La edad es uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de cáncer. Se espera que el ritmo actual de envejecimiento poblacional tenga un impacto sin precedentes sobre la incidencia de diversos tumores. De hecho, el abordaje de los pacientes oncológicos de edad avanzada es ya un importante problema de salud pública en los países desarrollados. Sin embargo, estos pacientes han sido tradicionalmente excluidos de los ensayos clinicos, y están ausentes de los protocolos habituales de tratamiento oncológico. Por ello, los profesionales de salud se encuentran en territorio desconocido, sin herramientas con que enfrentarse a las múltiples dificultades que se plantean a diario en el tratamiento de estos pacientes. La valoración geriátrica integral se posiciona como una herramienta ideal para una correcta detección de problemas ocultos, facilitar la toma de decisiones sobre las opciones de tratamiento en pacientes complejos, y coordinar la asistencia de los pacientes ancianos con comorbilidad.
Age is one of the main risk factors for the development of cancer. It is expected that the progressive aging of the population will have an unprecedented impact on the incidence of various tumours. In fact, the management of elderly cancer patients is already a major public health problem in developed countries. However, elderly patients have systematically been excluded from cancer drug studies or protocol development. This has left health professionals in uncharted territory, without proper tools to address the multiple difficulties that arise in the treatment of these patients. A comprehensive geriatric assessment may serve as an ideal tool for the correct detection of hidden problems, facilitating treatment decisions in these complex patients, and integrating the care of patients with comorbidities.
Europa, y más concretamente España continúan envejeciendo. Según los datos del padrón continuo del Instituto Nacional de Estadística a 1 de enero de 2015, 8.573.985 personas eran mayores de 65 años, lo que representa el 18,4% de la población española1. Dado que uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de cáncer es la edad se espera que este ritmo de envejecimiento poblacional progresivo tenga un impacto sin precedentes sobre la incidencia de diversos tumores2. En este contexto, las previsiones demográficas proporcionadas por las Naciones Unidas estiman que en 2020 se diagnosticarán 246.713 casos nuevos de cáncer en España, de los que casi la mitad se manifestarán en pacientes mayores de 70 años3. Ante esta perspectiva, es innegable que el manejo de las personas de edad avanzada con cáncer será, en un futuro cercano, un importante problema de salud pública. Más aún, el tratamiento de esta población de pacientes presenta diferencias relevantes con la población general, dada su escasa representación en ensayos clínicos, la frecuente asociación de múltiples comorbilidades y la necesidad de ponderación de valores y preferencias del paciente anciano, que muchas veces difieren de lo esperable en otros grupos etarios4.
Cualquiera que pretenda ser la solución al intrincado manejo del paciente anciano con cáncer deberá integrar una multitud de variables, que incluyen las complejidades derivadas de edad, comorbilidad, fragilidad y valores de manera integral y coherente para el paciente, el médico y el sistema de salud. Con este estrategias sistemáticas y globales de toma de decisiones en el paciente geriátrico oncológico5. Más aún, y como ejemplo de la firme declaración de intenciones en esta línea, recientemente se ha reconocido la oncología geriátrica como subespecialidad con entidad propia, cuyo objetivo es mejorar la calidad de la prevención, diagnóstico, tratamiento y seguimiento de las enfermedades neoplásicas en esta población de pacientes6. Sin embargo, pese a que la necesidad apremia, no existe todavía un propuesta consensuada acerca del contenido y del modo de realización de una valoración geriátrica oncológica, dada la escasa especificidad de las recomendaciones de las sociedades internacionales.
