En un artículo reciente, un grupo de trabajo de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) da pautas de atención al anciano1. Siempre son buenas noticias que diferentes especialidades médicas que trabajan con personas mayores adapten su manera de trabajar a las demandas específicas de esta población. Sin embargo, respecto al citado artículo1, la Sociedad Española de Medicina Geriátrica (SEMEG) expone que:
El término valoración integral y multidimensional del anciano hospitalizado (VIMA) es un término sobre un procedimiento no validado que incurre en una duplicidad y plagia el término de valoración geriátrica integral (VGI). La VGI se define como el proceso diagnóstico dinámico multidimensional, multidisciplinar e interdisciplinario, diseñado para identificar y cuantificar los problemas y necesidades de los adultos mayores y poner en marcha un plan de cuidados y tratamiento progresivo, continuado y coordinado dirigido a satisfacer las necesidades del paciente y sus cuidadores2. La VGI está validada desde hace décadas y es de sobra conocida su utilidad no sólo en el ámbito hospitalario sino en todos los niveles asistenciales3. Prueba de ello son las numerosas referencias del artículo. Sin embargo, la evidencia disponible es mucho más amplia y es tal su peso que la Organización Mundial de la Salud (OMS)4 reconoce la necesidad de realizar una VGI siempre que se evalúe a una persona mayor. Intentar aplicar un término nuevo para algo ya claramente definido lleva a confusión y constituye una tremenda falta de rigor.
La VGI requiere de unas competencias específicas que van más allá de la simple aplicación de escalas:
Primero, es preciso tener un adecuado conocimiento sobre el proceso de envejecimiento y requiere de una metodología específica, además de un entrenamiento continuado en su aplicación, que permita interpretar no sólo su resultado final sino otros aspectos de los tests. Solamente con una completa formación se puede adaptar la VGI a cada persona mayor en cada ámbito de atención2,5,6. Por ejemplo, por la influencia de la propia hospitalización, éste no es el mejor ámbito para hacer una valoración cognitiva ni afectiva. Como es obvio, esto no exime, sin embargo, de explorar dichas dimensiones en la situación basal del paciente.
Segundo, aplicar las escalas es una condición necesaria pero no suficiente para facilitar a la persona mayor la mejor atención sanitaria en el hospital. La VGI constituye simplemente la herramienta de trabajo de un equipo multidisciplinar que a través de reuniones periódicas organizan un plan de cuidados común para todos los actores y así garantizar una continuidad de cuidados entre todos los niveles de atención2,7. Esta es la manera de trabajar de las Unidades Geriátricas de Agudos (UGA) que han sido ampliamente evaluadas, y que comparadas con las unidades convencionales (las tradicionales salas de Medicina Interna) han demostrado menor deterioro funcional al alta, menor institucionalización, menor estancia media y mayor costo-efectividad8. Hasta la fecha, esta es la manera de trabajar más efectiva con las personas mayores hospitalizadas9,10. Por lo tanto, desde SEMEG consideramos inaceptable que se plantee la «adaptación de servicios» únicamente utilizando de manera simplista herramientas no validadas (VIMA) cuando existe un gold standard (UGA) que incluye herramienta validada (VGI), personal entrenado y formado y manera de trabajar y organización ampliamente evaluada.
En el artículo de Vallejo-Maroto et al.1 se equipara especialidades médicas como la Medicina de Familia, Medicina Interna y Geriatría en el abordaje clínico de la persona mayor. La Geriatría es una especialidad con cuerpo doctrinal propio que nació en 1946 y que en nuestro país se plasmó en 1971 con el primer servicio de Geriatría en el Hospital Central de la Cruz Roja y con el nacimiento oficial de la especialidad reglada vía MIR en el año 1978. Tanto la Medicina de Familia como la Medicina Interna tienen su propio ámbito de actuación que incluye, como en tantas otras especialidades y por motivos demográficos y epidemiológicos, al paciente mayor. Desde la SEMEG consideramos que es urgente y resulta conveniente la formación de otros especialistas en conceptos geriátricos básicos, así como la implementación de la evidencia científica a los protocolos de actuación de cada especialidad. Sin embargo, es inconcebible la suplantación de las funciones del médico especialista en personas mayores (geriatra) por otros profesionales que no han recibido la formación específica para dichas funciones. De la misma manera que todos los niños de este país tienen acceso a un pediatra en caso de necesitarlo y pueden ingresar en un Servicio de Pediatría, todas las personas mayores de 75 años4 debieran tener acceso a un geriatra y poder ingresar en una UGA en caso de resultar necesario.
AutoríaCristina Alonso Bouzón, en representación del Comité Ejecutivo de la SEMEG (apéndice 1) y de todos sus miembros.
Dra. Marta Martínez Reig
Dra. Virginia Mazoteras Muñoz
Dr. Carlos de la Fuente Gutiérrez
Dra. Concepción Jiménez Rojas
Dra. Marta Neira Álvarez
Dra. Guadalupe Lozano Pino
Dra. Laura Mónica Pérez Bazán
Dra. Marta Castro Rodríguez
Dra. Gracia Megias Baeza
Dr. Jesús María López Arrieta
Dr. Álvaro Casas Herrero
y todos sus miembros.