La población anciana ha aumentado en los últimos años en nuestro país, a pesar de ello, son escasos los artículos respecto al Juego Patológico (JP) en esta población1. En España no existen estudios que analicen la conducta de juego en este grupo de edad. El objetivo del presente estudio es describir las principales características de los pacientes mayores de 65 años atendidos en una Unidad de Tratamiento del Juego Patológico. Dicha Unidad fue creada hace 30 meses y atiende a una población de referencia de 1.000.000 de habitantes. Los pacientes acuden procedentes de los Centros de Atención Primaria, mayoritariamente, y de los Centros de Salud Mental. Para establecer el diagnóstico de JP se han seguido los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR)2 (tabla 1). Se recogieron datos sociodemográficos (edad, género, nivel de estudios y estado civil), clínicos, estado funcional de acuerdo con el Índice de Barthel (IB) y estado cognitivo de acuerdo con el Índice de Pfeiffer (IP)3,4.
Criterios DSM-IV-TR para el Juego Patológico
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Del total de 334 pacientes atendidos en nuestra Unidad evaluamos a los 17 mayores de 65 años. La edad media fue de 72 años (65-80) y el 82% (14) eran varones. Todos ellos eran autónomos para las actividades básicas de la vida diaria (el IB era >90 puntos en todos los pacientes) y ninguno presentaba demencia (todos presentaban un IP<2/10 errores). El 41% (7) estaban casados o tenían pareja estable, el 29% (5) estaban separados o divorciados y un 29% (5) eran viudos. El 77% (13) habían realizado como mínimo estudios primarios y un 88% (15) estaban jubilados. En cuanto a la conducta de juego, el 88% (15) tenían problemas con las máquinas recreativas con premio y un 29% (5) tenían además problemas con el bingo. El 88% (15) tenían deudas debidas al juego. La edad media de inicio de la conducta de juego era de 38,2 años. Un 24% (4) habían desarrollado el JP en los últimos 7 años, mientras que el 77% (13) restante hacía más de 10 años que tenía problemas con el juego, pero tan sólo habían consultado previamente un 35% (6). En relación a la comorbilidad psiquiátrica, un 29% (5) presentaban abuso o dependencia del alcohol en la actualidad o en el pasado, un 24% (4) presentaban algún trastorno del estado de ánimo y un 12% (2) un trastorno adaptativo. Además, dos sujetos (12%) presentaban como antecedente la enfermedad de Parkinson.
A pesar que las actividades sociales, incluidas el juego, son beneficiosas para la salud, los problemas de juego se han asociado a un peor estado de salud5,6. Aunque en nuestra muestra los problemas de JP se habían iniciado, mayoritariamente, antes de los 65 años, únicamente un 35% de los casos habían realizado tratamiento previamente. Debido al aumento de tiempo libre y a una reducción importante de la red social, las personas ancianas pueden presentar un mayor riesgo de desarrollar o aumentar las conductas de JP, como ocurrió en un 24% de nuestros pacientes. Respecto a la enfermedad de Parkinson, la prevalencia del JP en estos enfermos se sitúa entre el 7-9%, mientras que en la población general está alrededor del 1–2%, sugiriéndose que puede ser una complicación de la terapia con agonistas dopaminérgicos7,8.
Es necesario interrogar respecto a la conducta de juego a los pacientes geriátricos atendidos en las Unidades de Geriatría y los Centros de Atención Primaria para un diagnóstico precoz y una derivación a unidades específicas de tratamiento. De esta manera se intentaría evitar las repercusiones en la salud y a nivel socio-económico asociadas al juego en estos pacientes.