INTRODUCCIÓN
Cuando realizamos alguna búsqueda bibliográfica en cualquier base de datos acerca de temas relacionados con la sexualidad, probablemente nos encontraremos con que la mayoría de los artículos publicados en disfunciones sexuales en el contexto de la medicina asistencial de los diversos sistemas sanitarios, se refieren a la sexualidad masculina y, concretamente, a la disfunción eréctil en esta última década como parte de un trastorno orgánico, mientras que los relacionados con las disfunciones femeninas podemos encontrarlos mayoritariamente en el contexto de trastornos psicoafectivos, pero difícilmente en el entorno de los sistemas sanitarios. Esto se explica, en parte, porque hasta hace poco la sexualidad no era una parte integrante de la salud, de tal forma que constituía un asunto ajeno a los profesionales sanitarios. De hecho, hasta 1987 la Organización Mundial de la Salud no se hizo eco del tema y definió la "salud sexual" como un derecho básico del ser humano.
Cada vez más los profesionales de atención primaria entendemos que la sexualidad y los conflictos sexuales entran en el abordaje global de la salud que se debe realizar en la medicina de familia, apoyándose en otras disciplinas como la andrología, la urología y la ginecología. Hablar de la sexualidad como un aspecto más de la salud nos permite acercarnos a los aspectos psicosociales, valorar el grado de satisfacción vital y detectar problemas1.
Las disfunciones sexuales abarcan diferentes formas de incapacidad para participar en una relación sexual deseada. Según los casos, se trata de una falta de interés, una imposibilidad de sentir placer, un fracaso en la respuesta fisiológica necesaria para la interacción sexual, o una incapacidad para controlar o sentir el orgasmo.
Los consensos clínicos prefieren utilizar los subtipos que proporciona el manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales en su texto revisado (DSM-IV-TR)2, para indicar el inicio, el contexto y los factores etiológicos asociados a los trastornos de disfunciones sexuales.
Para Master y Johnson3 un 50% de las parejas heterosexuales presenta alguna disfunción sexual. Frank et al4 establecen una prevalencia de disfunciones sexuales en parejas de un 40% para los varones y un 60% para las mujeres. Posteriormente Nathan5 mantiene unas cifras del 15% en varones y del 35% en mujeres.
Frecuentemente, las pacientes que presentan algún tipo de disfunción sexual, especialmente disminución del deseo sexual y trastornos de la excitación, achacan su problema a agotamiento físico, estrés psíquico, condiciones sociales o laborales difíciles, problemas de pareja, abuso de alcohol y efectos secundarios de medicamentos. No obstante, en la valoración de estas pacientes hemos de investigar la presencia de factores de riesgo cardiovascular, enfermedades orgánicas y trastornos mentales concomitantes6.
Los diversos estudios acerca de disfunciones sexuales sugieren que alrededor del 20-25% de los casos se debe al uso de sustancias o fármacos de uso común en la consulta de atención primaria7, por lo que se hace necesario preguntar acerca de estos problemas a las pacientes que toman medicamentos que pueden interferir en la función sexual para, entre otras cosas, evitar el rechazo de las pacientes y el consiguiente abandono del plan terapéutico.
Las disfunciones femeninas son las más prevalentes, sin embargo las disfunciones que más se consultan en los centros sanitarios son las que afectan a varones y concretamente la disfunción eréctil (a pesar de que la más frecuente en el varón es la eyaculación prematura), probablemente porque la disminución del deseo es el trastorno más frecuente en las mujeres y no se le considera como importante para su estado de salud8.
Se dispone de varias pruebas diagnósticas para medir el grado de disfunción sexual9, pero los cuestionarios autoevaluativos son las herramientas que mejor pueden superar las barreras morales y culturales10.
Uno de los estudios más relevantes para calcular la prevalencia de las disfunciones femeninas es el realizado mediante la encuesta de salud de Estados Unidos en 1.749 mujeres (1999)11, en el que se observa que el 43% de ellas presenta alguna disfunción sexual cuando se consultaba acerca de los últimos 12 meses.
Nuestro propósito es acercarnos a la realidad de las disfunciones sexuales femeninas en atención primaria para evaluar su impacto en su calidad de vida y en su salud, así como para derivar, en su caso, a estas pacientes para su atención especializada, en los supuestos que lo precisen.
Objetivo
Detectar la disfunción sexual femenina y su relación con las distintas etapas de la vida en atención primaria.
MÉTODO
Estudio longitudinal, observacional, abierto y multicéntrico, para analizar las disfunciones sexuales femeninas en atención primaria, utilizando el cuestionario validado sobre salud y disfunción sexual femenina (SyDSF)12.
El tamaño muestral necesario era de 369 (para una respuesta estimada del 40%13 y con una precisión [H9251] = 0,05), pero decidimos duplicar la muestra en previsión de las pérdidas observadas en otros estudios acerca de sexualidad. La inclusión ha sido consecutiva en un período de 3 meses, con el único criterio selectivo de ser mujer mayor de 18 años y que aceptara realizar el cuestionario.
RESULTADOS
Se recogieron un total de 403 cuestionarios (63,15%), de los 638 entregados en los 4 centros de salud participantes en el estudio, que representan diversas características sociodemográficas (rural, semiurbano, urbano y metropolitano de población comprendida entre 3.900 y 350.000 habitantes).