El presente trabajo, presenta una triple misión. En primer lugar, realizar una revisión crítica de la literatura sobre las propuestas actuales de manejo de pacientes ancianos oncológicos; para ello, realizamos una búsqueda en Pubmed incluyendo las palabras elderly, cancer, chemotherapy, radiotherapy y oncogeriatric y se seleccionaron los artículos de revisión y originales sobre el tratamiento del cáncer en pacientes ancianos. En segundo lugar, reflexionar sobre el papel de la valoración geriátrica integral como herramienta para valorar y establecer un plan de cuidados. Finalmente, y nacida de la fusión de todo lo previo, ofrecer una propuesta de evaluación «onco-geriátrica» que pensamos puede ser llevada a cabo con facilidad en nuestro medio, así como nuestros datos obtenidos a lo largo del año 2016 en una consulta de oncogeriatría. Nuestro objetivo es diseminar su implementación para animar a la homogeneización en el abordaje y el manejo de esta población de pacientes. Mediante la promoción de una apropiada valoración del paciente anciano con cáncer, esperamos que las estrategias de diagnóstico y las herramientas terapéuticas se puedan adaptar de una manera más individualizada no solo a las estimaciones pronósticas derivadas de ensayos clínicos, sino también a los valores, preferencias y particularidades clínicas de cada paciente.
Reconocer el problema: la discriminación del paciente anciano oncológicoHasta fechas recientes, los esquemas de tratamiento de pacientes mayores oncológicos consistían en adaptaciones ad hoc de otros ofrecidos a pacientes más jóvenes7. Debido a esta tradicional exclusión de los ensayos clínicos, existen escasos datos relativos a la tolerabilidad de los diversos tratamientos en este grupo etario8,9. Es más, dichos esquemas están generalmente enfocados a ancianos de perfil clínico robusto, sin que exista un consenso generalizado sobre cómo tratar a los pacientes más frágiles10–12. Por ello, no es difícil que sean generalmente infra-tratados frente a aquellos más jóvenes13–15. Los estudios de supervivencia de pacientes ancianos oncológicos también ponen de manifiesto esta discriminación, y es que su menor supervivencia respecto a los pacientes más jóvenes es en muchos casos exclusivamente atribuible a su pertenencia a un grupo etario, y no a variables como el estadio de la enfermedad o la comorbilidad basal8,9,16. Adicionalmente, Hamaker et al. sobre el tratamiento de pacientes con neoplasias hematológicas se objetivó que menos del 5% de los estudios se centraba en ancianos frágiles, y que el 69% de los mismos excluía a pacientes ancianos (en un 27% de ocasiones la exclusión se basaba únicamente en la edad cronológica, en otro 15%, en la situación funcional y finalmente, en un 51%, en disfunción orgánica)17. En otro trabajo del mismo grupo se evaluó la adecuación de los objetivos de tratamiento de los estudios mencionados, demostrándose que toxicidad y eficacia, medida como aumento de supervivencia (total y/o libre de enfermedad), eran los objetivos más habituales (71 y 76%, respectivamente) mientras que otros, con más relevancia para la población geriátrica, eran sistemáticamente ignorados18. Variables como calidad de vida, grado funcional o capacidad para completar el tratamiento eran considerados únicamente en una minoría de ensayos (18, 2 y 3%, respectivamente). Podemos hablar por tanto de una auténtica discriminación por edad (ageismo) en el tratamiento de estos pacientes19,20. No es de extrañar que, ante estas perspectivas, en muchas ocasiones sean los propios pacientes los que puedan optar por no someterse a un régimen determinado de tratamiento, especialmente si este puede repercutir de manera negativa en su percepción de calidad de vida13,14.
