Sr. Director: Hemos leído con interés las reflexiones de Llor Vilà1 sobre el problema del uso de macrólidos en la comunidad, por cuanto suponen una alteración preocupante en las indicaciones terapéuticas de este grupo de fármacos en el entorno de una problemática global referente al manejo de los antibióticos de uso sistémico por parte de los profesionales sanitarios y los usuarios. Al hilo de sus reflexiones, queremos efectuar alguna consideración que creemos de utilidad para cuantos profesionales trabajen en atención primaria.
Nuestro grupo de trabajo está realizando estudios sobre el uso y el consumo de antibióticos sistémicos en diversas áreas regionales en Castilla y León, a través de datos obtenidos tanto por la empresa IMS-Health como los suministrados por el Ministerio de Sanidad2,3. Las observaciones sobre el consumo de macrólidos ponen de manifiesto un aumento progresivo de este subgrupo terapéutico durante el período 1996-2000 en la provincia de Valladolid (en el momento actual estamos realizando un seguimiento mayor en un área más amplia), de carácter progresivo, y sobre todo a expensas de la claritromicina, que supuso el cuarto principio más consumido de todos los antibióticos de uso sistémico, aunque destacamos el consumo de la azitromicina, ya que dobló su consumo en el período citado.
Si bien los datos comentados tienen un carácter global, resulta más preocupante comprobar que los resultados que tienen en cuenta la distribución de la población aportan dos hechos concluyentes: en primer lugar, un mayor uso de macrólidos en las áreas urbanas respecto de las rurales y, en segundo lugar, el uso de la azitromicina en áreas con mayor proporción de población infantil. Entre las causas que parecen asociarse a estos hechos nos encontramos, por una parte, con la mayor medicalización de las áreas urbanas, posiblemente secundario a un menor tiempo de consulta por paciente, y como acertadamente señala Llor Vilà facilita el cumplimiento, aunque no se asegure la eficacia terapéutica.
No cabe duda de que las resistencias microbianas suponen el caballo de batalla en el manejo de los antibióticos4, motivo por el cual se producen numerosas iniciativas para disminuir su incidencia en los tres campos que señala el autor (overuse, underuse y misuse), aunque con frecuencia se olvidan campos tan importantes como el uso indiscriminado por parte de la población general sin control de ningún tipo y la utilización en veterinaria, tanto en animales domésticos como en ganadería para el engorde fraudulento; en este caso es muy difícil analizar la cantidad destinada a este fin.
En último lugar, cabe señalar que a pesar de este negro panorama, se ha podido demostrar que la disminución del consumo de macrólidos es seguida por una disminución en la resistencia a estos fármacos5, por lo que el esfuerzo debe centrarse en unas indicaciones estrictas y, como señala el autor, por encima de los beneficios que supone la farmacocinética de este grupo terapéutico.