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Revista Española de Geriatría y Gerontología
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Vol. 34. Núm. 2.
Páginas 63-64 (marzo 1999)
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Recuerdo de la Fundación y de la primera Junta Directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología
Memory of the Foundation of the first Board of Directors of the Spanish Society of Geriatrics and Gerontology
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J L. Álvarez-Sala Moris
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COMENTARIO HISTORICO


El Dr. Álvarez-Sala Moris, que fue primer tesorero de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, al nacer ésta en 1948, y es en estos momentos el único superviviente de la primera Junta Directiva, nos remite para su publicación la siguiente "Nota histórica", que tuvo ocasión de exponer con motivo de la distinción que le otorgó la SEGG el pasado mes de diciembre, en la clausura de los actos del L Aniversario de la Sociedad.

Recuerdo de la Fundación y de la primera Junta Directiva de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología

Álvarez-Sala Moris, J. L.

Fue en una reunión, casual o premeditada, cuando comentábamos, un grupo de colegas amigos, el vacío que existía en nuestra Medicina nacional en lo referente a la Patología de la vejez, de las personas mayores, como se dice ahora; y creíamos entender que ese vacío derivaba de tres simples realidades en el correr de la vida humana:

1. Ya en nuestro mundo de entonces, había más viejos que nunca, con una esperanza de vida que se acercaba a la setentena. Recuerdo aquella frase en «Los Miserables» de Víctor Hugo: «Era un viejo decrépito que ya casi había cumplido los 50 años».

2. Que la Patología del anciano, en cantidad y cualidad de las enfermedades, es distinta de la Patología de la juventud y de la Patología de la edad media de la vida, y necesita por ello estudios y tratamientos independientes.

3. Que incluso la fisiología ­y la psicología también del hombre viejo­ es distinta, más múltiple y más diversa, que la propia de edades anteriores.

Por eso, pensamos ya entonces ­las personas que enseguida cito­ debía de nacer, en el mundo científico de la Medicina, una especialidad que estudiara la fisiología y la patología de la vejez. Y así nació la Sociedad de Geriatría y Gerontología.

La idea fue aprobada por los grandes maestros de la medicina en aquellos días: Marañón, Jiménez Díaz, Hernando, Enríquez de Salamanca, y tantos más. Pero hagamos constar que ninguno de ellos fue Fundador de nuestra Sociedad, como por error vino reseñado en un número reciente de nuestra Revista.

Y permitidme ahora un breve recuerdo de nuestros compañeros co-fundadores de nuestra Sociedad, por desgracia desaparecidos ya todos ellos (¡y que en Gloria estén!).

El Presidente, profesor Beltrán Báguena, era el prototipo de la caballerosidad, de la cortesía y de la bondad. Su trato era siempre cordial, disculpaba todo, pretendía llevar por el camino de la concordia cualquier asunto que ante nosotros se presentara y que mostrara dificultades que rozaran la actitud o sensibilidad de cualquiera de nosotros o de personas que habría que tratar para lograr una ayuda, oficial o privada. Era un hombre bueno y que ofrecía buena voluntad para todo cuanto de él se solicitara.

El profesor Blanco Soler era persona de una gran cultura. En su casa tenía un museo de curiosidades de gran valor, de múltiples y diversos órdenes, y una gran biblioteca, expurgada por él casi íntegramente, pues su vida era el estudio, la reflexión y la docencia. Nuestras reuniones se celebraban en su casa, y de ella salíamos siempre impresionados por cuanto él nos enseñaba y por cuanto aprendíamos.

El profesor Grande Cobián, paisano y cordial amigo mío, era un investigador por excelencia con una sensibilidad que se traducía en una gran intuición y regusto musicales. En su trabajo de investigador y de fisiólogo cantaba de continuo ópera. Sobre todo le gustaba mucho la Traviata.

Por cierto ­antinomias y absurdos de las guerras­ sus hermanos eran oficiales del bando nacional y él estaba al lado de su maestro, el profesor Negrín y, por ello, pertenecía al bando republicano. Porque él fue siempre fiel al maestro, junto con el profesor Ochoa de Albornoz y con varios adjuntos más de la Cátedra de Fisiología de Madrid. Y he aquí un curioso episodio que revela su adhesión al Maestro: corría el curso del año 30-31, creo recordar. El Dr. Negrín estaba embebido en la política y prácticamente no asistía a clases. Las lecciones las impartía siempre un adjunto, el profesor Guerra; los alumnos se fueron cargando progresivamente de malestar y de impaciencia y elevaron un escrito de protesta al Decano, profesor Márquez, que no fue atendido.

Por fin un día apareció en la cátedra el Dr. Negrín y fue recibido con un tremendo y estruendoso repudio de silbidos y pateos. D. Juan rechazó a todos los Adjuntos, que se colocaban a su alrededor, para protegerlo. Pero, sin él notarlo, Paco Grande y Severo Ochoa se deslizaron cautelosamente y se colocaron detrás de él, para una directa defensa si era necesaria. Don Juan encaró el vocerío de la clase, de casi 300 personas, y levantando una mano, como un signo de defensa o de reto, dijo con voz aguda, casi con un grito: ¡cobardes!

En el acto se hizo un silencio total en la cátedra. Negrín enseguida explicó su exabrupto, exculpado, dijo, porque los estudiantes son hombres de honor y no podía comprender como atacaban así, con ese agresivo tumulto, a un hombre solo e indefenso frente a ellos. Y a continuación explicó también por qué su dedicación al grave momento político nacional había motivado su abandono temporal de la cátedra.

A continuación, una salva ensordecedora de aplausos terminó el acto. Y yo pensaba: «el enigma de las muchedumbres, de sus extrañas y contradictorias reacciones psicológicas».

Grande me explicó después que en su postura y actitud estaba dispuesto a «todo», a la tranquilidad o a la violencia, de cualquier orden, para defender a su maestro.

El Dr. Pañella Casas era la representación del entusiasmo hacia la nueva Sociedad en trance de creación y de desarrollo. Venía de Barcelona a cualquier reunión, de mayor porte o de mínima importancia, incluso de simple reunión de cafetería de los socios fundadores. Por su afán hacia la constitución de la Sociedad fue casi su «alma mater», por su entusiasmo; y ya sabéis que la palabra «entusiasmo» tiene esta etimología: «in», dentro y «theos», Dios, o sea que su indicada referencia «está dentro de la Divinidad».

El Dr. Vega Díaz era entonces la primera figura de la Cardiología española, científica y cultural de aquellos años. Él me nombró a mí tesorero de la Sociedad. Nuestras reuniones eran siempre muy gratas porque él las matizaba con un humor que se extendía desde la picaresca popular hasta la política y la medicina del momento. Y por eso nuestras reuniones eran muy divertidas, además de ­así lo pretendíamos­ creadoras.

Esto es todo. Que Dios os ayude, a vosotros, los rectores actuales de nuestra Sociedad, a lograr su progreso y justa difusión en toda la medicina española.

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