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Vol. 49. Núm. 2.
Páginas 324-329 (julio 2015)
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Enrique Fernando Nava López
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Es fácil decir que publicaciones como la de Cathy Moser Marlett se refieren al conocimiento que posee un pueblo indígena sobre una parte del mundo físico en que habita, así como a las maneras en que los integrantes de tal pueblo se relacionan con ese sector de su realidad. Sin embargo, el libro objeto de esta reseña nos parece que está lejos de todo lugar común. Es muy probable que quien llegue a leerlo quede verdaderamente impresionado por varias razones, siendo una de ellas el alto grado de conocimiento alcanzado por los seris —quienes conforman una de las sociedades costeras del Golfo de California, no agrícola, en el estado de Sonora, México, autonombrándose comcaac— en torno a las conchas, los caracoles y otros animales del mar; otra razón es el conjunto de relaciones existente entre dichas personas y la vida marina; y otra más corresponde a algunos aspectos socio-culturales vinculados a todo lo anterior.

Desde una perspectiva que podría llamarse natural o biológica, nos sorprende en primer lugar la cantidad de animales marinos conocidos por los seris. Moser Marlett refiere de manera pormenorizada, principalmente, cinco clases de moluscos, y también ofrece una mención general de otros cinco grupos de invertebrados que habitan en el mar. Nuestra admiración aumenta al acercarnos a las cifras de las entidades registradas. En efecto, las secciones más detalladas del libro dan cuenta de 26 grupos de lamelibranquios (o bivalvos: almejas, mejillones, ostras...), de 49 grupos de gasterópodos (o univalvos: caracoles, babosos...), de 2 grupos de poliplacóforos (quitones), de 1 grupo de escafópodos (caracol-colmillo) y de 2 grupos de cefalópodos (pulpos y calamares). Por su parte, la sección del libro en que se da la mención general de los invertebrados marinos comprende 3 esponjas; 11 anémonas marinas, corales y medusas; 7 gusanos marinos; 45 artrópodos; y 11 estrellas de mar y erizos, entre otros.

Es posible que nos maraville más todavía el resultado de un recuento por especies. De este modo, se contabilizan 275 animales, que corresponden a 198 especies de moluscos (81 bivalvos; 104 gasterópodos; 1 poliplacóforos, uno de los grupos de los anfineuros; 1 escafópodo; y 10 cefalópodos); así como a 77 entidades pertenecientes al resto de los invertebrados (esponjas, artrópodos, erizos, etcétera). Ciertamente, estos más de dos centenares y medio de seres marinos son en sí un conjunto digno de admiración al ser visto como uno de los sectores del conocimiento seri perteneciente a la vida marina. Y no podríamos dejar de sorprendernos al apreciar otros dos aspectos el conocimiento marino del pueblo seri: primero, que los invertebrados marinos representan apenas una parte del conocimiento sobre la vida marina, cayendo en razón de que también pertenecen a él lo que se sabe de los peces, los reptiles, aves y mamíferos marinos, las plantas, el agua misma -con las corrientes, mareas, etcétera-, así como la geomorfología -dunas, bancos de arena, formaciones rocosas, etcétera- y sus minerales. El segundo aspecto se refiere a las condiciones en que tal conocimiento se generó, se sistematizó y se ha mantenido al menos hasta la generación adulta actual, que no pasa de unos cuantos centenares de individuos; este segundo aspecto nos estimula la reflexión hacia la manera en que el mar con sus componentes y, en especial, su conocimiento, aprovechamiento y utilización generó parte de la cultura de los seris. No está por demás señalar aquí la advertencia que hace la autora sobre el riesgo de la pérdida de este conocimiento, debido a los cambios generados por la vida moderna.

Si ahora abordamos el tema desde la perspectiva cultural, precisamente, la información compilada por Moser Marlett volverá a impresionarnos. Del total de animales marinos de que trata el libro, los seris cuentan con expresiones verbales, palabras o frases de su propia lengua, para referirse a cerca del 90% de ellos. Al menos en la actualidad, no se conoce una expresión en su lengua para 15 de las 81 especies de bivalvas, así como para 14 de las 104 especies de gasterópodos y una para las 10 especies de cefalópodos. Para el resto de las entidades sí existe pues en nuestros días determinada manera de nombrarlas en seri; y considerando que algunas especies reciben más de un nombre, el cómputo general es de alrededor de 300 expresiones para los 275 moluscos y demás invertebrados registrados.

Por el profesionalismo con que la obra fue elaborada, se cuenta con la nomenclatura científica de los moluscos identificados; empero, algunos de los animales registrados durante las décadas que ocupó la investigación hasta ahora no han podido ser clasificados. Sin embargo, la nomenclatura en la lengua originaria se nos presenta como auténticas ventanas al mundo intangible y a las lógicas de pensamiento del pueblo seri. Por principio de cuentas, para el conjunto de moluscos se identificaron 47 nombres primarios. Esta cifra es reveladora si la contrastamos con el vocabulario que un mexicano hispanohablante de nivel universitario posee para este mismo universo. Así, en un ejercicio comparativo general observamos lo siguiente: A) coinciden los vocabularios en tener nombres genéricos primarios para los siguientes moluscos: babosa, calamar, mejillón, pulpo y turritela. B) la lengua seri cuenta con nombres primarios para los siguientes moluscos que el hispanohablante refiere con nombres no primarios: callo de hacha, caracol cebra, caracol cono, caracol gusano, caracol higo y dos nombres primarios sinónimos para madreperla. C) para algunas especies de moluscos, la lengua seri cuenta con nombres primarios, en tanto que el hispanohablante se refiere a las mismas con su respectivo nombre genérico: almejas, 8 especies; caracoles, 4 esp.; lapas, 4 esp. (una de ellas tiene un par de nombres sinónimos); mejillones, 1 esp.; ostiones, 2 esp.; ostras, 4 esp.; y vieiras, 2 esp. D) Nombres primarios en seri para moluscos no clasificados, referidos aquí con el respectivo nombre genérico dado por el hispanohablante: almejas, 1 especie; caracoles, 2 esp.; moluscos en general, 1 esp.; moluscos con concha, 3 esp.; y ostras, 1 esp.

