En medicina el reconocimiento de la necesidad de formación continuada ya fue resaltado por Hipócrates1 y hoy nadie discute que es necesaria para mantener la competencia profesional y que es una responsabilidad mayor del médico a lo largo de toda su vida2.
La formación implica el manejo de información científica, cuya calidad y aprovechamiento por parte del médico constituyen la base de unas decisiones clínicas correctas. Pero los médicos son profesionales adultos, y como tales prefieren un enfoque autodirigido y deben ser capaces de identificar sus propias necesidades de formación, de formular sus objetivos de aprendizaje y de identificar por sí mismos los recursos necesarios para alcanzarlos1,3. Según los resultados del interesante estudio realizado por González de Dios et al.4 sobre hábitos de lectura de revistas científicas en médicos de atención primaria españoles de las 17 comunidades autónomas, las revistas más leídas son las propias de la especialidad (Medicina de Familia o Pediatría), siendo la revista Atención Primaria la preferida por el 20% de los médicos de familia, en segundo lugar tras una revista de información médica general.
Al respecto, las revistas médicas aportan un recurso de fácil acceso para alcanzar los objetivos de la formación autodirigida, pero su valor depende de manera crucial de la calidad de sus contenidos1. El exceso de información (más de 20.000 publicaciones biomédicas en todo el mundo con una producción anual de casi 2 millones de artículos), redundante con frecuencia, puede llegar a desorientar al lector y tal vez repercutir negativamente en la actuación profesional.
Aunque en los resultados del estudio de González de Dios et al.4 todavía predomina el formato impreso, el 57% de los médicos de atención primaria también utilizan el electrónico, especialmente los más jóvenes. No cabe duda de que Internet permite un grado de accesibilidad, difusión, visibilidad e impacto de la información científica como antes jamás se había producido5. Hoy en día, el médico puede acceder online a una buena parte de los contenidos publicados en revistas médicas, bien mediante suscripción personal o institucional, bien porque algunos son de acceso gratuito. El acceso abierto es un fenómeno actual que evoluciona con rapidez y entraña un cambio radical en la difusión de la literatura científica5. En España existen innegables avances en este contexto (a finales de 2005 se ofrecía de forma gratuita el texto completo de 127 revistas médicas españolas) y la implicación institucional más notable es la participación de la Biblioteca Nacional de Ciencias de la Salud en el proyecto SciELO.
A pesar de ello, uno de los problemas inherentes a la consulta de la literatura biomédica es la obtención de gran número de artículos de revistas científicas, pues la mayor parte solo son accesibles para suscriptores, lo que limita su acceso y difusión (solo el 56% de los médicos de atención primaria están suscritos a alguna revista científica). Sin lugar a duda, como se muestra en los resultados del artículo4, Google y Yahoo son los buscadores más utilizados por los usuarios (70%), si bien los recursos disponibles, bien genéricos o especializados, son numerosos, siendo dignos de mención algunos como SCIRUS, Google Académico, Excelencia Clínica o Tripdatabase.
A pesar de la utilidad de los motores de búsqueda, es importante tener en cuenta que en nuestro ámbito profesional su utilización debe ser siempre como una fuente inicial de información sobre cualquier tema, o complementaria a la búsqueda paralela de información en fuentes científicas. En ciencias de la salud existe una enorme variedad de bases de datos, como MEDLINE (PubMed), EMBASE, ISI Web of Knwoledge o la Biblioteca Cochrane Plus, apenas utilizadas por el 29% de los médicos de atención primaria4. Dichas bases deberían ser mucho más populares entre los profesionales, aunque sin duda lo serán en el futuro, sin olvidar algunas bases de datos españolas como MEDES, IME o IBECS, aún muy poco utilizadas4.
Por lo tanto, actualmente no debería ser un problema acceder a la información científica, aunque desgraciadamente sí lo es la capacidad de analizarla. No todos los profesionales disponen de habilidades suficientes para la lectura crítica de los artículos biomédicos, lo que puede ayudar a explicar las preferencias en los hábitos de lectura de los médicos de familia señalados por González de Dios et al.4, más favorables a los casos clínicos (preferidos por el 73%) y a las actualizaciones (70%) que a los artículos originales (49%). Curiosamente, en un estudio realizado en Estados Unidos, los hábitos de lectura de los médicos residentes de medicina de familia son coincidentes, observándose también una mayor motivación por los casos clínicos y siendo los artículos originales los recursos de información médica menos leídos6. Cabe esperar que en el futuro, al aumentar estas habilidades para juzgar críticamente los originales, se incremente, tanto en cantidad como en calidad, la información seleccionada, aunque más importante es considerar que, de esta forma, se podrá mejorar también la capacidad de resolver los problemas de salud de los pacientes.
Frente a posibles estrategias editoriales futuras, dirigidas a publicar revistas solo en inglés, sobre todo en Internet, es muy recomendable la lectura de los resultados obtenidos por González de Dios et al.4, los cuales nos muestran una realidad en la que es elevada la consideración de los médicos de atención primaria hacia las publicaciones en español, pues hasta el 80% considera más útiles los artículos en español y el 70% cree que no hay diferencias de calidad entre artículos en español e inglés. En este sentido, editores y lectores deberíamos aprovechar la ventaja de pertenecer a un ámbito idiomático extenso, lamentablemente con una notable escasez de publicaciones médicas. Suprimidas las barreras idiomáticas, parece razonable pensar en un mejor aprovechamiento de la información científica.
En definitiva, no nos queda más remedio que aceptar que en España los médicos de atención primaria leen poco y que prefieren hacerlo en su lengua materna, según los resultados del estudio de González de Dios et al.4, de obligada lectura para nuestros editores médicos. Para éstos deberían ser tan importantes los intereses de los médicos «investigadores», que son los menos (el 67% de los médicos de atención primaria no ha publicado en los últimos 5 años4), como los de los médicos «lectores», pero, en contra de estos últimos, con frecuencia en el proceso editorial se concede más importancia al método que a la propia idoneidad o relevancia de la investigación, otorgando más valor a la demostración de la eficacia de una determinada intervención que a la aplicación de esta en la práctica diaria y, en definitiva, que a la resolución de los problemas de salud de la población7, concediéndose mucha más relevancia a la validez interna que a la validez externa de los estudios.
Puntos clave
La formación continuada implica el manejo de la información científica, cuya calidad y aprovechamiento por parte del médico constituyen la base de unas decisiones correctas frente al paciente.
La adquisición de habilidades de lectura crítica podría ayudar a incrementar, tanto en cantidad como en calidad, la información seleccionada, repercutiendo favorablemente en la actuación clínica.
Frente a posibles estrategias editoriales futuras, las preferencias por la información científica en español de los médicos de atención primaria deben ser tenidas en cuenta por parte de los editores de las revistas médicas.