A. Datos sociosanitarios. La edad promedio de las participantes fue de 48 años (desviación estándar: 16). El estado civil era mayoritariamente casada (67,25%) y el 94,79% (382) con pareja estable en los últimos 6 meses. El número de embarazos medio era de 1,71 y el número de hijos era de 1,6. El nivel de educación estaba ampliamente distribuido en ninguno (21,2%), primarios (49,05%), secundarios (18,30%) y superiores (11,45%), y la situación laboral era activa en 234 participantes, 131 no trabajaban y 38 eran pensionistas.
Respecto a los hábitos saludables, fumaba el 52,36%, consumía alcohol el 30,52% y realizaba ejercicio físico el 19,6%.
El 42,68% manifestó que no había presentado ninguna enfermedad en los últimos 6 meses y el 58% recibió algún tipo de tratamiento médico en el mismo período (87 tomaban anticonceptivos orales). Presentaban hipertensión arterial 87 mujeres (21,59%), diabetes mellitus 26 (6,45%), hipercolesterolemia 76 (18,86%), artrosis 54 (13,4%), incontinencia urinaria 38 (9,43%) y trastornos ansiosos y/o depresivos 132 (32,75%).
B. Salud sexual. Las respuestas en una escala Likert se muestran en la figura 1.
Figura 1. Salud sexual.
C. Desencadenantes de problemas sexuales. 202 encuestadas contestaron este apartado (fig. 2).
Figura 2. Desencadenantes de la disfunción sexual.
D. Puntuación a la pareja. La puntuación media que concedieron estas mujeres a sus parejas fue de 7,12 puntos (4-10).
E. Comentarios. Los realizó el 7,94% de las encuestadas y se describen como:
- Influencia negativa del estrés, 23,4%.
- Influencia de los hijos, 17,23%.
- Problemas por actitud egoísta de la pareja, 31,25%.
- Dificultades por los fármacos, 12,5%.
- Les gustaría consultar con un sexólogo, 6,25%.
- Otras, 9,37% (sentimiento de culpa, ausencia de diálogo, el problema sexual lo tiene su pareja).
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES
Si bien se consiguió un número de cuestionarios superior al tamaño muestral requerido, la principal limitación de este estudio es el desconocimiento de los problemas y disfunciones sexuales por el 36,85% de las mujeres que no entregaron el cuestionario, por lo que no podemos inferir estos resultados a la población general. No obstante entendemos que esa dificultad no invalida el objetivo de detectar las disfunciones sexuales femeninas en atención primaria.
Podemos observar que bastantes mujeres encuestadas (25%) no están satisfechas sexualmente y tampoco tienen interés por el sexo, a pesar de que sientan sensaciones placenteras y se exciten durante la relación sexual. Llama la atención que más de la mitad de las mujeres se "estresen" por las relaciones sexuales con su pareja, alcanzando el orgasmo solamente en la mitad de las ocasiones, e incluso muchas podrían prescindir a menudo de las relaciones sexuales. Aun así, las pacientes valoran bastante bien a sus parejas otorgándole un "notable" en sus relaciones sexuales.
Una de las conclusiones es la aparente discordancia entre la valoración a la pareja y el que 7 de cada 10 mujeres podrían prescindir de la relación sexual, que entendemos se debe, en gran parte, a que en la sexualidad femenina son muy importantes la comunicación y el cortejo, como refieren en los comentarios al achacar los problemas de sexualidad a la actitud egoísta de su pareja.
Aunque para los profesionales es muchas veces un tema difícil de tratar por las barreras morales y culturales14, por el componente emocional que conlleva y por la escasa formación pre y posgrado en sexología, la utilización de un cuestionario autoadministrable favorece la sinceridad en las respuestas al preservar su intimidad y permite la exploración de la salud sexual en un corto espacio de tiempo. Por otra parte, cuando indagamos en los problemas de salud de nuestra pacientes, sobre todo los que afectan al área ginecológica y urológica, tenemos una oportunidad para preguntar y detectar los problemas sexuales de muchas de éstas15.
A pesar de que algunos autores opinan que las disfunciones sexuales femeninas no son un problema de salud16,17, la realidad nos muestra que las cifras de prevalencia son muy elevadas y que tienen un importante impacto en el contexto sociofamiliar y de pareja de las mujeres, puesto que la sexualidad femenina trasciende la respuesta sexual genital1, de manera que cuando se presenta una mujer con disfunción sexual en atención primaria debemos indagar sobre conflictos vitales, personales o de pareja y realizar un abordaje integral.
AGRADECIMIENTOS
A nuestros maestros en salud de la mujer, el Prof. Juan José Parrilla, el Dr. Santiago Palacios y nuestro sexólogo amigo Paco Cabello. A Alberto Murcia, por su empeño en que sigamos mejorando en el campo de la urología y al comité editorial por su amable invitación a publicar este estudio.
Correspondencia:
Dr. L. García-Giralda Ruiz.
Escultor Sánchez Lozano, 7, 1.ª planta. 30005 Murcia. España.
Correo electrónico: lgiralda@hotmail.com