Durante décadas, los estereotipos imperantes en las ciudades y los prejuicios contra los usos y costumbres de las comunidades alejadas han sido causa del menosprecio y la negación de ciertas prácticas de la medicina alternativa y/o tradicional como válidas, y constituyen barreras que entorpecen el mejoramiento de la atención médica, psicológica, etc., de la población. Por otro lado, muchos miembros de estas comunidades y usuarios de los servicios públicos de salud, debido a sus prejuicios y temores culturales, aún muestran cierta reserva y solo acuden cuando se encuentran en un estado crítico1.
Por ello, enlazar e integrar la realidad social y cultural en la educación y formación de los profesionales de la salud es una tarea imprescindible, a fin de consolidar una disciplina «integral»; por ejemplo, en el campo de la maternidad se pueden enseñar a los equipos los aspectos tradicionales y costumbres de la población para fortalecer la empatía con los usuarios, así como desarrollar campañas de información y sensibilización sobre las bondades de la atención obstétrica para reducir la mortalidad materna y mejorar la asistencia del paciente2.
De acuerdo con los registros de la atención primaria, la alerta es mayor sobre daños que suelen sufrir las mujeres embarazadas de pueblos originarios, quienes, por cerrarse en sus tradiciones no buscan de forma oportuna el auxilio médico, en los establecimientos de salud muestran mucha reserva y timidez a los exámenes, pánico a ciertos tratamientos como las cesáreas, rechazo al uso de elementos de baja temperatura para la higiene de la zona perineal, etc., así como no estar acompañadas de parientes cercanos durante el proceso del parto y otros componentes culturales3.
Por otro lado, existen acciones consideradas como violencia por la Tocología, como el maltrato físico ocasionado por el personal del establecimiento de salud, la provisión de medicamentos sin examen médico, no guardar respeto durante el parto de las mujeres, discriminación al paciente, entre otras. Estamos, entonces, frente a actitudes que podrían dejar secuelas en un parto traumático4,5.
En ese sentido, es válido seguir las siguientes recomendaciones: primero, impulsar la sensibilización a través de capacitaciones de índole educativa, sociológica, e incluso el aprendizaje de psicología social comunitaria; segundo, prácticas y guías de inserción laboral de la realidad comunitaria y distribución de material, en lo posible en la lengua originaria; finalmente, difusión de prácticas culturales tradicionales e identitarias con sincretismo en medicina tradicional.
En síntesis, se debe impulsar el respeto a la identidad cultural de las ciudadanas y generar estrategias interculturales que permitan a los profesionales de la salud crear conciencia de equidad e igualdad social para una comprensión de las pacientes. De esta manera, se contaría con especialistas dispuestos a brindar atención igualitaria y disminuir las brechas de desigualdad en la atención, lo que repercutiría en las atenciones maternales.