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Vol. 50. Núm. 2.
Páginas 247-265 (julio - diciembre 2016)
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Vol. 50. Núm. 2.
Páginas 247-265 (julio - diciembre 2016)
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Reconsiderando la “invasión mixteca” del valle de Oaxaca en el Posclásico
Reassessing the Mixtec “invasion” of the Postclassic Valley of Oaxaca
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Gary M. Feinman
Autor para correspondencia
gfeinman@fieldmuseum.org

Autor para correspondencia.
, Linda M. Nicholas
Integrative Research Center, Field Museum of Natural History, 1400 S. Lake Shore Drive, Chicago, IL, 60605, Estados Unidos
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Cuadro 1. Secuencia cronológica para el valle de Oaxaca y Mesoamérica
Resumen

Desde el descubrimiento de la increíble Tumba 7 en Monte Albán, hace más de 80 años, se ha considerado que el despoblamiento y la decadencia hacia 800-900 dC de dicho centro urbano del periodo Clásico, así como los cambios subsecuentes en el valle de Oaxaca, son consecuencia de una pretendida invasión de los mixtecos quienes suplantaron a los zapotecos de la región. Con base en recientes y refinados registros cronológicos sobre este periodo de transición proporcionamos en este escrito una alternativa a este punto de vista tradicional que abarca la decadencia de Monte Albán y los cambios en la organización política, los patrones de asentamiento y las redes extrarregionales que le siguieron. Sin embargo, como la Tumba 7 y otras fuentes han revelado, los mixtecos estaban presentes en el valle de Oaxaca desde la época prehispánica, pero aquí sostenemos que su presencia en el valle fue más tardía (después de c. 1250 dC) y geográficamente más localizada de lo que se ha pensado por mucho tiempo.

Palabras clave:
Monte Albán
Lambityeco
La transición Clásica-Posclásica
Zapoteco
Abstract

Since the discovery of Monte Albán's incredible Tomb 7 more than 80 years ago, the depopulation and decline of that Classic-period urban center ca. AD 800-900 and the subsequent shifts in the Valley of Oaxaca have been viewed as a consequence of a supposed Mixtec invasion that replaced the region's indigenous Zapotecs. New chronological refinements and a much fuller record of this transitional period are marshaled to provide an alternative to this long-standing view of Monte Alban's decline and the changes in the region's political organization, settlement patterns, and extra-regional networks that followed. Nevertheless, as revealed by Tomb 7 and other sources, there was a late prehispanic Mixtec presence in the Valley of Oaxaca, only that role is here viewed as later and more geographically localized than was long thought.

Keywords:
Monte Albán
Lambityeco
Classic-Postclassic transition
Zapotec
Texto completo
Introducción

En este artículo examinamos un episodio de cambio en Mesoamérica prehispánica que desde hace mucho tiempo se ha visto como consecuencia del desplazamiento de la población. En vez del movimiento migratorio, ahora vemos esta transición como un cambio en las prácticas políticas e ideológicas a escala regional, reforzadas por las redes interregionales que provocaron movimientos demográficos, pero no al grado de reemplazar a la mayoría de la población.

Monte Albán duró como centro político por más tiempo que cualquier otra ciudad mesoamericana (Blanton, 1978). Fue establecida inicialmente alrededor de 500 aC en la cima de una montaña en el centro del valle de Oaxaca y por más de 1 000 años dominó la región (fig. 1). Después, entre 800 y 900 dC, la ciudad perdió gran parte de su población al mismo tiempo que su monumentalidad arquitectónica declinó. La decadencia de Monte Albán coincidió con otros episodios de transición en Oaxaca y más allá, en Mesoamérica, que resultaron en un paisaje políticamente fragmentado hasta la llegada de los españoles.

Figura 1.

El estado y el valle de Oaxaca con algunos lugares mencionados en el texto.

(0.36MB).

Se han propuesto varias ideas para aclarar la caída de Monte Albán, pero la explicación más aceptada involucraba el desplazamiento de los zapotecos por los mixtecos vecinos, alrededor del tiempo del colapso de la gran urbe (Bernal, 1966; Caso, 1965: 869; Caso y Bernal, 1965; Covarrubias, 1957; Kubler, 1962; Paddock, 1983a). Esta interpretación venía principalmente de Alfonso Caso, quien dirigió los primeros proyectos grandes en Monte Albán, en los años 1930 (Caso, 1938, 1942). Caso documentó que los zapotecos ocuparon Monte Albán durante un largo periodo, desde su establecimiento hasta fines del periodo Clásico (c. 500 aC–800 dC) (cuadro 1) y excavó relativamente temprano en sus investigaciones la increíble Tumba 7, que en su momento fue la más rica de todas las Américas (Caso, 1932a). El complejo de artefactos hallados en la tumba era distinto del material recuperado en otras partes del sitio e incluía objetos de metal, vajilla policromada del estilo mixteco-puebla y otros artefactos no típicos en Monte Albán. Aunque estos objetos (y la mayoría de los encontrados en la tumba) corresponden al periodo Posclásico (c. 900–1520 dC), la construcción de la tumba corresponde al periodo Clásico.

