Es bien conocido que uno de los objetivos planteados en la II Asamblea Mundial sobre Envejecimiento fue contribuir a cambiar la imagen negativa y de declive asociada a la vejez, estableciendo medidas que favorezcan un envejecimiento activo, positivo, exitoso y productivo1.
En los últimos años se observa que los medios de comunicación han asumido este desafío y cada vez más publican noticias positivas de los mayores. Sin embargo, desde una perspectiva crítica del discurso, nos parece que este intento, sin duda loable, puede en ocasiones ser contraproducente cuando se utilizan aproximaciones no apropiadas, llegando a fomentar el edadismo al presentar a los mayores de manera estereotipada o poco respetuosa.
Numerosos estudios han evidenciado que la presencia de un imaginario mediático del envejecimiento ligado al deterioro de las capacidades funcionales y tópicos de fatalidad y vulnerabilidad social genera creencias desmoralizadoras y una actitud de rechazo y/o temor a envejecer2,3. Sin embargo, no se cuestiona generalmente las implicaciones adversas que conlleva la sobreestimación del buen envejecer, presentando a personas mayores célebres, insólitas o extraordinarias que exhiben rasgos de identidad más próxima a la juventud que a la vejez4,5. Paradójicamente, pueden provocar ansiedad o sentimientos de culpa en quienes, por algún motivo, no alcanzan esas altas expectativas del prototipo de vejez saludable, exitosa, jovial e hiperactiva impuesta por la cultura mediática6.
Manifestamos nuestra preocupación y crítica a este tratamiento informativo del envejecimiento, que no se ajusta a una realidad que es compleja y diversa, y que favorece prácticas edadistas.
Por ejemplo, mediante el estudio crítico del discurso observamos la presencia de titulares en que el paradigma de belleza y eterna juventud o vejez juvenil se exhibe como atributo deseable, positivo y/o mejor. Es el caso de titulares del estilo de: «Glam Ma’, la abuela que arrasa por su milagroso maquillaje rejuvenecedor», El Periódico, 11/05/2016; «Emma Morano, la superabuela de 116 años, explica los secretos de su longevidad», El Periódico, 18/05/2016; o «Una abuela “youtuber” arrasa con sus consejos de maquillaje», La Vanguardia, 21/07/2017, por solo poner algunos ejemplos.
Observamos también titulares que enfatizan la edad con acciones que en el imaginario colectivo se asocian a jóvenes, como el deporte o el uso de las nuevas tecnologías, pero su narración refuerza determinados estereotipos y prejuicios asociados a la edad, que pueden dañar u ofender la identidad de la persona mayor. Por ejemplo: «La mujer que se sacó el carné de conducir a los 84 años cae con su coche por un barranco», El Mundo, 03/02/2018; «Un nadador de 99 años rompe el récord del mundo en Australia», El País, 03/03/2018; «Concha, la abuela de Instagram®, que triunfa con sus dibujos de Paint®», La Vanguardia,16/03/2018.
Otro ejemplo lo encontramos en titulares que presentan una imagen caricaturizada de mayores como protagonistas de sucesos inusuales o asombrosos. Si bien se narran historias de superación, hechos atípicos o hazañosos, se presentan con un estilo discursivo que revela de forma implícita o explícita los mitos y prejuicios de la vejez7. Algunas de estas publicaciones pueden vulnerar la dignidad de la persona mayor referenciada al presentarla como un espectáculo informativo, con títulos rimbombantes, humor denigrante o burlesco y uso de recursos retóricos que buscan captar el interés del lector (p. ej., «La divertida reacción de un anciano al darse cuenta de que tiene 98 años. El vídeo, grabado por su hijo, supera las 3.500.000 visualizaciones en YouTube». El País, 12/02/2018; «La divertida reacción de una abuela italoamericana con Google® Home. La anciana María Aktis intenta con poco éxito comunicarse con su nuevo dispositivo», El País, 29/12/2017; «Un jubilado se graba a sí mismo durante sus vacaciones al utilizar mal la GoPro®», El Periódico, 11/04/2016). Generalmente estas publicaciones van acompañadas de fotos, vídeo(s) y una difusión eco en las respectivas redes sociales del medio, con el fin de masificarlas rápidamente. Además, muchos titulares utilizan terminología con carga peyorativa o que reducen a los mayores a determinados roles (abuelos o jubilados, entre otros).
Como profesionales que trabajan con personas mayores, debemos considerar que el lenguaje transmite ideologías que se legitiman según quién lo use, dónde, cuándo y por qué canal. Por tanto, debemos ser críticos y conscientes que incluso en discursos aparentemente positivos podría existir un edadismo que es sutil, que en algunos casos está completamente naturalizado y normalizado, y que sus consecuencias pueden ser tan perjudiciales como el edadismo proveniente de los tradicionales discursos negativos de la vejez.