Vientos de cambio: una revolución en 2 pasosDiversas sociedades científicas se han hecho eco de estos datos, y abogan por una evaluación pre-tratamiento especialmente dirigida a los pacientes con cáncer de mayor edad21. De manera destacada en este campo, la Sociedad Internacional de Oncología Geriátrica (SIOG) persigue la integración de los principios de la medicina geriátrica en todas las especialidades que tratan la enfermedad oncológica del paciente anciano, con objeto de ayudar al resto de especialistas en la toma de decisiones. De la misma manera, la última década ha sido testigo de la consolidación de múltiples grupos de trabajo específicos sobre pacientes ancianos en el seno de sociedades médicas relacionadas con el campo de la oncología. Buen ejemplo de ello son la iniciativa del Cancer and Leukemia Group B (ahora la Alliance for Clinical Trials in Oncology) de crear un comité para financiar investigación (Cancer in the Elderly Committee); el desarrollo de una herramienta de predicción de toxicidad del tratamiento quimioterápico por el Cancer and Aging Research Group, o los proyectos desarrollados por el grupo de trabajo en paciente anciano (Elderly Taskforce) del grupo de interés en tumores ginecológicos de la sociedad norteamericana de oncología clínica (ASCO Gynecologic Oncology Group)22.
La piedra angular de toda evaluación de pacientes ancianos con cáncer es la valoración geriátrica integral (VGI). Rubenstein la definió en 1989 como un «proceso de diagnóstico interdisciplinario multidimensional centrado en determinar la capacidad médica, psicológica y funcional de una persona mayor con el fin de desarrollar un plan coordinado e integrado para el tratamiento y seguimiento a largo plazo»23, habiendo demostrado diminución en el número de hospitalizaciones y mejora del estado funcional de los pacientes ancianos24,25. En este mismo sentido, también conviene reseñar que cada vez son más los trabajos que demuestran los beneficios de la VGI en el abordaje de los pacientes oncológicos ancianos como herramienta de predicción de la toxicidad relacionada con el tratamiento26,27, la adherencia al mismo28, la calidad de vida29, la capacidad de informar las decisiones de tratamiento del oncólogo30 o la supervivencia global31. Por estos motivos, las directrices de consenso de la SIOG, la National Comprehensive Cancer Network (NCCN) o la Organización Europea para la Investigación y Tratamiento del cáncer (EORTC) recomiendan el uso de la VGI en todo paciente anciano con cáncer5,32–34. Las ventajas que ofrece incluyen mayor capacidad para detectar problemas ocultos y mejora de la información, ayuda en el manejo de la comorbilidad y en la adaptación de tratamientos farmacológicos complejos, con reducción de la iatrogenia, detección y disminución del deterioro funcional asociado a algunos tratamientos, capacidad de detectar a pacientes subsidiarios de cuidados paliativos, o su papel de ayuda a enfocar los problemas éticos derivados de la atención de estos pacientes35,36.
Como dice el aforismo «una buena ética empieza con buenos datos». En la medida en que entendamos al paciente de manera global, podremos aproximarnos más apropiadamente a él.
No obstante, es preciso también reconocer que gran parte de los conocimientos actuales sobre la efectividad de la VGI en oncología se basa en estudios retrospectivos y heterogéneos, además de que su correcta aplicación requiere de cierto tiempo, lo que dificulta su implantación en la práctica diaria. Por estos motivos, diversos autores todavía reclaman mejores modelos de pronóstico37.
Las constricciones temporales que sufren los profesionales en las consultas ambulatorias en atención especializada dificultan la realización de una VGI completa en todos los pacientes. Esto ha motivado el desarrollo de múltiples pruebas de cribado geriátrico de rápida aplicación, que permitan detectar a pacientes frágiles, verdaderos beneficiarios de una VGI. La SIOG recomienda una evaluación en 2 etapas: el primer paso consiste en una prueba de detección rápida para identificar a los pacientes ancianos frágiles para los que el tratamiento estándar no es adecuado y, en caso de un resultado positivo, el segundo paso es realizar una VGI para determinar el tratamiento más apropiado5.
En la última actualización de las recomendaciones de la SIOG sobre el cribado de fragilidad se revisaron 44 estudios que evaluaban 17 herramientas de cribado en pacientes ancianos con cáncer35. Las más estudiadas son el test G8, la versión flamenca del Triage Risk Screening Test («fTRST») y el test de valoración del anciano vulnerable (Vulnerable Elders Survey-13 [VES-13]). Mediante comparación directa se ha podido determinar que el test G8 es una herramienta más sensible, mientras que el VES-13 tiene mayor especificidad. Sin embargo, no existe un consenso que permita recomendar un test frente a los demás (tabla 1).
