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Inicio Revista Española de Geriatría y Gerontología El envejecimiento activo. El papel del individuo y de la sociedad
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Vol. 34. Núm. 6.
Páginas 314-318 (noviembre 1999)
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El envejecimiento activo. El papel del individuo y de la sociedad
Active aging. The role of the individual and the society
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El envejecimiento activo. El papel del individuo y de la sociedad*

Lehr, U.

Universidad de Heidelberg.

Correspondencia:

U. Lehr. Deutsches Zentrum für Alternsforschung.

Bergheimer Strae 20.

D-69115 Heidelberg.

Recibido el 8-7-99;

aceptado el 22-9-99.


RESUMEN

La actividad durante el envejecimiento ­tal y como recomendó la 52.ª Asamblea Mundial de la Salud­ es un componente importante para la salud en la edad avanzada. Este trabajo revisa los hallazgos en los que se basa esta recomendación, que provienen tanto de estudios longitudinales como de la investigación en personas de edad avanzada y sobre los efectos de la actividad física y mental. Propugna la eliminación de los obstáculos para la actividad en todas las edades y un aumento de los esfuerzos encaminados a que la gente mantenga una vida activa a edades avanzadas.

Palabras clave

Envejecimiento activo. Salud. Longevidad. Capacidad en la vejez. Intervención. Barreras a la actividad física.

Active aging. The role of the individual and the society

SUMMARY

Active aging ­as recommended by the 52nd World Health Assembly­ is an important basis for health in old age. The paper reviews findings from research on long lived persons, from longitudinal studies, research on effects of physical and mental activation supporting these recommendations. It asks for a removement of the barriers for activity during the whole life course and for the enhancements of all efforts to enable people for an active life in old age.

Key words

Active aging. Health. Longevity. Competence in old age. Intervention. Barriers to physical activity.


INTRODUCCION

La quincuagésimo segunda Asamblea Mundial de la Salud (1) hizo un llamamiento a todos los estados miembros, instándolos:

1. A mostrar un mayor interés por la salud y el bienestar del creciente número de ciudadanos ancianos y a dar los pasos necesarios para tomar las medidas que aseguren el mayor grado posible de salud y bienestar a este grupo.

2. A apoyar la defensa de la OMS de un envejecimiento activo y saludable mediante una nueva asociación multisectorial con organizaciones de voluntarios, organizaciones intergubernamentales y no gubernamentales y mediante el establecimiento de una red global para el envejecimiento activo.

Esta petición se basa en percepciones muy antiguas sobre los condicionantes del envejecimiento saludable. Filósofos griegos como Platón o el escritor romano Cicerón afirmaron que la actividad física, mental y social era necesaria para sobrevivir hasta una edad avanzada manteniendo las funciones físicas y mentales en perfecto estado.

La política de la OMS para lograr un envejecimiento activo y saludable también se basa en un número creciente de hallazgos científicos. Los estudios sobre personas de edad avanzada y centenarios, los estudios longitudinales y la investigación experimental sobre los efectos de la actividad física demuestran que un estilo de vida activo es una de las condiciones más importantes para el bienestar durante la vejez.

Una base teórica para el programa de la OMS puede derivar de la teoría del envejecimiento que afirma que el mantenimiento de un alto nivel de actividad física, mental y social es una manera eficaz de conseguir una vida longeva con un alto grado de satisfacción vital. Las investigaciones más recientes recalcan el papel intermedio de las variables propias de la personalidad, de la situación vital y del tipo de actividad, especialmente en distintos papeles sociales (2). No obstante, esta teoría aún tiene una gran influencia en el pensamiento gerontológico (3).

HALLAZGOS PROCEDENTES DE ESTUDIOS EN PERSONAS DE EDAD AVANZADA

La información sobre el importante papel desempeñado por la actividad proviene de los estudios sobre longevidad, sobre personas centenarias y de estudios longitudinales. Mientras que inicialmente los estudios sobre centenarios se limitaban únicamente a unos pocos casos, actualmente el número de estos hombres y mujeres ha aumentado de forma significativa. El formidable incremento del número de centenarios en los distintos países se pone de manifiesto mediante una comparación de las distintas décadas del siglo XX (4).

En contraste con los estudios iniciales que se basaban en personas de este grupo etario que vivían en áreas remotas del Cáucaso o de Latinoamérica, en la actualidad un gran número de ellas viven en grandes ciudades como Budapest, París o Berlín. Inicialmente la visión imperante sobre los centenarios era muy descorazonadora. Según Lerner (5) y Karasawa, Kawasihima et al (6) la mayor parte de los centenarios eran descritos como pasivos, sin ningún interés vital y casi «simplemente existían». No obstante, muchos otros estudios señalaron la existencia de un nivel elevado de funcionalidad tanto física como mental, además de un alto grado de participación social de las personas de edad muy avanzada (7).

