Se entiende por violencia laboral el conjunto de actos de agresión y/o de violencia que se producen en el contexto laboral1, y que «implica la intervención de individuos o de grupos (en circunstancias relacionadas con el trabajo) que comportan consecuencias negativas para su seguridad y su dignidad»2 (p. 6). La violencia laboral «no incluye conflictos simples y aislados sino hiperconflictos y agresiones, acoso psicológico, moral o sexual, abuso de poder, amenazas, robatorios, homicidios y suicidios en el trabajo»2 (p. 6).
Este término, en los últimos años, experimentó un notable crecimiento debido a la multiplicidad de estudios3. Un reflejo de este proceso es el establecimiento del término como descriptor de búsqueda de Medline/PubMed en 20144.
Cal/OSHA5 (1995) estableció 4 tipos de violencia laboral, diferenciándose en función de la relación entre el agente que establece la violencia y la víctima6,7. En España, la investigación se centró en el tipo II —cuando hay un grado de relación profesional entre la persona que causa el acto violento (paciente, familiar y/o acompañante) y la víctima (profesional)— en los servicios sanitarios8, especialmente en los hospitales y atención primaria4.
En la literatura, uno de los servicios donde se estudió la prevalencia y la incidencia de la violencia laboral son las residencias de mayores. Aunque su estudio es irregular en función de los países, las investigaciones establecen que las personas mayores —contrariamente a la opinión generalizada— son agentes de acción violenta hacia sus profesionales9–13.
Según el modelo interactivo de Chappell y di Martino (2010), uno de los factores de riesgo es trabajar con colectivos y/o situaciones de especial vulnerabilidad14. Las personas mayores, independientemente de su estado de salud, son un grupo vulnerable. Aunque no hay evidencia contrastada que las personas con trastornos neurocognitivos ejerzan más acciones violentas respecto a las que viven un envejecimiento saludable9,15,16, la vivencia del profesional es distinta; atribuyéndose en el primer caso a un riesgo inherente del trabajo17, conocido como síndrome del lugar de trabajo9,10.
A raíz de una revisión bibliográfica, se observa que en España solo hay un estudio de violencia laboral en las residencias de mayores18. Este estudio de carácter exploratorio, descriptivo y transversal establece que el 61,2% (IC 95%: 58-65%) de los profesionales que trabajan en residencias de la ciudad de Barcelona se consideran agredidos en el último año. Este resultado, que no difiere de manera significativa de otros estudios9,11–13,15,16, evidencia una realidad existente aunque poco visible. Una de las consecuencias de este fenómeno es la justificación de la acción violenta por parte del residente como «riesgo inherente al trabajo»9,10,19,20.