Escalas de cribado de fragilidad
G8 | VES-13 | fTRST |
---|---|---|
Desarrollada específicamente en pacientes con cáncer Escalas geriátricas validadas 5min Elevada sensibilidad y VPN + baja especificidad Predice toxicidad y supervivencia en oncología, no en hematología | Realizada por el propio paciente Desarrollada en la comunidad 5min Menor sensibilidad y mayor especificidad que el G8 Predice toxicidad y supervivencia en población general Toxicidad y supervivencia en tumores digestivos. No estudios en hematología | Diseñado para valorar riesgo de reingreso en urgencias Consta de 5 preguntas tipo Sí/No. Tarda en pasarse 2min Predice deterioro funcional y supervivencia Peor poder discriminatorio comparado con G8 |
VPN: valor predictivo negativo.
La «escala G8» (tabla 2) es un test de 8 preguntas desarrollado específicamente para pacientes ancianos con cáncer38. Se tarda menos de 5min en administrar. Una puntuación menor de 14 se considera anormal. Su sensibilidad oscila entre el 65 y el 92%, aunque en la mayoría de los estudios supera el 80%. La especificidad en la mayoría de los estudios se sitúa por encima del 60%39. Presenta alta sensibilidad para detectar el deterioro funcional, toxicidad posquimioterapia y supervivencia40. Sin embargo, esta herramienta ha mostrado escasa aplicabilidad en la enfermedad neoplásica hematológica. Dada esta limitación la Sociedad Española de Hematología en colaboración con geriatras ha desarrollado la escala Geriatric Assessment in Hematology (GAH). Es la primera escala específica para toma de decisiones terapéuticas en pacientes mayores con enfermedades oncohematolo¿gicas41
Cuestionario G8
Ítems | Score |
---|---|
1. ¿Ha comido menos en los últimos 3 meses debido a pérdida de apetito, digestivos, de deglución o masticación? | 0. Reducción severa de la ingesta 1. Reducción moderada 2. Ingesta normal |
2. ¿Pérdida de peso en los últimos 3 meses? | 0. Pérdida de peso >3kg 1. Desconocido 2. Pérdida de peso entre 1 y 3kg 3. No pérdida de peso |
3. Movilidad | 0. Cama o silla de ruedas 1. Capaz de levantarse de la cama/silla pero no deambula 2. Camina |
4. Problemas neuropsicológicos | 0. Demencia o depresión severa 1. Demencia o depresión leve 2. No preoblemas neuropsicológicos |
5. Índice de masa corporal en kg peso/m2 | 0. IMC<19 1. 19≤IMC<21 2. 21≤IMC<23 3. IMC≥23 |
6. Administración de más de 3 medicaciones al día. | 0. Sí 1. No |
7. En comparación con otras personas de la misma edad, ¿cómo considera el paciente su propio estado de salud? | 0. Peor 0,5. Desconocido 1. Igual 2. Mejor |
8. Edad | 0. >85 años 1. 80-85 años 2. <80 años |
IMC: índice de masa corporal.
El «VES-13» es un cuestionario auto-administrado con 13 preguntas, desarrollado para detectar riesgo de deterioro funcional en ancianos de la comunidad42. Su tiempo de administración también ronda los 5min. Una puntuación ≥3 identifica a los pacientes vulnerables. La sensibilidad varía entre el 39 y el 88%, y la especificidad entre el 62 y el 100%38. Uno de los mayores problemas para su implantación es que los pacientes tienen dificultades para completarlo. En 2 estudios sobre cáncer de mama uno de cada 3 pacientes fue incapaz de completarlo sin ayuda. Otro de los problemas que plantea es que otorga una puntuación por edad, reforzando el sesgo etaista, especialmente en pacientes mayores de 85 años, a quienes el test clasifica automáticamente como vulnerables. Pese a estas limitaciones, el VES-13 ha demostrado eficacia para predecir toxicidad posquimioterapia o supervivencia global en pacientes con tumores digestivos.
