Introducción
La obesidad es uno de los trastornos metabólicos detectado más frecuentemente en las consultas de atención primaria. Tanto el exceso como la distribución de la grasa corporal tienen una significación patológica debido a la importancia de ambos factores sobre la prevalencia de enfermedad cardiovascular1.
Desde un punto de vista cualitativo, una de las clasificaciones de la obesidad más utilizadas es la de Vague, basada en la distribución de la grasa corporal. La importancia sanitaria de esta distribución radica en las distintas enfermedades con las que se asocian tanto el tipo ginoide como el androide1; en nuestro medio no existen suficientes estudios que describan esta variable y su importancia respecto al pronóstico en el marco de la asistencia primaria.
Cabe indicar que se desconoce el grado de conocimiento de la población de nuestro medio con respecto a su peso y las variables que pueden afectar a dicho conocimiento, aunque se han realizado numerosos estudios sobre este tema2-5. El grado de desconocimiento se ha asociado con un mayor riesgo de enfermedad6,7, posiblemente debido a una menor responsabilización acerca de la propia salud. Por ello, se ha estudiado la relación entre este indicador del conocimiento de la propia salud con parámetros indicativos de salud cardiovascular.
Los objetivos de este estudio, centrado en el contexto de la asociación entre los factores de riesgo cardiovascular (FRCV) y la obesidad son: a) evaluar el conocimiento que tiene la población general sobre su propio peso; 2) establecer su clasificación según la distribución corporal de la grasa, y c) relacionar el nivel de educación sanitaria respecto el peso (cuantificable por el grado de conocimiento del propio peso) con los diversos factores de riesgo cardiovascular (FRCV).
Material y métodos
Estudio transversal, que incluye de forma aleatoria consecutiva a 240 usuarios de tres consultas del centro de salud Balafia-Pardinyes-Secà durante septiembre-octubre de 2000. El tamaño de la muestra se calculó en función de un estudio previo8, donde se describía una prevalencia del 13,5% de obesidad, utilizándose la fórmula de estimación de una proporción en poblaciones finitas:
n = 1,962 p(1-p)/*2
donde p es probabilidad y * desviación estándar.
Las variables recogidas fueron: edad (rango, 15-69 años), sexo, peso real y percibido, clasificación respecto al peso medio según las tablas de la Sociedad Española de Diabetes (Moreiro, 1993)9 considerando en infrapeso a las personas con un peso inferior al determinado por las tablas, en sobrepeso a aquellas con menos del 20% por encima de su peso medio según dichas tablas, con obesidad a las que posean un peso superior al 20%, y con obesidad mórbida a las personas con pesos superiores al 50% del peso medio, índice de masa corporal (IMC)10, índice o razón cintura/cadera (ICC) según el criterio de Bray que considera como cifra límite 0,95 para los varones y 0,85 para las mujeres (obesidad androide para cifras superiores y ginoide para inferiores), hábito tabáquico, presión arterial sistólica (PAS) y diastólica (PAD), insatisfacción con el propio peso, y deseo de pérdida o ganancia ponderal evaluada interrogando sobre el número de kilos que desearía ganar o perder por razones de salud (cuantitativa). En los 100 usuarios con analítica realizada los 2 meses previos, se registraron también los valores de colesterol total, cLDL y cHDL, triglicéridos, glucemia y ácido úrico. Se excluyó a los pacientes con caquexia, con ascitis y a las mujeres embarazadas.
Tras evaluar la normalidad de la distribución de las variables cuantitativas, se analizaron las diferencias mediante la prueba de la t de Student o por análisis de la varianza, según el número de grupos a comparar, con el programa estadístico SPSS-PC, y se estimaron como diferencias significativas las que presentaban un valor de p < 0,05. El grado de correlación entre las variables se estimó por el estadístico de Pearson.
Resultados
Conocimiento del propio peso
Se demostró una relación altamente significativa (r = 0,982, en ambos sexos) entre el peso objetivo, medido en la consulta, y el peso subjetivo, facilitado por los propios usuarios. La diferencia media entre ambos pesos era del 1,7%.
Se constató una correlación positiva entre el error de apreciación del peso (peso medido en consulta-peso subjetivo) con el IMC (r = 0,272; p < 0,001) y el peso objetivo (r = 0,271; p < 0,001).
La medición del error de apreciación demostró que este parámetro es mayor en los pacientes con sobrepeso que en los pacientes con normopeso respecto a su peso medio (2,14 ± 3,85 frente a 0,66 ± 3,77 kg; p < 0,01). En cambio, no existían diferencias con respecto a la satisfacción con el propio peso (2,09 ± 3,07 frente a 1,4 ± 4,44 kg, satisfechos frente a insatisfechos).
Un 80,8% de los usuarios estudiados presentaba un conocimiento de su propio peso adecuado con una exactitud del 95%.
Distribución de los distintos tipos de obesidad
La distribución de los pacientes con sobrepeso y obesidad respecto a la clasificación topológica de la grasa corporal se muestra en la tabla 1.
