Introducción
La delincuencia juvenil es un problema social grave que se ha incrementado en las últimas décadas. La mayoría de los adolescentes delincuentes proceden de familias desestructuradas, de bajo nivel económico, con desavenencias conyugales, con progenitores delincuentes, alcohólicos, adictos a sustancias psicoactivas y/o afectados de trastornos psicopatológicos. Además, durante su infancia muchos han sufrido maltrato físico y especialmente emocional, caracterizado por una crianza y atención afectiva inadecuadas, rechazo y/o retraso de la atención psicológica, violencia doméstica extrema y/o crónica, abuso permitido de sustancias y tolerancia de conductas desadaptativas1.
Los médicos y pediatras de atención primaria, por su relación con estos jóvenes y sus familias, no sólo tienen oportunidad de influir en los factores que pueden inducir a un comportamiento infractor o delictivo, sino que tienen la obligación de encargarse de la salud médica y mental de estos jóvenes2.
El objetivo del presente estudio es evaluar el estado de salud de una serie de jóvenes varones delincuentes que ingresaron por orden judicial en un centro de reforma juvenil (CRJ) de nuestro entorno sociopolítico y sanitario.
Material y métodos
Estudio retrospectivo, transversal, durante 6 años (enero 1995-diciembre 2000). Se incluyeron los adolescentes varones que ingresaron por orden judicial en un CRJ de Zaragoza dependiente del Departamento de Sanidad, Consumo y Bienestar Social de la Diputación General de Aragón por haber cometido actos delictivos. Los motivos de ingreso más frecuentes fueron: robo con violencia/intimidación, robo con fuerza, robo de automóvil, hurto, lesiones/daños, tráfico de drogas y agresión sexual. La información sobre el menor se reflejó en una «ficha de ingreso» estandarizada que incluía: filiación, motivo del ingreso, informes sociales, psicológicos, pedagógicos, escolares, sanitarios y jurídico-legales. También se obtuvo información a través de entrevistas con los educadores responsables del caso y con el propio menor.
El estado de salud en el momento de su ingreso se determinó por la historia clínica y el examen físico, siguiendo guías específicas para la evaluación y cuidado de la salud en CRJ3,4. La historia clínica incluía el antecedente de alergias, enfermedades crónicas, uso común de medicación o drogas, conductas sexuales de riesgo y estado de inmunización. El examen físico incluía una exploración completa por órganos y sistemas corporales y la medición de los parámetros antropométricos peso (kg) y talla (cm). Las alteraciones detectadas en la exploración física se registraron siguiendo un sistema protocolizado para centros de atención primaria5. A través del programa operativo Sanutrin v1.0. Novartis Nutrition, que utiliza los estándares de referencia elaborados por Hernández et al6, se calculó el índice nutricional (IN = [peso actual (kg)/talla actual (cm)]/[p50 de peso (kg)/p50 de talla (cm)] * 100), aceptando que un IN < 90 es indicativo de malnutrición, 90-110 es normal, 110-120 es indicativo de sobrepeso y > 120 indica obesidad. Tras la evaluación inicial del estado de salud se procedió, de forma individualizada, a la realización de exámenes complementarios (análisis hematológicos, bioquímicos, microbiológicos, parasitológicos, serológicos, intradermorreacción de Mantoux) y/o a la derivación a otros servicios médicos especializados3,4.
Resultados
Durante el período de estudio ingresaron en el CRJ 240 adolescentes varones delincuentes, con una edad media de 15 años (DE, 1,3) (rango, 13-17 años).
En la tabla 1 se resume el porcentaje de los jóvenes delincuentes con problemas de salud observados en el momento de su ingreso en el CRJ. Los problemas de salud más frecuentemente observados fueron: tabaquismo, abuso de drogas/alcohol (policonsumidores por vía no parenteral, 25,8%; monoconsumidores por vía no parenteral, 17,5%; policonsumidores por vía parenteral y no parenteral, 10,8%), enfermedades odontológicas (caries dental, periodontitis, pérdida/rotura dental), trastornos psicopatológicos (los más frecuentes son los trastornos de conducta y el trastorno de hiperactividad con déficit de atención, 13,4%; más raramente trastorno de ansiedad, trastornos del sueño, trastornos de identidad, depresión mayor y capacidad intelectual límite, 3,7%), estado de inmunización incompleta (ausencia de revacunación frente a difteria-tétanos-polio, triple viral, tétanos-difteria adulto y/o hepatitis B), trastornos de crecimiento y nutrición (talla baja inferior al percentil 3, 5,8%; malnutrición, 3,3%; sobrepeso, 2,1%; obesidad, 3,3%), enfermedades infecciosas relacionadas con el consumo parenteral de drogas y/o actividades sexuales de riesgo (hepatitis C, 4,6%; hepatitis B, 2,9%; sida, 2,1%; sífilis, 0,8%), enfermedades dermatológicas (micosis, pediculosis, eccemas), trastornos oftalmológicos (errores de refracción, agudeza visual reducida) y enfermedades del aparato respiratorio (bronquitis aguda, asma bronquial).
En menor proporción se observaron trastornos del aparato locomotor (escoliosis, fracturas mal consolidadas), anemia (ferropénica, excepto un caso de betatalasemia minor), trastornos otorrinolaringológicos (otitis media crónica), trastornos cardiovasculares (soplo cardíaco previamente no diagnosticado) y parasitosis intestinal (oxiuros, Giardia lamblia).
Discusión
Recientes estudios realizados fuera de nuestro entorno sociopolítico y sanitario han observado que los jóvenes delincuentes que ingresan en un CRJ han descuidado durante mucho tiempo sus necesidades de salud, ya sea por negligencia o falta de recursos económicos, y presentan una alta prevalencia de trastornos médicos (especialmente odontológicos, nutricionales, dermatológicos, respiratorios, ortopédicos, oftalmológicos e infecciosos) y de trastornos psicopatológicos y de la conducta (sobre todo abuso de sustancias, actividad sexual temprana y riesgo y trastorno de hiperactividad con déficit de atención)1,2,7-9.
Estos resultados son muy similares a los observados en el grupo de adolescentes varones delincuentes de nuestro entorno, en los que los problemas de salud prevalentes fueron abuso de sustancias, trastornos psicopatológicos y de la conducta, enfermedades odontológicas, estado de inmunización incompleta, trastornos de crecimiento y nutrición, enfermedades infecciosas asociadas con el abuso de drogas por vía parenteral y/o con conductas sexuales de riesgo, enfermedades dermatológicas, trastornos oftalmológicos y enfermedades del aparato respiratorio.
Sin embargo, estos resultados difieren en parte de los observados en adolescentes de nuestro entorno del mismo sexo y rango de edad que ingresaron en un centro de acogida por sufrir negligencia, abandono, maltrato y/o conducta disruptiva, en los que se objservó una mayor incidencia de los trastornos médicos detectados en la exploración física (dermatológicos, oftalmológicos, respiratorios, ortopédicos y óticos) y una menor incidencia de abuso de sustancias, trastornos psicopatológicos y enfermedades infecciosas relacionadas con conductas de riesgo10.
Este estudio indica que los jóvenes varones delincuentes de nuestro entorno llegan al CRJ con sustanciales problemas físicos, psicológicos y de conducta preexistentes. En función de nuestros resultados, consideramos que estos adolescentes son una población de alto riesgo y que la intervención precoz sobre su salud física, y especialmente sobre su salud mental, desde el punto de vista sanitario y educativo, durante su estancia en un CRJ representa una oportunidad única para solucionar sus necesidades básicas de salud.