Reflexiones
Reproducimos esta carta publicada en The Lancet porque la consideramos de interés en toda la polémica que se ha generado en Reino Unido en cuanto a si el erario público debe seguir financiando los hospitales y los tratamientos homeopáticos.
Aunque evidentemente no compartimos el concepto subyacente de la carta (lo mágico, el placebo de la homeopatía), sí que nos parecen interesantes el debate y la cuestión que plantea.
Solamente quisiéramos recordarle al Dr. Laurence que, si la eficacia de la homeopatía solamente dependiera del tiempo invertido en la consulta, habría fracasado estrepitosamente en las enfermedades agudas o epidémicas (el tiempo de consulta es similar al de la medicina convencional), cuando en realidad la buena fama de la homeopatía se cimentó justamente en el tratamiento de estas enfermedades.
Joan Mora
Lo mágico es aceptable
Jeremy Laurance
Publicado el 13 de marzo en The Lancet. 2010;375.
El argumento estándar contra la financiación por parte del Estado (o de las aseguradoras) a los medicamentos alternativos es que no está bien gastar unos recursos escasos en tratamientos que no han sido probados o son de dudosa eficacia, mientras que se rechaza pagar medicamentos probados y que han demostrado su efectividad, pero que resultan demasiado caros.
¿Es justo decir esto? Realmente, no. La mayoría de la medicina ortodoxa no está basada en la evidencia. Muchos antibióticos no se han probado nunca en ensayos clínicos controlados y aleatorizados. La medicina ortodoxa se mantiene a menudo como modelo de cómo funcionan las cosas, pero realmente queda bastante lejos de la ciencia perfecta. John Bell, profesor de medicina en la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, observó hace ya más de una década que muchos medicamentos se descubrieron por accidente, no por diseño, y que muchos de los tratamientos estaban basados en evidencias anecdóticas, y no en revisiones sistemáticas. El papel de los factores psicológicos y sociales permaneció poco comprendido. Bell dijo: "Necesitamos saber qué tipo de paciente padece la enfermedad, más que el tipo de enfermedad que padece el paciente."
El aumento de la desilusión con la medicina convencional ha alimentado el explosivo crecimiento del interés en las medicinas alternativas. La medicina complementaria ha hecho un favor a la medicina ortodoxa recordando a los médicos el poder de los cuidados.
Las consultas son más largas, detalladas y personales. Lo que les importa a los pacientes son los resultados, no las explicaciones científicas. Lo mágico es aceptable si cumple con lo que promete.
El mes pasado, un feroz informe del selecto Comité de Ciencia y Tecnología del Parlamento Británico pedía al Servicio Nacional de Salud que parase la financiación a la homeopatía basándose en que no es mejor que el placebo. Los racionalistas pueden celebrarlo. Pero los médicos que se enfrentan a las consultas repletas de pacientes abatidos por los cuales pueden hacer poca cosa, quizás lo vean de una manera diferente. ¿Por qué no explotar el efecto placebo cuando lo vemos? En una revisión reciente de Damien Finniss y colaboradores para esta revista, se muestra lo poderosos que pueden ser los placebos (Lancet. 2010;375:686-95). Estos investigadores sugieren que hay un elemento placebo en todos los tratamientos y una relación dosis-respuesta, lo que puede explicar muchos de los éxitos de los tratamientos médicos alternativos, dada la extensión media de la consulta. Dicen que la medicina alternativa representa un despilfarro de recursos. Pero los cuidados médicos ortodoxos proporcionados por los médicos de familia no siempre son efectivos con relación a su coste. Lo que para uno es placebo, para el otro es un tratamiento efectivo. Y por lo que se refiere al despilfarro de dinero de los tratamientos probados, ¿debemos pagar por los tratamientos de fertilidad si luego no podemos proporcionar a los pacientes medicamentos contra el cáncer?
Mi instinto es ponerme del lado de los racionalistas. Pero al mismo tiempo me resisto a su reduccionismo. El efecto placebo puede ser una de las armas terapéuticas menos usadas del arsenal médico. Debemos encontrar vías para explotarlo.