Cuadro 1.

Secuencia cronológica para el valle de Oaxaca y Mesoamérica

  Oaxaca  Mesoamérica 
1500     
    Posclásico tardío 
1300     
  Monte Albán V   
1100    Posclásico temprano 
900     
  Monte Albán IV   
700    Clásico tardío 
  Monte Albán IIIB   
500     
  Monte Albán IIIA  Clásico temprano 
300     
100 dC  Monte Albán II  Formativo terminal 
100 aC     
  Monte Albán I tardía   
300    Formativo tardío 
  Monte Albán I temprana   
500     
  Rosario   
700    Formativo mediano 
  Guadalupe   
900     
  San José   
1100    Formativo temprano 
1300  Tierras Largas   
1500     

Caso fue consciente de que el material posclásico recuperado de la Tumba 7 representaba la reutilización de una tumba más temprana del periodo Clásico. Pero como su hallazgo fue anterior al fechamiento por radiocarbono, no pudo conocer la brecha de tiempo entre la caída de Monte Albán y el material posclásico más tardío que encontró en la tumba. Sin esa información temporal, Caso hizo un vínculo entre la Tumba 7 y los relatos documentales sobre mixtecos en el valle de Oaxaca en el tiempo de la conquista española (Caso, 1932b). De acuerdo con las teorías prevalentes en su tiempo, Caso propuso que una invasión mixteca pudo haber provocado la caída de Monte Albán. Ese punto de vista ha persistido hasta hoy día a pesar de la carencia de apoyo empírico.

La base de la hipótesis del desplazamiento étnico y las críticas anteriores

En el paradigma histórico-cultural de la época de Caso, las culturas se concebían como entidades discretas, delimitadas, definidas por una serie de normas y rasgos. Las transiciones se veían principalmente como consecuencia de la migración o la difusión. Caso utilizó este marco para interpretar los cambios que vio en el material arqueológico de la Tumba 7 de Monte Albán. La ocupación de Monte Albán se caracterizaba desde Monte Albán I hasta IIIB-IV por una tradición de cerámica de pasta gris, principalmente limitada al valle de Oaxaca, que se asociaba con los zapotecos (Caso, Bernal y Acosta, 1967). Complejos de artefactos de contextos específicos y más tardíos del periodo Posclásico aparecían diferentes de cualquier otro complejo en Monte Albán. Estos contextos incluían la vajilla policromada del estilo mixteco-puebla y nuevas formas de vasijas hechas con una pasta gris más fina (llamada G3M para ‘mixteco’) que son visualmente distintas de la cerámica más temprana del periodo Clásico, que incluía vasijas-efigie funerarias muy adornadas. Para Caso, estas diferencias representaban un contraste marcado entre las ocupaciones Clásica y Posclásica de Monte Albán. En la ausencia de fechamiento absoluto de esta transición, Caso atribuyó estas diferencias al desplazamiento de la población. Con base en los documentos posclásicos que mencionaban la presencia de mixtecos en el valle cuando los españoles llegaron, Caso confundió la cerámica con la gente (los mixtecos) y propuso que los mixtecos habían reemplazado a los zapotecos en la región —la pretendida invasión mixteca que provocara la caída de Monte Albán. Investigadores posteriores, como John Paddock (1966), no vincularon la caída de Monte Albán con los mixtecos, pero todavía aceptaron el desplazamiento último de los zapotecos por los mixtecos para explicar este episodio de transición, aunque en ese momento se sabía muy poco sobre estos últimos (Nicholson, 1961). La “invasión” de los mixtecos al valle de Oaxaca durante el Posclásico todavía sigue siendo el punto de vista predominante en los textos escolares mexicanos, así como en los libros de viajes y los sitios del Internet.

El énfasis en el desplazamiento de la población en el valle de Oaxaca fue amplificado por dos interpretaciones inoportunas sobre la transición del Clásico al Posclásico que disminuyeron nuestra oportunidad de refinar la cronología de esta fase. Primero, la decadencia de Monte Albán se vinculó a un hecho —la interrupción de la construcción de la Plaza Principal. Segundo, cuando Bernal (en Yagul; Bernal y Gamio, 1974) y Brockington (en Miahuatlán; Brockington, 1973) encontraron la cerámica del tipo G35 (considerada clásica) y del tipo G3M (considerada posclásica) juntas en los mismos contextos, presumieron que estos contextos reflejaban la mezcla de gente, en vez de contextos cronológicos del Posclásico temprano que predecían un cambio más gradual en los estilos cerámicos regionales (Feinman y Nicholas, 2011a: 255). Para estar en acuerdo con sus descubrimientos, estos investigadores propusieron que los mixtecos reemplazaron a los zapotecos en el valle de Oaxaca durante el Posclásico después de un periodo de coexistencia demográfica.

