Friedrich Nietzsche (1844-1900) (Figura 1), nació en Röcken, cerca de Leipzig. Fue uno de los más importantes e influyentes filósofos de la historia. No tuvo reconocimiento en vida, pero logró un extraordinario éxito al poco tiempo de morir. Si bien, hasta una década atrás se afirmaba que la muerte de Nietzsche, como la de muchos grandes artistas del Siglo XIX, se debió a una parálisis general por lúes, la evidencia no es sólida1–3.
A los 24 años, en 1869, fue nombrado Profesor de Filología; sin embargo, debió retirarse de este puesto en 1879 debido a jaquecas repetidas y a un problema de visión en su ojo derecho. Posteriormente, vivió como un filósofo itinerante en varios lugares de la Riviera italiana y los Alpes suizos, y desde mediados de 1888 hasta enero de 1889, en Turín, Italia. En este lugar se hizo inmanejable la alteración mental de Nietzsche y debió ser internado en Basilea, luego en Jena y finalmente enviado al cuidado de su madre y hermana, el 20 de marzo de 1890. Nietzsche perdió progresivamente sus capacidades cognitivas y su lenguaje, llegó a un estado de mutismo y no reconocía sus pocos amigos. Falleció el 25 de agosto de 1900 de una neumonía1–3.
Desde la infancia, Nietzsche presentó jaquecas, en ocasiones muy invalidantes, con aura visual con el fenómeno de espectros de fortificación. La jaqueca era de predominio derecho, acompañada de vómitos, luego la cual debía reposar algunos días4. Nietzsche contabilizó en un año 118 episodios de jaquecas2. En 1887 fue examinado por el Dr. Eiser, quién diagnosticó una corioretinitis en su ojo derecho como causa de su defecto visual, que prácticamente le provocó una ceguera2.
En la historia familiar predominaban las enfermedades mentales: dos tías maternas tuvieron una enfermedad psiquiátrica, una de ellas se suicidó; un tío materno desarrolló un trastorno mental en la sexta década de la vida. Otro tío materno murió en un asilo. El padre de Nietzsche murió a los 35 años; se le describió como autista y que estuvo en ausencia meses previos al fallecimiento. La autopsia habría revelado un “reblandecimiento cerebral”2.
No existe claridad de cuándo Friedrich Nietzsche inició los síntomas que lo llevaron a su deterioro cognitivo. Sus amigos lo describieron “extraño” en 1886, como ausente, “como que viniera de un país donde no hay habitantes”. Mencionaron que su postura era menos orgullosa, había perdido su marcha solemne y su discurso fluente, haciéndose laborioso y entrecortado1–3. También se puso negligente con su cuidado personal y el lugar donde vivía.
En Turín, donde llegó el 20 de septiembre de 1888, fue evidente su extraña conducta para Davide Fino, dueño del hotel donde se hospedó1,3. En diciembre de 1888, solía hablar solo, cantar y bailar desnudo en su habitación. En sus cartas de octubre de 1888 a enero de 1889 se manifestó un claro delirio megalomaníaco. Firmó sus misivas como “Fénix”, “Anticristo” y “Dionisio” y envió cartas irreverentes al Kaiser y a Bismarck. Se llamó a si mismo “el redentor de todos los milenios”1,3.
Su colapso sucedió el 3 de enero de 1889 cuando, al ver un caballo que era maltratado, se abalanzó llorando sobre el cuello del animal con ánimo de protegerlo, cayendo al suelo sin sentido1–3. A los pocos días fue trasladado a un asilo mental en Basilea.
El examen neurológico de ingreso a este asilo lo mostró grandilocuente y desorientado. No presentaba temblores y no había alteraciones motoras. Presentaba conductas como mantenerse aplaudiendo un lapso largo, hiperoralidad y un apetito muy voraz2.
En su etapa en Jena (1889-1890) presentó ataques de ira, golpeó a algunos compañeros de asilo, confundió a su cuidador con Bismarck y presentó severos desajustes conductuales tales como beberse su propia orina, ensuciar su cuerpo con heces y coprofagia2,3. Desde un principio el diagnóstico fue una parálisis general luética, planteado incluso por autoridades médicas como Binswanger. En el siglo XIX no existía prácticamente el diagnóstico diferencial de una demencia y formular este diagnóstico era asumido como una sentencia de muerte, ya que no había tratamiento. La sobrevida no superaba cuatro años1,2. En cuanto a una infección sifilítica primaria, no existen antecedentes clínicos sólidos y es dudoso que Nietzsche haya tenido relaciones sexuales alguna vez, ya que los informes de que habría contraído la infección en el año 1865 son muy cuestionados1–4. El principal argumento en contra de una parálisis general es que la enfermedad de Nietzsche duró al menos 12 años, lo que sobrepasa en demasía la sobrevida esperada. Tampoco presentó la signología típica, con temblor facial y de la lengua al protruirla fuera de la boca, que era considerado en esa época como signo patognomónico de la enfermedad sifilítica.
Orth y Trimble, revisaron en el año 2006 los expedientes médicos de Nietzsche y plantearon una demencia frontotemporal2. Este diagnóstico se sostiene cuando el paciente presenta un cambio de personalidad o de conducta, con alteraciones del comportamiento (apatía o desinhibición) o del lenguaje (disnomia, laconismo), aún cuando no exista compromiso importante de la memoria5.
Durante su último año activo, 1888, escribió 7 libros, “La caída de Wagner”, “Nietzsche contra Wagner”, “El anticristo”, “Ditirambos para Dionisio”, “La voluntad del poder”, “Ecce Homo” y “El crepúsculo de los ídolos”. Esta productividad es incompatible con alguien afectado por una parálisis general, pero sí compatible con una demencia frontotemporal, en que se ha descrito la aparición de una creatividad excesiva en sus primeras etapas2. En la demencia frontotemporal es frecuente la hiperfagia, que también estuvo presente en Nietzsche.
Desde los 32 años vivió prácticamente solo, acompañado de su piano y la música que amaba. Según Nietzsche “la vida sin música es un error”. Por 10 años (1868-1878) cultivó la amistad de Wagner y su esposa, pero se desilusionó por la postura antisemita y el chauvinismo del músico.
a Luz Navarrete, bibliotecaria de la Clínica Las Condes, por su apoyo bibliográfico.