El artículo de López de Castro et al supone una nueva aportación al conocimiento y el análisis de la situación de la investigación en atención primaria de salud (APS) en nuestro país. Se trata de un estudio bibliométrico de los últimos 10 años a partir de la revista Atención Primaria. Este tipo de estudios tiene la limitación de analizar la investigación a partir exclusivamente de las publicaciones. Además, este estudio utiliza datos procedentes de una sola revista lo que, a pesar de que es el referente para la publicación de la investigación en APS en España, no reconoce el hecho de que determinados trabajos (probablemente los que los investigadores consideran más relevantes) son enviados para su publicación a otras revistas con mayor factor de impacto. Sin embargo, estas limitaciones no restan valor al interés de los datos aportados por este estudio.
En primer lugar, se confirma que nos encontramos en una fase de estancamiento en cuanto al volumen de publicaciones, iniciada hace aproximadamente unos 10 años, y que ha sido denunciada en diferentes ocasiones1,2. Es cierto que en algunas comunidades autónomas parece que la situación es algo mejor (de hecho, Cataluña, la Comunidad Valenciana, Madrid y Andalucía generan, en conjunto, más del 60% de las publicaciones), pero incluso en ellas se está todavía muy lejos de lo que cabría esperar y desear en función de la importancia de la APS en el conjunto del sistema sanitario. Deberíamos preguntarnos qué ocurre de diferente en estas comunidades autónomas en relación con la investigación, pero una cuestión más general e importante es por qué no somos capaces de superar esta fase de estancamiento.
Es cierto que hay múltiples dificultades para la realización de estudios de investigación en APS, muchas de las cuales han sido identificadas en diferentes estudios, como el reciente de Cevallos et al3, que coinciden en la mayoría de los factores identificados. Los profesionales habitualmente aducen, como uno de los factores limitantes más importantes, la falta de incentivación, motivación y apoyo por parte de la Administración y los gestores sanitarios. Sin embargo, debemos reconocer que los propios profesionales de la APS también somos en buena parte responsables de la situación actual ya que, aun reconociendo la importancia de la investigación como fuente de evidencias en que basar nuestra práctica, no parece que hay interés suficiente para llevar a cabo estudios dirigidos a responder las preguntas relevantes en APS en nuestro ámbito4. De hecho, en muchas ocasiones, las dificultades, aunque reales, más que verdaderas barreras son utilizadas como excusas para no realizar este tipo de actividades. Si queremos buscar soluciones y alternativas para superar esta fase de estancamiento es fundamental identificar los verdaderos motivos por los que no se hace investigación en APS, utilizando para ello metodologías cualitativas, como sugieren March et al5.
Los datos sobre la temática de las publicaciones confirman el predominio de los estudios relacionados con la organización de los servicios (40%). Por otro lado, son poco frecuentes los estudios relacionados con los aspectos psicosociales y conductuales de la población (sólo un 19%), cuando son aspectos clave de la medicina de familia y comunitaria (MFyC). Pero tal vez el resultado que más llama la atención es la relativamente reducida presencia de estudios relacionados con temas clínicos (sólo el 19%). Aunque este hecho ya había sido puesto de manifiesto previamente, resulta curioso este aparente escaso interés por realizar investigación sobre temas clínicos, sobre todo si tenemos en cuenta que serían estudios con un importante impacto potencial en la práctica clínica de la APS. Parece como si, desde la APS, los profesionales sanitarios aceptáramos que fueran los otros ámbitos asistenciales los que marcaran las pautas de la atención sanitaria, incluso también en nuestro medio.
En cuanto a los diseños de investigación utilizados, se constata que la situación no ha cambiado de manera significativa y que la investigación realizada sigue consistiendo casi exclusivamente en estudios descriptivos (94%). No deja de sorprender que, a pesar de que la MFyC es una de las especialidades que más rápidamente ha incorporado los postulados de la medicina basada en la evidencia (MBE) y más insiste en la necesidad de basar la práctica clínica y las recomendaciones sobre intervenciones sanitarias en evidencias procedentes de ensayos clínicos aleatorios, se realicen tan pocos estudios experimentales en APS (tan sólo un 4,3% de las publicaciones). Es cierto que los profesionales de este ámbito participan cada vez más en ensayos clínicos, pero en su mayor parte son estudios promovidos por la industria farmacéutica en el proceso de desarrollo de nuevos medicamentos (y se participa tan sólo en el 5% de los ensayos clínicos que se realizan en nuestro país, a pesar de que la APS es el ámbito en que se acabará prescribiendo la mayoría de estos fármacos) y, además, en muchas ocasiones esta participación es buscada exclusivamente como fuente de pacientes (a menudo cuando los hospitales no han podido incluir el número necesario), sin una contribución intelectual real a su diseño. Sería importante conseguir que los profesionales de la APS se incorporen a los grupos que diseñan estos estudios e influyan para lograr que se orienten hacia la resolución de preguntas de mayor interés para ellos. También sería importante lograr que fueran capaces de diseñar y llevar a cabo los ensayos que respondan a las preguntas verdaderamente relevantes de su práctica clínica, y con una orientación pragmática que facilite la aplicabilidad de sus resultados.
Por último, también es llamativa la presencia anecdótica (prácticamente la ausencia) de revisiones sistemáticas que sinteticen las evidencias sobre un tema y sean útiles para la elaboración de las guías de práctica clínica, así como de investigaciones cualitativas que permitan abordar de una forma más apropiada muchos de los problemas relevantes para la APS.
En el año 2003, la prestigiosa revista The Lancet, a propósito de la asistencia de su editor a una conferencia internacional de WONCA en Canadá, en la que habían prevalecido los planteamientos teóricos pero se había presentado muy poca investigación de calidad en APS, publicaba un artículo editorial en el que se preguntaba si la investigación en APS no era una causa perdida6. Debemos ser capaces de demostrar que no es así y que la investigación en APS es necesaria e importante, como defendía un artículo publicado en esa misma revista un año después7. A pesar de que comporte algunas dificultades adicionales, la investigación en APS es preferible a la simple extrapolación de los resultados de los estudios realizados en otros ámbitos asistenciales.
La investigación en APS sigue sin tener el volumen, la relevancia, la calidad y el impacto deseables. Los profesionales solemos quejarnos de los problemas para desarrollar este tipo de actividades, pero no hacemos los esfuerzos suficientes para solventarlos, sino que en muchas ocasiones nos limitamos a esperar que sean otros los que lo hagan y a quejarnos si no lo hacen. El prestigio de la investigación en APS debemos ganarlo nosotros mismos y no confiar en que sean los demás los que nos lo concedan sin habernos hecho merecedores de ello. Debemos demostrar a la comunidad científica que somos capaces de abordar con rigor las preguntas que nos interesan y obtener respuestas que contribuyan a mejorar la atención que prestamos a nuestros pacientes.