El perfil de consumo de fármacos antiepilépticos es relevante porque supone una elevada proporción de los costes que implica la epilepsia y porque tiene importantes connotaciones en tanto y en cuanto los efectos adversos que producen pueden influir en la calidad de vida de los pacientes. Es por ello que puede ser interesante conocer el perfil de consumo de nuestra población epiléptica.
Dado que en la provincia de Málaga solo existe servicio de Neurología en los 2 hospitales públicos de la capital, pensamos que conocer el perfil de consumo de los antiepilépticos en nuestro hospital podría dar una idea aproximada del consumo de los mismos en toda el área oeste de la provincia, y ser extrapolable al total de la misma, de algún modo.
Se recogieron los datos de pacientes con diagnóstico de certeza de epilepsia activa1, seguidos en una de las consultas semanales de epilepsia del Hospital Virgen de la Victoria de Málaga durante un año, así como aquellos que sin estar activa siguieran en tratamiento antiepiléptico.
Se obtuvo una muestra de 515 pacientes, de los cuales seguían tratamiento 507. Las características de los pacientes coinciden con las características de los pacientes epilépticos en Europa, lo cual describimos ampliamente en un artículo de publicación reciente2.
Estaba en monoterapia el 54,3%; el 30,87%, en biterapia; el 12,2%, en triterapia, y en torno a un 1% de la muestra estaba en tratamiento con 4 fármacos.
El fármaco más empleado, en el conjunto de la muestra, ya fuera en monoterapia o en combinación, fue el ácido valproico (28,3%), seguido de levetiracetam y lamotrigina (con un 23% cada uno). En concreto, en monoterapia, los más empleados fueron ácido valproico y lamotrigina (14% cada uno); les siguen, en menor proporción, la carbamacepina, la oxcarbacepina y el levetiracetam (el 7, el 6 y el 5%, respectivamente). En la tabla 1 se detallan los datos de consumo de cada uno de los antiepilépticos en los pacientes de la muestra.
Perfil de consumo de cada antiepiléptico para la muestra
FAE | Marca (n) | Genérico (n) | Frecuencia (N) | RAM (n) | No RAM (n) | Monoterapia (N) |
---|---|---|---|---|---|---|
PTH | 42 | 1 | 43 | 4 | 6 | 15 |
PB | 39 | 2 | 42 | 2 | 4 | |
VPA | 146 | 146 | 18 | 50 | 75 | |
CBZ | 61 | 14 | 108 | 5 | 20 | 38 |
OXC | 40 | 15 | 78 | 8 | 18 | 31 |
CLB | 35 | 1 | 38 | 0 | ||
CLN | 18 | 1 | 21 | 0 | ||
LMT | 80 | 24 | 117 | 6 | 56 | 74 |
TPM | 32 | 15 | 66 | 4 | 3 | 10 |
LEV | 118 | 118 | 5 | 19 | 28 | |
ZNS | 14 | 14 | 0 | |||
GB | 1 | 2 | 10 | 3 | 5 | |
PRG | 8 | 8 | 0 | |||
RUF | 2 | 2 | 0 |
RAM: están referidos solo a los que lo toman en monoterapia.
CBZ: carbamazepina; CLB: clobazam; CLN: clonacepam; FAE: fármaco antiepiléptico; GB: gabapentina; LEV: levetiracetam; LMT: lamotrigina; n: número de pacientes que lo afirman o reconocen en el consumo propio; N: número de pacientes en el total de la muestra; OXC: oxcarbacepina; PRG: pregabalina; PTH: fenitoína; PB: fenobarbital; RAM: efectos secundarios a la medicación; RUF: rufinamida; VPA: ácido valproico; TPM: topiramato; ZNS: zonisamida.
Un 12% de los pacientes reconoció tomar algún genérico, aunque un 17% de los pacientes del total de la muestra desconocía la marca del antiepiléptico consumido (marca de referencia, marca alternativa o genérico). El 2,9% de los pacientes de la muestra sugirieron que el cambio de marca de antiepiléptico les había causado alguna crisis recientemente.
En cuanto a los efectos adversos medicamentosos, de 407 pacientes a los que se les interrogó al respecto, solo el 28% reconoció tener alguno. Si bien, los estudios solo los hicimos con aquellos que estaban en monoterapia para poder relacionarlos con los distintos fármacos.
En el conjunto total de la muestra, los efectos adversos más referidos fueron los de la esfera cognitiva (8,9%), seguidos por los físicos (6,4%) y el mareo en cualquier rango (4,9%), es decir, los más frecuentes serán referidos al sistema nervioso, similar a lo recogido por otros autores3-5. Aparece además alguna alteración analítica en casi la mitad de los pacientes de los que disponemos de una (48,8%).