Desde hace décadas surgieron varios problemas con esta interpretación, los cuales fueron señalados por Flannery y Marcus (1983a). Primero, la mayoría de los hablantes de lengua indígena en el valle hoy día hablan zapoteco en vez de mixteco (Brito de Marti, 1982). Además, el material posclásico en la Tumba 7 pertenecía al periodo 1400–1520 dC, mucho más tardío de lo que Caso pensó, por lo que la caída de Monte Albán ocurrió mucho antes de la reutilización de la tumba. A pesar de diferencias importantes entre los complejos cerámicos del Clásico y el Posclásico, hay continuidades en la cerámica de pasta gris en la región que caracterizan la entera secuencia prehispánica. De hecho, la ubicua vajilla de pasta gris del Posclásico que Caso llamó el tipo G3M (‘M’ para mixteco) no era abundante en la región mixteca y seguía una tradición de cocción reductora en el valle de Oaxaca (Feinman, Banker, Cooper, Cook y Nicholas, 1989; Feinman, Kowalewski, Banker y Nicholas, 1992).

En la década de 1980 se dio un giro a las interpretaciones para explicar los cambios entre el Clásico y el Posclásico en el valle de Oaxaca desde la invasión mixteca hacia un marco más procesual que veía la caída de Monte Albán como una consecuencia de la descentralización política (fig. 2). Algunos investigadores, entre los cuales nos incluimos (Feinman, 1996; Flannery y Marcus, 1983b; Kowalewski, Feinman, Finsten, Blanton y Nicholas, 1989; Marcus, 1989), han descrito contrastes marcados entre la organización y los patrones de asentamiento regionales durante el Clásico tardío (c. 600–900 dC) y los patrones más descentralizados y densamente poblados del Posclásico tardío (c. 1300–1519 dC). Ni la nucleación de la población en y alrededor de Monte Albán, ni la concentración de la arquitectura monumental en la gran urbe, ni las icónicas vasijas-efigie zapotecas (las urnas) continuaron en el Posclásico tardío (fig. 3), cuando ya se encontraban en el valle nuevos símbolos icónicos asociados con la tradición mixteca-puebla. Claramente ocurrió alguna influencia mixteca e inmigración durante el Posclásico, pero una invasión grande o un desplazamiento étnico que provocara la caída de Monte Albán y la transición del Clásico al Posclásico en el valle es una afirmación que no ha resistido bien el paso del tiempo (Marcus y Flannery, 1990: 201–202). Como aún no hemos entendido bien los procesos de cambio de largo tiempo, el desplazamiento de los zapotecos por los mixtecos sigue siendo un asunto de debate.

Figura 2.

Patrones de asentamiento en el valle de Oaxaca en el Clásico tardío y el Posclásico.

(0.55MB).
Figura 3.

Ejemplares de las icónicas vasijas-efigie zapotecas del Clásico tardío de tres sitios en el valle de Oaxaca: Ejutla (a.), la Fortaleza de Mitla (b.) y El Palmillo (c., d.).

(1.04MB).

En este artículo utilizamos nuevos análisis arqueológicos y textuales de sitios más allá de Monte Albán y un mejor control de la secuencia cronológica para presentar una perspectiva revisada que integra elementos de y extiende las dos explicaciones alternativas. Había redes de interacción específicas que ocasionaron que algunos grupos mixtecos entraran a ciertos sectores del valle de Oaxaca después de 1250 dC, pero estuvieron localizados claramente y no reemplazaron a los zapotecos indígenas (Oudijk, 2008a: 104–113; Pohl, 2003: 244–247). Por lo tanto, consideramos que muchas diferencias entre el Clásico y el Posclásico son resultado de un cambio significativo en la organización política a fines del Clásico tardío que perduraron hasta el fines del Posclásico.

Nuevos datos, nuevos marcos

No hay espacio suficiente aquí para presentar todos los nuevos descubrimientos de las investigaciones en arqueología y de los documentos relevantes para la transición del Clásico al Posclásico en el valle de Oaxaca (véase Faulseit, 2011, 2012, 2013; Feinman y Nicholas, 2011a, 2013, 2016), así que solo planteamos brevemente cómo un mejor control de la cronología y otros descubrimientos sostienen nuestro replanteamiento sobre la caída de Monte Albán y su relación con una serie de cambios subsecuentes.