Franke (8, 9) encontró que el 23% de los 525 centenarios de su estudio estaban encamados, el 48% eran bastante independientes en las actividades de la vida diaria, mientras que el 29% de su muestra mostraba un nivel elevado de actividad tanto en interiores como en el exterior. Algunos aún trabajaban. Estudios franceses sobre 724 centenarios (10) hallaron que sólo el 10% estaban encamados, el 33% eran bastante independientes y el 57% se encontraban en buen estado de salud, independientes y activos (9, S.132). También en otras muestras más de la mitad de los centenarios eran independientes y activos en su vida diaria (11, 12). Boone (7) estudió más de 2.500 centenarios, principalmente de clase media o alta. La mayoría de estas personas se mantenían ocupadas en diversas actividades útiles y aficiones y mantenían un amplio espectro de contactos sociales.

Muchos estudios demuestran que un estilo de vida activo durante la juventud y la mediana edad es un predictor del mantenimiento de la funcionalidad durante la vejez (7-9, 13-15).

ESTUDIOS LONGITUDINALES

Los estudios longitudinales sobre el envejecimiento señalan la existencia de un alto nivel de estabilidad de la función física y mental y de la actividad, disminuyendo estas funciones sólo en una minoría (15-17) y apuntan hacia una estabilidad de la personalidad (18).

Una de las variables más decisivas que resulta ser un predictor de esta estabilidad es un estilo de vida activo. Esta estabilidad suele asociarse a un nivel de actividad elevado en la rutina diaria. Muchos estudios indican que apenas existe variación del nivel de actividad desde la edad media de la vida hasta la ancianidad (18, 19).

En el Berlin Aging Study (Base) que observó y analizó 600 personas comprendidas entre los 70 y los 100 años de edad, actividades como los deportes, el baile, las visitas a actos culturales, etc., mostraron una gran estabilidad desde la juventud hasta la vejez (20).

Los estudios longitudinales muestran en el momento de realizar las medidas iniciales grados distintos de actividad entre aquellos que sobrevivieron durante muchos años (los que duró el estudio) y los que murieron antes de que éste terminara. Aquellos que no sobrevivieron tenían unas puntuaciones inferiores en diversos parámetros de actividad al inicio del estudio.

En los estudios longitudinales de Duke las actividades sociales y las actividades de ocio no sociales predijeron la supervivencia tanto en hombres como en mujeres. En la submuestra formada por las mujeres la actividad sexual y de locomoción resultó ser un predictor bastante robusto de longevidad. En la submuestra formada por los hombres, la actividad física se acercó al límite de la significación estadística en la predicción de la longevidad (21).

En el Bonn Longitudinal Study of Aging (22) la actividad se evaluó basándose en entrevistas sobre la rutina diaria de los sujetos y en la observación directa de éstos durante un período de prueba de una semana. Las puntuaciones de esta actividad diferenciaron de manera muy significativa a los supervivientes de los no supervivientes durante un período de 18 años. Los datos de las entrevistas indicaban que, al principio del estudio, las personas longevas hacían un mayor esfuerzo para mantener múltiples y variados intereses.

Un estudio sobre personas de edad avanzada institucionalizadas también demostró el papel decisivo que juega la actividad sobre la longevidad. Entre las muchas variables analizadas por Stone et al (23) después de la edad, la actividad fue el factor predictor de supervivencia más importante en esta institución.

ACTIVIDAD FISICA Y ENVEJECIMIENTO

Existen muchos estudios que confirman la hipótesis de que la actividad física es un requisito necesario para envejecer con éxito. Los cambios físicos determinados por la edad, como los deterioros funcionales de los órganos, los cambios en el sistema muscular y locomotor además de los cambios en los órganos respiratorios (que, por supuesto, dependiendo de los individuos, pueden comenzar a cualquier edad), son similares a los producidos por la falta de ejercicio físico. Los individuos jóvenes inactivos físicamente parecen viejos, de la misma forma que los individuos ancianos activos físicamente parecen jóvenes. El refrán que dice: «los deportes ayudan a mantenerse en los 40 durante 20 años ­o a quedarse en los 50 durante 30 años», es cierto. La actividad física también afecta al bienestar psicológico en lo referente a las capacidades mentales, el bienestar subjetivo, las habilidades sociales y el autoconcepto.

