El nivel educativo ha sido motivo de extenso estudio debido a su relación con importantes y múltiples desenlaces en salud. Alcanzar mayor o menor número de logros académicos ha sido asociado de forma clara con el desarrollo de mortalidad, obesidad, enfermedad cardiovascular, diabetes, entre otros múltiples procesos patológicos que logran extenderse a gran parte de las especialidades medicoquirúrgicas1–20.
En una visión general, tiende a asumirse que a mayor grado de escolaridad, menor incidencia y severidad de enfermedad, sin embargo, este patrón no siempre se sigue y la influencia del nivel educativo sobre la salud puede ser un poco más compleja, variando de acuerdo con el desenlace y la población estudiada. Así, lo que en algunos países se asocia a menor educación, en otros se puede observar con mayor frecuencia en individuos más letrados9,10.
Gran parte del interés en estudiar este factor socioeconómico recae en que forma parte de los pocos determinantes de la enfermedad que podrían ser modificados sin tratamiento farmacológico; además, debido a que es común a un gran porcentaje de la población, se pueden lograr desenlaces en salud a gran escala mediante la aplicación y modificación de políticas públicas.
El nivel educativo suele ser el determinante principal de la ocupación y el ingreso de cada persona, y podría pensarse que con esto se explica en parte la importancia de la educación en la enfermedad; sin embargo, la influencia del bajo nivel educativo en un individuo va mucho más allá de su trabajo y se relaciona, también, con la decisión de adoptar estilos de vida poco saludables, menor capacidad para identificar síntomas de enfermedades, menor conocimiento sobre la enfermedad que ya padecen y menor importancia al cuidado de la propia salud, situaciones que podrían retrasar la consulta médica y dificultar el tratamiento11–13.
La influencia del nivel educativo en salud es muy amplia y en cada grupo de enfermedades puede ser diferente; los resultados encontrados han sido muy diversos y varían desde la impactante modificación en la mortalidad, hasta la forma en que un paciente prefiere ser tratado14–16. Esta diversidad, probablemente, es uno de los aspectos que más interés despierta y genera gran cantidad de trabajos en el mundo.
Influencia del nivel educativo en enfermedades cardiovascularesLas enfermedades cardiovasculares y la diabetes componen el campo en el que más se ha estudiado la influencia del nivel educativo.
La mortalidad a causa de enfermedad cardiovascular es el hallazgo que más llama la atención y se ha encontrado un claro aumento de esta a medida que disminuye el grado de educación16. Resultados similares se reproducen también en poblaciones de diabéticos, en las cuales la mortalidad por causas cardiovasculares y la mortalidad por cualquier causa aumentan a menor nivel educativo17.
Además de la mortalidad, la incidencia de eventos cardiovasculares y de diabetes es otro desenlace importante que es influido por la formación académica, originándose un mayor número de estos eventos con la disminución de los años formales de educación18,19.
Otros hallazgos valiosos se han encontrado en factores de riesgo para enfermedad cardiovascular, entre ellos hipertensión, tabaquismo y obesidad, aumentando cada uno de estos su prevalencia según disminuye el grado de educación de los pacientes; aunque en este sentido es necesario resaltar que los resultados no son uniformes en todos los trabajos y se presenta una variabilidad dependiendo de la población estudiada19–22.
El nivel educativo en reumatologíaEntre las enfermedades reumatológicas, sin duda, las que más aportan al conocimiento del papel de la educación son la osteoartrosis (OA) y la artritis reumatoide (AR)23–32, aunque también se han realizado algunos trabajos en artritis psoriásica, lupus eritematoso sistémico, esclerosis sistémica y espondilitis anquilosante33–41.
En OA y AR el bajo nivel educativo se ha asociado con múltiples desenlaces no deseados, entre ellos incidencia y severidad de la enfermedad23–32, relación que podría depender de la adopción de estilos de vida no adecuados, sumado a la falta de conocimiento de la enfermedad.
En OA de rodilla y cadera, el bajo nivel educativo aumenta la incidencia de la enfermedad, su severidad radiológica y la gravedad de los síntomas23–26. En AR se relaciona con mayor incidencia y actividad de la enfermedad, peor pronóstico, y con algo de controversia, a inicio más temprano de la enfermedad27–32.