Durante las últimas tres décadas hemos excavado cuatro sitios en el valle de Oaxaca: El Palmillo, Lambityeco y la Fortaleza de Mitla en Tlacolula, el brazo oriental del valle y Ejutla de Crespo en la parte sur del valle (fig. 1). Todos son sitios de tamaño mediano a grande que fueron ocupados durante el Clásico tardío. Con base en nuestros hallazgos en estos sitios (Feinman y Nicholas, 2011a, 2013) y las investigaciones arqueológicas en otros del Clásico tardío/Posclásico temprano en el brazo oriental del valle de Oaxaca (Faulseit, 2011, 2012; Markens, 2004, 2008), hemos definido un complejo cerámico del Posclásico temprano (900–1300 dC) para el valle (Feinman y Nicholas, 2011a) que aparentemente es transicional entre el tipo de vajilla que se usó en la región antes —durante el Clásico tardío— y después —en el Posclásico tardío (fig. 4). Este complejo incluye las vasijas del tipo G35 y las del tipo G3M, y también una serie distinta de formas de pasta café, incluyendo patojos. Este complejo no incluye la vajilla policromada mixteca-puebla ni la vajilla mixteca de tipo crema en rojo, que se encuentran en el valle de Oaxaca principalmente después de 1300 dC (Marcus y Flannery, 1990: 199).

Figura 4.

Secuencia de vasijas de pasta gris de la Fortaleza de Mitla desde el Clásico tardío (c.) hasta el Posclásico temprano (b.) hasta el Posclásico medio/tardío (a.). Las vasijas del Posclásico temprano muestran la transición en la forma y el acabado, de las vasijas del tipo G35 del Clásico tardío a las del tipo G3M del Posclásico medio/tardío.

(0.74MB).

De hecho, el largo debate sobre el carácter del complejo cerámico del Posclásico temprano en el valle de Oaxaca (Kowalewski et al., 1989: 251–254; Lind, 1994; Marcus y Flannery, 1990) debe casi tanto a la ausencia de variedades de cerámica muy reconocibles que son diagnósticas de esta fase, como a las suposiciones inoportunas y las selecciones metodológicas hechas por los investigadores originales de la Plaza Principal de Monte Albán, hace muchas décadas (véase Feinman y Nicholas, 2011a; Markens, 2004), que resultaron de la creencia de que el colapso de esta ciudad debiera haber ocurrido en un episodio rápido.

Nuestras investigaciones en el centro secundario El Palmillo, más o menos contemporáneo con Monte Albán en el Clásico tardío, muestran que la decadencia fue un proceso que tardó un largo periodo (Feinman y Nicholas, 2011a); las residencias de alto estatus situadas en terrazas, cerca de la cima del cerro, seguían estando ocupadas al mismo tiempo que las residencias en las terrazas más abajo estaban abandonadas. En contraste con las suposiciones anteriores, hay indicios de que ocurrió una disminución semejante en Monte Albán (Acosta, 1958–1959). Otro reciente descubrimiento arqueológico clave es el reconocimiento de que muchos aspectos de la vida cotidiana del periodo Clásico tardío en el valle de Oaxaca no cambiaron radicalmente antes de la conquista española (Faulseit, 2011, 2012; Markens, Winter y Martínez López, 2008), lo que indica la capacidad de estas prácticas para adaptarse durante y después de la caída de Monte Albán.

Al mismo tiempo, en los cuatro sitios donde hemos excavado, los complejos cerámicos de figurillas incluían variedades (especialmente guerreros) que eran poco comunes en Monte Albán (fig. 5). Con base en su trabajo en Lambityeco, John Paddock (1983b) y Sue Scott (1993) pensaron que las diferencias entre las figurillas de Lambityeco y las figurillas más comunes en Monte Albán se debían al tiempo (más tardío en Lambityeco). Pero el cambio en los complejos de figurillas ocurrió cuando Monte Albán todavía estaba ocupado y representa el comienzo de una práctica o ritual diferente que empezó ya entrado el Clásico tardío. Los hallazgos de nuestras investigaciones en Ejutla, El Palmillo y la Fortaleza de Mitla indican que esa tradición continuó en el Posclásico temprano.

Figura 5.

Las figurillas de guerreros hechas en cerámica eran más comunes en asentamientos espacialmente periféricos durante el Clásico tardío/Posclásico temprano: ejemplares de Ejutla (a.), la Fortaleza de Mitla (b.), Lambityeco (c.) y El Palmillo (d.). Esta variedad de figurilla era relativamente poco común en Monte Albán.

(0.92MB).

Estos nuevos descubrimientos arqueológicos se han reforzados con análisis de documentos que trazan las relaciones de comunidades y dinastías desde el periodo Colonial hasta los últimos siglos del periodo Posclásico (Jansen y Pérez Jiménez, 2007; Oudijk, 2002, 2008a). De acuerdo con los nuevos hallazgos arqueológicos, estos análisis etnohistóricos ilustran que el cambio durante el periodo de 600 a 700 años (800/900–1519 dC) entre el Clásico tardío y la Conquista fue en realidad una secuencia continua de cambios significativos y no un colapso o cataclismo impulsado por un evento como la invasión o desplazamiento de la población.