La versión fTRST fue diseñada para valorar riesgo de reingreso en un servicio de urgencias, ingreso hospitalario o institucionalización tras un alta. No obstante, comparado con el G8 tiene menor poder discriminatorio.
Puesta en práctica: un modelo de valoración «oncogeriátrica»Tras identificar a los pacientes en riesgo es necesario realizar una valoración más detallada, teniendo en cuenta muchos factores como los derivados de la estirpe, extensión y características tumorales (alteraciones epigenéticas, sobrexpresión o amplificación de algunos receptores, etc.), las propuestas de tratamiento; y, por supuesto, el paciente, con sus valores personales, su esperanza de vida independiente del tumor, su reserva funcional, fragilidad y su situación basal física, mental y social (fig. 1). Todo esto aporta al médico una visión completa que puede facilitar la adaptación del tratamiento de modo personalizado, no solo en función de las características del tumor sino también en función del tipo de paciente43.
Desde que Monfardini y Balducci introdujo en 2001 una propuesta de los dominios que debería incluir una VGI en pacientes ancianos con cáncer, se han ido sucediendo distintos modelos de VGI en ancianos oncológicos43. En 2005 y, más recientemente, en 2014 la SIOG ha establecido un consenso sobre el empleo de la VGI, definiendo los dominios que deben aparecer e incluyendo situación funcional y social, comorbilidad, estado cognitivo, afectivo, valoración nutricional y presencia de síndromes geriátricos5.
En nuestro centro hemos adaptado las recomendaciones de la SIOG, pactando con los distintos servicios implicados un protocolo común (fig. 2). En él, el médico responsable, realiza la valoración inicial de cribado, para la cual seleccionamos el test G8 y si el paciente cumple criterios de fragilidad (G8<14 puntos) es derivado a las consultas externas de geriatría o medicina interna, en función de la estirpe tumoral primaria. Allí se realiza una VGI, evaluando la comprensión del paciente y/o sus familiares del proceso diagnóstico y terapéutico y resolviendo dudas generales acerca del mismo. Nuestro papel en dicha consulta no es sustituir al equipo médico primario. Por ello, hacemos hincapié en que nuestro papel en el proceso es consultivo, y que cualquier decisión terapéutica dependerá conjuntamente del paciente, sus familiares y el equipo médico primario. No obstante, sin ánimo de suplantar la toma de decisión, hemos encontrado que muchos pacientes valoran positivamente y agradecen una oportunidad adicional de resolver preguntas que pudieron quedar pendientes en su encuentro inicial con el equipo médico primario.
Nuestro protocolo incluye el uso de una herramienta web estadística (ePrognosis), que realiza una aproximación a la esperanza de vida estimada para el paciente en función de sus antecedentes y situación funcional, y que compara esta con la esperanza de vida esperable por la enfermedad tumoral.
Aunque se han publicado muchos índices pronósticos geriátricos, su uso, en muchas ocasiones es laborioso y difícil de integrar en la práctica clínica habitual. El objetivo del ePrognosis es convertirse en un compendio de todos ellos, donde los especialistas puedan obtener información basada en la evidencia sobre el pronóstico de los pacientes, de forma accesible y rápida.
Para localizar dichos índices se realizó una revisión sistemática de la literatura44, publicada en JAMA en enero de 2012. Estos índices están diseñados para adultos mayores que no tienen una enfermedad terminal dominante, debiéndose utilizar para aquellos que las tengan (demencia avanzada, cáncer o insuficiencia cardíaca), otros diseñados específicamente para esos fines.
