraciones de la madre y los hermanos, pueden encontrarse lugares diferentes. Para la madre, la elección que hace su hija de adelantar su muerte está más vinculada con una explicación ubicada en el afuera, en el temor a la censura social; los hermanos, en cambio, le dan toda la fuerza a una explicación ubicada en Consentida, en su intimidad, en sus diálogos y reflexiones interiores, en sus capacidades y limitaciones. En lo que coinciden ambos es que ella deseaba encontrar una salida ante la vergüenza o el acorralamiento, y la única salida que parece haber encontrado fue la muerte por suicidio.

El suicidio y la orfandad: la construcción de Juanita

Para la hija de Consentida, Juanita, que ahora cuenta 6 años, hay una historia comprensible para ella construida con lo que ha escuchado a sus familiares sobre la muerte de su madre. Al preguntarle por la forma en que sucedió la muerte, ella dijo: «Ella se metió en el cuarto, destapó el veneno y se lo bebió; entonces vino y cogió y lo tiró aquí, se asentó en la cama y después salió pa’ fuera con el dolor en barriga, y ella estaba en embarazo y se tomó el veneno, entonces mi mamita iba a entrar y vio ese coso de ratón tirado y le dijo ‘¿te tomaste esto?’. Destapó el cosito y no había ni una gotica» (Hija, E2, F2).

Inicialmente, Juanita hace una descripción de lo que ocurrió. Por eso cuenta que la madre en la intimidad del cuarto elige destapar y luego beber el veneno, se deshace de él y luego, cuando está mal, sale fuera, hace público su mal. Ella no solo menciona el contexto en el que ocurre el evento, sino que, además, hace referencia a la condición de gestación —«estaba en embarazo y se tomó el veneno»— y es la abuela quien entra en el escenario a verificar los hechos. En la descripción que hace, hay veracidad en la primera parte; en efecto, al parecer, su madre se toma el veneno en su cuarto y se acuesta; en la segunda parte de cómo la madre sale con dolores de barriga y la abuela interviene para comprobar, hay toda una construcción de su imaginación, dado que del envenenamiento solo se percatan cuando Consentida ya había fallecido.

En un segundo momento, para Juanita el significado atribuido al suicidio de su madre está, como para todos los niños, atravesado por la interpretación que hacen los adultos a su alrededor. En este caso, la aproximación al evento se ve influida por el relato de la abuela.

La niña plantea que su madre se suicidó «porque ella no me quería casi»; se advierte en este relato que sus palabras están en concordancia con las aseveraciones que la abuela hace respecto al suicidio de Consentida y la orfandad de la niña: «Buscó remedio pa’ matarse, era que no la quería. No hizo bien porque la dejó pequeña e hizo lo que hizo; donde una madre quiera a un hijo no hace eso, no hace eso porque, por más que sea, mi hija esté chiquita» (Madre, E2, F2).

Cuando la madre de Consentida le da un calificativo moral al acto, dice que está mal, dado que vincula la muerte anticipada con la consecuencia de la orfandad de su nieta, el significado de la muerte por suicidio se mueve, cambia de lugar, ya no es solo la pena de enfrentar el mundo social, es en relación con la niña, una falta de amor, dado que la iba a dejar pequeña, de 4 años. Ella, que también es madre, que ha vivido esta experiencia a lo largo de su vida, ha ido quizá comprendiendo que su rol de madre le da fuerza para vivir la vida, para enfrentar la adversidad, ella proyecta eso en su hija y quizá por eso dice que, si busca remedio para matarse, era que no quería a la hija. Para la madre, si se ama a los hijos, la muerte por la propia mano no se piensa, queda descartada ante la pena. Parece que Consentida tenía otra lógica: una vida con pena no vale vivirse ni siquiera teniendo una hija pequeña.

¡Muerte es muerte!

Cuando se indaga a la familia si la muerte por suicidio es diferente de otros tipos de muerte, ellos refieren: «Pues de todas maneras usted sabe que la muerte, para uno, siempre que se le muera un doliente a uno, siempre es duro, venga la muerte del lado que venga, cierto. Para mí siempre es duro porque es un doliente. No, no, no, yo no, yo no quería que ella se hubiera muerto de ninguna manera, de ninguna manera» (Madre, E2, F2).

En los relatos de la madre y el hermano, pareciera que la muerte es dura fundamentalmente por tres elementos:

  • Por la muerte misma, que separa definitivamente del ser querido.

  • Porque quien fallece sea un doliente, una persona cercana y querida.

  • Por no desear ningún tipo de muerte para los seres queridos.