El referido universitario cuenta también con otros dos nombres primarios de moluscos, a saber: abulón y sepia (o jibia), los cuales corresponden a animales ausentes del espacio marino ocupado por el pueblo seri. Y desde luego que dicho individuo emplea los siguientes nombres primarios caracol y concha para referirse en general a los gasterópodos univalvos -de una concha externa las más de las veces enrollada en espiral-, y a los lamelibranquios o bivalvos -de dos conchas esencialmente simétricas-, respectivamente. Pero ni qué decir tiene que el número de 47 nombres primarios empleados por los seris para referirse a los moluscos está muy por encima del número de nombres primarios aplicado a este mismo conjunto de animales por el mexicano hispanohablante universitario. Y desde luego que esta diferencia terminológica corresponde a las estrategias socializadas particulares y nada sencillas de nombrar, agrupar, jerarquizar, sectorizar, discriminar, organizar, clasificar, ordenar, construir la taxonomía... en pocas palabras: de etiquetar y estructurar el campo semántico de estos seres marinos, a lo cual también se le dedican algunas páginas en el libro.

Hemos anticipado que la nomenclatura de los moluscos en seri representa auténticas ventanas al pensamiento y a la cultura inmaterial de sus hablantes. Pues de esto, el libro contiene abundante información obtenida gracias a la condición de Moser Marlett de hablar cmuque htom, la lengua seri. Ciertamente, sin esta habilidad de la autora, el libro podría haber quedado en un catálogo de conchas y caracoles, mas no el compendio enciclopédico que tenemos en las manos. Del conjunto de los aproximadamente trescientos nombres -primarios y no primarios- de los moluscos, entonces, se reconocen más de cinco distinciones básicas, motivadas por importantes ejes culturales, a saber: los nombres de carácter descriptivo (por la forma, color, tamaño, textura, semejanza de forma con algo o por el lugar en que se encuentra); los que reflejan características fisiológicas o acciones de los moluscos; los que proyectan alguna función cultural o uso personal; los que refieren efectos fisiológicos en las personas; los relacionados con otros animales (reptiles, aves, mamíferos); así como los nombres relativos a la sabiduría popular, sin faltar los de etimología obscura.

La investigación también ofrece canciones en la lengua originaria, siendo éstas uno de los medios expresivos en que han quedado codificados algunos de los valores, las interpretaciones, las apreciaciones y observaciones mediados por los seris con relación a los moluscos. Una media docena de las canciones incluidas tratan directamente de estos animales, mientras que otro par lo hacen de manera indirecta, en tanto que dos más se refieren a la cacería y la ingesta del pulpo por parte del coyote, una relación trófica al parecer apenas revelada mediante esta publicación.

Los aspectos sociolingüísticos del vocabulario seri de los moluscos ofrecidos en el libro no son menos importantes, comenzando por las palabras que en la actualidad están ya prácticamente en desuso, pasando por el diferente dominio de expresiones que tienen los seris -por razones etáreas, principalmente-, hasta los tabúes que conducen a la población a dejar de usar el nombre de un molusco para adoptar otro en sustitución.

Con el apoyo nuevamente de las habilidades lingüísticas, así como con la aplicación de técnicas etnográficas durante largas temporadas de trabajo de campo, fue posible desde luego obtener gran cantidad de información sobre los moluscos como parte de la cultura material de este pueblo indígena. Debe decirse que, sin lugar a dudas, una de las fuentes de información que sustentan los datos ahora publicados fueron las propias vivencias de la investigadora, producto de los años transcurridos en la comunidad seri; y, con toda justicia, la obra incluye una breve semblanza de los veinte principales colaboradores nativos. Así, el texto proporciona información sobre el uso, el aprovechamiento y, en algún sentido, la práctica social -actuales o pretéritos- relativos a poco menos de la mitad de los 275 animales registrados; estas son las siete funciones principalmente reconocidas (referidas con el número de las especies de moluscos así empleadas): alimento (67 especies), utilitaria (p.ej., raspador, herramienta para la cerámica, recipiente de comida, etc.; 30 esp.), adorno (57 esp.), medicina y magia (17 esp.), recreación (p.ej., muñecas, artículos de juegos, etc.; 22 esp.), venta o comercio (23 esp.), y carnada (5 esp.).

Es imposible omitir que una parte del aporte que significa esta publicación se debe a los dos centenares y medio de dibujos realizados magistralmente por la autora con la técnica del puntillismo. Esta es otra de las razones por las cuales la obra es digna de elogios: se trata de un magnífico ejemplo de ilustración científica. Desde el punto de vista editorial, la obra también es elogiable por su diseño general, por la estructura de su contenido, los apéndices e índice, así como por las más de ciento cincuenta fotografías -la mayoría de ellas en color- que complementan los bellos dibujos ya referidos.

Así todo, junto a la profunda impresión que nos imprimen los conocimientos y las prácticas de los seris sobre su vasto mundo de moluscos, tenemos en la obra de Cathy Moser Marlett un libro prácticamente imposible de ser superado.

Fe de erratas: en nuestro número pasado, la reseña escrita por Fernando Nava se publicó con la ficha biliográfica incompleta. A continuación reproducimos esa ficha como debió aparecer:

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