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Vol. 5. Núm. 12.
Páginas 174-178 (enero 2014)
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Reseña del libro Las condiciones de producción intelectual de los académicos en Argentina, Brasil y México, compilado por Judith Naidorf y Ricardo Pérez-Mora1
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Armando Alcántara-Santuario
1 Mexicano. Doctor en Educación. Investigador titular del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE), UNAM, México. Temas de investigación: políticas de educación superior, políticas de ciencia y tecnología, educación superior comparada
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Señalaba Burton Clark (1983) en las primeras páginas de su ya clásica obra, El sistema de educación superior, que el conocimiento es la materia prima alrededor de la cual se organiza la actividad de las universidades y demás instituciones de educación superior (ies). Hacía notar que a medida que el conocimiento se multiplica, depura y segmenta, se vuelve una sustancia escurridiza e incluso invisible. En los tiempos actuales, cuando éste cambia y se transforma con velocidad inusitada, la tarea de manejarlo es sin duda cada vez más compleja. La dificultad es mayor para quienes, dentro de las ies y las universidades, tienen la exigencia de llevar a cabo investigaciones, además de las funciones de docencia. Por lo general es el caso de quienes laboran de tiempo completo en dichas instituciones. En algunos casos (los menos), éstas proporcionan los medios y condiciones adecuados para poder realizarlas, pero en otras (las más), las actividades de investigación significan una carga adicional a la impartición de cursos. Con frecuencia, además de la docencia y la investigación, se exige el cumplimiento de labores de gestión y difusión o extensión.

Este libro, producto de un esfuerzo colectivo de académicas y académicos de Argentina, Brasil y México, es un recuento de las descripciones, reflexiones y vicisitudes de quienes, de manera individual o colectiva, viven la experiencia cotidiana de la producción intelectual en alguno de los establecimientos académicos, públicos o privados, de los tres países antes mencionados. En este sentido, se advierte en todos los trabajos la presencia de una tensión entre la tendencia casi inercial de las instituciones a la formación profesional y las nuevas exigencias de producción del conocimiento.

En la introducción de la obra, Fernanda Juarros subraya el significado del esfuerzo de coordinación que significó la participación de más de 20 autoras y autores. Juarros destaca también en este apartado el argumento central del libro: tanto las políticas científicas como las universitarias “transitaron por reformas significativas que afectaron los resultados del trabajo intelectual de los académicos, así como los valores, los patrones y los cánones que rigen el desarrollo de su profesión” (p. 9). Los procesos que se examinan en el libro exhiben de manera clara las fluctuaciones de las políticas públicas e institucionales.

En los dos primeros capítulos del libro, la categoría central “Actuales condiciones de producción intelectual (acpi)” se construye a partir de la reflexión teórica del proceso descrito y se examina con mayor profundidad en los trabajos que integran la obra colectiva que aquí nos ocupa. De acuerdo con Naidorf, son las acpi las que conspiran contra el trabajo académico creativo y el cumplimiento de la función social e intelectual de los docentes e investigadores de la universidad. Las acpi se caracterizan por el aumento de la competencia entre pares; la hiper productividad medida en términos cuantitativos; la tensión entre individualización de la evaluación y la promoción del trabajo grupal y en redes; la burocratización de las actividades de investigación; la labor a corto plazo y por proyectos específicos; la tensión entre la hiper especialización y los abordajes inter, multi y transdisciplinarios; la búsqueda permanente de subsidios a la investigación, y las tensiones existentes en torno a realizar investigaciones pertinentes. Todas estas nuevas condiciones se presentan, con sus propios matices, como una constante en los tres países bajo estudio.

Escrito por Sebastián Gómez, el tercer capítulo del libro enmarca las características de las acpi, en el denominado modelo de acumulación poscrisis del 2001 en Argentina, y la política de ciencia y tecnología de los dos últimos gobiernos. La comprensión de esos dos elementos permite entender el origen y desarrollo de las condiciones que constituyen el objeto de análisis del libro en el contexto actual del país sudamericano. Gómez demuestra en su examen de varios indicadores, que una política más activa en ciencia y tecnología, por sí misma, no repercute en una sociedad más justa, ni tampoco incrementa la cantidad de trabajos disponibles. Además, señala que la producción de conocimientos por parte de los y las investigadores(as), no implica una socialización de las tasas de ganancia. Observa, finalmente, una tendencia a la disminución del control de las condiciones de producción por parte de aquellos y aquellas, al igual que una creciente desigualdad entre las universidades públicas en cuanto al acceso a recursos materiales. Concluye señalando que la política mencionada presenta una progresiva orientación a favor del mercantilismo dentro de los laboratorios y centros de investigación de algunas universidades, con el consiguiente aumento en la desigualdad interinstitucional y la pérdida del control colectivo.