Empero, el reconocimiento creciente de una prolongada escala de tiempo para estos procesos y transiciones en el valle de Oaxaca todavía nos deja muchas preguntas sin contestar. Aún nos falta tanto explicar como entender las causas y las repercusiones de la caída de Monte Albán. La transición del Clásico tardío al Posclásico tardío ¿representó una pérdida completa de la tradición centrada en Monte Albán, o consistió en una serie de cambios en la manera en que se manejaba el poder, dónde estaba situado y cómo las coaliciones político-económicas se construían y legitimaban ideológicamente? Tales cambios podrían tener implicaciones significativas para la gente y los gobiernos dentro de y más allá del valle.

La transición del Clásico al Posclásico en el valle de Oaxaca

Hoy día hay suficiente claridad sobre la cronología y amplia evidencia arqueológica e histórica (Oudijk, 2002, 2008a) para documentar la transición del Clásico al Posclásico en el valle de Oaxaca, que demuestra que esta transición no ocurrió en un episodio. La primera transición (800–1200 dC), que empezó en el Clásico tardío, involucró la disolución de Monte Albán y la fragmentación de la región en Estados más pequeños y se asocia con un cambio en la organización sociopolítica que pasó de tener una organización colectiva con centro en Monte Albán a formar entidades que operaban por facciones o redes personales, o relaciones de clientelaje. Durante la segunda transición (1200–1520 dC), el aumento de la población y los flujos extrarregionales más intensos de gente y bienes resultaron en la interconexión creciente de estos gobiernos más pequeños en redes de alianzas más amplias que incluían los Estados mixtecos. Estos procesos también fueron ampliados por el flujo general de gente, bienes e información del norte al sur a través de los altos de México (Beekman y Christensen, 2003; Golitko y Feinman, 2015; Ragsdale y Edgar, 2015; Smith y Berdan, 2003).

Desde su ocupación inicial (c. 500 aC) y por su historia, Monte Albán era única en muchos aspectos. Como el asentamiento más grande en la región —situado en el centro de los tres brazos del valle— la escala de su construcción arquitectónica era mucho más monumental y más diversa que en cualquier otro sitio en el valle (Blanton, 1978). También la mayoría de las estelas grabadas en el valle antes de los últimos siglos del periodo Clásico se encuentran en Monte Albán (Marcus, 2009). En el siglo vii el tema principal de este grupo de piedras grabadas era el militarismo, con muy pocos ejemplos de personas poderosas específicas. Las imágenes en las vasijas-efigie (Marcus, 1983; Sellen, 2002, 2011) representaban seres sobrenaturales como Cocijo (fig. 3 a y d), quien era reverenciado en la región, o personajes con máscaras y sin nombre que representaban dichos seres sobrenaturales. La arquitectura monumental se agrupaba en lugares centrales y generalmente consistía en plazas (grandes y pequeñas, a veces parcialmente restringidas y a veces más abiertas), templos y otros edificios públicos monumentales. Estos complejos ceremoniales centrales, como la Plaza Principal de Monte Albán, usualmente tenían un juego de pelota sin residencia específica anexa. Durante su historia temprana, Monte Albán fue un ejemplo de simetría, orden y comunicación dirigida verticalmente de los poderosos hacia la comunidad (Marcus, 2009). En la región, la mayoría de la población del periodo Clásico vivió en asentamientos con terrazas residenciales situadas en la cima de cerros (Kowalewski et al., 1989; Kowalewski, Feinman, Nicholas y Heredia, 2006); su cooperación e interdependencia ha sido evidenciada y era esencial para la subsistencia de la comunidad (Feinman y Nicholas, 2012a, 2012b; fig. 6).

Figura 6.

El sitio El Palmillo tenía más de mil terrazas residenciales construidas en la cima del cerro. El plano ilustra el carácter compacto de la organización de las casas y la fuerte interconexión entre las unidades domésticas.

(0.82MB).

Durante los siglos vii y viii, coincidente con, y después de la caída de Teotihuacan en el centro de México, hubo cambios clave en las relaciones entre los gobernantes de Monte Albán y la élite secundaria y los comuneros. En Monte Albán y más de una docena de sitios más, los gobernantes erigieron piedras grabadas (u otras representaciones) como parte de una nueva práctica para legitimar su estatus por genealogía y matrimonio (Marcus, 1992: 283–285, Marcus, 2006, 2009; Masson y Orr, 1998; Urcid, 1992, 2003; Urcid, Winter y Matadamas, 1994). De esta manera, las élites ilustraban cómo se transmitió el poder entre generaciones de gobernantes y se hizo de forma algo diferente en cada sitio. Con la piedra o bustos de estuco de las parejas, esta información se dirigía horizontalmente a otros gobernantes y gente de estatus equivalente (Marcus, 2009).