La investigación sobre los efectos de la actividad física está arrojando mucha luz sobre su papel en el mantenimiento o en la mejoría del éxito del envejecimiento en términos de salud y de funcionalidad. Spirduso (24), basándose en la experimentación, llegó a la conclusión de que los deportistas ancianos respondían a señales simples o complejas significativamente más rápido que los ancianos que no practicaban deporte. Eran sólo ligeramente más lentos que personas 30 años más jóvenes. Aparentemente, la continuidad de la actividad física afecta a la velocidad de procesamiento de la información. Las personas activas físicamente después de los 50 años de edad realizaron más rápidamente las pruebas de tiempo de reacción y consiguieron puntuaciones más elevadas en la prueba de dígitos-símbolos de la escala Wais (25) que las personas que no practicaban deportes. Modificando este experimento, Mac Rae (26) pudo demostrar que los tiempos de reacción más cortos y las mayores puntuaciones en las pruebas de los ancianos activos físicamente no podían explicarse por factores motores de tipo periférico. Más bien obedecen a factores propios de la etapa premotora y por lo tanto a factores nerviosos centrales. El autor explicaba los menores tiempos de reacción y las mayores puntuaciones en las pruebas relacionándolas con los efectos de la actividad física sobre neurotransmisores importantes del cerebro como la dopamina, la norepinefrina, la serotonina y la acetilcolina.

Norbeck y Johnson (27) demostraron los efectos a largo plazo del ejercicio físico intensivo mediante entrevistas a hombres suecos comprendidos entre los 61 y los 78 años de edad que durante su juventud habían ganado medallas de oro olímpicas o habían conseguido marcas mundiales de atletismo. Todos ellos permanecían activos en su vejez. Ninguno de ellos refirió problemas importantes o cambios en su estado de salud. Casi todos relataron un alto grado de bienestar actual.

Según Meusel (28), el denominado «proceso de envejecimiento» es, en gran parte, la consecuencia de una actividad física insuficiente. La actividad física ayuda a mantener las capacidades motoras hasta edades más avanzadas. «La vida activa en un sentido amplio del término es la medida de prevención más eficaz frente al envejecimiento prematuro» (28, pág. 119).

En el ILSE, un estudio interdisciplinario sobre desarrollo en la edad adulta (29) se puso de manifiesto la estrecha relación entre la actividad física y la satisfacción vital en el anciano. Casi todas las personas (de edades comprendidas entre los 62 y 64 años) que realizaban deporte tenían puntuaciones de satisfacción vital elevadas.

ESTUDIOS DE INTERVENCION

La actividad mental también es un requisito para envejecer con éxito. Muchos estudios, sobre todo longitudinales, han descubierto que las personas con más actividad mental, con un CI más alto, un espectro más amplio de intereses, una perspectiva de futuro más larga y un número mayor de contactos sociales llegaban a la vejez con un sentimiento mayor de bienestar psicofísico. Se ha demostrado que la actividad cognitiva es esencial para lograr un envejecimiento saludable.

En medicina, la teoría de la atrofia causada por la inactividad («Inaktivitätstheorie») es muy popular. Según esta teoría, los músculos y las funciones físicas que no se usan se atrofian. Igualmente los psicogerontólogos hablan de una «hipótesis del desuso», por la cual las funciones mentales que no permanecen activas se debilitan. Esta hipótesis se apoya sobre todo en investigaciones sobre las funciones intelectuales, la memoria o el aprendizaje (30-33).

Los estudios de intervención demuestran que actividades mentales más o menos específicas resultan eficaces para mejorar la memoria y la capacidad de resolución de problemas. Utilizando un programa de entrenamiento que combinaba actividades físicas y mentales, Oswald, Hagen et al (33) demostraron que incluso en una muestra de personas de edad muy avanzada (edad media de 79,5 años) se podían observar ganancias en las puntuaciones de las pruebas mentales hasta cinco años después de la fase de entrenamiento. Un factor decisivo en la eficacia de esta intervención fue la motivación de los sujetos para mantenerse activos tanto física como mentalmente. Rikli y Edwards (34), Hawkins, Kramer et al (35) y Moul, Goldman et al (36) han demostrado que los programas de activación física producen efectos significativos sobre la ejecución de las pruebas mentales. Lehrl et al (32) diseñó una técnica de activación, denominada «jogging cerebral» que tenía efectos positivos duraderos sobre la memoria.

DISCUSION

El grado de actividad puede estar condicionado hasta cierto punto por factores genéticos, como en el caso de la longevidad (37). También puede asociarse con el estado de salud, aunque en el Bolsa (38) el estado de salud objetivo, valorado por el equipo médico no mostraba diferencias entre las personas más o menos activas (39). No obstante, existían diferencias significativas en cuanto al estado de salud subjetivo. Las personas que se percibían a sí mismas como más saludables eran más activas que aquellas que mostraban una salud subjetiva pobre. La salud objetiva y subjetiva se correlacionaban de forma no significativa (40-42). La salud subjetiva depende de variables sociales y de personalidad, de la misma manera que depende de la actividad. Esto señala el papel interrelacionado del individuo y la sociedad en el establecimiento de una de las principales condiciones para el envejecimiento saludable, la actividad.