Tanto en AR como en OA, la discapacidad laboral y la menor capacidad para rehabilitación son comunes entre los grupos menos estudiados42,43.
Para otras enfermedades autoinmunes hay pocos estudios, pero es común encontrar mayor ausentismo, presentismo, discapacidad, reubicación y renuncia laboral cuanto menor es el nivel educativo que tengan los pacientes33–41.
Diferencias entre poblacionesAunque son muchos los trabajos que demuestran una relación entre el bajo nivel educativo y desenlaces no deseados, en algunas enfermedades se han encontrado diferencias muy marcadas entre poblaciones, en especial cuando se comparan países de altos ingresos con países de bajos ingresos. Las diferencias más considerables en este sentido se observan en enfermedades cardiovasculares, obesidad, diabetes y tabaquismo en los cuales, en ocasiones, la relación puede invertirse9,10.
En los estudios en países de altos ingresos, se ha encontrado mayor incidencia de enfermedad cardiovascular en grupos de menor nivel educativo; sin embargo, en países de bajos ingresos, esta relación no se conserva completamente y la diferencia de la enfermedad de acuerdo con los niveles de educación es mucho menor en hombres y no se encuentran variaciones significativas en mujeres10.
De manera similar, en países de elevados recursos, los estudios sobre diabetes y obesidad clásicamente demuestran mayor prevalencia a medida que disminuyen los años de educación formal, contrario a lo que se ha encontrado en países de bajos ingresos en donde a mayor nivel académico mayor prevalencia de estas enfermedades9,10.
En hipertensión y tabaquismo, la relación que se observa en países desarrollados también se encuentra modificada y la asociación con bajos niveles educativos o es menor, o no significativa10.
Otro punto a resaltar es la variabilidad en clasificaciones del nivel educativo, en lo cual no hay consenso en cuanto a qué es bajo o alto nivel, haciendo muy difícil la comparación confiable entre los resultados de un estudio y otro.
De acuerdo con lo anterior, conocemos que la influencia del nivel educativo puede variar según el desarrollo del país, el género, la enfermedad a estudiar, entre otras cosas, y sabemos, además, que la falta de homogeneidad en la definición de lo que es bajo o alto nivel dificulta la comparación de resultados. Sin embargo, a pesar de las falencias de algunos estudios existe una clara asociación entre salud y nivel educativo, la cual vale la pena seguir explorando, cada vez, con mejores metodologías que permitan obtener una información más confiable.
En la edición actual de la Revista Colombiana de Reumatología se presenta una revisión sistemática sobre la influencia de la educación en artritis reumatoide, la cual evalúa con una rigurosa búsqueda de la literatura todo lo publicado hasta el momento sobre este tema, intentando encontrar con confiabilidad el impacto real de este determinante en la enfermedad44.
Entre los resultados de la revisión sistemática, se encuentra una importante asociación entre bajo nivel educativo y discapacidad en AR, además de una mayor incidencia de severidad y mortalidad. Es necesario resaltar que los autores concuerdan en que hay puntos de controversia en los cuales la relación con el nivel educativo no es clara, por ejemplo en el inicio temprano de la enfermedad, diferencias en tratamiento o la calidad de vida. Sumado a esto y de acuerdo con lo que hemos expuesto previamente, los autores refieren que son necesarias una mejor metodología y una definición más homogénea de lo que es bajo o alto nivel educativo ya que la variación en este sentido hace muy difícil analizar los datos.
Para concluir, debemos decir que en Latinoamérica no se encuentran muchos estudios sobre la influencia de los logros académicos en enfermedades autoinmunes y, según lo que se ha discutido, es imposible extrapolar la información de otras poblaciones a la nuestra. La importancia de la educación como posible factor de riesgo o protección, y el escaso conocimiento sobre cómo afecta este a la población colombiana, deja claro que nuestra responsabilidad de ahora en adelante es incluir el nivel educativo de nuestros pacientes en cada una de nuestras investigaciones.