Teniendo en cuenta, entonces, solo a aquellos pacientes que estaban en monoterapia, el topiramato, fue el fármaco que produjo más efectos secundarios. De los que lo consumían en monoterapia, el 57% de aquellos a los que se les preguntó, los refería, sobre todo pérdida de peso. Le seguían la fenitoína (40% de los consumidores de la misma en monoterapia a los que se les preguntó sobre este punto) y la oxcarbacepina (30,7%), ambos fármacos con efectos sobre la concentración y somnolencia. El ácido valproico produjo un 26,4% de efectos secundarios, especialmente alopecia y/o obesidad, referido a total de pacientes en monoterapia preguntados. La carbamacepina produjo un 20% de efectos adversos, principalmente digestivos y/o presentaron alteraciones analíticas posiblemente asociadas. Un porcentaje similar refirió efectos adversos a levetiracetam, sobre todo del estado anímico. El fármaco que menos efectos adversos produjo fue la lamotrigina (9,67%).Agrupando todos los antiepilépticos consumidos en monoterapia por generación, aunque los fármacos nuevos asociaban menos efectos adversos que los clásicos (18% vs. 25%), el grado de asociación no fue estadísticamente significativo. Dado que se trata este artículo de una carta al director, no se pueden incluir todos los datos de forma detallada, pero se pueden extraer de la tabla 1.
El perfil de consumo de fármacos antiepilépticos en nuestra muestra es parecido al que aportan otros estudios3,6, aunque se aprecian cambios en cuanto a un aumento del consumo de fármacos de nueva generación y el descenso de fenitoína y fenobarbital, entre los clásicos. En nuestra muestra, se consume un 51% de fármacos de nueva generación, persistiendo un 49% de fármacos clásicos, en el total de la muestra (referido al total, incluyendo monoterapia y combinación). Si nuestro antiepiléptico más consumido resultó ser el ácido valproico, aunque hemos encontrado pocos estudios epidemiológicos que recojan este aspecto, se aprecia que en el estudio italiano de Gallito el fármaco más empleado es el fenobarbital7; y que tanto en el ruso de Ghekht et al.8, como en el islandés de Olaffson9, el fármaco más empleado es la carbamacepina (36%).
La principal limitación de este trabajo es la existencia de un doble sesgo de selección: por un lado, se trata de una recogida de pacientes limitada a un único centro hospitalario, lo cual implica que perdemos pacientes que hagan seguimiento de forma privada o en Atención Primaria, e incluso que haya pacientes sin diagnosticar o sin seguimiento; por otro, la búsqueda de efectos adversos se ha hecho a través de la entrevista clínica y no mediante un cuestionario específico, lo que implica que muchos puedan pasar desapercibidos, a pesar de que se buscaron específicamente dichos efectos adversos10,11. Habría que añadir en este punto, que en este estudio solo se pueden contabilizar los efectos adversos de los fármacos de consumo actual, e indudablemente, perdemos la información de aquellos casos en que la presencia de los mismos, ya sea por intensidad o intolerancia, motivó la retirada del fármaco en cuestión.
No obstante, queremos llamar la atención, por un lado, la alta tasa de efectos adversos encontrados con topiramato, aunque es posible que el bajo número de pacientes que lo toman en monoterapia (n=7) haga este resultado poco significativo, si bien es cierto que otros autores apuntan en la misma dirección12,13; por otro, pensamos que lo más relevante de este estudio es que no podemos afirmar que los fármacos de nueva generación se asocien a un menor número de efectos adversos que los clásicos, aunque sí parece que el abanico de los mismos es diferente, en consonancia con lo que encuentran otros estudios4,5,14.
Este estudio supone la primera gran aportación al conocimiento de perfil de consumo de fármacos antiepilépticos en el sur de España. El consumo de fármacos clásicos continúa siendo elevado y similar al de fármacos de nueva generación y, aunque el perfil de efectos adversos parece ser diferente entre uno y otro, no encontramos diferencias estadísticamente significativas entre la presencia de efectos adversos y uno u otro grupo de fármacos, por lo que los fármacos clásicos siguen plenamente vigentes. Además, existe un pequeño porcentaje de pacientes que relacionan el cambio de marca de un antiepiléptico con la precipitación de una crisis epiléptica. Por uno y otro motivos, la elección de un fármaco antiepiléptico y/o de la marca de dispensación debe elegirse de forma individualizada en cada caso, atendiendo al principio de racionalización terapéutica.
Todos los datos de este estudio están recogidos en la tesis doctoral15.
Análisis socioepidemiológico de la epilepsia. Área oeste de Málaga. Gestión sanitaria y Calidad de Vida.