El ePrognosis pretende ser una guía aproximada de posibles resultados de mortalidad. No tiene la intención de ser la única base para tomar decisiones de cuidado, ni ser un medio definitivo de pronóstico. Debe considerarse la individualidad de cada paciente y tenerse en cuenta la integración de otros factores que van más allá de los utilizados en estos índices y que, pueden influir en el pronóstico del paciente.
En conjunto, la VGI puede ser realizada en el ámbito ambulatorio o durante una hospitalización, si el diagnóstico se produce en el curso de un ingreso (fig. 3).
Tras la valoración se emite un informe completo, que incluye recomendaciones de tratamiento, tanto de carácter general como específicas. Las primeras siguen el esquema propuesto por Monfardini y Balducci y clasifican al paciente en las siguientes categorías43:
- 1
Robusto: Paciente sin datos de fragilidad o comorbilidades significativas con pronóstico vital aceptable, por lo que consideramos que podría beneficiarse del tratamiento completo de su enfermedad oncológica.
- 2
Frágil: Paciente con datos de fragilidad, pero con reserva funcional, biológica y pronóstico vital estimado como para beneficiarse de un tratamiento oncológico activo, aunque adaptado a sus circunstancias y que produzca menos efectos secundarios que el completo.
- 3
Mal pronóstico: Paciente con comorbilidad y/o dependencia significativa que limitan su expectativa de vida, por lo que recomendamos un tratamiento conservador, priorizando medidas paliativas si el paciente presenta mal control de síntomas.
Las recomendaciones específicas abordan aquellos problemas detectados durante la valoración (malnutrición, problemática social…) y ofrecen diversas medidas proactivas que permitan mejorar el grado de fragilidad detectado, como recomendaciones de pre-rehabilitación o nutrición45. De hecho, la pre-rehabilitación entendida como plan de ejercicio físico de alta intensidad para mejorar la situación física de los pacientes antes de cualquier tratamiento, es una propuesta cuyo camino se abre con fuerza en estos pacientes46. No obstante, dado que el tratamiento de la enfermedad oncológica depende en muchos casos de una «ventana de oportunidad» es necesario buscar el equilibrio entre tratar de optimizar los déficits detectados y conseguir dichos objetivos en un periodo razonable.
Perspectivas de futuro: necesidad de aunar esfuerzos. Nuestros resultadosEl abordaje de las personas de edad avanzada con cáncer es un importante problema de salud pública y es previsible que vaya en aumento en las próximas décadas. Estos cambios traen de la mano preguntas para las que los profesionales hemos sido escasamente entrenados a responder: «¿morirá el paciente por el cáncer o con el cáncer?», «¿será capaz de tolerar el tratamiento a dosis plenas o necesitará una reducción de dosis?», «¿mejorará su pronóstico vital a costa de su situación funcional?».
Si bien es cierto que la toma de decisiones del paciente oncológico ha ido derivando en visiones más globales (con la aparición, entre otras, de los comités de tumores hospitalarios), sigue siendo necesaria una visión integradora y multidisciplinar. Tras estudiar la literatura escrita sobre el tema y analizar la situación general de nuestra población de pacientes, vimos la necesidad de poner en marcha una consulta de oncogeriatría para aportar nuestro conocimiento y mejorar la atención de los pacientes ancianos.
A lo largo del año 2016 se valoraron un total de 76 pacientes en una Consulta de Oncogeriatría del Hospital Rey Juan Carlos, de Móstoles, presentando una edad media de 80,2 años. Las derivaciones por parte de especialidades hospitalarias siguieron la siguiente distribución: ginecología (22%), urología (17%), oncología médica (13%) y cirugía general y digestivo (13%).
