La disfagia es un síndrome muy común en nuestro medio que afecta a pacientes de gran fragilidad, asociado con frecuencia a graves complicaciones nutricionales1 y elevada prevalencia de broncoaspiración y neumonías aspirativas2.
En nuestro servicio de geriatría hemos realizado un estudio descriptivo prospectivo durante enero y febrero de 2012, para conocer la prevalencia de este proceso en los pacientes hospitalizados. Se analizaron variables sociodemográficas, clínicas, bioquímicas, diagnóstico de ingreso, comorbilidad (índice de Charlson), situación funcional (índice de Barthel), valoración nutricional (Mini-MNA®), antecedente de disfagia y broncoaspiración durante la hospitalización. A todos los pacientes se les aplicó como instrumento de cribado de disfagia, el Eating Assessment Tool (EAT-10)3. A quienes tenían antecedentes de disfagia y/o EAO-10 mayor o igual a 3 se les realizó el método de exploración clínica volumen-viscosidad (MECV-V)4.
Durante el periodo de estudio se analizaron 121 pacientes con una edad media de 87 años y predominio de mujeres (72%). El 41% vivían en residencia. Presentaban el antecedente de disfagia al ingreso el 39,7%. Según el test EAT-10, el 58,7% de los pacientes cumplían criterios de disfagia y según el MECV-V un 43% (en un 14,8% no se pudo realizar por gravedad del paciente con bajo nivel de conciencia). Tenían desnutrición según el Mini-MNA® el 53%, albúmina<2,5mg/dl el 10,1% de los pacientes.
Los pacientes con disfagia fueron más longevos, tuvieron mayor comorbilidad (índice de Charlson) y dependencia funcional global severa (índice de de Barthel menor de 20), y en la ingesta (p<0,001). Tuvieron mayor prevalencia de desnutrición según Mini-MNA® y de riesgo de desnutrición (p<0,001). El motivo de ingreso fue con mayor frecuencia la infección respiratoria y la deshidratación (p<0,001). Existió una elevada prevalencia de antecedente de infección respiratoria de repetición y de broncoaspiración durante el ingreso (p<0,001). Como factores de riesgo significativos de disfagia encontramos la demencia, el accidente cerebrovascular (ACV) previo, el cáncer y el uso de neurolépticos y antidepresivos diurnos. No se encontraron diferencias entre sexos, lugar de procedencia, ni prevalencia de mortalidad hospitalaria.
Hemos constatado una elevada prevalencia de disfagia en nuestro entorno con relación a una población con elevada comorbilidad neurológica como demencia o ACV y dependencia funcional severa como se constata en otras publicaciones5–7. El elevado porcentaje de pacientes no diagnosticados previamente, a pesar de haber presentado en algunos casos complicaciones graves, obliga a mejorar los protocolos de detección de este proceso, utilizando instrumentos de cribado sencillos, exploraciones clínicas orientadas y comprobación mediante el MECV-V que nos permite elaborar recomendaciones concretas respecto al volumen y la textura del alimento a administrar. La valoración del nivel de conciencia, la evaluación periódica de la necesidad de psicofármacos, la limpieza bucal y los cuidados posturales en la ingesta, serán fundamentales en la prevención de la broncoaspiración.
En nuestro servicio en los últimos años se está trabajando en el manejo de este síndrome a nivel hospitalario mediante la creación de las dietas disfagia8, la elaboración de carteles informativos colocados en la cabecera del enfermo y la organización de cursos para la formación del personal. En los últimos años en nuestro medio, en situaciones de disfagia severa donde la vía oral se desestima, ha disminuido la utilización de sondas nasogástricas, salvo en fase aguda del ictus, utilizándose con mayor frecuencia la alimentación por sonda de gastrostomía percutánea9, si el paciente no cumple criterios de terminalidad.
En nuestro entorno, sin embargo, hemos comprobado la dificultad que tienen los cuidadores de los pacientes, también en ocasiones muy frágiles, para entender unas recomendaciones adecuadas. Un equipo multidisciplinar está trabajando en mejorar la información en cada paciente y su entorno estableciendo pautas generalizadas (folleto guía informativa sobre la enfermedad) e individuales según las características de cada persona. Evaluaremos la eficacia de nuestro protocolo en nuestro medio intentando minimizar las complicaciones en seguridad y eficacia nutricional asociadas a la presencia de este proceso