Sr. Director: Siempre me ha llamado la atención la queja que he escuchado a colegas trabajando casi siempre en unidades de hospitales pequeños y, en general, bastante solos, referente a la imposibilidad de revisar en sus consultas con la frecuencia suficiente a los pacientes afectados de artritis reumatoide o de otras enfermedades inflamatorias o graves. La razón aducida ha sido casi siempre la presión insistente de la gerencia de su hospital para atender en las consultas a un número elevado de visitas con patología menor, a fin de reducir las listas de espera, que es lo que parece preocupar a los gerentes.
A poco que uno reflexione, el no revisar a los pacientes graves con la frecuencia necesaria y más en enfermedades actualmente que responden bien1, y en las que el retraso y los tiempos muertos en el tratamiento ensombrecen el pronóstico2 es simple y llanamente mala práctica médica. Ya sé que los gerentes insisten en ello; también lo hacen sobre los distintos profesionales: endocrinos, gastroenterólogos, cardiólogos, neurólogos, cirujanos de diversas especialidades, etc. Sin embargo, uno no espera desde luego, el gerente tampoco, y mucho menos el especialista de turno que una epilepsia rebelde no sea revisada adecuadamente, o un angor inestable, una esclerosis múltiple, una colitis ulcerosa activa, por no mencionar cualquier tumor o la realización de una intervención razonablemente no demorable. ¿Por qué, entonces, nuestros enfermos sí pueden esperar, y en todo caso ser atendidos con un esquema que a nosotros mismo nos parece muy deficiente y ofensivo?
Es cierto que el gerente del hospital es el responsable ante sus superiores de un mejor funcionamiento del centro, incluyendo las listas de espera. Pero nosotros y cada especialista en su área somos los que tenemos autoridad en el área de nuestro conocimiento. También es cierto que la gerencia nos presiona y quizá sea su obligación; también lo es que la gerencia (aunque no lo diga) no espera que nosotros cedamos en asuntos que consideramos esenciales. Visto de otra manera, la gerencia percibe que si cediendo a su presión los reumatólogos accedemos a revisar a nuestros enfermos con menor periodicidad, o permitimos que su asistencia se demore, sin duda es que no nos parece incorrecto hacerlo así. No quepa ninguna duda de que si hubiera algún problema derivado de una supervisión insuficiente de nuestros pacientes, la gerencia y las autoridades sanitarias serían de los primeros en exigirnos explicaciones y responsabilidades.
Con independencia de los caminos que hayan podido llevar a los reumatólogos a actuar con esa aparente dejación (tradición de que todo puede esperar, especialidad joven y mal conocida, unidades muy pequeñas, también quizá no creer suficientemente en lo que hacemos...), es necesario y vital coger con fuerza las riendas de nuestro trabajo y no acceder a atender a nuestros enfermos de ninguna otra manera que no sea la óptima ésa es la esencia de nuestro trabajo y, dicho sea de paso, está en el espíritu del juramento hipocrático. Para eso nos hemos formado y es lo que espera de nosotros la sociedad. Sé que no es fácil modificar esquemas de atención a veces ya muy establecidos, pero al menos en el caso de la artritis reumatoide y otras artropatías inflamatorias el peso de la evidencia, que implementa la necesidad de visitas frecuentes a fin de modificar el tratamiento mientras los pacientes tengan articulaciones activas, ya es enorme; además, hay documentos como el de consenso producido por la Sociedad Española de Reumatología3 en parte con ese fin que avalan esta necesidad sin dejar ninguna duda.
Empowerment es una expresión sajona que se refiere a la necesidad de que personas o determinados colectivos adquieran el poder que les permita afrontar y resolver adecuadamente situaciones que les afectan; quizá nos falta un poco de eso. Los cambios radicales que ha habido en el esquema de atención a los pacientes afectados de artritis reumatoide y otras enfermedades inflamatorias articulares y sus resultados, de los que ya tenemos experiencia de primera mano, deben hacernos reflexionar sobre nuestras prácticas actuales. Quizá sea éste un buen momento para buscar individual y colectivamente las vías que nos lleven a trabajar de otra manera.