Queremos felicitar al Dr. Gamboa-Arango et al. y de forma extensiva al servicio de Geriatría del Hospital de Igualada por su estudio sobre los factores pronósticos de buena funcionalidad a los 12 meses en pacientes con fractura de cadera (FC)1. El trabajo que están realizando desde hace años en el ámbito de la ortogeriatría en el Hospital de Igualada es muy interesante. Los objetivos del tratamiento de la FC han sido desde el inicio conservar la vida y mantener la función. La colaboración entre los servicios de Geriatría y COT ha sido un ejemplo pionero de colaboración médico-quirúrgica2. La geriatría ha aportado la valoración geriátrica integral (VGI) y el análisis de los datos que ella aporta. Sin embargo, debemos avanzar integrando en este análisis información sobre las preferencias de los pacientes y el estudio de la reserva fisiológica de los mismos.
A la hora de tomar decisiones tras una FC nos topamos con la visión de una sociedad que está exigiendo que los pacientes permanezcan sin deterioro funcional e independientes para las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) el mayor tiempo posible3. Sin embargo, el envejecimiento se asocia a un deterioro progresivo de la reserva fisiológica que en algunos casos puede dificultar la recuperación de la situación basal tras una FC. Sabemos que después de una FC sólo alrededor del 30% puede llegar a recuperarse completamente4. Disponer de herramientas con las que objetivamente se pueda orientar a los pacientes y las familias de las necesidades de cuidados que el paciente requerirá es importante. Ser capaces de informar de forma clara y objetiva de cuándo ha llegado el momento de cuidar y no de rehabilitar continúa siendo una tarea muy complicada desde nuestro punto de vista. El análisis de la calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) y la utilización de índices de fragilidad pueden ayudar a la toma de decisiones clínicas y de gestión de recursos.
A pesar de la elevada mortalidad tras una FC, el 70% de los pacientes siguen vivos al año5. Los modelos de investigación en el campo de la ortogeriatría se han centrado en aspectos clínicos de mortalidad, complicaciones médicas y quirúrgicas y recuperación funcional. Sin embargo, cada vez tenemos más presente que se ha de analizar la recuperación de los pacientes tras una FC como un concepto multidimensional. Para ello se están utilizando cuestionarios que miden la CVRS o PROMs (del inglés, Patient Reported Outcomes Measures) los cuales permiten que los pacientes evalúen subjetivamente distintas dimensiones de salud (físicas, psicológicas y sociales) importantes para el bienestar del individuo. De todos los instrumentos de medición de la CVRS, el EuroQol-5D (EQ-5D) es el más utilizado y recomendado en pacientes con FC5,6 y deberíamos acostumbrarnos a incluirlo en nuestros estudios.
El estudio de la fragilidad y de las herramientas y protocolos para identificarla en la práctica clínica nos ayudará a individualizar el pronóstico clínico y de recuperación funcional, la planificación de cuidados y la intensidad terapéutica de nuestros pacientes7. Sin embargo, las evidencias de los estudios de fragilidad todavía no se han aplicado de forma consensuada y generalizada en la práctica clínica2; por eso nos parece muy interesante el trabajo del Dr. Amblás et al. con el Índice Frágil-VGI8. Su aplicación en la ortogeriatría nos permitiría estratificar a los pacientes en función del grado de fragilidad, determinando el nivel de intensidad terapéutica en función de un objetivo de supervivencia, funcionalidad o bienestar o control sintomático.
La población geriátrica se caracteriza por su gran heterogeneidad9 y, en función de sus niveles de reserva funcional y cognitiva y comorbilidades, los pacientes pueden ser clasificados como en forma o buen estado, vulnerables o con fragilidad grave10. Sabemos que la población que sufre una FC, comparada con sus pares sin fractura, es una población con más patología crónica de alto riesgo y máxima complejidad11. La idea de los autores en esta carta es reflexionar sobre distintas herramientas que nos ayuden a tomar decisiones centradas en la persona y a identificar la fragilidad como complemento a la valoración geriátrica integral que se realiza en los pacientes ancianos que ingresan con una FC. No es nuestra intención plantear un debate sobre los criterios de distribución de recursos, sino obtener más información que nos ayude a tomar decisiones y ofrecer los mejores tratamientos en función de las características del paciente, siguiendo los principios de utilidad, proporcionalidad y equidad.
Después de un año en que todo ha estado condicionado por la pandemia, esperamos que poco a poco podamos retomar cierta normalidad lo antes posible para seguir aportando mejoras en los distintos aspectos de la asistencia al paciente anciano con FC.
Nivel de evidenciaNivel de evidencia V.