En cuanto a las características sociodemográficas, el 64% eran mujeres; del global de los mismos, un 74% vivía en domicilio, frente a un 26% institucionalizado. Respecto al nivel funcional, casi la mitad presentaba una buena situación basal, con un índice de Barthel mayor de 80 puntos, en el 47% de los casos y un SPPB entre 10 y 12 puntos, en el 50%. En la esfera mental, el 63% no presentaba deterioro cognitivo y un 29% deterioro leve. Más de la mitad presentó una comorbilidad alta, según la escala de Charlson abreviada. La polifarmacia (>5 fármacos) era una realidad en un 71%, en cambio únicamente un 30% cumplía criterios de malnutrición según la escala MNA.
Tras el análisis de estos datos se obtuvieron los siguientes resultados, siguiendo el modelo de Monfardini y Balducci: 53% pacientes robustos, 39% pacientes frágiles y 8% de mal pronóstico.
Durante la puesta en marcha de nuestro modelo de consulta percibimos los siguientes problemas, que deben servirnos, como punto de partida, para la mejora en un futuro cercano:
Un porcentaje no despreciable de pacientes, desconocen el motivo por el cual han sido derivados a la consulta. A su vez, muchos de ellos, son remitidos sin test de screening (en nuestro caso, G8) imprescindible para la correcta selección del paciente. Por otra parte, en ocasiones tenemos la impresión de que se sobrevalora nuestra opinión en la toma de decisiones. Nuestro papel en esta consulta es meramente consultivo y nunca sustitutivo del equipo médico primario, por ello creemos fundamental la creación de equipos multidisciplinares, así como una mayor participación en comités tumores, de modo que, cualquier decisión terapéutica dependa conjuntamente del paciente, sus familiares y el equipo médico al completo.
Las propuestas de tratamiento, en ocasiones, no tienen en cuenta la opinión de los pacientes, lo que hace que se interprete el papel de la consulta oncogeriátrica, como un momento destinado a resolver preguntas que pudieron quedar pendientes en su encuentro inicial con el equipo médico primario.
Esperamos que el escenario descrito, anime a ampliar las herramientos dirigidas a perfeccionar la valoración oncogeriátrica, pero lo cierto es que, en el momento actual, los recursos disponibles hacen imposible el seguimiento a medio plazo de estos pacientes, lo cual supone una limitación en la atención.
ConclusionesEl cáncer es una enfermedad asociada con el envejecimiento y el 60% de los mismos se diagnostican en mayores de 65 años, ocurriendo el 70% de la mortalidad por cáncer, en este grupo de edad. El tratamiento del cáncer en adultos mayores es más complejo que las personas más jóvenes debido a comorbilidades, riesgos de muerte, tolerancia al tratamiento potencialmente alterada y preferencias variables del paciente. Los adultos mayores, también aquellos con comorbilidades, están dispuestos a tomar un tratamiento contra el cáncer, siempre y cuando no afecte su función o su cognición.
La evaluación geriátrica trata de ayudar a los oncólogos a comprender el estado general de salud del paciente, identificar problemas de salud previamente desconocidos, pronosticar la esperanza de vida, predecir la tolerancia a los tratamientos, identificar las intervenciones geriátricas que pueden mejorar la tolerabilidad y el cumplimiento del tratamiento.
Las consultas de oncogeriatría no difieren mucho de las consultas de geriatría habituales en las que se detecta e interviene sobre la fragilidad. Parte de la fragilidad que detectamos es reversible y permite a los pacientes afrontar los tratamientos que se les propone en la mejor de las situaciones posibles, minimizando el riesgo de presentar efectos secundarios o toxicidad con los tratamientos y disminuyendo el riesgo de que tanto la enfermedad como el tratamiento afecten en la situación funcional de los pacientes.
Por todo ello, creemos fundamental la creación de equipos multidisciplinares y el desarrollo de más comités de tumores, que enfoquen esta realidad de forma plural a la vez que individualizada.
Es preciso que aunemos esfuerzos para extender esta filosofía inclusiva y multidisciplinar a todas las especialidades involucradas y en todos los territorios. Este, ni más ni menos, tiene que ser nuestro objetivo, porque este momento también es el nuestro.
Conflicto de interesesLos autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.