El extenso capítulo elaborado por Ivanise Monfredini y otros es el único trabajo sobre Brasil; comienza con una descripción del origen y desarrollo de las universidades brasileñas a partir del siglo XX. Se destaca el importante papel que jugó en los años sesenta la fundación de la Universidad de Brasilia, con un modelo departamental mediante el cual se buscaba convertirla en una “universidad de investigación” (research university), tratando de emular a las más prestigiosas universidades de los países industrializados. Se detalla también el desarrollo de las políticas científicas, tecnológicas y de innovación, a partir de la década de los noventa. Se hace hincapié en el incremento de la inversión en ciencia y tecnología desde mediados de ese periodo, el cual llegó hasta el 1.5% del producto interno bruto (pib), siendo el más alto de los tres países estudiados. Junto con dicho aumento se estimuló una mayor vinculación de las universidades, sobre todo las públicas, con las empresas. En la actualidad, las políticas de ciencia, tecnología e innovación también han tenido efectos sobre los estudios de posgrado en todo el país. Asimismo, y de manera muy importante, se han fortalecido las políticas de evaluación del trabajo académico en las universidades e ies públicas (algunas también han involucrado a las instituciones privadas).

Este capítulo también incluye el reporte de los resultados de entrevistas realizadas a académicos universitarios, cuyo objetivo fue ver cómo percibían las exigencias contenidas en las evaluaciones de la productividad y el financiamiento a la investigación, al igual que las consecuencias para el trabajo académico y la producción científica. Entre las tendencias que pudieron identificar en el estudio estuvieron el creciente individualismo, la mayor competencia entre colegas, la pérdida del sentido de trabajo colectivo y las mayores exigencias de productividad. Una de sus observaciones principales fue también una mayor adaptabilidad de los jóvenes académicos a las formas y procedimientos con que se está evaluando el trabajo de docencia e investigación dentro de las universidades brasileñas.

En otro apartado intitulado “Principales problemáticas en la producción del conocimiento en las universidades públicas mexicanas”, Verónica Ortiz reporta los resultados de una investigación acerca de las culturas académicas y la formación de investigadores universitarios. El objetivo era caracterizar las prácticas de producción del conocimiento, mediante el análisis de experiencias y vivencias en tres comunidades de investigación: la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad de Guadalajara y la Universidad Autónoma de Hidalgo. Pudieron identificarse tres grandes conjuntos de problemas. El primero fue la influencia del modelo económico y la globalización; el segundo se relaciona con las formas sociales de dicha producción, y el tercero con el dilema axiológico que enfrentan quienes llevan a cabo actividades de investigación en las instituciones estudiadas. Sobre este último punto, la autora concluye que el reto más importante para aquéllos (y aquéllas) consiste en superar sus confrontaciones axiológicas y hallar “el equilibrio entre la generación del conocimiento per se y la producción del mismo a escala global con fines totalmente diferentes” (pp. 105-106).

El capítulo “Construir saber por académicos en la cultura organizacional de las universidades estatales en México”, a cargo de Omar García y colaboradoras, presenta el análisis de las formas en que se organizan las prácticas de los profesores de tiempo completo de una universidad estatal, en torno a la producción de conocimientos. El contexto del trabajo es el Programa de Mejoramiento del Profesorado (promep) y se describe un proyecto de investigación financiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (conacyt) iniciado en 2010. Uno de los aspectos que los autores resaltan en su investigación es el peso tan grande que tienen los instrumentos de política como el Sistema Nacional de Investigadores (sni) y el promep en torno a las prácticas académicas y las formas de producción de conocimientos en las instituciones estudiadas.

El colectivo formado por Dora María Lladó, Josefina Guzmán y Luis Iván Sánchez, elaboró el capítulo “Escenarios de actuación y objetos de transformación de los académicos de las universidades públicas mexicanas”, en cuyo objetivo destacan la evolución del quehacer de los académicos; las formas en que se desarrollan la docencia y la investigación; los retos de la competencia con el sector privado como ente generador e innovador de conocimientos; la revaloración del conocimiento útil y aplicable, así como los nuevos esquemas de transferencia del conocimiento. Los autores también llevan a cabo varias reflexiones sobre las posibilidades de algunas universidades mexicanas para atender, desde sus propios ámbitos y con sus propios actores, las demandas derivadas de la globalización “mediante la generación y aplicación de conocimiento innovador, aplicable y transferible” (p.137). En sus conclusiones resaltan que los cambios en las formas de concebir y asignar los apoyos y recursos, han comenzado a determinar la orientación de la investigación hacia ciertas áreas de conocimiento consideradas prioritarias. Asimismo, se ha impuesto el control sobre los procesos de la investigación científica para asegurar resultados en función de la utilidad, eficacia y eficiencia, y en consecuencia, evaluarlos según estos mismos parámetros. Al propio tiempo, subrayan la búsqueda de la calidad bajo una lógica que relaciona inversión con rendimiento, y las demandas de organismos gubernamentales a las universidades y demás ies para que justifiquen sus resultados en función de la correspondencia entre gastos, resultados y eficiencia.