Para ellos, estos elementos son los que fundamentalmente ocasionan el mayor dolor, más que la vía por donde haya arribado la muerte. De lo anterior podría inferirse que lo más importante para ellos ante la muerte por suicidio de Consentida es el vínculo que se tenía con ella y lo que la muerte ha afectado al vínculo. Que haya sido una muerte voluntaria no cobra tanta relevancia para ellos, lo doloroso es su ausencia, y esta es consecuencia de la muerte que, al fin y al cabo, es muerte. Pensar que lo más duro es la muerte en sí, el desenlace final, no la ruta, pareciera que en esta familia ayudó en el proceso de elaboración del duelo, en tanto no se personifica el dolor en el suicidante, sino en la consecuencia final del acto, acto que finalmente es universal, a diferencia del acto de la muerte voluntaria, que es particular, que hace referencia a la subjetividad de Consentida.

Poner el énfasis en el morir, no en la causa del morir, se denomina en el presente estudio ruta de la muerte en sí. En el caso específico de la muerte por suicidio, podría ser una ruta alterna que libra de buscar culpables en el sujeto que comete el acto o en los familiares más cercanos. Quizá esta sea la situación que se vislumbra cuando la familia de Consentida da cuenta de lo que le ha venido ocurriendo luego de su muerte: «De todas maneras, es el dolor porque es el doliente, es duro porque de por sí también, y si se muere así, también uno tiene que aguantar» (Madre, E3, F2). «Para mí siempre es duro, porque es un doliente que le duele, de uno. No, eso es duro, lo que pasa es que uno tiene que enseñarse ya» (Hermano 2, E3, F2).

Cuando la madre plantea «de todas maneras, es el dolor porque es el doliente […] y si se muere así, también uno tiene que aguantar», podría decirse que hay dos vivencias luego de la muerte elegida de Consentida, el dolor porque es el familiar y el aguantar; ambas vivencias están atravesadas por el evento de la muerte, en la segunda vivencia; aguantar es una decisión que ella toma porque, independiente de que sea una muerte voluntaria o no, la muerte no da tregua, es tan decisiva y firme que no hay otra cosa que hacer más que aguantarla.

Para el hermano, ante la muerte de Consentida también hay dolor —«eso es duro»—, pero también a lo duro de la muerte hay que habituarse. Incluso el hermano es tajante, «tiene que enseñarse».

Para la madre y el hermano, la muerte de Consentida produce dolor, pero al mismo tiempo ese dolor que no se puede evadir, por eso no hay otra salida más que aguantarlo y enseñarse, y quizá en la medida que se aguanta se va enseñando a él. El aguantar que es la experiencia cotidiana hace referencia al presente, enseñarse a la muerte toma tiempo, es un proceso, que hace referencia al horizonte, hacia donde habría que orientar la acción.

Ellos, como familia, van transitando del dolor al aguantar y del aguantar al enseñarse a la muerte de Consentida, el norte es poder aprender a vivir con esa ausencia; el horizonte no es develar que ocurrió, por qué eligió adelantar la muerte, qué podrían haber hecho o dejado de hacer. Tener como norte aprender a vivir esta situación de pérdida por la muerte, acostumbrarse, podría ser una manera de librarse de los estigmas que pueden aparecer luego de la muerte por suicidio de un familiar.

Discusión

Desde el año 2012, la OMS plantea que las muertes violentas, entre ellas el suicidio, deben denominarse como causas directas del embarazo19.

En el contexto colombiano, las muertes violentas durante la gestación no se consideran dentro del ámbito de la muerte materna, sino muertes accidentales. Esta concepción puede terminar minimizando o invisibilizando las dobles muertes que acontecen en mujeres gestantes, manteniendo el subregistro y dejando de lado la evaluación de la esfera mental en la gestación y en el posparto.

En la historia de las dos familias de la investigación, que tenían en común la condición de que su familiar era gestante y eligió una muerte voluntaria, los significados atribuidos a la muerte por suicidio también tuvieron que ver directamente con la maternidad; para ellas no aplica la consideración de muerte accidental que en el presente rige en el país.

En el proceso de construcción de significados, las familias pasaron por un vaivén de emociones a lo largo del tiempo, lo cual coincide con lo que han planteado algunos autores20. Entre ellas, las familias relataron: culpa y miedo de que otros miembros de la familia pueda hacer lo mismo. Este proceso de ir y venir va arribando a la cura, en este vaivén emerge lo que hemos denominado concepto de la ruta de la diferenciación. Esta vía se caracteriza por la capacidad que tiene en este caso la madre de saberse separada de su hija, por eso logra decir que quizá no se puede cambiar los pensamientos de ella y emerge también en la familia de Consentida cuando los hermanos expresan que las personas pueden pensar diferente frente a un evento.

Esta vía, que no encontraron las investigadoras en otros estudios, hace posible la reconfiguración del acontecimiento, y en esa medida abre posibilidades hacia la cura en tanto pone límite a emociones como las que se mencionan en el párrafo anterior, que pueden bloquear el proceso de aceptación de este evento.

