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Vol. 49. Núm. 1.
Páginas 323-326 (enero 2015)
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Reseña del libro
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E. Fernando Nava L.
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Celebramos la publicación de esta obra inédita sobre la lengua teenek o huasteco, escrita hace poco más de trescientos años. Si bien el título de la publicación es Arte y vocabulario del idioma huasteco (1711), estamos frente a un documento incompleto: el manuscrito inicia con la siguiente “Dedicación de los libros Arte y Manual, Catecismo y Vocabulario en huasteco”; en tanto que una de las aprobaciones señala: “el examen de un libro intitulado Arte del Idioma Huasteco… viese juntamente con dicho arte un vocabulario del mismo idioma, un catecismo, y un manual con su confesionario”. Ciertamente, como lo observa Bernhard Hurch, su editor, en una nota a pie de página: “El catecismo, el manual y el confesionario que se citan aquí ya no forman parte del manuscrito. De ello se puede concluir que se han perdido irremediablemente” (Hurch 2013: 57).

El estado incompleto de la obra no impide desde luego poner en relieve algunos aspectos de esta publicación. El más importante de ellos es, a nuestro parecer, el hecho de dar a la luz un manuscrito nunca antes publicado, así como la forma en que esto llegó a realizarse: se trata de una edición crítica de muy alto rigor que ofrece la reproducción facsímil fotográfica en color del texto original, a la vez que su transcripción moderna (aplicando las convenciones ortográficas y de puntuación de nuestros días). El trabajo editorial está pues al mismo nivel de importancia que el “alumbramiento” del manuscrito. Merecen destacarse de ello la transcripción y los más que abundantes y certeros comentarios filológicos y de otra índole, adecuadamente manejados mediante notas a pie de página. Es en dichas notas en donde se encuentra buena parte de los aportes del editor, especialmente en la parte del Vocabulario; aquí, las entradas del original han sido comparadas, de manera rigurosa y pleno respeto a sus autores, con las contenidas en la única fuente novohispana disponible de esta lengua (de 1767), así como con lo correspondiente a tres fuentes modernas (de entre 1997 y 2008) y con la competencia de hablantes nativos del teenek por la voz de dos colaboradores. Afortunadamente, Hurch proporciona la dirección electrónica en donde puede consultarse la totalidad de los comentarios y notas —arriba de dos mil— de donde fue hecha la selección de lo que se publica en forma impresa (http://ling.uni-graz.at/huastec/).

Otros de los aportes del editor se encuentran, por supuesto, repartidos entre las nueve partes que conforman la “Introducción” que antecede a la presentación del facsimilar: 1) El original, 2) Sobre Quirós, 3) La estructura del manuscrito y su descripción física, 4) Quirós y Nebrija, 5) De la Cruz, Quirós, Tapia Zenteno. Sobre la posición del manuscrito en la historia del estudio del huasteco, 6) Peculiaridades y alcance del manuscrito, 7) Sobre la edición, 8) Notas técnicas sobre la edición y lista de abreviaturas, 9) Referencias bibliográficas. A dichas partes sigue un par de páginas dedicadas a los agradecimientos.

Por supuesto que nada de esto tendríamos de no ser por el elogioso descubrimiento del manuscrito por parte del mismo Bernhard Hurch en una biblioteca berlinesa, durante el verano del año 2012. Hurch nos relata lo antedicho con sus propias palabras, haciendo referencia a estudiosos y bibliófilos de la talla de José Fernando Ramírez, Eduard Seler y Walter Lehmann. Además, como se desprende del título de cada una de sus nueve partes, la “Introducción” da a conocer lo que Hurch en pocos meses ha podido precisar sobre Seberino Bernardo de Quirós —el autor del manuscrito— y respecto del origen y la vida del documento. Se ofrecen por igual los resultados de los primeros estudios sobre los contenidos lingüísticos del escrito, realizados por el editor mismo; tales estudios consideran la obra tanto en sus propias características como ante el modelo nebrijano y ante otras formas —antigua y contemporánea— del teenek. Asimismo, aquí se hacen explícitos los criterios editoriales de que se valió Hurch para publicar el texto.

Por otra parte, la traducción al español de la “Introducción” nos demanda algunos comentarios de menor envergadura. Nos referimos al empleo de algunos términos que al menos en buena parte de México son de tinte cotidiano y en cuyo lugar habría sido mejor leer palabras pertenecientes al lenguaje académico, sin desconocer desde luego el alto nivel de la traducción, ni de la excelencia editorial española; se trata de los siguientes adjetivos y sustantivos: “chocante” (p. 13, nota 10), “los palos tanto de la < > como de la < > “ (p. 17, nota 16), “fueron escritas a todas luces de un tirón” (p. 23, nota 24), “pioneros como Quirós tuvieron que enfrentarse en solitario” (p. 25, nota 26) y “dichas dificultades son especialmente peliagudas” (p. 33). Otras pequeñeces corresponden a la aparente colocación anticipada de la nota 26 (p. 25), así como a esta falta de concordancia: “conocimientos actuales de la ciencia de las [sic] que él no disponía” (p. 26, nota 29). Valga señalar la pena que significa no tener aún en nuestro país una práctica editorial consolidada que se ocupe de este tipo de documentos con la calidad dada por Vervuert y sus coeditores al manuscrito de Quirós.