En otro capítulo, Daniela Perrotta explora la dimensión internacional de las acpi, situándola entre la potencia creativa y la jaula de hierro. En este apartado, Perrotta identifica las dinámicas que imprime la internacionalización al trabajo de producción intelectual y a los académicos que lo realizan. Una de las primeras tensiones que identifica es la que surge del paradigma de internacionalización promovida por el intercambio basado en la reciprocidad, frente a uno que limita la creatividad, debido a una orientación mercantilista o por la preponderancia de la burocratización en las actividades académicas. El argumento que Perrotta plantea en su trabajo es que la dimensión internacional afecta de manera transversal las estrategias señaladas en la acpi. Dicho argumento es demostrado al final del análisis realizado por la autora.

Federico Vasen es autor de un breve pero interesante capítulo acerca de los nuevos actores en la producción de conocimiento científico, en el que analiza la relación ciencia-sociedad entre el pluralismo y la democracia. Su trabajo es una descripción analítica de las diferentes formas en que se han incorporado distintos actores a la discusión de los diversos aspectos de la producción de conocimientos. Asimismo, lleva a cabo una discusión sobre el modelo de relaciones entre ciencia y sociedad implícita en dichos aspectos. En una primera aproximación al análisis en cuestión, Vasen distingue dos formas de relacionar la ciencia y la política. La primera es la política para la ciencia, donde se ubica lo que generalmente se conoce como “política científica” y que consiste en el conjunto de acciones que realizan los gobiernos para fomentar o estimular el desarrollo de las actividades de investigación y desarrollo tecnológico en sus propios países. A la segunda forma se le conoce como ciencia para la política y es cuando el conocimiento científico se emplea para tomar una decisión político-regulatoria. Con frecuencia los gobiernos contratan asesores científicos para evaluar el potencial tóxico de ciertas sustancias y éstos dan una recomendación sobre la decisión que sería conveniente tomar.

Para Vasen, ambas formas de relación constituyen espacios límite en los que se tocan ciencia y política, por tanto, constituyen núcleos de la relación entre ciencia y sociedad. Las implicaciones de dicho vínculo se han vuelto más complejas debido a que casi todas las sociedades contemporáneas se han convertido en “sociedades de riesgo”. En el contexto de estas sociedades han aparecido diversos intentos por ampliar la comunidad de expertos involucrados en las decisiones sobre ciencia y tecnología. Existe una preocupación con respecto al riesgo en cuyo ámbito se plantean propuestas para dar una mayor democratización a la ciencia o para crear una ciencia ciudadana.

El penúltimo trabajo del libro corresponde a Rosa Leonor Ulloa, quien examina las condiciones de producción intelectual en los profesores de cursos en línea del Sistema de Universidad Virtual de la Universidad de Guadalajara (udeg). Su trabajo toma como punto de partida los términos “sociedad de la información” y “sociedad del conocimiento” para analizar las condiciones en que se presenta la llamada “brecha digital”. Para vencer este obstáculo, y tomando como caso el modelo educativo de la Universidad Virtual de la UdeG, la autora plantea el diseño y puesta en marcha de políticas públicas y de incentivos al desempeño que consideran los nuevos paradigmas en la producción de conocimientos.

Por último, Teresa Guzmán y sus colaboradores elaboraron el texto “Campo académico y aspectos del cambio en la profesión del investigador”. En su trabajo analizan algunos resultados del estudio “Reconfiguración de la profesión scadémica en México”, en relación con las formas y condiciones en que los académicos de este país realizan sus labores de investigación. En su amplio resumen del estudio antes señalado, identifican una serie de factores que parecen ser determinantes en las transformaciones ocurridas en el ejercicio de la profesión académica en torno a la investigación, durante las décadas recientes. Entre ellos están los siguientes: las políticas nacionales enfocadas a la investigación colegiada; el habitus de la investigación; la mayor participación de las mujeres en la academia y en la investigación; la asignación y distribución de recursos para la investigación, y el uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación.

El conjunto de trabajos que integran este libro, independientemente de su extensión, precisión y profundidad, constituye una importante contribución al estudio sistemático de un fenómeno que se viene produciendo cada vez con mayor profundidad en muchas de las universidades e ies de la región latinoamericana. En esto radica su principal aportación y por ello merece ser leído y discutido por los diversos actores involucrados en los procesos de producción y difusión del conocimiento en las instituciones mencionadas.

Naidorf, Judith y Ricardo Pérez-Mora (compiladores) (2012), Las condiciones de producción intelectual de los académicos en Argentina, Brasil y México, Buenos Aires, Miño y Dávila, pp. 216.

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