En este número de la revista trataremos el problema del Adulto mayor, en especial del adulto mayor hospitalizado.
Para comenzar, nos gustaría citar textualmente a Santiago Ramon y Cajal, de su libro: “El Mundo Visto a los 80 años”, publicado en Madrid el año 1934:
“Una cuestión previa se nos impone: ¿Cuándo comienza la vejez? Hoy que la vida media ha crecido notablemente, llegando a los cuarenta y cinco o cincuenta años, las fronteras de la senectud se han alejado. Aun cuando sobre esta materia discrepan las opiniones, no parece temerario fijar en los setenta o setenta y cinco años la iniciación de la senectud. Ni deben preocuparnos las arrugas del rostro–que significan pérdida de grasas y aligeramiento de lastre- sino las del cerebro. Estas no las refleja el espejo; pero las perciben nuestros amigos, discípulos y lectores, que nos abandonan y condenan al silencio. Tales arrugas metafóricas, precoces en el ignorante, tardan en presentarse en el viejo activo, acuciado por la curiosidad y el ansia de renovación. En suma, se es verdaderamente anciano, psicológica y físicamente, cuando con la torpeza de las piernas, coincide la torpeza y premiosidad da la palabra y del pensamiento”.
En la actualidad, las cifras han cambiado notablemente. Según cifras del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en Chile la Esperanza de Vida al Nacer (EVN) se ha triplicado en el último siglo alcanzando para el periodo 2015-2020 los 82,1 años para las mujeres y 77,3 años para los hombres. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su Informe Mundial sobre el Envejecimiento y la Salud del año 2015, los elementos que definen la salud en los adultos mayores son la gradual pérdida de autonomía y la limitación funcional. La capacidad funcional es la resultante de la interacción entre las capacidades físicas de cada individuo con los factores ambientales. Esta capacidad funcional es mejor predictor de salud y bienestar, que la sola presencia o ausencia de enfermedad. En este entendido el manejo de los problemas y eventuales tratamientos que se puedan presentar, no deberían centrarse en la edad cronológica por sí sola, sino que debieran tener una mirada multidimensional e interdisciplinaria enfocada a determinar capacidades médicas, psicosociales y funcionales de una persona mayor para desarrollar un plan coordinado e integrado de tratamiento y seguimiento de sus patologías.
Ante este escenario, resulta primordial abordar los temas de salud relacionados con el adulto mayor, de una manera multidisciplinaria especialmente a medida que aumenta nuestra población de personas mayores con necesidades complejas.
Esperamos que este número de la Revista cumpla con estos objetivos.
Agradecemos a todos los autores que nos colaboraron con sus experiencias, y a los revisores con sus comentarios, que permitieron enriquecer los contenidos de cada uno de los artículos.