El envejecimiento poblacional es una realidad con importantes consecuencias sociales, económicas, culturales y sanitarias1. Existe abundante literatura acerca del envejecimiento saludable2,3 y los factores que precipitan el no saludable4. Revistas de alto impacto como JAMA publicó en 2011 un estudio en el que se analizaba la esperanza de vida de los presidentes de los EE. UU. comparada con la de personas coetáneas5. En 2019 la American Federation for Ageing Research (AFAR) publicó una editorial reflexionando sobre qué edad debe tener un candidato a la presidencia de los EE. UU.6. En este contexto hemos evaluado, igual que hicieron en el año 20115, si la edad teórica de los jefes de estado españoles es mayor que la de sus conciudadanos, es decir, si envejecen más prematuramente que estos.
Por todo ello, se realizó un estudio retrospectivo incluyendo a los dirigentes de España desde principios del s. XVIII (momento en que se inician los registros de esperanza de vida), excluyendo aquellos fallecidos por causas no naturales. Analizamos las edades de nombramiento y fallecimiento y calculamos la esperanza de vida al tomar posesión de su cargo en función de la de su cohorte de nacimiento. Al no disponer de dichos datos sobre España, se cotejaron y extrapolaron a los de Francia, cercana y con una esperanza de vida similar7, siendo conscientes de los sesgos y limitaciones que esto puede acarrear.
Para inferir la esperanza de vida corregida nos basamos en el estudio realizado por Olshanky5, quien adoptó la hipótesis publicada por Roizen en 2009, según la cual un presidente envejece 2 días por cada uno que ejerza su cargo8. Así obtuvimos 2 grupos según tuvieran mayor o menor esperanza de vida media respecto a las personas de su época.
La vida media en el momento del nombramiento era de 36 años ±17 años, menor que la edad media de los presidentes de EE. UU., diferencia que puede explicarse considerando que los nombramientos de algunos reyes de España se produjeron a edades tempranas. Ninguno falleció por causas no naturales y 2 de ellos viven en la actualidad (tabla 1). La edad media del fallecimiento era de 62 años ±17,1. Aplicando la hipótesis descrita previamente8, comparamos la edad de fallecimiento con la esperanza de vida corregida como se puede observar en la figura 1. Tras analizar mediante el test de correlación de Pearson, no observamos correlación estadísticamente significativa (p>0,05). La edad media de los fallecidos antes de lo esperado (n=7, un 30% de nuestra muestra) fue de 50,7 años. La media de edad estimada de los sujetos analizados asumiendo el envejecimiento acelerado era de 41±31 años.
Relación de reyes, regentes y presidentes de estado y edad de fallecimiento
Rey/presidente | E. nombramiento | E. muerte | Rey/presidente | E. nombramiento | E. muerte | ||
---|---|---|---|---|---|---|---|
1. | Felipe V | 17 | 62,6 | 13. | E. Castelar | 41 | 66,7 |
2. | Luis I | 16 | 17,0 | 14. | F. Serr.-Dom. | 63 | 74,9 |
3. | Fernando VI | 33 | 45,9 | 15. | Alfonso XII | 17 | 28,0 |
4. | Carlos III | 44 | 72,9 | 16. | Ma Cristina | 27 | 70,5 |
5. | Carlos IV | 40 | 70,2 | 17. | Alfonso XIII | 0 | 54,8 |
6. | Fernando VII | 23 | 49,0 | 18. | N. Alc.-Zam. | 54 | 71,6 |
7. | José I | 40 | 76,6 | 19. | D. Mtz. Barrio | 52 | 78,1 |
8. | Isabel II | 03 | 73,5 | 20. | M. Azaña | 56 | 60,8 |
9. | Amadeo I | 25 | 44,6 | 21. | F. Franco | 44 | 83,0 |
10. | E. Fig. y Morag. | 53 | 63,0 | 22. | Juan Carlos I | 38 | Vivo |
11. | F. Pi y Margall | 49 | 77,6 | 23. | Felipe VI | 46 | Vivo |
12. | N. Salmerón | 35 | 70,4 |
El envejecimiento es un fenómeno que va a definir aspectos demográficos, modelos sanitarios y políticas activas. Está condicionado por numerosos factores extrínsecos e intrínsecos. Algunos de los primeros han sido evaluados en la literatura médica9, pero hay otros menos conocidos que pueden condicionar un envejecimiento acelerado como, por ejemplo, las responsabilidades desempeñadas. En nuestro análisis, el dirigir un país no supuso un estresor lo suficientemente grave como para condicionar un envejecimiento acelerado y el fallecimiento precoz. Es más, la mayoría de las personas analizadas tuvieron una esperanza de vida mayor de la que correspondía a su época, hecho probablemente relacionado con unas condiciones de salud por encima de la del resto.
Recientemente la AFAR publicó un artículo sobre la edad de los candidatos a presidente de los EE. UU.10. En él analizaban su edad media, esperanza de vida y años libres de discapacidad, y planteaban si era seguro tener candidatos de edad avanzada, dadas las posibles comorbilidades que podían presentar durante su mandato. Concluyeron que en ningún caso la edad les suponía un impedimento para el desempeño de sus funciones, y que era posible cumplir con uno e incluso 2 mandatos consecutivos de manera razonable y libre de discapacidades, aunque se empiece con más de 70 años como Bernie Sanders o Joe Biden, de 77,9 y 76,7 años, respectivamente.
Nos parece importante lo planteado en el artículo de la AFAR sobre hasta qué punto una persona de edad avanzada puede desempeñar ciertas funciones de responsabilidad frente a personas más jóvenes10, siendo esto un abordaje discriminatorio en función de la edad de las personas y no a su contexto global. Sin que tenga lugar aquí la discusión sobre trabajar hasta los 70-75 años, como hemos observado, tenemos un amplio grupo poblacional perfectamente preparado y formado que se aproxima a esas edades. Quizá debamos conciliar su experiencia acumulada con la energía de la gente más joven, sin discriminar a unos por ser mayores ni minusvalorar a los otros por inexpertos.