Las influencias sociales y culturales son eficaces en la formulación de la personalidad y sus aspectos activos. Las actitudes parentales hacia las expresiones de actividad resultan eficaces para condicionar un estilo de vida más o menos activo, de la misma manera que, por ejemplo, el consejo del médico de permanecer activo o no en el caso de algunas enfermedades crónicas. Por otra parte, el individuo también tiene libertad en la elección de su estilo de vida. Puede decidir seguir el ejemplo de sus compañeros más activos o decidir «disfrutar» de la vida desde una mecedora.

Diem y Lehr (42) descubrieron que la gimnasia, el ejercicio y el deporte eran, en general, contemplados de forma positiva por los hombres y mujeres mayores de 65 años y que la mayoría de los ancianos consideraban que «fomentaban la salud». Pero esta actitud positiva en general no motiva a la mayoría de los ancianos a comenzar a hacer deporte. El deporte y la actividad física en la vejez se consideran socialmente deseables, incluso si no existe una especial afición personal. No obstante, muchas personas parecen creer que un paseo diario es suficiente para mantenerse en forma.

Al preguntar a un pequeño grupo de ancianos que realizaban algún tipo de actividad física regular por sus motivaciones, encontramos que los pacientes insistían en primer lugar en las denominadas «motivaciones expresivas» (como «los deportes y los juegos son divertidos», «simplemente por la diversión que supone el mantenerse activo», «porque es estimulante», «porque me siento mejor», etc.). Los motivos sociales (como «allí estoy conociendo a buenos amigos», «se está acompañado») se situaron en segundo lugar, quedando en tercer lugar las respuestas que se referían al estado de salud.

Mientras que las personas ancianas que no hacen ejercicio parecen considerar el hecho de que el deporte promueva la salud un factor potencial de motivación (insistiendo en los motivos «instrumentales»), aquellas que realizan deporte o ejercicio físico ponen más énfasis en los motivos «expresivos» («simplemente por diversión»).

Estos hallazgos pueden ayudar a comprender el hecho de que el mantenimiento de la salud como motivación instrumental por sí sola no motiva a los ancianos a aumentar su actividad física, sobre todo mientras no existen problemas de salud. Por consiguiente, deben potenciarse las motivaciones expresivas y estimularse la implicación en la práctica deportiva.

Por otra parte, es necesario reducir las barreras que impiden al anciano mantenerse activo. La primera barrera para realizar ejercicio físico y deporte es la imagen que la sociedad tiene de los ancianos, que subraya su pasividad y sus limitaciones. Esta imagen negativa de las personas de edad tiene que cambiar. La teoría «del desgaste» sobre el envejecimiento, que aún es muy popular, postula que la capacidad individual se consume durante los años activos y debe considerarse como otra barrera. Reforzar la convicción de que la actividad física es una parte importante de la prevención en la vejez no es una tarea fácil.

Otra barrera muy importante es la «biografía deportiva» individual, que suele caracterizarse por la falta de experiencia en actividades físicas en la mayor parte de la generación actual de edad avanzada. El grupo de mujeres mayores de 70 años no tuvo grandes oportunidades de hacer deporte durante su edad escolar y su adolescencia. Esto cambiará en las futuras generaciones de ancianos. La sociedad tendrá que centrar sus esfuerzos deportivos en los jardines de infancia y en la escuela y tendrá que dar más oportunidades para hacer ejercicio físico durante la mediana edad y la vejez. También se viven como barreras muy fuertes para la realización de ejercicio físico la discapacidad física provocada por problemas de salud, las experiencias fallidas, una vivencia negativa de la propia imagen física y por último, pero no menos importante, una serie de condicionantes ecológicos (como un sistema de transportes poco favorable, unos horarios de apertura inadecuados de las instalaciones deportivas, la temperatura del agua de las piscinas, incomodidades en los vestuarios, etc.).

También debe proporcionarse a los ancianos tareas mentales; deberían recibir información nueva y estimularles a realizar actividades mentales. La reducción de la actividad mental puede acelerar el proceso de envejecimiento. Este proceso también puede funcionar en la otra dirección: los retos mentales pueden hacer que los ancianos actúen de forma espontánea como si fueran más jóvenes.

Debe aumentar la motivación para la realización de actividades mentales, físicas y sociales. Hay que ofrecer una serie de actividades para que estas metas resulten atractivas para todos. Y muchas de las barreras que existen en nuestra sociedad han de reducirse o eliminarse completamente.

* Trabajo traducido por el Dr. Pedro Regalado. Médico especialista en Geriatría.


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