Al mismo tiempo que la identidad, la genealogía y los lazos de afinidad de los gobernantes se volvieron prominentes, las residencias de la élite también se elevaron, muchas veces incluyendo más de un patio (Barber y Joyce, 2006; Feinman y Nicholas, 2011a). Los palacios llegaron a tener un papel más importante como asiento del gobierno cívico-ceremonial, y en algunos sitios del Clásico tardío, incluyendo El Palmillo (Feinman y Nicholas, 2011b), se construyeron canchas de juego de pelota adyacentes a las residencias de alto estatus con vías de acceso privadas a estos edificios. Las canchas de juego de pelota construidas más tardíamente en Monte Albán y Atzompa, el recinto al norte de la gran urbe, tienen este patrón (Vera Estrada y García Vigueras, 2014). Dado que el juego de pelota mesoamericano y el militarismo (Fox, 1996; Kowalewski, Feinman, Finsten y Blanton, 1991) tienen una relación muy antigua, la presencia de estas canchas de juego en asociación directa con las familias de alto estatus demuestra una competición interregional más intensa entre las élites del valle. Las figurillas de guerreros y jugadores de pelota se volvieron comunes en la región, mientras las vasijas-efigie zapotecas, con sus motivos iconográficos ampliamente compartidos anteriormente, disminuyeron (véanse las figuras 3 y 6 para comparar las dos formas).

Con la hegemonía de Monte Albán disminuida, parece que las élites locales extendieron y ampliaron su gama de redes socioeconómicas más allá del valle. Con base en un análisis reciente de la composición (usando una máquina portátil de fluorescencia de rayos X) de muestras de obsidiana contextualizadas de cuatro sitios donde hemos excavado (Feinman, Nicholas y Golitko, 2013), encontramos variabilidad creciente entre los complejos de obsidiana en cada sitio y una mayor cantidad de yacimientos distintos para fines del Clásico en comparación con el periodo más temprano (fig. 7). Los habitantes de estos sitios no solamente obtenían obsidiana de más fuentes, sino que las redes o vínculos de estos sitios con otros llegaron a ser distintos de lo que fueron antes. Otros investigadores (Scott, 1993) habían propuesto anteriormente que las figurillas de guerreros de cerámica ya mencionadas y la presencia de imitaciones de la vajilla tipo anaranjado fino y gris fino también señalaban filiaciones estilísticas que se extendían más allá de los límites fisiográficos del valle. Las redes políticas y económicas ya no se centraban en Monte Albán.

Figura 7.

Cambios en los complejos de obsidiana en Ejutla, Lambityeco, la Fortaleza de Mitla y El Palmillo durante el periodo Clásico. Para el final del periodo Clásico tardío, la obsidiana tenía un origen más diverso en cada sitio.

(0.36MB).

Hacia 800–900 dC, la población comenzó a disminuir en Monte Albán, El Palmillo y otros asentamientos grandes. Conjuntamente con los cambios en la arquitectura pública y las ideologías globales (como indica la disminución en el uso de las vasijas-efigie zapotecas), vemos un cambio desde las formaciones colectivas de la parte más temprana del periodo Clásico hacia las coaliciones entre los patrones y clientes que tendían a usar imágenes ideológicas para legitimar su posición y el poder de linajes selectos de descendencia. El complejo político-religioso del Clásico medio se asociaba con espacios cívico-ceremoniales grandes, reverencia al dios Cocijo y con los ritos comunales para atraer la lluvia dirigidos por personajes sin nombre. Por ejemplo, durante el Clásico medio la residencia de los sacerdotes en Lambityeco incluía un patio con fachada adornada con dos grandes mascarones de Cocijo hechos en estuco (Lind y Urcid, 1983, 1990) (fig. 8 arriba).

Figura 8.

Mascarón de Cocijo en un nivel ocupacional temprano del Montículo 190 en Lambityeco (arriba), y bustos de una pareja elaborados con estuco, más tardíos en el Montículo 195 en el mismo sitio (abajo).

(0.37MB).

Con el poder de Monte Albán disminuido durante el Clásico tardío, la competencia entre las élites escaló y la comunicación ideológica se centró en la legitimación de estas facciones rivales en oposición a los anteriores temas unificadores. Mediante las redes personales los palacios adquirieron nuevo significado en el centro de un complejo político-religioso asociado con la guerra, el juego y la legitimación de élites. En Lambityeco, la élite gobernante empezó afirmar su autonomía y legitimidad con la construcción de dinteles arriba de las tumbas subterráneas que incluían los bustos en estuco de una secuencia de parejas de la élite (con una función de registro genealógico; fig. 8 abajo). Casi al mismo tiempo que comenzó la práctica de representar a las parejas gobernantes, se cubrieron permanentemente los mascarones de Cocijo en la residencia de los sacerdotes durante un episodio de reconstrucción (Lind y Urcid, 1983: 89).

