La portada corresponde a la obra “El Arlequín en Venecia” del francés RaoulDufy, quien nació y murió en Le Havre, Francia (1877–1953). Fue un pintor fauvista, artista gráfico y diseñador. En un comienzo de su actividad, estuvo sometido a la influencia de los paisajistas impresionistas como Monet y Pisarro. Desarrolló un estilo colorido y sus temas favoritos eran los barcos de vela, acontecimientos musicales, elegantes fiestas y otras actividades al aire libre. También pintó flores, instrumentos musicales y desnudos.
Entre sus obras destacaron además los murales, como el que está ubicado en el Palacio de Chaillot en París, el cual desarrolló con ocasión de la Exposición Internacional de París. Se trata de un gran mural que finalizó en 1938 y que representa un canto enorme e intensamente popular a la electricidad, llamado “La Fée Electricité”.
Raoul Dufy no habría podido seguir pintando si no fuera por la medicina, razón por la cual lo elegimos como portada para este número de la revista (1). Una artritis comenzó a afectarlo en 1935, justamente en su época de mayor desarrollo artístico. En un inicio sus síntomas fueron intermitentes. Sin embargo, su situación fue empeorando de tal manera que su obra se deterioró por la gran dificultad para pintar, especialmente por la deformidad de sus manos, llegando a sufrir momentos de gran depresión.
A fines de 1949, Freddy Homburger, médico reumatólogo estadounidense, leyó un artículo en la revista “Life” sobre el pintor y su enfermedad. En ese momento, junto a su colega Charles Bonner, estaba evaluando en el hospital judío de Boston un novedoso tratamiento para la artritis reumatoide, con el uso de cortisona con hormona adrenocorticotrópica. El profesional invitó a Dufy a Boston para colocarlo como paciente en ese ensayo, lo que se concretó a comienzos de 1950. En el momento de su ingreso, la enfermedad estaba generalizada, con compromiso de múltiples articulaciones, limitación de movimientos, dolor y deformidades de articulaciones de ambas manos, con gran dificultad para caminar, por lo cual debía utilizar muletas y además no podía pintar.
Gracias al tratamiento pudo volver a ejercer su arte y caminar sin ayuda de muletas.
Aprovechó su estadía en el hospital para realizar diversos dibujos, entre ellos uno de flores dedicado a la Cortisona. Por primera vez, en varios años, fue capaz de estrujar los tubos de pintura por sí solo. Homburger y Bonner publicaron esta experiencia en una publicación en el New England Journal of Medicine (2), en septiembre de 1979. En ese artículo, describieron en extenso su cuadro, tratamiento, complicaciones e incluso se acompañó de acuarelas de anémonas pintadas antes y después del tratamiento, registrando un visible cambio en sus trazos. Dufy regresó a París con su tratamiento y gracias a los Corticoides, pudo seguir pintando por otros tres años, hasta su muerte en 1953.
Su caso fue un notable aporte de la Medicina al Arte. Por lo mismo, la Viñeta Histórica de este número de la revista está dedicado a la Historia de los Corticoides.