En su labor editorial, Hurch advierte desde luego dificultades en la siste-maticidad —o en la falta de ella— con que Quirós representa la lengua teenek por escrito. Se refiere también a las formas de representación alternativa que cada escriba contemporáneo hablante de teenek emplea para representar la cantidad vocálica de valor fonológico en esta lengua. Y deja clara su muy respetable postura al respecto: “Mi preferencia sería no marcar en absoluto la longitud vocal [sic] ortográficamente, al igual que en latín” (p. 36, nota 41). En este punto se hace necesario tener presente, por un lado, que las lenguas indígenas de México tienen apenas una década de haber sido reconocidas como lenguas nacionales —al igual que el castellano o español—, lo que puede interpretarse como un esfuerzo a favor de la equidad lingüística; y, por otro, que los integrantes del pueblo teenek —como ocurre con los de otros pueblos indígenas— muestran cada vez mayor apego a las propiedades fonológicas de la propia lengua en sus intentos por alcanzar convenciones ortográficas para escribirla. Por lo tanto, precisamente en este contexto y en opinión de quien escribe esta reseña, veo la conveniencia de que una autoridad académica, como lo es Hurch, pudiera ser más incisiva alentando en todos los ámbitos, especialmente el indígena, el conocimiento más objetivo y profundo sobre las propiedades fonológicas de las respectivas lenguas, como en el presente caso concreto del contraste entre la cantidad vocálica del teenek.

En un plano semejante podría situarse la discusión relativa al nombre de la lengua: teenek o huasteco. Hurch mantiene en su edición, “en especial por cuestiones de estilo”, huasteco, la que califica como “la denominación tradicional”, aunque de carácter exógeno (p. 1, nota 1); sin embargo, la autodenominación teenek sigue reclamando presencia por derechos lingüísticos colectivos. En este terreno, también es estricta opinión mía, los académicos podríamos ser más explícitos en compartir conocimientos y experiencias sociolingüísticas con nuestros interlocutores indígenas con la idea de acercar otros insumos a sus reflexiones sobre las denominaciones endógenas y exógenas de todas las lenguas.

Por lo demás, si bien el latín “clásico” no contó en su forma escrita con un recurso para diferenciar la cantidad vocálica, es innegable que dicha propiedad suprasegmental, que opone vocales breves a largas, le es inherente. Esto es lo que ha motivado a algunos de los estudiosos modernos a proponer una forma ortográfica, empleando determinados diacríticos, que permite plasmar la diferencia; considérese el recurrente ejemplo de malum “malo” (con breve) vs. malum “manzana” (con <ā>larga). Y desde luego que en la misma “época clásica”, el griego sí contó con el medio ortográfico para establecer el contraste supraseg mental de las vocales cortas y las largas; considérense la forma “omicron” frente a <Ω> “omega”.

Hurch estimula algunos comentarios también de orden sociolingüístico respecto del número de usuarios de la lengua teenek en la actualidad. Él habla de “entre unos sesenta y ochenta mil hablantes” (p. 1, nota 1) en San Luis Potosí y Veracruz. No obstante, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (iNEGi) en su Censo General de Población y Vivienda del año 2010 captó a una población de tres años de edad y más, de 166 952 hablantes de teenek a nivel nacional, de los cuales 152 124 radican en las dos entidades antes mencionadas. Para nuestra fortuna y sin desconocer las reservas señaladas por los especialistas, los datos oficiales proporcionan un número mayor de personas con respecto a los que menciona Hurch, así como información sociodemográfica que dan cuenta que el teenek es una lengua con relativa vitalidad; considérese que de los 152 124 hablantes radicados en San Luis Potosí y en Veracruz, el subtotal de población menor de 30 años de edad es de 80 908, lo que represente 53.2 % de los individuos en quienes potencialmente se apoya la continuidad del uso del teenek al menos para la siguiente generación.

Sirvan por igual estas líneas para reconocer la iniciativa editorial de la serie Lingüística Misionera, de la que el manuscrito de Quirós, de 1711, editado por Hurch es su tercer número (luego de su primer volumen dedicado a una gramática, de 1748, de la hoy extinta lengua cholana de Perú; y el segundo dedicado a la primera gramática del japonés escrita en español, en 1738). Y reconocemos nuevamente las características de la presente publicación, por lo que pone a nuestro alcance y por la manera en que lo hace, que por la pluma de su propio editor leemos: “…la edición que se publica se entiende como una propuesta de lectura y deja el camino abierto para otras posibles lecturas” (p. 33).

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