En nuestras excavaciones recientes en Lambityeco, también encontramos representaciones de Cocijo solamente en los niveles más bajos que pertenecen al Clásico medio. Los ritos posteriores se centraron en el ciclo del sol y su tema principal de reanudación. Estos ritos ponían énfasis en la fertilidad de las élites individuales y la regeneración de los linajes dinásticos por la sucesión. Los jaguares y las serpientes tenían un papel importante en las imágenes, los primeros asociados con el sol en descenso (o viejo) y las segundas con el sol en ascenso (o nuevo) (e.g., Cohodas, 1975). La metáfora representa la sucesión de rey viejo al rey nuevo y la legitimidad de los gobernantes individuales (Baudez, 1986, 1988).

La mayoría de los contextos del Clásico tardío/Posclásico temprano que han sido excavados en el valle de Oaxaca son sitios con terrazas residenciales en la cima de los cerros. El cambio en la organización sociopolítica, desde una forma más colectiva/corporativa (sensuBlanton, Feinman, Kowalewski y Peregrine, 1996; véase también Blanton y Fargher, 2008) hacia una forma más de contrato social entre patrones y clientes, tuvo consecuencias adversas para los habitantes de estos sitios en las cimas de cerros, que necesitaban tener un alto nivel de cooperación entre las unidades domésticas para mantener las terrazas residenciales y conservar el agua (Feinman y Nicholas, 2012b; Kowalewski et al., 2006). Tal parece que durante la transición entre el Clásico tardío y el Posclásico temprano, cuando la gente humilde no estaba de acuerdo con las acciones de los gobernantes salía de los sitios en las cimas de cerros y se establecía en comunidades en el piso del valle.

Después de estos cambios durante el Clásico tardío, numerosos sitios en el valle, incluyendo Mitla y Yagul, tuvieron ocupaciones significativas en el Posclásico temprano (Feinman y Nicholas, 2011a). Durante décadas se ha señalado el paralelo arquitectónico entre estos dos sitios y los asentamientos del Clásico terminal/Posclásico temprano en Veracruz (El Tajín) y en Yucatán (los sitios Puuc) (Miller, 1995: 217; Sharp, 1970); estamos de acuerdo con los investigadores que delinearon estas afinidades estilísticas como indicativas de la relación que existía entre los gobernantes (creemos que era una sucesión lineal entre gente de la élite).

Los cambios en el enfoque arquitectónico que empezaron en el periodo Clásico y continuaron en el Posclásico sustituyeron los templos y plazas por palacios. El plano de los palacios de Mitla y Yagul indica la importancia creciente de estos en varios centros a fines del periodo Clásico. Estos cambios, con menos uniformidad entre un sitio y otro, fueron acompañados por una transición de las icónicas vasijas-efigie y los símbolos ampliamente compartidos, como el Cocijo, a la representación de élites específicas y sus linajes que probablemente competían para formar alianzas, legitimar a los gobernantes y conseguir apoyo (adherentes o seguidores). La renegociación en el Clásico tardío desde formas de relación sociales colectivas hacia contratos sociales más excluyentes (relaciones entre patrones y clientes) proporcionó la base para los cacicazgos en la etapa más tardía del Posclásico que todavía existía en el momento de la Conquista.

Hubo otros cambios significativos después de 1300 dC, impulsados por el creciente poder político y económico del centro de México. A través de la macrorregión algunas poblaciones fueron empujadas desde el norte hacia el sur, mientras se trasportaron volúmenes más altos de bienes y recursos en las dos direcciones (Beekman y Christensen, 2003; Smith y Berdan, 2003). Como parte de estos procesos, los nobles mixtecos se casaron con mujeres del valle de Oaxaca, tomaron en título la tierra en el valle y alentaron la inmigración de los agricultores a pequeña escala (en un sentido, sus clientes). Sin embargo, estos eventos ocurrieron muy tardíamente (Oudijk, 2008b: 91) y la mayoría de la población del valle de Oaxaca siguió siendo zapoteca, lo que explica la resiliencia de la tradiciones cotidianas básicas hasta 1520 y la longevidad de la lengua zapoteca en la región hasta el presente (Brito de Marti, 1982). En el siglo xvi solamente tres de las 17 jurisdicciones del valle de Oaxaca tenían cantidades considerables de hablantes mixtecos (Welte, 1973: 4). Estas formaciones políticas del Posclásico en el valle generalmente fueron más fluidas que el Estado hegemónico y dominante por largo tiempo centrado en Monte Albán, una realidad evidente en los relatos documentales que describían el flujo y reflujo del poder político en el Posclásico (Oudijk, 2000; Pohl, 2003). Ningún centro o Estado dominó por tanto tiempo, ni tuvo una concentración de arquitectura pública ni de población durante el Posclásico como Monte Albán.

