Tras la lectura del trabajo de Bordallo et al en relación con la desnutrición en personas mayores frágiles1, hay algunos datos de interés para la práctica clínica habitual que cabría resaltar. Como demuestran los autores, la prevalencia de desnutrición en este grupo de pacientes es muy elevada (superior al 80%). Esto muestra la necesidad de incorporar una herramienta de screening nutricional en la valoración geriátrica integral para detectar precozmente la desnutrición e instaurar una intervención nutricional eficiente que mejore la calidad y la seguridad de la asistencia que prestamos a estos pacientes.
Los métodos de valoración nutricional se basan en datos antropométricos, bioquímicos y de anamnesis, sin que ninguna herramienta individual permita definir inequívocamente la situación nutricional de un paciente. Aunque los parámetros antropométricos empleados en este trabajo cuentan con ventajas (simplicidad, economía y rapidez), presentan ciertas limitaciones: 1) no son indicadores precoces de desnutrición; 2) pueden albergar sesgos y problemas de reproductibilidad interobservador e intraobservador (especialmente con la medida de pliegues cutáneos) que se intentan obviar con la sistematización de la metodología de medición, la calibración correcta de los aparatos y con la repetición de las medidas por el mismo observador (se estima la media de las medidas repetidas), y 3) están influidos por cambios en la composición corporal asociados al envejecimiento o a ciertas enfermedades no relacionadas con la malnutrición2.
Por tanto, no es recomendable que los parámetros antropométricos se consideren de forma aislada. Pero la evaluación nutricional completa de cada paciente (datos antropométricos, bioquímicos y de anamnesis) es costosa en personal y tiempo, lo que dificulta su realización sistemática. Por esto, se han desarrollado métodos de cribado nutricional, sencillos, válidos, reproductibles y basados en medidas fáciles de obtener más adaptables a la realidad asistencial. Dentro de las recomendaciones de screening nutricional realizadas por la Sociedad Europea de Nutrición Parenteral y Enteral, el Mini Nutritional Assessment (MNA) es el aconsejado en pacientes ancianos3,4.
El MNA tiene una primera parte de cribado (menos de 5min) y una segunda de evaluación que sólo se aplica si ha aparecido riesgo en la de cribado (menos de 15min). Consta de 18 ítems que engloban variables antropométricas, dietéticas, de evaluación global y de autopercepción de salud y nutrición. Los pacientes con puntuaciones superiores a 23,5 se consideran en situación nutricional adecuada, con puntuaciones inferiores a 17 se consideran desnutridos y con valores intermedios se consideran en riesgo nutricional4. Ha demostrado una elevada sensibilidad (96%) y especificidad (98%), es válido para cualquier entorno asistencial (atención primaria, domiciliaria, hospitalaria, residencias, larga estancia, etc.), tiene implicación pronóstica (puntuaciones bajas predicen evolución desfavorable) y presenta una buena concordancia interobservador5,6. Permite una intervención nutricional dirigida a las áreas del MNA con menor puntuación y permite seguir la evolución del estado nutricional5,6.
Pese a la validez demostrada por los parámetros antropométricos empleados en este estudio, éstos no deberían valorarse aisladamente. Aunque los inconvenientes expuestos se obvian con una buena sistemática de recogida, la reproductibilidad de la medida de pliegues cutáneos es difícil, salvo que sea el mismo observador el que realice la medida con el mismo aparato durante todo el estudio.
Dada la elevada prevalencia de desnutrición en ancianos frágiles y que se dispone de una herramienta de screening rápido, validada para este grupo de edad, que detecta riesgo de malnutrición antes de que se identifiquen cambios importantes de peso o en los niveles de albúmina, que se asocia al pronóstico, y que permite el seguimiento del paciente, parece oportuno implantar estrategias que faciliten sistematizar su uso en estos pacientes.