En lo referente a la diferenciación, Bowen21 plantea que estas personas pueden no ser dogmáticas ni rígidas, son capaces de respetar el sí mismo y la identidad de los otros. Además, asumen la responsabilidad de sus actos ante la familia y la sociedad. En la madre de Bella, algunos de estos atributos se perciben cuando ella logra no sentirse culpable ante la carta de la culpa dejada por Bella, pero al mismo tiempo captar el lugar desde el cual su hija la escribe.

En la familia de Consentida, emerge otra ruta que ha ido ayudando a sobreponerse del duelo; las investigadoras la denominaron ruta de la muerte en sí.

Esta otra vía que plantea la familia, tras más de 1 año de la muerte de Consentida, deja ver que la familia no se ancló en la causa de la muerte, en el hecho de que ella eligiera su muerte, sino en el dolor de su ausencia, en la pérdida del vínculo que mantenían con ella. Esta vía podría plantearse cercana a lo que Bowlby7 denomina choque del desapego, el dolor y shock propios de la pérdida y el proceso de desapego que tendrán que llevar a cabo los familiares luego de su muerte. Centrarse en este dolor, en el proceso de desapego, puede librar de culpas, miedos, vergüenza, sentimientos frecuentemente encontrados en sobrevivientes de suicidarios.

Cuando los sobrevivientes de una persona que elige la muerte voluntaria se encuentran más diferenciados, logran mirar con mayor distancia el acontecimiento, captar que el familiar es un sujeto distinto de ellos y por eso puede hacer otras elecciones que no siempre se puede cambiar. Desde esta ruta, se puede ir poniendo límite a emociones como la culpa, el miedo y la vergüenza, y se puede arribar con mayor facilidad a la ruta de la muerte en sí, en tanto la elaboración del dolor a partir de la realidad que trae cualquier tipo de muerte, como es la ausencia del ser querido, la pérdida del vínculo que se tenía más que el tipo de muerte. La articulación de ambas rutas podría plantearse como facilitadora del proceso de duelo ante la muerte por suicidio de un familiar. Esta hipótesis requeriría de estudios.

Las dos rutas que se visibilizan en el estudio —la diferenciación y la muerte en sí— indican capacidades resilientes en las familias para sobreponerse a la tragedia sufrida.

En lo referente a las reacciones de los niños y jóvenes, en la familia de Bella el hecho de que su hermano a través del juego y del dibujo manifieste sus preocupaciones y que sus hermanos adolescentes puedan, después de un tiempo, expresar que adelantar la muerte puede implicar perderse de fiestas y de la familia están en concordancia con lo que se ha reportado en otras investigaciones22, en las cuales los niños pequeños pueden, a través de rituales y juegos, externalizar el dolor que viven por la pérdida, y los adolescentes pueden volver sobre la historia del familiar y de ellos mismos y revalorizar la vida.

En la muerte de Consentida, que previamente era madre, la orfandad de su hija es significada por su madre como falta de amor, y esta lectura es retomada por la niña. En este hallazgo de la investigación es importante anotar que, para los niños y las niñas, el evento de la muerte por suicidio de un familiar no es necesariamente un evento traumático que deja secuelas en su psiquismo o en su salud física. Un elemento definitivo para superar su pérdida es la historia que los adultos más significativos les narren, una historia verdadera, clara y comprensible para el momento vital por el cual atraviesan.

Conclusiones

En las dos familias que participaron de la investigación, el significado atribuido a la muerte por suicidio emerge como resultado de una serie de hilos que van dibujando la tragedia y tienen que ver con condiciones subjetivas, de la maternidad, familiares y del contexto. Durante el proceso de duelo, las familias pasan por diversas emociones (miedo, culpa) hasta ir arribando al alivio, que parece se vincula con dos tipos de ruta que ellas van eligiendo: la ruta de la diferenciación que hace posible que la familia se reconozca como distinta a la familiar que fallece, en esa medida que acepte que no podía cambiar sus elecciones. La otra ruta es la de la muerte en sí, en tanto la familia viva el duelo más centrada en la pérdida del ser querido, en la ausencia que experimenta, más que en el tipo de muerte. Ambas rutas se convierten en posibilidad resiliente de afrontar la tragedia de la muerte por suicidio. En futuras investigaciones sería importante realizar estudios cualicuantitativos en diversas zonas del país y mirar las rutas resilientes que las familias van transitando para sobreponerse a la pérdida.

Conflicto de intereses

Los autores declaran que no existe ningún conflicto de interés

Agradecimientos

A las dos familias del estudio por compartirnos sus experiencias. Al grupo de investigación en Psiquiatría (GIPSI) y a la Universidad de Antioquia por el apoyo.

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El presente artículo es producto de la investigación «El suicidio en mujeres gestantes: relatos y reconfiguraciones familiares. 2 casos del Departamento de Antioquia en el año 2010-2011.» Se ha enviado para ponencia al 8.o Congreso Internacional de Salud Pública: Justicia social, derechos humanos y equidad en salud. Aún no han aprobado la presentación.

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