Relación con factores de riesgo cardiovascular
El análisis del efecto del IMC sobre el ICC demostró diferencias significativas en el grupo con normopeso respecto a los otros (ICC = 0,84 ± 0,19 en pacientes con IMC < 27 frente a 0,91 ± 0,16 en pacientes con IMC 27-30 y 0,92 ± 0,12 en pacientes con IMC > 30; p < 0,05 en todas), y también en relación con la edad (35,91 ± 13,3 años en pacientes con IMC < 27 frente a 46,05 ± 15,2 años en pacientes con IMC 27-30 y 54,86 ± 13,5 años en pacientes con IMC > 30; p < 0,05 en todas). Asimismo, el análisis evidenció el efecto del IMC sobre la PAS (120 ± 15,62 mmHg en pacientes con IMC < 27 frente a 139 ± 24,12 mmHg en pacientes con IMC 27-30 y 142 ± 19,27 mmHg en pacientes con IMC > 30; p < 0,05 en todas). Estas diferencias se manifestaron en el caso de mujeres; no hubo diferencias en el caso de los varones o en el global de la población.
En el análisis estadístico destacó que la superación de hasta el 20% del peso medio recomendado implicaba un peso percibido significativamente superior (p < 0,03), con aumentos también significativos (p < 0,05 en todas) de la glucemia, la uricemia, la PAS y la PAD, respecto a los pacientes con infra/normopeso según las tablas de la Sociedad Española de Diabetes (tabla 2).
La edad media de las mujeres con mayores errores en apreciación de su peso era significativamente superior a la de las mujeres que lo conocían con un 90% de exactitud (51,6 ± 16,1 frente a 42,8 ± 15,7 años; p < 0,025); no ocurría lo mismo en caso de los varones (41,2 ± 14,6 frente a 40,6 ± 15,79; NS).
Con el objeto de establecer si un peor conocimiento del propio peso se asociaba con un mayor número de FRCV, se dividió a los usuarios según si el peso subjetivo que indicaron tenía una exactitud superior al 90% con respecto al peso objetivo (tabla 3).
Discusión
Se evidenció una buena correlación entre los pesos objetivo y subjetivo en ambos sexos, dato que no se corresponde con estudios anteriores7 en los que se concluye que las mujeres conocen mejor su propio peso, mientras que en otro estudio se deduce que las mujeres infraestiman su propio peso11. Respecto a la diferencia media entre los pesos subjetivo y objetivo (del 1,7%), no difería de la encontrada en el estudio de Nawaz11, que fue del 2%.
El hecho de que las personas con un IMC superior manifestaran errores de apreciación mayores puede indicar la necesidad de incrementar la concienciación de esta población. Estos resultados concuerdan con los de estudios anteriores7,11,12. En cambio, un estudio realizado en adolescentes concluía que los usuarios delgados y altos infraestimaban más su peso13, dato explicable según diversos autores3,4 porque los pacientes con menor edad suelen infraestimar su peso. En nuestro estudio estos datos no han sido contrastados debido al bajo número de adolescentes incluidos en nuestra muestra.
El hecho de que las mujeres peor conocedoras de su peso fueran mayores que las buenas conocedoras sí concuerda con los de algunos estudios14,15, mientras que en otros no se distingue el efecto del sexo y sólo se evalúa el efecto de la edad16,15. Esta relación entre edad y desconocimiento podría explicarse por una menor preocupación de las personas mayores por su imagen corporal. Ello puede constituir una de las limitaciones de nuestro estudio, dado que nuestra población está compuesta por un gran número de mujeres mayores de 50 años, potencialmente menos preocupadas por su aspecto físico.
Al estudiar la distribución topográfica de la obesidad se constató la elevada prevalencia del tipo androide (hasta un 71,3%), y predominantemente entre la población femenina, que puede ser debida a las características de nuestra muestra. Cabe destacar que el IMC de los dos grupos, androide y ginoide, no difería en exceso.
Los pacientes que peor conocían su peso presentaban mayores FRCV. No se han encontrado estudios que demuestren esta asociación, aunque en varios de ellos se apunta que los pacientes mayores, obesos y de baja estatura13-16 presentan un mayor desconocimiento de su propio peso. Dado que los peores conocedores de su peso también son los que presentan mayor IMC, se puede concluir resaltando la necesidad de actuación sobre las medidas higiénico-dietéticas como primer paso para controlar los FRCV. Estos datos se basan en una parte de la población, por lo que este estudio debería complementarse con otros diseñados con el fin de establecer si las medidas de educación sanitaria y corrección ponderal surten efecto tanto en el conocimiento del propio peso como en los FRCV. Asimismo, merece una mención especial la posible influencia del nivel sociocultural de la población en los datos obtenidos, dada la alta homogeneidad de la población analizada según esta variable.
En resumen, se constata el alto grado de conocimiento que tiene la población estudiada con respecto a su peso, aunque existan diferencias significativas según la edad, y también la relación del conocimiento de su peso con los FRCV, así como la relación directa de éstos con el IMC. Así pues, sería posible utilizar pesos subjetivos facilitados por el propio usuario para monitorizar la prevalencia de obesidad, excepto en el caso de mujeres de edad avanzada. Por otro lado, la detección de pacientes con errores de apreciación superiores al 10% puede ser interesante como posible método de rastreo de población con riesgo cardiovascular.
Agradecimiento
Al Dr. Manuel Portero-Otín por su ayuda en la realización y redacción de este trabajo.