Reflexiones finales

Hoy día mucha gente en el valle de Oaxaca habla y se identifica como zapoteco y se adhiere a tradiciones y patrones de vida que se extienden hasta el periodo Clásico y más temprano (Brito de Marti, 1982; Feinman y Nicholas, 2012a). Los cambios que ocurrieron en Oaxaca se consideran más una secuencia de sucesos o transiciones significativas en los que la gente respondía a condiciones impulsadas por tensiones internas y factores de la microescala, la escala regional y la macroescala (Butzer y Endfield, 2012). Pero el patrimonio zapoteco de la región nunca fue reemplazado completamente, ni se perdieron todas sus tradiciones y creencias ancestrales.

Lo que cambió fue la forma de utilizar las tradiciones para establecer la autoridad y la legitimidad de los que ejercían el poder, así como los medios que estos individuos usaban para reclutar y mantener a sus seguidores. Las plataformas monumentales con la arquitectura de templos y plazas situadas en los núcleos de muchos sitios en la región en el periodo Clásico fueron reemplazadas por complejos arquitectónicos que muchas veces incluían pequeños juegos de pelota adyacentes a los palacios. Por eso disminuyeron los espacios ceremoniales para los ritos comunitarios, mientras las residencias de los gobernantes y la riqueza portátil que se intercambiaba aumentó.

La caída de Teotihuacan durante los siglos vi y vii sin duda cambió el panorama político del valle de Oaxaca (Blanton, 1983). No solamente disminuyó una amenaza externa que posiblemente removió la base para la acción colectiva coordinada (como la defensa), sino que la expansión/redirección de las redes de intercambio y las nuevas alianzas que emergieron a fines del periodo Clásico (Diehl y Berlo, 1989; Webb, 1978) probablemente abrieron nuevas oportunidades económicas para las élites secundarias y la oportunidad para crear alianzas propias. Después de la caída de Monte Albán, a fines del Clásico tardío, había más redes y flujos de bienes en ambas direcciones. Probablemente los cambios en la manera en que se formaban y legitimaban las coaliciones, se negociaban los contractos sociales y se ejercía el poder tuvieron implicaciones en los niveles comunitarios y subregionales. Como las autoridades centrales de Monte Albán no pudieron seguir proporcionando bienes públicos, las élites locales apoyadas por los nuevos vínculos extrarregionales y los bienes que se movían en dichas redes, tuvieron la oportunidad de atraer un conjunto de seguidores, lo que dio como resultado un panorama político fragmentado donde los centros importantes fueron representados por sus linajes dinásticos propios.

Hacia 1300 dC, el poder creciente de los aztecas y su demanda de labor y tributo obligaron a la gente a emigrar de norte a sur a través de los altos mesoamericanos. Los cacicazgos mixtecos, situados entre el valle de Oaxaca y las tierras aztecas, llegaron a ser más poderosos. Algunos nobles mixtecos empezaron a casarse con mujeres de los Estados fragmentados del valle de Oaxaca y selectivamente movieron trabajadores a lugares como Cuilapan, en el límite sur de Monte Albán, y otros lugares (ej., Pohl, 2003). Pero la mayoría de la población del valle siguió siendo zapoteca.

La caída de Monte Albán señala un cambio importante del Estado colectivo que dominó en el valle de Oaxaca por más o menos un milenio, a formaciones más excluyentes de patrones y clientes que predominaron durante el Posclásico. Lo que hace la diferencia entre el Clásico y el Posclásico en el valle de Oaxaca no fue un desplazamiento demográfico, sino los cambios en las prácticas y redes políticas, en sus fundamentos ideológicos, los cuales fueron descritos por Caso desde hace décadas.

Agradecimientos

Las investigaciones de campo que sustentan esta discusión han sido apoyadas generosamente por la National Science Foundation (BNS-89-19164, BNS-91-05780, SBR-9304258, SBR-9805288, BCS-0349668), la National Geographic Society, la Heinz Foundation, la Foundation for the Advancement of Mesomerican Studies, la Negaunee Foundation, el Field Museum of Natural History, la University of Wisconsin-Madison, y otras instancias de financiamiento. Nuestro agradecimiento a todos. También estamos muy agradecidos por el apoyo significativo que hemos recibido del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, el Centro INAH Oaxaca y su personal durante las últimas décadas, así como a la gente y las autoridades de Ejutla de Crespo, Santiago Matatlán y San Pablo Villa de Mitla. Estamos especialmente en deuda con nuestro equipo de campo y de laboratorio por sus esfuerzos para desarrollar los proyectos en los cuales se basan nuestras interpretaciones. Finalmente, agradecemos la ayuda editorial de la Dra. Annick Daneels.

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La revisión por pares es responsabilidad de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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