Sr. Director:Hemos leído con gran interés la carta publicada por Llanos et al sobre su absceso epidural por Salmonella typhimuriun (Rev Esp Rheumatol 2001; 28: 177-178), y al respecto desearíamos hacer algunas observaciones. El tratamiento de una infección ósea se basa en dos principios: a) tratamiento médico adecuado, y b) inmovilización del foco séptico. En los casos en que existe un absceso importante es necesario también proceder al drenaje del mismo, ya que su "reabsorción" probablemente no se produzca. Esta necesidad de drenaje es cuestionable en el caso de que el estado general del paciente sea bueno y no haya deterioro analítico, dolor o síntomas neurológicos. Si existe un cuadro séptico, el drenaje es obligatorio, ya que como consecuencia de la septicemia el desenlace puede ser fatal. El caso publicado por Llano et al se podría haber beneficiado de un drenaje del absceso, aunque si el cuadro séptico estaba muy avanzado la evolución posiblemente no hubiera variado.
El drenaje de un absceso L1-L2 se puede hacer por vía anterior (lumbotomía), o por medio de un abordaje posterolateral. la lumbotomía permite el drenaje con visión directa y una limpieza más radical. Ambas intervenciones tienen un riesgo evidente en pacientes con situación clínica deteriorada, aunque éste se debe ponderar contra un estado séptico mantenido en el tiempo. Una alternativa menos agresiva aunque probablemente menos resolutiva es la evacuación percutánea del absceso manteniendo un sistema de drenaje que puede incluir lavados durante unos días. Este procedimiento, que se efectúa generalmente con anestesia local y guiado por algún medio de imagen (TC, ecografía o intensificador de imágenes), tiene un riesgo muy bajo y un beneficio evidente en los casos en los que no se puede realizar un drenaje abierto del absceso.